En ‘Falling Star’, Lance Henriksen es un lobo que te puede comer: Viggo Mortensen
"La presencia de Lance puede ser muy intimidante": Viggo Mortensen sobre Lance Henriksen. Foto: Taylor Jewell/Invision/AP

Ryan Gilbey/The Guardian

Viggo Mortensen conoció a Lance Henriksen cuando lo mató a tiros. Mortensen, estrella del Señor de los anillos y tres veces nominado al Oscar como mejor actor, se enfrentó al veterano actor de más de 200 películas incluídas Aliens y Terminator, en el western de 2008 Appaloosa.

“Había balas volando por todos lados. Creo que nadie puede decir que me mató”, sonríe Henriksen, con su voz rasposa y dulce. Estamos esperando que Mortensen se una a la videollamada. Me cuenta que está un poco ansioso. “Cumplí 80 años. Pero no los siento”. Luego cambia el tema abruptamente. “No puedo expresar lo mucho que Falling ha cambiado mi vida”, dice.

Falling es el debut de Mortensen como escritor y director y le da a Henriksen el papel más rico de su carrera. Él es Willis, el padre anciano cuya demencia no saca lo peor de él, sino que hace que la furia que ha acumulado a lo largo de su vida lo lleve a a otro nivel, inimaginable. La prueba es para el hijo de Willis, John (Mortensen), que tiene un esposo y una pequeña hija, y que tiene que buscar la manera de ser compasivo con un hombre que nunca expresó este sentimiento.

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Las facciones de Henriksen han estado en las pantallas cinematográficas desde hace casi medio siglo: la cara enjuta, los ojos saltones y las cuencas hundidas, la frente amplia y los labios delgados. Su primera aparición pagada fue como extra en el patio de una cárcel en The American, un especial de TV en 1960 con Lee Marvin. “Yo me la pasaba en la cárcel todo el tiempo por vago. Me pagaron 5 dólares y le dije al guardia: ¡Ya no soy un vago!” Incluso le pidió a Marvin que lo sacara de la cárcel. “Me miró como diciendo: ‘ni lo pienses’, y se fue. ¡Jajaja!”

Su vida ha sido extraordinaria. Muy joven y con un smoking enorme sirvió la cena a John F. Kennedy. Se volvió amigo de Francois Truffaut cuando estuvieron juntos en Encuentros cercanos del tercer tipo y también de Steven Spielberg. Ha trabajado con titanes como Sidney Lumet, Kathryn Bigelow, James Cameron y John Woo. Pero nunca tuvo un papel como Willis. 

“Me preguntaba si era lo suficientemente bueno como para hacer el papel. No quería que me cacharan actuando”.

 En ese momento aparece Mortensen en pantalla desde su casa en Madrid. “¡Hey! Allí está!” dice Henriksen muy alegremente y empieza a explicar por qué lo escogió para el papel principal. “La presencia de Lance puede ser muy intimidante”, dice Mortensen, de 62 años, en su tono de voz sereno y suave. “Si no está sonriendo es como si estuvieras mirando a un lobo que te quiere comer. Pero es muy honesto también. No importa que la escena sea de una película de cualquier género,  siempre le crees”.

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Henriksen aclara: “Al principio era un pésimo actor”, dice. Yo le digo que opino lo contrario y le muestro mi copia del blu-ray de Dog Day Afternoon, la obra maestra de 1975 de Lumet sobre el robo a un banco y él tenía el importante papel de arrestar al desdichado Sonny (Al Pacino) y a Sal (Jon Cazale). “¡Esa fue mi primera película!” dice con deleite, como saludando a un viejo amigo. De hecho. Pero por qué teníamos que ir a matar al pobre Sal? ‘¡Se lo merecía!”, dice riendo.

En Falling dice muchas cosas malvadas. Cuando le preguntan que si se sintió mal, dice que se sintió desgraciado cuando le arrancaba las lágrimas a su coestrella Terry Chen, quien hace el papel de yerno. Mortensen recuerda también que no podía hacer contacto visual con Laura Linney, quien tiene el papel de hija, durante una escena con diálogos profanos. “¿Te acuerdas Lance? Parecías un niño de ocho años muy avergonzado. Laura te dijo: Soy una chica dura. Puedo soportarlo”.

Luego llegó el día en que David Cronenberg, quien dirigió a Mortensen en History of Violence, Eastern Promises y A Dangerous Method, pasó por allí para un cameo como el cirujano de Willis. “No sabía quién era”, dice Henriksen. “¿Qué piensas de tu proctólogo?” Mortensen le pregunta. “Le encantó su trabajo”, contesta. “Demasiado, tal vez”   Meses después, me cayó el veinte. “Le dije a Viggo: ‘¡Te vi en una entrevista con el proctólogo!’ Si hubiera sabido que era Cronenberg le hubiera dado una buena paliza”. El par ríe muy feliz.

Aunque el padre de Mortensen tenía demencia, la película no trata de él. “Era un mejor comunicador que Willis y teníamos una buena relación”.Pero hay suficientes trazos de él en el papel de Lance, fragmentos de conversaciones que tuvimos, momentos difíciles, que regresaban para que yo los viera”.

Estaba determinado a ser honesto con respecto a la enfermedad. “Las películas que hablan de esto presentan a alguien confundido. Mi experiencia no es así. Son los que miran a los enfermos los que se confunden. La memoria es subjetiva, como quiera. ¿Es su presente menos válido que el tuyo? Si tu padre te dice que desayunó con alguien que murió hace 30 años no le digas que murió hace tiempo, mejor pregúntale ‘¿qué comieron?’ En cuestión de ética puedes pensar…  Estoy mintiendo porque esto es pura basura. Pero se trata de hacer que alguien se sienta bien. No se 

Esto hace recordar a Henriksen del tiempo que trabajó en una casa de retiro cuando le dio por escribirle a los residentes que nunca recibían correo. “Les dejaba una carta en su buzón para alegrarlos. Deberías haber visto la diferencia. Andaban felices por el lobby. Era algo bueno que podía hacer un actor.

También era algo generoso, dice Mortensen. Henriksen reflexiona un poco. “Las mejores decisiones de mi vida fueron cosas que hicieron feliz a alguien”, dice.

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Me regreso a un comentario anterior. ¿Qué quiso decir cuando comentó que no quería que “lo cacharan actuando” cuando hizo el papel de Willis? “Quería vivirlo”, dice. “Sabía que tenía que regresar sin nubes en los ojos a la forma en la que me trataban mis padres. Tuve una infancia muy difícil. Me golpeaban mucho. Mucha gente, mis parientes. Recuerdo todas las caras de mi niñez. Mis tíos alcohólicos. Quien fuera. No estoy buscando lástimas. No soy Cuasimodo. Sólo que las cosas eran así”.

Mortensen supo de la niñez de Henriksen cuando estaban esperando el financiamiento para  la película. “Trabajamos el guión en su casa y me contaba esas historias que eran como las partes más terribles de Dickens·. Un día, la madre de Henriksen, una alcohólica que ya había tenido cuatro o cinco maridos, le dio su certificado de nacimiento y le dijo “Siempre vas a saber quién eres”. Y después lo sacó de la casa, en la noche, con menos de siete años. “Lance,  te dije que me parece increíble que puedas perdonar”. Y tú me dijiste: “Me tomó varios años llegar allí. Ya había pasado por eso, así es que para qué quedarme atorado en lo mismo”.

Henriksen retoma la historia. ·Cuando tenía 12, me fui de la casa. Realmente me fui. Renuncié a ellos. Ya había tenido suficiente y empecé a trabajar para convertirme en un hombre. Me subía a los trenes, pedía aventones e incluso trabajé en una mina operando un taladro. ¡A los 12! A nadie le importaba. Pero el fuego de todo el aislamiento, el descuido y el hambre nunca me dejó”. La actuación le dió la sensación de tener paz y familia. “Me topé con toda esa gente que luchaba por algo de autenticidad, romance, aventura. Todas esas cosas me ayudaron a sanar de muchas formas.” El trabajo en Falling lo hizo abrir viejas heridas. “Quería hacerlo pero sabía que algunos días serían difíciles”.

Mortensen ha escuchado todo esto, pero vuelve a escucharlo con atención. No hay señales de que los dos hombres hayan agotado la fascinación que sienten uno por el otro. Nuestros 40 minutos programados casi se duplicaron y ellos van a seguir platicando en Skype cuando la entrevista termine. “Primero tengo que salir porque si no el perro se va a hacer pipí en el piso”, dijo Mortensen. Tampoco se ha cansado el director de elogiar a su actor. “Me diste mucho más de lo que esperaba Lance”. Henriksen se ve muy conmovido. “Lo hicimos”, apenas puede decirlo. “Ganamos el maldito Super Bowl”.

Traducido por Graciela González

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