‘En Guatemala me querían matar’: La historia de una vida nueva a 1,900 kilómetros de su país
Foto: Facebook / ACNUR la Agencia de la ONU para los Refugiados

“Ten este teléfono, no lo vayas a tirar porque te van a llamar. Si lo tiras, vamos a desaparecer o secuestrar a alguien de tu familia”. La amenaza contra Juan* llegó en diciembre de 2018 y fue certera. Estaba a la mitad de su jornada laboral cuando un hombre se le acercó, le dejó el celular y desapareció.

Fueron cinco horas de nerviosismo hasta que el móvil sonó. Al contestar, una persona le advirtió que si quería seguir trabajando como conductor de un autobús en Mazatenango, Guatemala, debía pagar una “renta” de mil quetzales a la semana (2,670 pesos mexicanos).

Para Juan era imposible, en un buen día apenas ganaba 50 quetzales para mantener a sus cuatro hijos y esposa. Por seguridad decidió renunciar al empleo y comenzó a administrar un pequeño negocio de mototaxis de su hermano. Pero las amenazas no cesaron. En marzo de 2019 recibió otro celular y las mismas extorsiones. Una noche, tras negarse a pagar la renta por trabajar, fue arrollado por un vehículo mientras conducía un mototaxi. Está seguro de que no fue un accidente, sino un atentado organizado por sus extorsionadores.

En mayo, en cuanto se recuperó, viajó a México. “Tuve que salir de Guatemala porque mi vida corría peligro”, relata a La-Lista. Salió a escondidas de Mazatenango. Su papá, quien desde hace más de 20 años vive en Estados Unidos, le envió dinero para el viaje. En 2015 ya había atravesado México en un intento por llegar a Estados Unidos, así que conocía algunas rutas seguras. Llegó a Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, fue a Villahermosa, Tabasco, y se dirigió a la Ciudad de México.

“Alcancé a salir justo a tiempo de Guatemala”, considera. “Un amigo me había llamado para avisarme que las mismas personas que me extorsionaban me querían matar”.

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México, una nueva oportunidad

Dos años han pasado desde que Juan y su esposa llegaron a México. Admite que su intención era vivir en Estados Unidos. Para cumplir su meta trabajó durante seis meses en tres restaurantes de la Ciudad de México, pero en ninguno de esos empleos ganó lo suficiente para emprender un viaje al norte.

En ese tiempo, Juan conoció a trabajadores de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados en México (ACNUR), una organización internacional que desde 2016 ha reubicado a 10,000 personas refugiadas y solicitantes de refugio en ocho ciudades mexicanas –Saltillo, Guadalajara, Monterrey, León, Aguascalientes, Puebla, Querétaro y San Luis Potosí– con el objetivo de consigan empleo formal, hogar, acceso a estudios y seguridad social.

Florian Hoepfner, oficial de Soluciones Duraderas de la ACNUR, explica que estas ciudades fueron elegidas por su dinámica económica, tienen una gran oferta laboral para las personas refugiadas, cuentan con la capacidad de brindarles servicios educativos y de salud y por la baja percepción de inseguridad.

“Muchas personas inician su procedimiento de refugio en comunidades del sur del país, en Chiapas y Tabasco, donde no hay mucha oferta laboral y la llegada de estas personas es vista como una carga para los servicios públicos de salud y educación”, comenta Hoepfner, “El 73% de los adultos en edad laboral están desempleados en el sur de México, solo el 10% trabaja de manera informal y gana menos de 900 pesos a la semana”.

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Ante este contexto, el centro y norte del país se han convertido en las regiones óptimas para el desarrollo de las personas refugiadas que no solo tienen la oportunidad de mejorar su vida, sino que contribuyen a México a través del pago de impuestos. Hoepfner estima que de las 10,000 personas reubicadas por la ACNUR, más del 90% consiguió un empleo tras su reubicación y, este año, generarán más de 44 millones de pesos al país por sus trabajos formales en más de 150 empresas. Esta cifra equivale al presupuesto que la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) recibió para este 2021.

“Las personas logran mejor su inclusión en los estados del centro y norte del país, seis de cada 10 familias reubicadas lograron salir de la pobreza de acuerdo con los parámetros del Coneval y eso nunca hubiera sido posible sin los empleos formales”, señala el experto de la agencia de las Naciones Unidas.

‘Volver a Guatemala no es una opción’

Juan llegó a México en 2019, año en el que la Comar recibió 70 mil 418 solicitudes de refugio, la cifra más alta de la que se tiene registro hasta ahora. En lo que va de 2021, la comisión ha recibido 41,195 solicitudes de refugio. La mayoría de personas originarias de Honduras, Haití, Cuba, El Salvador, Venezuela, Guatemala, Nicaragua, Chile, Brasil y Colombia.

Para Florian Hoepfner, el incremento de las solicitudes de refugio en los últimos años es una señal de que México cada vez es más visto como un país de llegada y no solo de ruta hacia Estados Unidos.

Luego de vivir seis meses en la Ciudad de México, Juan fue reubicado en Nuevo León –a 1,958 kilómetros de Mazatenango, Guatemala–, donde trabaja en una tienda comercial junto a su esposa. Ambos rentan un pequeño departamento, pero tienen el plan de tramitar un crédito en el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) para adquirir su propia casa.

“Yo de aquí no me muevo ni pierdo mi trabajo, nosotros ya estamos cómodos en México y aquí vamos a seguir nuestra nueva vida”, dice Juan. En este tiempo, el guatemalteco y su esposa ya acreditaron la primaria y la secundaria en el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA). Debido a que Juan salió de emergencia de Guatemala por las amenazas y el atentado que sufrió, no trajo consigo sus papeles escolares, pero asegura que en su país estudió hasta el nivel preparatoria y tiene una especialidad para laborar en el sector de la construcción.

Sobre la posibilidad de viajar a Estados Unidos como era su plan original, descarta que esto vaya a ocurrir en lo inmediato porque se siente cómodo en México e, incluso, le gustaría naturalizarse, así como traer a sus cuatro hijos. Tampoco piensa en volver a su país natal. Lo que extraña de Guatemala es a sus hermanos, pero está consciente de que su vida correría riesgo si regresa.

“Volver a Guatemala ya no es una opción para nosotros. Sí nos gustaría ir, pero si nos llegan a ubicar quién sabe qué pueda pasar”, concluye Juan.

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*Juan es un nombre falso para proteger la identidad del entrevistado por su seguridad.

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