¿Para qué sirve la generación X? Por fin encontré la respuesta
Cada generación tiene sus puntos fuertes, pero la generación X es la mejor en lo que a juegos se refiere. Foto: Lucy Lambriex/Getty Images

La generación Z hace muchas preguntas sobre cómo era la vida en los viejos tiempos, y muchas de sus preguntas son tontas. ¿Teníamos impresoras antes del internet? ¿Cómo nos organizábamos para quedar con nuestros amigos antes de los celulares? Nosotros decimos: “Vaya, esa es una pregunta tonta”, y ellos responden: “Imagínate ser tan tonto que tienes 15 cuentas de Instagram en desuso porque no sabes cómo gestionar tus contraseñas, aunque todas sean iguales”. Gran parte de la evidencia está de su lado, para ser honestos. No digo que ellos sean más inteligentes, pero esa generación sí parece tener una inteligencia mejor adaptada al mundo que la rodea.

Entonces llega la temporada de juegos: juegos de salón, juegos de palabras, juegos de mesa europeos, juegos de preguntas y todo lo relacionado con las charadas. Si no estuvieran todos bajo el mismo techo, nunca verían de cerca la cara de concentración de varias generaciones. El otro día estaba jugando Codenames con mi hermano y me di cuenta de que no lo había visto pensar desde 1994. Reflexionando, quizás; considerando, sopesando, calculando pero no pensando, hasta que intentó adivinar una palabra que conectara de forma convincente mono y rascacielos.

Pensaba en voz alta y nos guiaba a todos cuidadosamente a través de su proceso, el cual consistía en que mi hermana mayor y yo éramos demasiado tontas como para establecer una conexión significativa, nuestro otro hermano no lo intentaba y solo el más joven estaba en su misma onda. Perdió muchos amigos durante este juego y, lo que resulta más agradable, también perdió el juego.

No puedo hacer ningún comentario sobre la inteligencia relativa de cada generación, dado que la mayoría de los juegos no giran realmente en torno a la inteligencia (está bien, admito el Boggle y el juego de los nombres). Muchas veces hay elementos de estrategia (Catán, Agrícola), y los millennials se los toman muy en serio, pero lo que sabrían si fueran mayores es que, en los casos en que la suerte es un componente, uno debería apostar todo por ella, la victoria será más dulce y la derrota en absoluto amarga. La mayoría de las veces, se trata de una prueba de resistencia y empatía cognitiva –no afectiva–: no es necesario sentir lo que sienten los demás, basta con ser capaz de adivinarlo. Estas también son las competencias básicas de un asesino en serie.

Incluso el hecho de considerar la posibilidad de que existan personas que nunca hayan jugado el juego de los nombres me entristece, pero por si acaso: cada uno escribe 10 nombres, los pone en un sombrero, se dividen en equipos, los describen a su propio equipo y adivinan tantos como puedan en un minuto. Siempre hay una persona que nunca ha escuchado nada sobre nadie, y describirá, por ejemplo, a Marlene Dietrich con “¿Qué es lo contrario de una Coca-Cola? ¿Qué es lo contrario de pobre?”, y al final de su ronda todos, incluso el niño de 10 años que tampoco ha escuchado nada sobre Dietrich, lo menospreciarán, y no estoy segura de que su estatus se recupere alguna vez.

Siempre hay un nombre que aparece varias veces: este año fue Harry Styles. Jugamos nueve de nosotros, y hubo 10 Styles distintos; de ahí mi sermón a los más jóvenes sobre cómo siempre hay que dar lo mejor de uno mismo en el juego de los nombres.

Después resultó que fui yo quien lo escribió dos veces, supongo que me distraje. La constatación de este hecho produjo un gran júbilo, nada mío. La pareja de casados más unida del planeta nunca será ni la décima parte de buen equipo que unos hermanos que se odian profundamente. Simplemente es una de esas cosas raras.

En cualquier caso, en orden aleatorio: los boomers tienen una enorme cantidad de conocimientos generales, amplios y exhaustivos (cabeceras municipales, dioses desconocidos, nombres químicos de las cosas), y si pudieran reunir un poco de sentido de la urgencia arrasarían, es decir, en los juegos de preguntas y respuestas. La mayoría de los juegos se basan en el sentido de la urgencia, por lo que los boomers no tienen remedio.

Los millennials aportan una mentalidad marcadamente seria, sobre todo en los juegos de mesa, que juegan todo el año y no solo en Navidad, y se atribuyen el mérito de haber inventado muchas cosas que tienen raíces evidentes en el juego de la cadena BBC, I’m Sorry I Haven’t a Clue (Lo siento, no tengo ni idea).

La generación Z tiene unas habilidades motrices finas asombrosas gracias a sus computadoras y demás, y estas no les sirven para nada a menos que estén jugando Mouse Trap, algo que nadie juega.

Es la generación X, me temo: somos los mejores y siempre ganamos. Bueno, vamos: para algo tenemos que servir.

Zoe Williams es columnista de The Guardian.

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