Ser mujer migrante y que te arrebaten a tu hijo
Ilustración: Vector illustration

María Elena Ríos Hernández salió de San Pedro Sula, Honduras, con destino a Estados Unidos, pero se quedó varada en México, donde su vida cambió por completo. “Gracias a dios no me mataron”, es lo que María Elena puede decir del viaje que realizó en 2019.

María Elena huyó de la violencia en Honduras. Salió del país centroamericano por el peligro que le representaba la violencia a la que la tenía sometida el padre de dos de sus hijos. Ella no quería que la mataran.

Ser mujer no es sencillo en Honduras, su hermana fue víctima de feminicidio. No sabe cómo la mataron, pero sabe que quemaron su cuerpo.

Antes de llegar a Tapachula, Chiapas, ya estando en territorio mexicano, fue detenida por un retén de “maleantes”, como ella los llama. “Andaban tapados, no les miramos la cara”, dice María Elena de sus captores. Recuerda que la amenazaron con una pistola. Estuvo retenida por un mes en un cuarto junto a otra mujer y fue víctima de violencia sexual. “Si no nos dejábamos nos iban a matar”, cuenta. A María Elena la violaron.

María Elena no quería más hijos, lo tenía claro, más en su situación, pero el destino tendría en su camino el nacimiento de David. Nació en Tapachula y se convirtió en el compañero de viaje de María Elena, porque como ella lo dice: “Sólo me tiene a mí”.

María Elena es una mujer migrante de 41 años y desde el nacimiento de David, es una mujer migrante con un bebé sin un lugar en el mundo para ellos. Desde entonces, María Elena ha vivido de un albergue a otro en busca de un techo y seguridad para ella y para el pequeño.

A los cuatro meses de nacido, Médicos Sin Fronteras* se acercó a ella y la llevó a la Ciudad de México. Le propusieron dar a David en adopción. María Elena se negó.

Desde el nacimiento de David hasta ahora, hace tres años y medio, no ha parado su andar errante y sin el destino de un hogar. Ha tenido temporadas en las que trabaja en labores de limpieza, pero no ha sido sencillo con un niño pequeño y lo ha resuelto pidiendo dinero en la calle. Sin embargo, María Elena ha procurado que nada le falte a su hijo.

A pesar de su situación, como dice María Elena, no dejaba que David pasara hambre. Al niño no le gustaba la comida de los albergues, que a veces estaba agría o el arroz no estaba bien cocido. Entonces, le procuraba arroz bien cocido, huevito, tacos o cereal con leche y así “le llenaba su pancita”.

“Ellos piensan que yo lo dejaba aguantar hambre. Yo estaba al pendiente de darle su comidita porque es pecado también que aguante hambre el niño”, dice María Elena.

Este año, María Elena fue a buscar ayuda a Casa Refugiados y Casa Fuente, pero el Sistema de Desarrollo Integral de la Familia (DIF) le seguía los pasos por aviso de los albergues.

Personal del DIF le había dicho a María Elena “que no podía estar con el niño así, en albergues, que tenía que tener un empleo y donde vivir, que tenía que ser independiente”.

Primero la sacaron de Casa Fuente y buscó apoyo en Casa Refugiados, pero no le dieron albergue. Esa noche, personal del DIF los llevó al albergue de Coruña, de la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social de la Ciudad de México (Sibiso), donde tampoco estarían seguros.

Llegó el 10 de mayo, día de las madres, cuando María Elena y David estaban en el albergue de Coruña, cerca de Viaducto, y dos personas del DIF, un hombre y una mujer, empezaron a hablar con María Elena mientras sostenía en brazos a David. Ella se sentó en una silla y soltó a David. Mientras el hombre le hablaba, la mujer comenzó a llamar a David. Cuando el niño se acercó a ella, aprovechó para tomarlo y correr a la entrada.

“¡Ciérrenle el portón, que no se salga!”, gritó la mujer y le cerraron la puerta a María Elena.

El desprendimiento fue violento, el pequeño no la pasó bien. María Elena piensa que pudo haberlo acompañado y saber a dónde lo llevaban, pero no fue así.

Luego, echaron a María Elena del albergue. “Busque a donde ir, señora”, le dijeron.

En el albergue dejaron un papel con la dirección del destino que tendría David y María Elena se fue para allá. Durmió dos días en la calle, afuera de la Casa Cuna Tlalpan.

Cuando preguntó por su hijo en la casa cuna le decían: “¿Cuál niño?, ¿cuál hijo?, ¿cuál David?”. María Elena estaba desesperada.

Los policías de la zona le dijeron que no buscara más problemas y que se retirara del lugar.

Pidió ayuda en Casa Refugiados y se la negaron. Estuvo durmiendo en casa de una señora que la acogió por unos días en La Viga, pero María Elena no se sentía cómoda porque veía mucho alcohol y droga. Luego se fue a una vecindad en Tepito, donde dormía debajo de una escalera y en las noches las ratas se subían a su cuerpo.

‘Quiero que todas las mujeres me ayuden a recuperar a mi hijo’

María Elena conoció a Lorena Gutiérrez donde ambas toman terapia. Lorena es mamá de Fátima, una niña que fue víctima de feminicidio, y de Daniel, quien perdió la vida por negligencia médica. Lorena había visto a María Elena y a David un par de veces y luego dejó de verlos. La recordaba especialmente por el pequeño David. Después de que el DIF le arrebató a David, María Elena llamó a Lorena y le contó llorando lo que estaba sucediendo. Lorena fue por María Elena el lunes 29 de mayo.

Lorena se ha vinculado y articulado con otras mujeres, con otras madres de víctimas de feminicidio o mujeres que han sufrido violencia feminicida. Las une el dolor humano y de alguna manera han decidido no dejar solas a otras mujeres y darles acompañamiento. Ese es el caso de María Elena.

María Elena grabó un video contando la historia de cómo le fue arrebatado David y pidió ayuda: “Quiero que todas las mujeres me puedan ayudar a recuperar a mi hijo porque yo lo extraño, me hace falta”.

Ese llamado a todas las mujeres se transformó en una red de apoyo y sororidad. El jueves siguiente, María Elena, Lorena y otras compañeras se presentaron en la Casa Cuna Tlalpan para preguntar por David. Ese día sí le abrieron la puerta a María Elena, pero no dejaron pasar a sus compañeras. María Elena pudo ver unos minutos a David a través de un cristal, los de la Casa Cuna no querían que el pequeño viera a su madre.

Volvió el lunes siguiente y no lo hizo sola, la acompañó Lorena, su esposo y otra compañera. María Elena pudo ver a David. Lo vio en un cuarto y la psicóloga le dejó un juguete al pequeño.

David se puso a llorar cuando vio a su mamá y platicaron un poco. Le dijo que le estaban dando medicamento, pero cuando María Elena preguntó a la psicóloga sobre el tema, se lo negó. Sin embargo, ella lo vio diferente, como atontado.

Ese día, el niño se pegó fuerte sobre la cara y su madre le preguntó: “¿por qué se pega?”. La respuesta de David fue que la profesora le pegaba en la cara y los compañeros también. Le dijo a su madre que estaba triste y mientras se distraía con el juguete también le contó que lo habían llevado a la casa de otra familia.

David le pidió a su madre que lo sacara de ahí. María Elena le respondió: “Aquí tiene que quedarse por orita, quédese tranquilo, no llore, ya no esté triste. Yo voy a venirlo a ver siempre. Vamos a estar juntos”.

Al día siguiente le dieron cita a las 11 horas para que viera a David y María Elena estaba ahí en la puerta para ver a su hijo. Le decían que las visitas eran de una hora, pero ella calcula que a lo mucho lo vio 20 minutos, no más. Antes de ver a David, le pidieron que hiciera unos dibujos, ella dijo que no sabía dibujar, pero le insistieron que debía hacerlo. Entonces le pidieron una casa, un árbol, personas y lluvia, una especie de prueba proyectiva de personalidad.

Vio a David y tenía un golpe en la cara. Aunque ya había hecho la gestión para que le entregaran al niño, eso no sucedió. El ojo del niño estaba cerrado y en una parte del rostro tenía un moretón. Dijeron que se había golpeado jugando con otro niño por un carrito, pero no parecía un golpe sucedido en un juego.

El jueves, la abogada Ana Yeli Pérez, asesora jurídica del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, metió una queja a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) para salvaguardar la integridad de David y el organismo se presentó esa noche ante las puertas de la casa cuna para ver al infante.

Llegó el viernes, María Elena se peinó diferente y usó unos aretes verdes que le habían regalado. Ese día, el DIF le entregó a David para que estuvieran juntos de nuevo, pero la entrega estaba comprometida con que tuvieran un lugar para vivir y ella un trabajo. También debía tener algunos enseres para ella y para el niño.

A María Elena no la han dejado sola esas mujeres que la han acuerpado. Lorena, Yasmín, Deme, Abu, Fabiola, Sandra y Victoria. La historia se cuenta diferente a partir de su presencia. Han resguardado a María Elena y a David, y piensan en campañas donde otras mujeres puedan apoyarla con un peso y así compre las cosas para el nuevo hogar que tiene que construir para ella y David.

‘¿Qué le hizo México a María Elena?’

Lorena, muy crítica en su posición, se pregunta: “¿Qué le ha hecho México a María Elena?, María tiene muchísimos traumas y no son de hoy, son de hace cuatro años que viene sufriendo violencia y violencia sistemática ejercida por todos”. Incluso, dice Lorena, lo de María Elena y David “se puede clasificar como un crimen de Estado, después de todo lo que le han hecho en este país”.

Lorena dice que el DIF debió alegar sobre el interés superior de las infancias desde el momento de la gestación, con conciencia de que David nacería en territorio mexicano y no sólo ahora para arrebatárselo a su madre. A la madre de Fátima y Daniel no deja de preocuparle el ejercicio de las violencias de las que ha sido víctima María Elena, desde el racismo, el clasismo y la discriminación, hasta la violación que sufrió en territorio mexicano.

“La destruimos”, expresa Lorena. No tarda en hacer mención de la inseguridad con la que vive María Elena o de las pesadillas que la despiertan en la noche. No sólo son las burlas de las trabajadoras sociales del DIF, son todos los rostros de la violencia que ha visto en México. “Tiene estrés postraumático”, comenta Lorena y añade que “lo que menos debemos hacer es juzgarla”.

María Elena no sólo necesita apoyo “también necesita accesar a un proyecto de vida”, enuncia Lorena y señala el poco arraigo que puede tener una mujer que ha vivido en la calle y en albergues los últimos cuatro años de su vida. Lo que más desean las mujeres que han acuerpado a María Elena es que David “tenga una vida bonita, pero con su mamá” y que ella esté en las mejores condiciones para hacerlo posible.

Actualmente, María Elena y David han sido resguardados por las mujeres y pronto se espera que se concrete un espacio para ellos, además, María Elena ya se encuentra aprendiendo a hacer mole y emprenderá un trabajo para limpiar las especias y participar de su elaboración.

Infancias en situación de movilidad humana

A través de una solicitud de acceso a la información, La-Lista tiene conocimiento del número de niños, niñas y adolescentes en contexto de movilidad humana en los últimos años. El Instituto Nacional de Migración (INM) reporta que en 2018 la cifra de niños, niñas y adolescentes en contexto de movilidad humana y situación migratoria irregular fue de 29 mil 258, y en 2019 hubo un aumento del 80%, pues la cifra pasó a 53 mil 507. Mientras que en 2020, el año que se expandió por el mundo el Covid-19, hubo una caída del 78%, ya que el número fue de 11 mil 262 menores.

En tanto, durante 2021 y 2022 se registraron los números más altos, al contabilizarse 77 mil 608 y 70 mil 19 niñas, niños y adolescentes migrantes, respectivamente. En los primeros cinco meses de 2023, de enero a mayo, ya se tiene una suma de 30 mil 722.

Por su parte, el DIF reporta que ha atendido a 2 mil 984 niños, niñas y adolescentes no acompañados, es decir, que viajan solos, derivado de notificaciones realizadas por el INM de 2018 a 2023. Sin embargo, el INM registra que solo en 2019 canalizaron al DIF a 7 mil 358 niños, niñas y adolescentes y en 2020 a 3 mil 369.

*La-Lista pidió a Médicos Sin Fronteras (MSF) su postura y la organización compartió que MSF no realiza actividades relacionadas con la adopción en ninguno de sus proyectos y que el Centro de Atención Integral (CAI) ha notificado al DIF u a otros actores relevantes sobre diversos casos en los que hay menores involucrados, para quienes es necesario tomar medidas para salvaguardar su bienestar. Una vez notificados, esos casos quedan en manos de la autoridad correspondiente y MSF asegura que no toma parte en las medidas dictadas para salvaguardar el interés superior del/los menores.

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