Al decir ‘literatura femenina’, están biologizando la escritura: Margo Glantz
Para Margo Glantz, dividir la literatura por el género de sus autores es inadecuado. Foto: José Arrieta

Cuando Margo Glantz se enteró de que había sido galardonada con el premio Carlos Fuentes, quiso el destino que también fuera informada de un evento atroz: el atentado contra el escritor Salman Rushdie.

“Estaba yo en Argentina hace unas semanas, comiendo con unas amigas, cuando me hablaron de México para decirme que acababa de ganar el premio Carlos Fuentes, inmediatamente, en una coincidencia muy sorprendente, me habló un amigo argentino para decirme: acaban de apuñalar a Rushdie. Entonces mi premio va acompañado de una puñalada”, señala entre risas Glantz, en entrevista exclusiva.

Reconocida por su labor de varias décadas en la academia y en la gestión cultural, los reconocimientos literarios que ha sumado a lo largo de su vida le han permitido reconocer su propio éxito en el campo de la escritura.

“Me costó trabajo que me publicaran como escritora porque era conocida como profesora, era una persona muy conocida en la Facultad de Filosofía y Letras, pero como escritora empecé a publicar tarde. Y que me den el Carlos Fuentes y otros premios, como el Rulfo de la FIL de Guadalajara o el Rojas en Chile, o el Premio Nacional de Letras, es importante para mí porque es constatar que mi carrera como escritora es tan genuina como mi carrera de ensayista o de docente o de gestora cultural”, detalla.

Dueña de un agudo sentido del humor que traslada a las páginas de artículos, cuentos y novelas, Margo Glantz señala que una de las cosas que le proporciona más risa es precisamente la solemnidad que tienen algunos escritores.

“Yo tengo afortunadamente mucho sentido del humor y bastante autocrítica, no me siento heroína, me siento escritora. Pienso que escribo bien, me gusta lo que escribo, lo hago con mucho trabajo, con mucho interés y con mucha pasión, pero no me voy a poner a pensar que soy un genio. Si pierdo el sentido del humor y pierdo el sentido de las jerarquías, pues estoy perdida.

“Creo que es más fácil para los hombres, por la tradición cultural en la que hemos estado viviendo donde lo masculino es lo predominante, que se conviertan en seres más solemnes. Hay muchos que acaban siendo esclavos de sí mismos porque se sienten los reyes de Roma. Hay también mujeres que son así obviamente, pero se da más en los varones”, explica.

Justo ante el aparente boom que existe en la publicación de obras hechas por mujeres, Margo Glantz reflexiona que ésta puede convertirse en un arma de doble filo, pues se segrega la literatura sin razón.

“Es evidente que las editoriales ahora tienen una predilección muy particular por las mujeres, pero yo estoy muy de acuerdo con una escritora chilena muy inteligente que ganó el premio Fuentes el año pasado, Diamela Eltit. Ella dice que al decir escritura femenina y al colocar a las mujeres en lugares totalmente separados de la literatura en general, están biologizado, genitalizado la escritura y es una forma también de separar a las mujeres. 

“Hay literatura femenina y literatura, y la literatura es de hombres; es otra forma de patriarcalismo en la que de alguna manera las mujeres hemos caído”, reflexiona. 

Si bien no se muestra a favor de esta división, Glantz considera muy importante realizar una genealogía de la escritura hecha por mujeres, puesto que, durante siglos, las élites dominantes las han relegado a un papel secundario, ocultando con ello su obra y talento.

“Creo que es muy importante que hayan esos movimientos de visibilización, aunque odio esa palabra, de lo que son las mujeres, que se sepa la tradición de la escritura de las mujeres, que es tan importante”, apunta la académica. 

En tiempos recientes, el papel de la mujer en la escritura se ha normalizado paulatinamente, pero no siempre fue así. De hecho, en buena medida, su aparición en la escena literaria siempre estuvo ligada con la obtención de derechos ciudadanos.

“Era mal visto que una mujer escribiera. Mujer que sabe latín, como dijera Rosario Castellanos. Las mujeres tuvimos el voto hasta el siglo 20 y en México en la década de los 50, antes no teníamos la ciudadanía, éramos como las atenienses, como esclavas, porque los esclavos y las mujeres no tenían ciudadanía, durante muchísimo tiempo no tuvimos legitimidad para hacer cierto tipo de cosas, porque ni siquiera éramos ciudadanas. 

“Tampoco se podía entrar a la escritura, aunque había mujeres maravillosas como las hermanas Brontë o Jane Austen, obviamente Virginia Woolf, que trabajó muchísimo por definir la escritura femenina”, cuenta Glantz. 

Como ejemplo, Margo Glantz retoma la imagen de sor Juana Inés de la Cruz quien, a pesar de su talento literario y el reconocimiento del que gozaba en la época, precisó de un contexto más amplio para que sus textos fueran considerados aptos.

“Sor Juana era una persona totalmente reconocida en su época, era fundamental, era importantísima. Sin embargo, cuando escribe las Respuestas de Filotea, se ve en la necesidad de incluirse en una genealogía de mujeres importantes, no sólo de escritoras, sino de mujeres filósofas, santas, en fin, de todas las categorías.

“Ella necesitaba tener una genealogía femenina para que fuera aceptable su discurso, a pesar de que era muy conocida”, concluyó.

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