Sanar desde el cuerpo: la obra “XX (DE-GENERADXS)” llega al Foro Shakespeare para romper las heridas de la infancia | ENTREVISTA
Azul Álvarez Ávila reveló en entrevista con La-Lista cómo su obra explora la fractura emocional de la infancia a través del teatro físico,

XX (DE-GENERADXS) se presenta en el Foro Shakeaspeare.
/Foto: IG XX (DE-GENERADXS)
Hay obras que no solo se ven: se sienten, se atraviesan. XX (DE-GENERADXS) no es simplemente teatro físico; es un ritual íntimo de ruptura y redescubrimiento.
Desde los susurros de la niñez hasta los estruendos de la adultez, esta propuesta escénica nos confronta con las cicatrices que dejó el deber ser, el peso de las etiquetas, la violencia sutil —y no tanto— de una sociedad que nos enseñó a encajar antes que a sentir.
A través de un lenguaje corporal visceral y una narrativa que roza lo cósmico, esta obra nos invita a mirar hacia adentro, a reconciliarnos con nuestras contradicciones y a gritar, al fin, con voz propia: no somos lo que esperaban de nosotrxs.
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‘Teatro físico para sanar las heridas de la infancia’
Azul Álvarez Ávila platicó con La-Lista sobre la raíz profunda desde la cual nace XX (DE-GENERADXS), una obra de teatro físico que, más que contarse, se atraviesa. En sus palabras, hay una convicción clara: “Nosotres lo que queríamos hacer era presentar esta herida que nos nace desde la infancia, desde todo lo abstracto que puede llegar a ser la mente de un infante”.
Desde esa premisa nace un viaje escénico donde la audiencia es invitada a entrar en un territorio íntimo, sin cronología ni lógica lineal, sino desde la percepción sensorial y emocional que habita en la niñez. “Cuando empieza la obra, empiezas entrando tú como audiencia en la mente de una niña”, explicó con la claridad de quien ha convertido sus propias memorias en material escénico.
Lo psíquico-cósmico no es una etiqueta estilística vacía, sino un marco desde donde entender la complejidad emocional de crecer en un entorno que muchas veces hiere.
“A eso nos referimos con psíquico cósmico, que es algo abstracto dentro de la cabeza de un infante y lo hicimos de esta manera porque lo que queríamos platicar y compartir era esta ruptura que tenemos en la infancia que muchas veces nos hace transformar toda nuestra esencia a lo que podemos llegar a ser ahora como adultes”, dijo sobre el tránsito que es el corazón de la obra: cómo las experiencias invisibles, especialmente durante la infancia, pueden dejar huellas que condicionan nuestra forma de habitar el cuerpo en la adultez.
Una revelación importante durante el proceso de creación fue descubrir que estas heridas no eran casos aislados entre las tres dramaturgas y actrices (Azul Álvarez Ávila, Joselyn Amaya y Valeria Suaste), sino experiencias compartidas. “Algo que nos conectaba a las tres chicas que escribimos la obra fue que sin querer queriendo nos dimos cuenta que estas heridas eran las mismas por haber crecido con el cuerpo de mujer en México”, reflexionó Azul Álvarez.
En la puesta en escena hablan de abandono, abuso y violencias estructurales normalizadas que atraviesan a muchas infancias femeninas en el país, “cosas no muy chidas que nos pasan a las mujeres en México”.
“A pesar de que ya como adultes hayamos tal vez ido a terapia, lo hayamos trabajado o hayan pasado años de esta fractura, pues queramos o no estas fracturas hacen un camino dentro de nuestra vida, dentro de nuestro cuerpo y nos hacen muchas veces estar a la defensiva o cambiar en ciertos aspectos de nuestra vida o ver las cosas de forma diferente”, comentó.
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La infancia, nos recordó Azul, muchas veces se interrumpe porque “tal vez ya no terminaste de vivirla como un infante, sino empezaste a vivirla ya como un adulto cuando tenías quizá 10 años, 12 o 14, cuando sigue siendo una infancia que no debería de estar viviendo ese tipo de situaciones”.
Lo más crudo de este planteamiento es que no se trata de casos excepcionales, sino de una realidad común para muchas personas. “Y pues por lo fuerte que llega a ser y nos llega a caer en nuestra cabecita, sigue haciéndonos daño muchas veces hasta ahorita en nuestra adultez, pero justo lo que queremos retratar es que no siempre tiene que doler ya a la larga”, afirma con una voz que mezcla el dolor con la posibilidad de reparación.
La obra de teatro de XX (DE-GENERADXS) es, al mismo tiempo, una apuesta ética. Azul no habla solo desde lo personal, sino desde un deseo genuino de acompañar procesos más amplios. “Lo que podemos hacer es acompañar a estas infancias para que al final no estén solas”, dice, y en esa frase aparece una de sus aspiraciones más personales.
“Yo personalmente siempre en mi recorrido estoy buscando ayudar a las infancias. Me gustaría ser maestra en algún momento de la vida para poder ayudar en el camino de estas personitas”, mencionó la actriz.
Y es que las violencias no vienen solo de lugares evidentes, sino también de quienes deberían cuidar. “Hay muchos profesores, que también lo hablamos en la obra, que pueden llegar a ser, no quiero decir violentadores porque no todos lo son, pero que sí pueden no tener una ética buena para la enseñanza”. Esta crítica se extiende también al núcleo familiar: “Y no solo es desde la escuela, sino en casa, también hablamos pues del abandono paternal”.
Azul lo dice con la firmeza de quien ya asumió su historia: “Tristemente esto ya nos pasó, pero ya no hay nada que hacer, más que curarnos a nosotres y tratar de ayudar a las personitas que vienen a que no sea tan duro como tal vez nos pudo haber pasado a nosotres”.
Empatía desde el cuerpo: sentir antes que entender
XX (DE-GENERADXS) no pretende dar respuestas cerradas ni lecciones morales. En cambio, su propuesta escénica se instala en un espacio mucho más íntimo: el de la percepción física, el del estremecimiento emocional que precede a cualquier comprensión racional.
Azul lo explicó con claridad: “Queríamos generar en la audiencia estos cuestionamientos, no queríamos tampoco llegar y decirles, ‘Oye, va de esto y quiero que entiendas esto’. Cada quien tiene sus heridas y compartimos muchas cosas en esencia desde el trauma, pero no tenemos los mismos”. La obra no impone, propone. No traduce, transmite.
Lo que buscan las creadoras es que el público sienta desde la entraña, desde ese lugar en el cuerpo donde guardamos lo que nunca pudimos nombrar. “La esencia o este dolor que las personas adultas llevamos, el dolor es compartido al final. Lo que queríamos generar era esa empatía desde el cuerpo”, dijo la actriz.
Así, incluso si la historia en escena no refleja exactamente lo vivido por quien la observa, el impacto llega igual: “Que esto les despertara, aunque la situación que estamos retratando no sea la que a ti te pasó como audiencia, pues puedas sentir justo la esencia de la fractura de la herida desde el cuerpo y te empieza a generar y te empieza a transformar”. No se trata de entender todo. A veces, salir confundide también es un acto de sanación.
Entre generaciones: el teatro como espacio para el diálogo
Una de las sorpresas más poderosas que trajo esta obra fue el eco que generó en distintas generaciones. Las creadoras no esperaban que las personas mayores —en especial mujeres— se sintieran tan interpeladas por una puesta en escena tan contemporánea, tan corporal. Sin embargo, sucedió.
“Nos gustaría que generara debate,” afirmó Azul, “que tal vez puede que a las generaciones mayores les cueste un poco más de trabajo, pero también la han recibido con bastante apertura”. El impacto va más allá de la estética: hay algo que toca fibras comunes, que abre conversaciones que nunca antes se tuvieron.
“Salen como: ¿Qué acabo de ver?, ¿qué acabo de pasar?”, contó Azul, pero esa confusión no es rechazo: es una puerta abierta para “generar ese debate de: ‘Okay, yo entendí esto, pero tú, ¿qué entendiste?’” es lo que ellas buscan provocar.
Porque cuando las experiencias se comparten, las distancias se acortan. Incluso con sus propias abuelas, el efecto fue transformador: “Nuestras abuelas que fueron a ver también nos comentaron cosas que ellas sintieron de su infancia o de su vida en su época... nos pudieron compartir cómo pudieron conectar desde su realidad con la realidad que nosotras estamos poniendo en escena”. Y ahí, donde hay conexión real entre generaciones separadas por décadas, el teatro deja de ser espectáculo y se convierte en puente
La oportunidad de presenciar XX (DE-GENERADXS) no es solo una cita con el teatro, sino con la memoria, el cuerpo y la posibilidad de transformar el dolor en algo compartido. La obra estará en cartelera del 21 de septiembre al 23 de octubre en el Foro Shakespeare, con funciones los miércoles y jueves a las 20:00 horas, y los domingos a las 18:00 horas.
Además, si al llegar mencionas que leíste sobre la obra en La-Lista, recibirás un regalo especial por sumarte a este viaje escénico que, más que contar una historia, busca despertar algo profundo en quien lo vive.