Judi Dench: ‘En mi mente mido 1.80, soy flaquísima y tengo 39 años’
Judi Dench: "Es bueno tener algo que hacer". Fotografía: Chris Pizzello / Invision / AP

Para Judi Dench todo está bien, atrapada en su casa en lo más profundo de Surrey. Esta semana sí se dio rienda suelta y está que no cabe de gusto. Ayer, nos cuenta, se fue a vacunar de Covid-19. Para hacerlo, tenía que ir al pueblo y esa fue la primera vez que salió en quién sabe cuánto tiempo. Hoy es nuestra entrevista telefónica. Su copa está rebosando. Su mundo se volvió technicolor. “Y no estoy bromeando”, dice con un suspiro. “Es muy bueno tener algo que hacer”.

El confinamiento, me temo, no es la clase de vida para la que nació Dench. Prácticamente comía y bebía en el escenario, pero los teatros están cerrados, y no se sabe por cuánto tiempo. Estaba acostumbrada a saltar de un set a otro pero ahora las producciones están apolilladas y la industria está parada. Todo esto quiere decir que está confinada en su casa y la actriz de 86 años se vio obligada a retirarse de manera parcial y temporal, espera. Todos los días se levanta con la determinación de mantenerse ocupada. Pero se regresa a la cama y deja todo sin terminar. Después de un rato, acepta, el tiempo empieza a pesar.

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Judi Dench en los premios BAFTA 2007. Foto: Caroline Bonarde Ucci

Dench acaba de aprender una nueva palabra: sinestesia. “Y yo pensé que era eso”.  Yo siempre veía los días de la semana en colores. Nunca pensaba las cosas dos veces, así funciona mi mente. Y de repente ya no es así. Los días de la semana no tienen color. No hay estructura, no hay planes”. Todo se ensombreció con sus memorias y recuerdos y otros fantasmas inquietos.

Como por cuestión de suerte, su última película la avienta hacia los fantasmas, aunque aquí, también, la experiencia es desgastante. Blithe Spirit es una torpe recreación de la farsa de Noël Coward de la década de los 40, está hecha con gusto pero es muy tediosa. Dench interpreta a Madame Arcati, una vieja médium que ya antes habían interpretado Margaret Rutherford y Angela Landsbury. A lo largo de los años nos hemos acostumbrado a ver a Dench muy cómoda en cualquier película, grande o pequeña, pero su papel como Arcati se ve pesado. Ella sopla y resopla. Y cae en la fosa de la orquesta. Si la película es un poco mejor que la terrible Cats, en la que interpretaba a la vieja Deuteronomio, queda muy lejos de películas como Philomena, o Notes on a Scandal. Blithe Spirit es como una locomotora de vapor que silba para que la escuchen. Al final se trata de una presencia algo fantasmal.

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Dench dice que en la vida real tal vez haya visto un fantasma. Pero no quiere hablar de eso. La gente va a pensar que está loca. “Pero recuerdo el funeral del actor Michael Dennison, que fue en el teatro Haymarket, muy temprano en la mañana. Iba caminando de las escaleras a los establos cuando vi a alguien con traje negro de cola correr frente a mi. Y de repente ya no había nadie”. Hace una pausa. “Pero mucha gente dice que ha visto fantasmas en el Haymarket, o en teatros de cualquier lugar. Ralph Richardson está seguro de que vio algo. Y sí lo creo. Siempre hay muchos espíritus en el teatro, creo”.

Dench pasó décadas acechando el teatro, primero en su primera casa de ciudad en York, y luego al Old Vic, y luego a todos. En estos tiempos se cansa más fácil, cualquier carrera más larga le parece un maratón. Además, su vista está muy mal, tiene degeneración de la mácula, y no quiere hablar de eso. Pero antes de eso, gracias a DIos, no había nada que la detuviera. Los directores le decían “the Mighty Atom”, (que conocemos como Astroboy), una bola de fuego de 1.55 m, versátil y resistente. Dice que cuando no estaba en el escenario, andaba por los pasillos viendo el espectáculo, bebiendo la experiencia. Amaba interactuar con la audiencia, el sinfín de posibilidades, la idea de que una obra puede cambiar y crecer con el tiempo y que ninguna presentación era igual a la última.

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Judi Dench, como “M”, en el Museo de Cera de Madame Tussauds. Foto: Luke Rauscher/Wikicommons

Resulta irónico, dice. En realidad nunca quiso ser actriz de cine. “Hace poco un periodista americano me dijo: ‘Oh, ¿creo que también ha hecho algo de teatro?, y eso fue como una puñalada directa al corazón. Pensé: ‘Querida, allá se fueron los 60, los 70, los 80, los 90?. Miles de presentaciones se fueron en un instante”.

Además, agrega, tampoco es que Hollywood estuviera derribando mi puerta. Cuando empezaba, un director de renombre la descartó para un papel. Dijo que era demasiado baja y simple. Que debería dedicarse al escenario y dejar el cine para los purasangre.

Ya había escuchado esa historia, pero creo que ella nunca dijo quién fue. “No”, dice, como una directora de escuela regañando a un alumno mal portado. “Nunca lo hice y nunca lo haré. No voy a romper mi palabra. La película llegó a tener un gran éxito. Y no te voy a decir cuál era  porque entonces sabrías quién lo dijo”.

En todo caso mejor pasamos a otra sabandija. La carrera cinematográfica de Dench es de su propia hechura. Como actriz no tiene par, tiene gran presencia en pantalla y se ve igualmente a gusto en una película de Bond como en The Best Exotic Marigold Hotel. Pero su presentación en Hollywood la maquinó, al menos en parte, Harvey Weinstein, quien se encuentra en la cárcel cumpliendo una sentencia de 23 años por violación en tercer grado y por asalto sexual en primer grado. Fue Weinstein quien encabezó la campaña para los premios en 1998 de Shakespeare in Love. Su papel como Elizabeth I duraba en pantalla 8 minutos. Pero ella ganó un Oscar como mejor actriz de reparto.

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Le pregunto si su sociedad con Weinstein vista en retrospectiva no ha manchado su experiencia como actriz en la película y en su Oscar, y ella insiste que no. La película es la película. Le encantó hacerla. Ese disfraz tan ridículo que se tenía que poner y quitar. “Pero a Harvey le sirvió mucho, le dió mucho”, admite. “Y siempre fue encantador. Tal vez fui afortunada, eso es todo lo que sé. Me siento muy mal por las personas que no lo fueron”.

¿Cree que lo juzgó mal? Y se toma un momento  para pensarlo. “¿Juzgarlo mal?” dice. “No lo se Xan. Era un amigo. Era perfectamente amable y divertido y muy amigable. Nunca me tocó verlo de otra forma. Tampoco sabía nada de él. Nadie me advirtió nada. Claro que puedo juzgarlo. Pero nunca me tocó experimentar otra faceta de él”.

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Dame Judi Dench DBE unveiling ‘The Conversion of St Paul’ at St Paul’s Covent Garden. Foto: The National Churches Trust

La línea telefónica se está cayendo. Nos cuesta trabajo escucharnos. “Parece que estás debajo del agua”, grita, aunque tal vez es una bendición. Si algo le ha enseñado a Dench su carrera es a mantenerse fresca y a seguirse moviendo. Si te quedas demasiado tiempo en el pasado los fantasmas pueden llegar por ti.

Ella cree que el secreto del confinamiento es estar ocupados, frescos. Pero eso es más fácil de decir que de hacer. Durante el último año ha estado compartiendo la casa con su nieto Sam de 23 años. Pasan el tiempo juntos y hacen videos de Tik Tok. Pero sólo están matando el tiempo hasta que el mundo vuelva a echarse a andar. Sam tenía un trabajo muy formal con el productor de teatro Bill Kenwright. Ahora nada más anda por allí tronándose los dedos, igual que miles. Si el confinamiento es duro para ella, es doblemente difícil para él.

El problema, sospecho, es que Dench es workaholic. Alguna vez dijo que dice que sí a todo, que no desprecia ningún papel. Yo pensaba que era una broma pero ella insiste que es verdad. Su agente lee los guiones primero, saca los malos y hace un resumen de los buenos. Después, lo único que hace es acomodar su agenda.

¿Qué película no aceptaría? ¿Qué papel detestaría? “Probablemente el de una mujer de 86 años que no puede ver”. Se ríe un poco. “No voy a interpretar eso, gracias”.

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Idealmente preferiría algo más oscuro. Uno de sus papeles favoritos fue el de Barbara Covett, la maestra malvada y miserable de la película de 2006 Notes on a Scandal. Me encantaría tener la oportunidad de hacer otra película como esa. “Pero me ponen en paréntesis. ‘’¿Te gustaría interpretar a esta persona que vive en un asilo y está enamorada de un pájaro? Y se altera porque, no se, algo le pasa al pájaro?”

Este tal vez el lado malo del éxito de Judi Dench, la consecuencia de formar parte del tejido cultural colectivo del país. Preferimos que nuestras estrellas más brillantes se queden en un lugar. Da más confianza y tranquilidad. Así es como planeamos nuestra trayectoria por el mundo. Cuando empezamos a caminar en zig zag, el público se confunde y perdemos nuestras pertenencias.

Dench dice que detesta especialmente que la describan como un tesoro nacional y ¿quién puede culparla? Es algo reduccionista y condescendiente. Carga de plomo sus botas. Sin embargo algunos dicen que protesta demasiado. El difunto Geoffrey Palmer, su coestrella en la serie de la BBC As Time Goes By, juraba que a ella sólo pretende que le molesta el término. “Eso es totalmente una mentira”, dijo. “Le encanta”.

Le comento eso a Dench y se indigna inmediatamente. Así era Geoffrey, dice, y la molesta desde su tumba, la hace justificarse una y otra vez. Porque es verdad que lo odia. Siempre lo ha hecho. Siempre lo hará.

“Además”, dice, “Es una etiqueta terrible. Tan polvorienta, tan espantosa. Y me relega al papel de una mujer de 86 años. En mi mente yo mido 1.80, soy flaquísima y tengo 39 años”.

Respira un poco y piensa. Dice: “¿Sabes cómo es esto? Es como si me hubieran metido a un gabinete de cristal y luego cerrado la puerta para que no saliera”.

La línea se está cayendo. Estamos de nuevo bajo el agua.

Rompe el cristal, le digo, alzando la voz para que me escuche. Rompe el cristal y corre como loca.

“Exactamente”, dice. “Al diablo con tener 86 años”.

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