Tijuana: Donde inicia la patria

Un país rico en culturas, expresiones y sabores, como lo es México, debe tener una puerta semejante. Tijuana, la frontera más transitada del mundo y la ciudad más septentrional de la nación, cumple a cabalidad con esta idea.

¿Por dónde comenzar con el inicio de la patria? Quizá precisamente con la reja que separa los Estados Unidos de México, donde millones de personas han visto la última separación de sus sueños. Precisamente son los sueños lo que se plasma a lo largo de esa reja, cuya seriedad mortal se viste de corazones, de banderas, de rostros.

Allí fue donde hace algunos años el famoso artista francés de ascendencia tunecina JR instaló una impresión monumental de un niño asomándose a través de ella, superándola sin mucho esfuerzo.

Pero hoy toca mirar al sur. Ver el horizonte y la isla Coronado perderse a lo lejos, gozar del faro de Tijuana, de la playa y el agua fría del océano Pacífico; probar las brochetas de camarón, los vasos de elote, como le dicen de forma local a los esquites, tomar un refresco o una cerveza a la orilla del mar.

Tijuana tiene una personalidad única, producto de todas las migraciones, sin exagerar, de todo el mundo. A lo largo de su malecón hay cafés, restaurantes y puntos de observación en los que no se necesita más que una rebanada de sandía para perderse en la arena realmente dorada y los atardeceres en los que las nubes inexplicablemente rosas se hunden en el horizonte.

La cerveza local es motivo de orgullo. No por nada son vecinos de la cuna del movimiento de la cerveza artesanal, San Diego, y son la punta de lanza de dicho movimiento en el país, el cual goza de gran popularidad. 

Aquí hay tantos estilos como paladares, y destacan algunos sitios como Mamut, Teorema, Silemus, e incluso la Cervecería Tijuana que, a pesar de tener alianza con una de las grandes fábricas de la bebida a nivel nacional, mantiene su espíritu local.

La cerveza nos lleva a una de las calles más reconocibles de esta ciudad. La avenida Revolución, que ostenta orgullosa el número 1 y un cartel que reza “aquí inicia la ruta”, creció a la sombra de la prohibición del alcohol en los Estados Unidos.

De esa época data su emblemático Jai alai, juego alegre en vasco, retratado en las películas de Pedro Armendáriz y que sigue proporcionando espectáculos diversos, desde conciertos hasta presentaciones de danza.

Otra leyenda de la época es Caesar’s, un restaurante abierto por un inmigrante italiano que, ante la petición de un par de soldados estadounidenses de algo de comer y la cortedad de ingredientes, tuvo la genialidad de inventar la ensalada César, la cual aún se sirve en el sitio con la receta original.

Los bares tienen, por supuesto, un lugar especial en este recorrido. Sitios como El Dandy del Sur, famoso por la canción de Nortec y frecuentado por celebridades, o el Nelson, ubicado en la planta baja del hotel homónimo, trasladan al visitante a un lugar sin tiempo, donde todo gira en torno a un trago hecho con maestría y entusiasmo.

Las Pulgas es otro sitio famoso de la Revu, pero por una distinta razón: ostenta el récord de la mayor cantidad de cervezas servidas por minuto en toda América Latina. Pero si lo tuyo no es beber, puedes acudir a cafés como el Praga o el Bastet, este último un paraíso para los amantes de los gatos.

Siendo tan rica en sabores como en cultura, los sitios donde se pueden adquirir piezas de arte o elaboradas por el explosivo movimiento de diseño local, son variados. El burrocebra es el ícono de la Tijuana Republic: lo puedes ver en camisetas, tazas, libretas… ¡e incluso en vivo! 

Es toda una tradición la toma de fotos semi instantáneas junto a los simpáticos burritos que, en el tiempo de las imágenes en blanco y negro, se decoraban con gis o cal para darles una apariencia más extravagante.

Lo mexicano gana, claro está. Y en Tijuana se encuentra el primer museo dedicado por completo a la lucha libre y, en el complejo conocido como Centro Cultural Tijuana se concentran la Cineteca, el Cubo, un enorme foro de eventos artísticos, y el Museo de las Californias, donde se puede conocer de mejor manera la historia de la región y sus pueblos originarios.

Alguna vez escuché que a Tijuana no hay que entenderla, sino quererla. Yo podría decir que no basta con eso: conocer esta ciudad es amarla para siempre.