Los errores de Putin sobre Ucrania podrían anunciar un gran cambio para las finanzas mundiales
Los principales países occidentales retiraron a los principales bancos rusos de la red SWIFT que sustenta el sistema financiero mundial. Foto: Michal Čížek/AFP/Getty Images

Durante el breve auge de Rusia como “BRIC”, el acrónimo que ideé en 2001 para describir las posibles futuras economías emergentes más grandes del mundo -Brasil, Rusia, India y China-, viajé a Rusia con razonable frecuencia.

En 2008, los organizadores me pidieron que ofreciera una presentación especial sobre la posible situación de la economía rusa en el año 2020, en la Cumbre de San Petersburgo, la versión rusa del Foro de Davos. Para mi ligera vergüenza, no me había dado cuenta realmente de que se irritarían bastante si no sugería que Rusia podría estar entre las cinco economías más grandes del mundo en 2020, algo de lo que me di cuenta después, cuando mi presentación y mis comentarios causaron un poco de revuelo en las zonas de café posteriores al evento y en los medios de comunicación.

Básicamente, sugerí que, considerando la difícil situación demográfica de Rusia y que era improbable que los precios del crudo siguieran subiendo como lo habían hecho en esa década, la tasa de crecimiento potencial de Rusia probablemente no superaría el 2%. Y si realmente querían tener el potente crecimiento económico que habían experimentado en (esos) últimos años, necesitaban introducir importantes reformas para impulsar la productividad.

La reacción a mi presentación entre los funcionarios fue mi primera sospecha real de que Rusia podría tener retos futuros, lo cual, por supuesto, ocurrió sin darse cuenta de la magnitud del caos que estaba a punto de desencadenarse en el sistema financiero mundial y el posterior colapso económico en gran parte del mundo. Esta serie de circunstancias contribuyó a un importante máximo de varios años en los precios del petróleo, y a gran parte de lo que ha sucedido desde entonces, que para Rusia ha constituido una persistente decepción económica.

No soy un gran experto en geopolítica, pero en la última década he asumido a grandes rasgos que Vladimir Putin había decidido que su enorme popularidad nacional iba a disminuir porque no podía lograr el crecimiento que había registrado antes de la crisis. Y tampoco podía llevar a cabo una reforma, porque gran parte de sus beneficios económicos personales y los de algunos de sus allegados dependían del statu quo, por lo que tuvo que cambiar de plataforma, la cual se basaba vagamente en la idea de hacer grande a Rusia.

Durante esos años, llegué a conocer a varios tecnócratas de alto nivel en el mundo de la política, principalmente del banco central y del ministerio de finanzas, y a destacados personajes influyentes en el ámbito económico, y con frecuencia me sorprendió cuán extendida estaba la creencia sobre la excelencia de Putin como estratega.

Durante varios años esperé que se desencadenara una gran era de grandes reformas debido a estas opiniones, pero, por desgracia, nunca llegaron, y en su lugar, este juego de jugar con su percepción de la debilidad occidental dominó su aparente pensamiento estratégico.

Ahora bien, después del fin de semana que acaba de pasar, y de las sanciones financieras occidentales anunciadas, me parece que Putin no es tan buen estratega después de todo.

“No sé de dónde surgió la idea de congelar las reservas de divisas del banco central, pero a quien se le haya ocurrido se le ocurrió algo muy sensacional, junto con la audaz medida de los principales países occidentales de acordar la retirada de los principales bancos rusos de la red del SWIFT del sistema financiero”.

De un solo golpe, ese anuncio prácticamente ha erradicado la relevancia de las enormes reservas oficiales de divisas de Rusia y, con ello, sembró las semillas de grandes problemas para la economía rusa. Durante las últimas semanas he estado reflexionando: ¿cómo es posible que un país que ya no se encuentra entre los 10 primeros de la economía mundial (apenas un 2% del PIB global en la actualidad) tenga una evidente importancia militar en todo el mundo? Tras el nuevo colapso de la moneda, la capacidad de Rusia de seguir siendo tan importante a nivel mundial está comenzando a desvanecerse rápidamente. Basándonos en la tasa de cambio del lunes, a finales de 2022 Rusia podría ocupar un puesto no superior al 15º.

Aunque el trasfondo de los recientes y terribles acontecimientos incluyó una visión de creciente cercanía entre Beijing y Moscú, sospecho que los dirigentes chinos podrían mostrarse mordaces ante lo que Putin ha provocado como respuesta por parte de Occidente. Ahora, cualquier país que piense en utilizar su supuesto poderío militar para meterse con un pequeño vecino a disgusto de la alianza democrática occidental tendrá que calcular las consecuencias de que su propio banco central quede bloqueado del sistema y, con ello, que se emplee la guerra económica de forma tan rápida como una modalidad de influencia mucho más poderosa.

Por supuesto, existen muchos otros aspectos que se desarrollan de forma paralela, entre ellos el extraordinario cambio en la política alemana respecto a su propio gasto en defensa, su decisión de pagar algunas armas para Ucrania y, por supuesto, su repentina oposición al acuerdo previamente pactado para un gasoducto para obtener más gas ruso. Y con ello, se ha producido una respuesta política de parte de la Unión Europea mucho más unida y sólida.

Ahora es probable que algunos pensadores de las grandes economías emergentes tengan que replantearse, una vez más, su feliz dependencia respecto al sistema financiero dominado por Occidente, y no es imposible que los acontecimientos actuales siembren las semillas de una importante reforma del sistema financiero mundial. No existe la posibilidad de que eso ocurra a menos que esos países, incluida China, cambien su enfoque sobre el uso de su moneda, y con ello, muchos aspectos de sus sistemas económicos y afines. En cuanto a Rusia, sin duda pronto debe ocurrir una gran reflexión sobre su liderazgo.

Jim O’Neill es expresidente de Goldman Sachs Asset Management, exministro del Tesoro del Reino Unido y alto asesor de Chatham House.

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