Canto en el coche, maquillaje en Zoom y dibujo por Whatsapp: Así cambiaron las ‘otras’ clases en pandemia

La pandemia de Covid-19 subrayó la importancia del papel de los profesores para ayudar a garantizar que una generación de estudiantes pueda alcanzar su potencial y presentó una oportunidad, casi obligada, de reinventar la educación para lograr un acceso equitativo de aprendizaje de calidad para niños y jóvenes.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los cierres de escuelas por el Covid-19 han afectado a más del 90% de la población estudiantil del mundo, o casi 1,600 millones de estudiantes.

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Además, unos 63 millones de docentes se han visto afectados por la crisis que ha puesto de relieve debilidades persistentes en muchos sistemas educativos y agravado las desigualdades.

Pero, ¿qué paso con los docentes de disciplinas artísticas durante la pandemia? ¿a qué se enfrentaron y cómo reinventaron la manera de dar clases? Aquí, algunas de sus historias.

‘Mi alumno se subió al coche porque le daba pena cantar frente a su familia

Rodrigo Poot / 40 años / Director de escuela de música

Antes de la pandemia, 110 alumnos y ocho profesores se transportaban al sur de la Ciudad de México para las clases de canto, piano, guitarra y violín que se impartían en la escuela que Rodrigo dirige. Los grupos eran de cinco a ocho personas, pero también daban clases individuales.

Curiosamente, ellos no esperaron a que el semáforo rojo impusiera el confinamiento. Cuando se informó sobre los primeros casos de Covid en México, sabían que no iba a durar dos semanas y se prepararon para las clases en línea, por si el encierro duraba un mes, o dos, y ahora ya va más de un año. “Que si Google Meets, que si Zoom”, o grupos de Facebook y WhatsApp. Arreglaron todo para no perder comunicación con sus alumnos, pero aun así, unos 30 decidieron salirse. “Prefiero esperar a que regresemos a las presenciales”, dijeron. 

El estrés por el uso de la tecnología no hizo falta. A un alumno se le iba la conexión a internet, otro se subía a su coche para que su familia no lo escuchara cantar e incluso, a Rodrigo le tocó un posible alumno que se conectó a la reunión de Zoom en estado de ebriedad. “Cánteme otra, maestra”, decía. “Mejor vete con tus compas y nos escribes mañana”, respondió el músico.

Enseñar música a distancia, aunque diferente, no le resultó difícil. Mandó infografías sobre cómo conectar los micrófonos, explicó a los alumnos dónde poner el celular para poder observar su postura y les mandó una pista de música en lugar de acompañarlos con el instrumento, por si había un desfase de tiempo por el internet. Y, así como se fueron alumnos, otros llegaron.

Ahora, la escuela ubicada en el área de Coapa en la capital mexicana tiene alumnos ‘virtuales’ no solo de otros lugares de la República, sino de Canadá, Estados Unidos, Honduras, Bolivia, Chile, Perú y Ecuador, como José, un niño boliviano que, usando un sombrero y vestido de charro, cantó El Pastor el 15 de septiembre “para todos sus amigos mexicanos”. 

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En Halloween, organizaron una fiesta de disfraces virtual, también festejaron el Día del Niño y además, empezaron a impartir clases para 50 personas de entrenamiento auditivo que de manera presencial hubieran sido muy complicadas.

La escuela que fundó en 2009 ya tiene 160 alumnos, más que antes del Covid, y el “ya se cortó, ya se cortó” constante durante el tiempo frente a la pantalla se convirtió en una hora de alegría para sus alumnos que “en lugar de querer salirse de la pantalla, más bien estaban muy contentos”.

@clases_de_musica_coapa

‘Tienes que enseñarles con lo que tienen en casa’

Aranza Gutiérrez / 25 años / Makeup artist

La pasión de Aranza por el maquillaje viene desde que era chiquita, pero no se había certificado como makeup artist hasta que llegó la pandemia y gracias al confinamiento encontró la oportunidad perfecta para inscribirse de manera virtual a una escuela en Nueva York. Sin embargo, su proceso de aprendizaje sobre el maquillaje fue peculiar, pues incluía unas lecciones “extra”: cómo maquillar en tiempos de pandemia.

“Cambió absolutamente todo”, dice al recordar que tuvo que aprender a esterilizar las brochas de maquillaje con rayos UV y limpiarlas a fondo, y para los productos de maquillaje, utilizaba una espátula y una placa para evitar el contacto directo de sus brochas con la piel de sus clientes, sin olvidar que tuvo que acostumbrarse a usar siempre cubrebocas y careta para protegerse y proteger a la persona que estaba maquillando. Además, como maquillista especializada en novias, se enfrentó a que la mayoría de las bodas se canceló o pospuso por el confinamiento.

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Entonces, decidió empezar a dar clases de automaquillaje por Zoom. Días antes de la reunión, les pedía a sus clientes una foto de su cara, analizaba los tonos y subtonos correctos para su piel desde una pantalla, y les decía qué productos comprar y cuáles no eran correctos para su piel.

“Cuando es presencial, prestas producto o tienes producto determinado para los cursos y aquí es enseñarles con lo que tienen”, dice Aranza, que asegura que gracias al tiempo libre en pandemia muchas personas se dieron la oportunidad de inscribirse a cursos online, como los suyos.

Ahora, mientras que la vacunación inició su curso y los negocios se normalizan, ya se siente un poco más segura para impartir clases presenciales, aunque lo sigue haciendo con todas las medidas de limpieza y seguridad. Sólo admite a 5 personas, les pide que ellos lleven sus productos y desinfecta todos sus materiales con alcohol. Aunque debe invertir más en la compra de productos (porque lo que sobra de una clase lo debe desechar), está feliz de que los eventos poco a poco se vayan retomando. 

@aranza.guba

En el encierro, la pintura fue un alimento para el alma

María Cayón / 55 años / Directora de taller de pintura

Con un anuncio gratis en internet. Así comenzó el taller de pintura que María Cayón abrió en la Ciudad de México en 2011, cuando se mudó a México desde Ecuador, junto a su esposo. Su mamá y sus tíos son artistas, por eso no fue raro que ella y su hermana decidieran estudiar artes plásticas. Poco a poco, el taller que inició en su casa fue creciendo, llegaron más alumnos y pedían más horarios. Creció tanto que tuvo que mudarlo a otra casa, en donde antes de la pandemia tomaban clase más de 200 alumnos e impartían clase cinco maestros. 

El 14 de marzo de 2020, terminando un workshop con un artista invitado, cerró el taller debido al semáforo epidemiológico. Pero nunca imaginó que lo que pretendía ser un confinamiento de dos semanas, se convertiría en más de un año de clases a distancia.

“Reaccioné tarde”, dice. Los primeros meses fueron duros. La incertidumbre sobre el futuro del taller se sumaba al miedo por contraer la enfermedad que estaba quebrando a tantas familias. “Fue muy duro, un tiempo de ansiedad y de tristeza, porque sentía que mi comunidad, que era tan linda, todos tan unidos, con un lugar tan lindo que teníamos, como que se iba todo al piso”, recuerda.

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En mayo, ella y los otros maestros comprendieron que esto iba para largo. Un mes después, empezaron a organizar sets de clases cada uno en su casa, hicieron pruebas, implementaron concursos de dibujo vía WhatsApp y prepararon sus equipos. Y aunque llevaban semanas sin dar clases, algunos alumnos (a los que no les cambió la vida o quienes no perdieron su trabajo) seguían apoyándolos monetariamente para mantener vivo el taller.

Dar una clase de pintura de manera digital no es lo mismo que una clase de marketing, explica la artista. Se tiene que prestar atención a los colores y las imágenes. Fue un cambio importante, pero se adaptaron y aunque se despidieron de alumnos, le dieron la bienvenida a otros que se sumaban vía online desde Veracruz y Puebla. 

Ahora, las puertas de su taller en la colonia Condesa ya están de nuevo abiertas, “pero con muchísimas limitaciones de espacio, de gente y de horarios”. En la entrada, existe todo un protocolo que deben cumplir los alumnos que deseen participar. Se revisa que su cubrebocas sea el adecuado, se les toma la temperatura y pone gel en las manos, además de que limpian antes y después todo el espacio que la persona utiliza para sus clases. Aún con miedo, ella recibía a los alumnos que llegaban “listos para salir de la casa aunque sea un rato”. 

En el encierro, el arte fue un “alimento para el alma”, explica María. Para ella, estar tres horas pintando ayuda a olvidarse de todo y mejora la salud, algo muy importante, sobre todo en este momento. 

@clasespinturacondesa

Bailando de Nueva York a la Ciudad de México

Pilar Arriaga / 26 años / Directora de academia de danza

La pandemia la trajo de regreso de Nueva York a la Ciudad de México, en donde vive su familia. En abril del año pasado, Pilar decidió buscar la manera de compartir su conocimiento sobre la disciplina que lleva practicando desde que tenía 3 años: la danza.

Entonces, comenzó creando una comunidad en línea para impartir clases virtuales de ballet, pero poco a poco fue integrando otras danzas y se sumaron más profesores. Ya no eran sólo clases de ballet, ahora también había de jazz funk, de contemporáneo y técnica, así como entrenamientos funcionales.

Mientras las calles de las ciudades se vaciaban y los negocios de todo el mundo cerraban, los alumnos y maestros de la academia que fundó Pilar se conectaban vía online y convertían cualquier rincón de la casa en un estudio de baile. Poco a poco, la comunidad creció. Ya son cerca de 55 alumnos y tres profesores, que han derrumbado la distancia geográfica y se conectan a sus clases desde otros rincones del mundo, como Estados Unidos, Canadá y España. 

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La pandemia fue todo un reto, no solo por la incertidumbre sobre la emergencia sanitaria, sino porque las clases en línea obligaron a Pilar a buscar en su propia creatividad para ofrecer a sus alumnos un programa que sirviera y los ayudara a crecer como bailarines a través de una pantalla.

“Nos pusimos creativos para explicar las cosas y para que las pudieran entender, utilizando materiales de apoyo”, explica la bailarina. Desde su perspectiva, el ballet es una disciplina de técnica, por lo que tuvo que prestar mucha atención a los grupos de bailarines principiantes que se unían a sus clases virtuales.

En un momento en el que el mundo vivía una situación caótica, a esa hora de conectarse por internet con los otros estudiantes y bailar lograba que se olvidaran de las “noticias complicadas que los bombardeaban”. Ahora, ya ofrece clases presenciales individuales, pero aún le quedan pendientes las reuniones y encuentros con todos aquellos alrededor del mundo que se unieron a su plataforma durante la pandemia.

@balletbypilar

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