México es un país que no acaba de asimilar de qué lado está: González Iñárritu
El realizador mexicano Alejandro González Iñarritu recibirá el galardón en el Festival Internacional de Cine de Tokio. Foto: EFE/Juan Herrero

México vive aún entre dos mundos, el de la conquista y el indígena, una encrucijada irreductible, cree el director mexicano Alejandro González Iñárritu, cuya última película, Bardo, se estrena el 27 de octubre.

El bardo es un término budista que alude al limbo que experimenta una persona al morir, un momento de transición antes de reencarnarse. Y ese era también el estado de ánimo de González Iñárritu cuando rodó esta película tras dos décadas fuera de su país.

“La película es el resultado de la particular forma en la que mi familia y yo hemos vivido, al salir de nuestro país, con esta compleja relación con Estados Unidos, viviendo además en un territorio con 5 millones de mexicanos, con una identidad rota, fracturada”, explicó el director en una entrevista concedida en París.

Pero ese “bardo” no es solamente personal, sino algo que viven todos los mexicanos, a pesar de más de dos siglos de independencia, asegura.

“México es un país que no acaba de asimilar de qué lado está, es una mezcla de alguna forma debatible. La ventaja de las cosas que ganas al salir, porque pierdes muchas, es perspectiva, y es un poco más de objetividad”, explicó González Iñárritu.

Presentada en el reciente Festival de Venecia, Bardo es un paseo onírico y barroco por un México a menudo caótico, a veces fantasmal.

La cinta narra el retorno a su país de un periodista mexicano exiliado, interpretado por Daniel Giménez Cacho, y su familia. Lo que debía ser un viaje breve para recibir un premio se convierte en una crisis existencial.

La película revisita con planos espectaculares algunos episodios clave de la historia del país, como el dramático encuentro de los conquistadores y el imperio azteca, rodado en pleno Zócalo de la capital.

Bardo fue escogida por México para aspirar a la selección del Oscar a la mejor película extranjera. Otra película mexicana, Roma, de Alfonso Cuarón, ganó tres Oscar en 2019.

Iñárritu recortó Bardo en veinte minutos después del estreno en Venecia, aunque asegura que no fue en reacción a algunas críticas en la Mostra.

“Terminé la película literalmente dos días antes de irme a Venecia. Es la misma película, la misma esencia. Es más, retaría a que alguien me dijera dónde la edité”, declara.

Bardo es su primer largometraje en siete años. Su último gran éxito, El renacido, con Leonardo di Caprio, le representó su segundo Oscar consecutivo al Mejor director, en 2015. La relación de Iñárritu con Estados Unidos es también un limbo personal y profesional.

“Muchas veces el anglosajón puede únicamente observarse a sí mismo, con sus autoreferencias únicas. Yo creo que esta película es profundamente mexicana y lo que estoy diciendo es que dentro de nuestras raíces existe una ancestral y milenaria cultura, brutalmente visual”, explica, en alusión a los comentarios de críticos estadounidenses.

“Yo tengo un conocimiento absoluto de la literatura americana, de su historia, de su música. Pero la gran mayoría de los estadounidenses no conoce nuestra cultura, nuestra historia. Ni siquiera conocen la invasión de México” de 1846, lamenta.

Esa invasión, que representó para México la pérdida de la mitad de su territorio, es otro de los momentos visuales fuertes de Bardo, y fue rodado en el castillo de Chapultepec de la capital.

Pero González Iñárritu reconoce que fue gracias al gigante estadounidense Netflix que pudo rodar Bardo, una obra demasiado arriesgada, asegura, para otros estudios.

“Es una película personal, es una película en español, que no tiene grandes estrellas. Rompieron todos los modelos de negocio e hicieron una excepción”, se congratula González Iñárritu.

La película será estrenada en salas en México, Estados Unidos, España y Reino Unido antes de su presentación en la plataforma, el 16 de diciembre.

Con información de AFP

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