‘Quiero que la gente entienda lo que realmente sucedió’: ¿el asesino en serie de ‘Los hijos de Sam’ actuó solo?
"Para cualquiera que creció en la ciudad de Nueva York, este es el caso", dijo el director de la serie, Joshua Zeman. Foto: Cortesía de Netflix

La detención de David Berkowitz el 10 de agosto de 1977 puso fin a la persecución más grande hasta ahora en la historia del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) y el famoso “verano del miedo” de la ciudad.

Nueva York estaba a merced del llamado asesino en serie El Hijo de Sam, que aterrorizó a la ciudad con tiroteos al azar en el transcurso de un año: seis muertos, siete heridos, todos con un revólver calibre .44 y la mayoría mientras estaban estacionados en los llamados “carriles del amor”. El empleado postal de 24 años confesó la serie de crímenes brutales que se discutieron furiosamente en los medios, los cuales publicaron cartas burlonas y desquiciadas del asesino, y que metabolizó la ansiedad y el miedo generalizados del público.

Las imágenes de noticias de la época, reproducidas en la nueva serie documental de Netflix Sons of Sam: A Descent into Darkness (Los hijos de Sam: Un descenso a la oscuridad), muestran a mujeres en los salones cambiando las largas cabelleras castaño, que se cree que era el color preferido por el asesino. El proceso de Berkowitz tuvo lugar en medio de una ráfaga de prensa y una multitud lasciva y estridente.

“Para cualquiera que creció en la ciudad de Nueva York, este es EL caso”, dijo el director de la serie, Joshua Zeman, a The Guardian. Y en lo que respecta a la policía de Nueva York, el caso estaba cerrado: Berkowitz era el Hijo de Sam, un hombre que afirmaba recibir órdenes de un demonio de 6,000 años dentro del perro de su vecino, un asesino en serie infame y muy publicitado, que enardeció aún más el pánico satánico de principios de la década de 1970. La policía tiene la certeza de que actuó solo.

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The Sons of Sam, una serie de cuatro partes que inicia a partir del pánico del verano de 1977, argumenta que Berkowitz probablemente no actuó solo, basándose principalmente en el trabajo del fallecido investigador Maury Terry, cuyo celo por resolver el caso partió desde un escepticismo fundamentado a una obsesión maníaca a lo largo de varias décadas.

Terry, quien murió en 2015 a los 69 años, inicialmente se mostró escéptico sobre la explicación del caso de la policía de Nueva York, sobre todo porque el NYPD estaba bajo una enorme presión pública para capturar al asesino y cerrar la investigación. Aunque Berkowitz finalmente afirmó, desde prisión y con seis cadenas perpetuas consecutivas, que actuó en concierto con otros como parte de un culto satánico, la narrativa oficial seguía siendo que Berkowitz era el único culpable.

Durante cuatro meticulosas horas, Sons of Sam desciende al laberinto de explicaciones, teorías de conspiración y, en su mayoría, pruebas circunstanciales acumuladas por “este detective de sillón que intentó cambiar la narrativa de uno de los mayores crímenes en la historia de la ciudad de Nueva York”, dijo Zeman. Terry “tenía una preponderancia de pruebas (Onus probandi), pero nadie le creía”, lo que llevó a este exdirector de filmes de crímenes reales a preguntarse “cómo debió ser eso y cómo te podría volver loco”.

En el tiempo de los asesinatos, Maury Terry trabajaba como empleado de IBM y se mostraba escéptico de que Berkowitz, supuestamente de modales apacibles y sin complicaciones, fuera un sociópata sádico que solo buscaba ciudadanos al azar a instancias de un perro demoníaco, se burlaba de la policía con referencias satánicas, y afirmaba ser Belcebú. Pero Berkowitz, regordete y con el pelo corto y oscuro, no se parecía en nada a algunos bocetos policiales de declaraciones de testigos presenciales.

Cuando inició su propia investigación privada, Terry encontró pistas más tentadoras: Berkowitz se asoció con John y Michael Carr, los hijos reales de Sam Carr, dueño del perro presuntamente poseído. John tenía un apodo, “Wheaties” (“John Wheaties” firmó una de las cartas de los asesinos a la policía). Se sabía que el trío merodeaba por Untermyer Park, Yonkers, la ciudad de donde Maury Terry y Berkowitz son originarios y donde había un pozo abandonado, coloquialmente llamado la “Cueva del Diablo”, que estaba marcada, como una película de terror con sangre y símbolos demoníacos. Cerca de allí se habían encontrado cadáveres de animales mutilados, supuestamente para rituales de sacrificio.

Entre lo escalofriante del parque y el extraño parecido de John Carr con uno de los bocetos de los testigos presenciales, Terry se convenció cada vez más de que los tres no solo eran cómplices, sino miembros de un culto satánico más grande conocido como “los Niños”, con nebulosos vínculos con Charles Manson. Las sospechas de Terry solo aumentaron cuando las vidas de ambos hijos de Carr terminaron prematuramente poco después del arresto de Berkowitz: John Carr murió por un suicidio cuando la policía llamó a su puerta en Dakota del Norte en 1978, y Michael Carr en un accidente automovilístico el año siguiente.

Si bien la policía negó enérgicamente que hubiera algún cómplice, Terry profundizó más en la versión de la conspiración satánica. Finalmente recogió toda su investigación y asentó su teoría en un libro, The Ultimate Evil, publicado en 1988. El libro “honestamente me asustó hasta la mierda”, calificó Zeman. “Era espeluznante. Suburbano. (Era) sexo en la ciudad de Nueva York, pecado, terror espeluznante. Tenía una vibra de Manson con un estilo neoyorquino”. Zeman se puso en contacto con Terry, quien en ese momento tenía problemas de salud y buscaba poner su investigación en las manos de un cineasta. Zeman seguía sin estar convencido de que Berkowitz trabajara con cómplices hasta que, semanas después de la muerte de Terry, recibió tres cajas por correo que contenían los archivos del periodista, notas y entrevistas que realizó con Berkowitz para Inside Edition de Nueva York en 1993.

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La serie analiza la evidencia de Terry en detalle, pero su conclusión más completa es la oscura maleza de la manía y el aislamiento engendrados por la obsesión de Terry con el caso, que lo llevó a divorciarse, desconectarse de otras prioridades y empeorar su salud. “Quiero que la gente entienda lo que realmente sucedió en el caso del Hijo de Sam, y quería darle a Maury Terry lo que le correspondía”, dijo Zeman. “Pero también quería decirle a la gente, que tengan cuidado de no meterse en esa madriguera del conejo. Maury Terry se fue a la madriguera de un conejo durante 40 años y nunca volvió a salir”.

Zeman ve la serie como un “cuento con moraleja de un tipo que tenía razón y estaba equivocado”. La primera parte de la investigación de Terry, que cuestionó la dudosa narrativa oficial de la policía sobre un solo asesino, fue “acertada”, afirmó Zeman, “pero lo llamaron un chiflado, por lo que se aferró. Hizo una especie de trato con el diablo y arruinó su credibilidad”. Terry continuó publicando numerosos despachos muy leídos sobre los agujeros del caso en los periódicos de la cadena Gannett y, en años posteriores, vendió teorías de conspiración satánica cada vez más complejas y desquiciadas en programas sensacionalistas como Inside Edition y el programa de entrevistas de Geraldo Rivera.

“Hubo una preponderancia de pruebas para demostrar que el caso no se cerró correctamente”, dijo Zeman, quien sugirió que el caso debería reabrirse. Pero la serie, añadió, sondea la niebla incómoda y sin fundamento que puede supurar cuando la desconfianza y la urgencia se convierten en pensamientos conspirativos. “Eso es lo que sucede cuando tienes narrativas originales que no son transparentes”, consideró Zeman. “Si la policía hubiera sido transparente al principio, creo que no él no hubiera caído en todo eso.

“La transparencia es lo que permite que las personas no caigan en las madrigueras de conejos”, dijo. Algunas de las afirmaciones más inverosímiles de Terry, que Berkowitz y los Carr eran parte de una red nacional de culto satánico, con cábalas pedófilas descubiertas por los principales medios de comunicación, recordarán claramente la desinformación insidiosa en línea del movimiento actual de conspiración QAnon. Vale la pena sentarse con tal incomodidad, declaró Zeman, la conexión es una advertencia de los peligros de la obsesión y el escepticismo metastatizado. “Es una línea muy fina, y esa es la tragedia de Maury Terry y muchas de las historias de crímenes verdaderos”.

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Terry resuena en un “cuento con moraleja actual”, concluyó, “Para todas estas personas que caen por estos agujeros de conejo y no pueden salir por sí mismos”.

*The Sons of Sam: A Descent into Darkness está disponible en Netflix.

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