Alonso José Ricardo Lujambio, nuestro colega
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

Alonso José Ricardo Lujambio, nuestro colega
Foto: Facebook Alonso Lujambio

Lo traté poco, únicamente en el ámbito académico, pero siempre me llamó Sergio. El nombre le resultaba familiar porque su padre y su hermano se llamaban así. Recuerdo con más cariño el generoso “colega” con el que nos distinguía a sus alumnos desde el primer semestre, aunque él ya había concluido sus estudios de doctorado en la Universidad de Yale, de donde regresó al ITAM para dirigir la licenciatura en Ciencia Política en 1993. 

El pasado 25 de septiembre se cumplió una década de la muerte de Alonso José Ricardo Lujambio Irazábal, un hombre que, como recordó hace unos días Horacio Vives en su columna en La Razón, “tenía una agenda de investigación atrapante y formó a distintas generaciones de estudiantes de Ciencia Política en el ITAM”.

La primera clase que tomé con él, en segundo semestre, fue Introducción a la Ciencia Política. Su charla, su buena onda pero, sobre todo, el plan académico de la materia me entusiasmó. Era una “mengambrea”, como él mismo decía, una embarrada de todo lo que veríamos a lo largo de la carrera: sistemas electorales, elección pública, política comparada, legislaturas y federalismo, donde Lujambio realizó sus principales contribuciones.

Su presencia física era un imán para muchas de mis compañeras, que buscaban sentarse en las filas de adelante en el aula 317 del ITAM, la destinada a la mayoría de las clases de la carrera. En clase su trato era amable, su entusiasmo por la historia y la vida pública de México contagiaba, pero su juicio para calificar exámenes y ensayos finales era implacable. Y al final se le agradecía. Siempre me fue bien en sus materias, aunque en alguna visita a su cubículo me regañó por mis malas calificaciones en las “materias técnicas” de la carrera (matemáticas, economía y estadística).

En 1997, cuando fui designado candidato a diputado local suplente por Acción Nacional, Alonso Lujambio fue la segunda persona a la que le di la noticia después de mi padre. No recuerdo exactamente sus palabras en aquella charla, pero sí que me dio un generoso abrazo antes de salir de su cubículo en el Departamento de Ciencias Sociales.

Cuando concluyó su destacado paso por el Consejo General del entonces Instituto Federal Electoral (IFE) y regresó a Río Hondo, lo fui a buscar. Yo acababa de ser padre y quería regresar al ITAM a titularme. Después de felicitarme por mi reciente paternidad y preguntarme por mi situación laboral, me dijo: “Sergio, ¿para qué quiere terminar ciencia política si usted ya está muy encaminado en el periodismo?” En aquel momento tenía dos años en Editorial Televisa como jefe de información de la revista Soccermanía, después de pasar cinco en la redacción de deportes del diario Reforma. Y después platicamos de futbol.

Yo no sabía que era simpatizante del Club León, pero le recordé que la última vez que nos habíamos visto fue el 23 de febrero de 1997 en el estacionamiento sur del Estadio Olímpico Universitario. Aquella mañana, cuando yo me dirigía al acceso para prensa en la puerta de maratón, encontré a Alonso con su familia. Iba a ver a los Toros de Emilio Butragueño y Michel “porque la sangre tira”, dijo con aquel acento español que a veces le daba por imitar en clase. Ese día, Universidad goleó 4-3 al Celaya con un hat-trick del Pájaro Domizi, pero seguramente Alonso gritó el 1-1 temporal que consiguió Miguel González desde los 11 pasos.

Gracias por su ejemplo, colega. Espero que lea este breve recuerdo personal donde quiera que se encuentre.

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