La historia de Keren Ordoñez: tras nueve años presa por un delito que no cometió, espera absolución 

Miércoles 16 de abril de 2025

La historia de Keren Ordoñez: tras nueve años presa por un delito que no cometió, espera absolución

Keren Ordoñez es sobreviviente de actos de tortura en razón de género. La obligaron a declararse culpable de un delito que no cometió, pero hoy tiene la esperanza de ser absuelta y puesta en libertad.

Keren Ordoñez portada

Keren Selsy Ordoñez se estaba recuperando de una cesárea y cargaba a su bebé recién nacida cuando sujetos armados la detuvieron a unas calles de su casa en Xalapa, Veracruz. Los hombres iban vestidos de civil y viajaban a bordo de vehículos de la Procuraduría de Tlaxcala y la extinta Policía Federal. La joven había salido a buscar al padre de su hija para pedirle manutención y terminó acusada de secuestro.

Era diciembre de 2015 y Keren tenía 19 años de edad. En esa condición se enfrentó a amenazas, golpes y tortura, por lo que terminó firmando una declaración de culpabilidad, que la condenó a 50 años de prisión.

Sin embargo, Keren y su familia resistieron y denunciaron la detención arbitraria. Un tribunal federal ordenó la reposición del proceso y este 27 de septiembre sus demandas podrían rendir frutos, para finalmente ser absuelta. El caso no está cerrado, aún debe conocerse la nueva resolución, pero su defensa legal espera que sea favorable para la joven.

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A simple vista, podría pensarse que el caso de Keren fue fortuito y que “estuvo en el lugar y momento equivocados, pero en realidad es víctima de un sistema de justicia que la criminalizó con un claro sesgo de género”, dice Melissa Zamora, abogada del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro ProDH) y representante legal de la joven.

Zamora destaca que “su caso es representativo de lo que viven muchas mujeres en nuestro país cuando se relacionan, de alguna manera, con el sistema penal de justicia en México”.

El delito de Keren

Ciria Hernández, mamá de Keren, considera que el único error de su hija fue haberse enamorado del “hombre equivocado”, quien la abandonó cuando supo que estaba embarazada y reapareció “solo para vincularla” a un delito.

Keren era una joven apegada a su mamá, que soñaba con terminar la preparatoria y empezar sus estudios universitarios para brindarle una mejor vida a sus padres, pero su pareja y la actividad ilícita en la que estuvo involucrado la condenó a una vida lejos de su familia.

Cuando Keren todavía asistía a la preparatoria conoció a quien sería el padre de su hija, y todo marchó bien hasta que resultó embarazada, pues el joven decidió “esfumarse” y ella tuvo que abandonar sus estudios.

Todo el embarazo fue de alto riesgo debido a la preeclampsia, una afección caracterizada por presión arterial alta y signos de daño renal que ponen en riesgo la vida de la madre y del bebé, pero gracias a los cuidados de Ciria, Keren salió adelante.

El primer mes de su maternidad transcurrió con normalidad, hasta que el 11 de diciembre de 2015, su expareja la llamó por teléfono para citarla en su casa bajo el argumento de que le daría dinero para la manutención de la bebé. Alrededor de las 8:00 de la noche, Keren salió del domicilio de sus papás con su hija en brazos y no volvió.

Dieron las 9:00 y las 10:00 de la noche. La mamá de Keren comenzó a preocuparse, pero su esposo trataba de tranquilizarla: “no te preocupes, está con el papá de la niña aquí cerquita, ya no debe tardar, todo está bien”.

Pasaron las horas y la mañana del 12 de diciembre de 2015 el hijo mayor de Ciria le informó que había recibido una llamada en la que le avisaron que Keren estaba detenida por secuestro. “En ese momento sentí que me echaron un vaso de agua caliente, se me fue el mundo”, expresa Ciria.

Para Keren, el tiempo transcurrió rápido. En cuestión de segundos pasó de esperar afuera de la casa de su expareja, con su bebé en brazos, a estar en medio de un operativo de policías federales y de Tlaxcala. Personas armadas descendieron de vehículos oficiales y, sin mediar palabra, sometieron a Keren y a su hija. Dentro del domicilio detuvieron también a su expareja y a otra persona, y liberaron a una mujer que estaba secuestrada.

“No hubo ninguna orden de aprehensión en la que se le informara a Keren por qué estaba siendo detenida, por el contrario, le arrancaron a la bebé de sus brazos y la sometieron, desde el primer momento, a distintos tipos de violencia, como tortura física y psicológica, pues la amenazaron con hacerle daño a su bebé si no reconocía que había participado en el secuestro”, puntualiza la abogada Melissa Zamora.

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Esa noche, cuatro personas fueron ingresadas al Ministerio Público de Xalapa en calidad de detenidas: la bebé, Keren, su expareja y el otro sujeto que estaba dentro del domicilio. En el examen médico se confirmó que la joven estaba convaleciente por su cesárea y que su hija tenía solo un mes de nacida. Eso no bastó para garantizar sus derechos. Keren fue trasladada a un penal de Tlaxcala y su bebé terminó en un DIF de esa entidad.

Durante 11 horas Keren estuvo incomunicada y fue sometida a golpes, asfixia y amenazas, hasta que finalmente la obligaron a firmar su declaratoria de culpabilidad. La bebé pudo ser localizada y recuperada por su abuela Ciria 12 días después de los hechos.

La abogada Melissa Zamora expone que en el caso de Keren y de otras mujeres acusadas de secuestro en México hay un patrón muy marcado: son madres solteras, en vulnerabilidad económica, sometidas a tortura sexual, amenazadas con la vida de sus hijos y acusadas de ser quienes cuidaban a las víctimas en cautiverio, “como si tuvieran que cumplir un estereotipo de género hasta para delinquir”, resalta.

El responsable libre, y ella en prisión

En 2019, un juzgado penal en Apizaco, Tlaxcala, dictó sentencias condenatorias para Keren, su expareja y el sujeto detenido en el domicilio donde estaba retenida la víctima de secuestro. El juez dictó 50 años de prisión para Keren y para el otro imputado.

Mientras que el papá de la hija de Keren fue condenado a cinco años de prisión, de los cuales solo cumplió cuatro, pues tenía 17 años al momento de cometer el secuestro, por lo que fue juzgado con el sistema para adolescentes.

Así, mientras Keren estaba siendo condenada a pasar 50 años de su vida en prisión, su expareja, contra quien sí hay pruebas que lo implican en el secuestro, era puesta en libertad.

“El delito sí se cometió (a inicios de diciembre de 2015), pero toda la evidencia que hay en el expediente no apunta a Keren ni a ninguna otra mujer. Se tienen pruebas de que al menos cinco personas del sexo masculino participaron en el secuestro de una joven, desde el momento de su privación de la libertad en Tlaxcala, hasta las negociaciones con su familia y su retención durante varios días. La víctima incluso dice que puede reconocer visualmente a quienes la secuestraron, y en todo ese lapso nunca menciona a Keren”, explica Melissa Zamora.

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La abogada agrega que hay una sola “prueba” en contra de Keren: una declaración escrita de la víctima, en la que relata desde su privación de la libertad hasta su liberación en Xalapa, y la única ocasión en la que hace referencia a una mujer es después de su rescate, porque los policías le señalaron que “ellos habían sido”, y ahí estaba Keren. Sin embargo, esa declaración no tiene la firma ni la huella dactilar de la víctima. Es decir, no lo corrobora.

Ciria aún no concibe que su Keren haya sido detenida y sentenciada injustamente. Todavía recuerda cómo en las noticias y redes sociales decían que su hija era secuestradora. “¡Cómo iba a ser! Ella nunca sería capaz de eso, ¿en qué momento iba a secuestrar si todo su embarazo estuvo en reposo y yo estuve con ella? Todavía no logro entender cómo mi hija está ahí siendo inocente, cómo le pudieron dar 50 años sin tener una sola prueba en su contra”, cuestiona.

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Luego de conocer la sentencia condenatoria, Ciria no se dio por vencida. No estaba dispuesta a dejar que su hija pasara 50 años en una prisión. Así que, por recomendación de una familiar, contactó al Centro ProDH, les expuso su caso, y en un par de días le informaron que representarían legalmente a Keren, que hasta entonces había tenido abogados de oficio que “la llevaron a su condena”.

La defensa legal de Keren impugnó la sentencia, y el 27 de septiembre de 2021 un tribunal colegiado les concedió el amparo al considerar que se habían violentado los derechos procesales de la joven, y ordenó reponer el proceso. Esta etapa lleva tres años y está próxima a resolverse.

Keren y su defensa legal están citados el próximo 27 de septiembre para la audiencia de derecho, en la que esperan una nueva sentencia del Juzgado del Sistema Tradicional Penal Especializado en Administración de Justicia para Adolescentes, a donde fue remitido el asunto.

Hay dos panoramas: que Keren sea absuelta y liberada de inmediato; o que se dicte una nueva sentencia condenatoria de 50 a 90 años de prisión, como pide la Fiscalía de Tlaxcala; en ese caso, la joven todavía puede presentar un juicio de amparo aludiendo a las violaciones a los derechos humanos de las que ha sido objeto.

“También tenemos una queja ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) por el actuar de los policías que detuvieron y torturaron a Keren, pero hoy el principal objetivo es que ella recupere su libertad y que pueda estar con su hija y sus papás. Aún no nos planteamos la posibilidad de interponer una denuncia penal contra los responsables de la fabricación del delito”, aclara la abogada Melissa Zamora.

En estos casi nueve años, Ciria ha tenido que asumir los cuidados y la educación de su nieta, quien acaba de pasar a cuarto grado de primaria con todo y las consecuencias psicológicas y emocionales que le ha traído conocer la historia de su mamá.

Ciria tiene 66 años y su esposo 79, por su avanzada edad han tenido que dejar de trabajar y actualmente solo viven de un apoyo del gobierno. Los escasos recursos económicos les impiden viajar de Xalapa a Tlaxcala para ver a Keren, así que se tienen que conformar con las llamadas telefónicas que ella les hace casi a diario y con una videollamada al mes.

“Visitar a mi hija hasta el penal es un privilegio que no nos podemos dar. Y como madre me duele cada vez que como o duermo, porque solo pienso en cómo la estará pasando mi niña. Mi herida está muy abierta. Hoy solo nos queda la esperanza de que salga muy pronto, ella también tiene fe. Solo queremos reconstruir nuestra vida y a nuestra familia”, expresa Ciria.

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