Not made in Mexico
Futuros alternos

Es escritor, periodista, locutor, productor de radio y gestor cultural. Sus textos han aparecido en catálogos como Crafting our Digital Futures (Victoria & Albert Museum) y Do Flex Text (Buró Buró).

Ha escrito para Vogue, RollingStone, Revista 192, Esquire, Código, El Universal, entre otros, y colaborado en Imagen Radio, Ibero 909, Reactor, Milenio Televisión, Bullterrier FM y Aire Libre FM.

X: @mangelangeles

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Bordados originales de Tenango de Doria / Foto: Danya OC/WikiCommons.

Cuando se dio a conocer por segunda vez en diciembre de 2020 que la diseñadora francesa Isabel Marant se había apropiado de un diseño tradicional mexicano, las reacciones -de nuevo- no se hicieron esperar. En esta ocasión había sido con un gabán tradicional con diseños purépechas de artesanos de la zona de Charapán, Santa Clara del Cobre y Angahuan en Michoacán.

A diferencia de la primera vez, cinco años antes, cuando el plagio fue a una blusa de Santa María Tlahuitoltepec (Oaxaca) en esta ocasión hubo ya un intercambio de cartas entre la diseñadora y la secretaria de cultura de México, Alejandra Frausto, reuniones y hasta una invitación para que la diseñadora francesa visite México cuando sea posible.

Pero sucedió antes y en muchas ocasiones: con Carolina Herrera en 2019 con piezas “influenciadas” (las comillas nunca se acaban) en artesanía de Tenango de Doria (Hidalgo) y el inefable sarape de Saltillo (Coahuila). Aquí también hubo carta.

Ocurrió con Louis Vuitton ese mismo año, otra vez relacionado con Tenango de Doria como sujeto de apropiación y con otra carta de por medio. Y sucedió mientras se comenzaba a escribir esta columna con la marca australiana Zimmermann y esta vez, con un tradicional huipil mazateco originario de la Cañada de Oaxaca que fue convertido en un vestido. Habemus carta.

Y aunque hay quien podría decir que al menos ahora tenemos cartas, la realidad es que el conducto es obsoleto, vaya, ni que fuera Whatsapp o Telegram. El problema sobre la forma en que nos relacionamos con nuestros saberes ancestrales y artesanales es complejo y de múltiples aristas y no tiene visos de solucionarse con una misiva. La firme quien la firme.

La realidad es que con todo y el trabajo de instituciones públicas y privadas, creadores con lazos con diversas comunidades, o terceros que comercializan con artesanías, hay una laguna relacionada con una cuestión básica: distancia que se traduce en discriminación. No terminamos de entender que el saber ancestral es moderno (aunque suene paradójico) y evoluciona, que las necesidades de quienes lo poseen cambian y que no hemos sabido atenderlas. Lo vemos a distancia porque así ha dictado una norma impuesta por un sistema en el que estamos inmersos. Es una deuda histórica pero no con “ellos”, sino con todos nosotros.

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Artesanías plagiadas/Dibujo de MIguel Ángel Ángeles

Imposible no pensar en la magnitud de esto. La manera en que exotizamos aún el trabajo artesanal. Desde la asociación que hacemos de este para su uso (léase por ejemplo: ir de fin de semana a Valle de Bravo en huipil), la mofa que se puede hacer en círculos de personas con criterio muy cuestionable (innecesario citar ejemplos de bromas) o la nula relación con él como objeto indumentario (¿cuándo fue la última vez que usamos un gabán en lugar de un hoodie?)

Imposible no pensar en la falta de regulación efectiva (basta visitar La Ciudadela para darse cuenta de que China ya tiene una gran representación en el mercado de artesanías de México); imposible no pensar en la forma en que se anula sistemáticamente el saber cuando quienes lo poseen -no únicamente personas indígenas- no se encuentran al centro de la conversación sino en las periferias.

Aprovecho para hablar con algunos artesanos y entra en el cuestionamiento el complejo tema de la transmisión del conocimiento. ¿Dónde se aprende y con quién más allá de las opciones estatales como por ejemplo la Escuela de Artesanías del INBAL? ¿Hay manera de aprender, por ejemplo, a ser laudero o alfarero si eso se pretende en lugar de aprender algún oficio técnico al entrar a la secundaria? ¿Sería posible considerar un esquema así? ¿En alguna preparatoria o institución de educación media superior? ¿Se ha contemplado como mera posibilidad? ¿Por qué no se incluye como opción en las escuelas privadas de diseño en el país? ¿Sería pertinente por ejemplo, que existiera algo como un Programa Nacional de Educación en Artesanía?

El trabajo artesanal en México está en peligro no sólo por la forma en que lo hemos encapsulado sino también porque el tiempo -además de todo-, juega en su contra: cada vez son menos los artesanos que heredan el oficio. Y es que: ¿quién querría ser artesano si sus opciones son cada vez más precarias y las del gran capital mucho más atractivas?

Mientras sigamos sin entender que las manos artesanas siguen escribiendo un relato de lo que somos seguiremos creyendo que ello cabe en una vitrina de cristal, en el enojo semestral con la marca de moda del momento y en una carta que pudo haber sido un tuit.

Miguel Ángel Ángeles es escritor, periodista, locutor y productor en Aire Libre 105.3 FM y gestor cultural. Tiene tres perros y una gata llamada Furia por lo que se puede considerar un experimento vivo de paciencia y falsa cordura.

Mail: [email protected] / Twitter: @mangelangeles / IG: @miguelangelangeles

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