El Código Bard

Alphabet se está quitando el mal sabor de boca que le dejó la primera presentación de Bard, su Inteligencia Artificial (IA), — llamada así en referencia a los Bardos que eran los que contaban las historias en la antigua Europa — y presentó su chat conversacional, ya abierto para 180 países y con promesa de crecimiento para más idiomas en el corto plazo.

A diferencia de su principal competidor ChatGPT de la mano de Microsoft, Bard promete ser un chatbot mucho más “humano” tanto en lo conversacional como en lo colaborativo, es decir, cuando busques algo en el navegador de Google, Bard responderá de forma autónoma a tu pregunta con una interacción que aparecerá al inicio de la página, y después se mostrarán los resultados de los enlaces relacionados.

Bard a diferencia de otras IA tiene una ventaja competitiva enormemente atractiva, el código abierto, insignia con la que Google ha sido un parteaguas de inclusión en el mundo tecnológico.  

Aunque Alphabet se cura en salud argumentando que su IA sigue en desarrollo, Bard está respaldada nada más y nada menos que por el buscador más potente del mundo, además promete que su entrenamiento le permite revisar datos masivos de código y texto, y procesarlos en décimas de segundo para generar respuestas mucho más completas que las que pudieran generar otras IA.

El modelo de lenguaje de Google, ya actualizado a su nueva versión PaLM2 (Pathway Language Model, por sus siglas en inglés), estará disponible en diferentes capacidades de uso: Gecko, Otter, Bison y Unicorn, mismos que se utilizarán en diferentes servicios y funciones que usamos en Google, ahora Bard incluido.

Inteligencia for Dummies

Aunque las dudas sobre el desarrollo de las IA tienen divididas opiniones, los chatbots mantienen una línea de crecimiento porque no representan una amenaza como lo sería la inclusión de tecnologías más potentes de machine learning. De hecho, hace más de una década que esta tecnología convive en nuestro día a día, disfrazadas de Alexa, Siri, Hey Google, automatizando procesos administrativos, financieros, creativos, respondiendo a rutinas de simplificación de acciones, y por supuesto metiéndose de lleno en nuestra privacidad, ya que para que pueda ser nuestro asistente personal sabe toda nuestra información digital, horarios, hábitos, en fin, nos sabe más que nuestras propias madres.

Los beneficios de las demás IA son muchos:

Para empresas, son una gran herramienta de mercadotecnia y de ventas con un chatbot de atención inmediata y servicio que asegure la satisfacción de los clientes y recompra de productos.

Para los estudiantes, son una HERRAMIENTA de ayuda para trabajos de investigación y que además se complementa con opciones de diferentes formatos de texto, generador de imágenes y funciones de creatividad, y que en el caso de Bard, se potencia con las capacidades creativas y de trabajo colaborativo nativas en los servicios de Google.

El gran secreto de Bard es su código abierto. Eso marca una diferencia real entre cualquier otra IA que presuma de buscar el bien de la humanidad y la inclusión de todos en su desarrollo. Aquí sí pueden participar todos.

En el mediano plazo, la IA democratizará todos los ámbitos del ser y quehacer humano, traerá un impacto socioeconómico que elevará la productividad al permitir costos marginales cero, que generarán nuevos mercados, productos y servicios más asequibles, que en principio deberían integrar a todos en esta era de imparable transformación social.  

Ese es por ahora el sueño que ojalá logremos cumplir, de lo contrario, habremos fallado como seres humanos y estaremos listos para que las IA tomen el control en la era de la singularidad.

Si quieres probar Bard, está ya disponible con acceso desde cuentas personales de Gmail, a través de esta liga: https://bard.google.com/