Que la vergüenza cambie de bando
Perístasis

Académico de la Facultad de Derecho de la UNAM, socio de la firma Zeind & Zeind y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

X: @antoniozeind

Que la vergüenza cambie de bando Que la vergüenza cambie de bando
Gisele Pelicot y sus abogados hacen una declaración pública ante el Tribunal de Avignon. Foto: EFE/EPA/Guillaume Horcajuelo.

El último de los casos de agresión sexual que ha generado profundos impactos en Francia y en el mundo es el de Dominique Pelicot, quien durante más de diez años atrajo a su casa a muchos hombres para que violaran a su esposa Gisèle luego de drogarla en múltiples ocasiones.

En un juicio que se prolongó por más de tres meses, se pudieron escuchar diversos testimonios de las atrocidades cometidas por más de 50 hombres que abusaron de una mujer a quien su esposo administraba en los alimentos ansiolíticos para lograr la conocida como “sumisión química”.

Aunado a lo sorprendente que ha sido conocer la brutalidad con que han actuado muchas personas, este juicio logró una gran difusión derivado de la decisión de la víctima, Gisèle, de que las audiencias fueran públicas en aras de que, más allá de los resultados que pudiera tener, se visibilizara el asunto y se generara conciencia en la sociedad de los hechos que se conocieron, buscando “que la vergüenza cambie de bando”.

Entre las cosas más sorprendentes que se han podido conocer de este asunto estremecedor, está el hecho de que se haya conocido de las conductas de Dominique Pelicot y de otros más de 50 hombres prácticamente por casualidad, luego de que las inquietudes sobre los actos realizados por Pelicot hayan estallado por conductas realizadas posteriormente y no relacionadas con los delitos cometidos en contra de su esposa. Y es que parece inaudito que inmersos en la era de la información como estamos, encontremos que la visibilización de este tipo de atrocidades siga siendo casi nula (demostrándose así que ese tipo de delitos se han caracterizado y lo siguen haciendo por el propio desconocimiento de su comisión).

Por otra parte, una de las principales promotoras de la acusación en contra de Dominique Pelicot ha sido su hija Caroline, respecto de quien han surgido versiones de que pudo ser otra de las víctimas de los delitos cometidos por su padre. Así, Caroline ha pugnado por la visibilización del asunto y por no dejar impune esta historia de abusos.

Las lecciones que para el mundo ha dejado la demostración de valentía y resiliencia por parte de Gisèle son muchas, pues si bien nunca debió sufrir las atrocidades que sufrió (como ninguna otra persona que es víctima de este tipo de conductas), decidió exponer su caso en aras de que este tipo de criminales sean finalmente conocidos y que toda la sociedad sepamos que la incidencia de estos delitos sigue siendo vergonzantemente muy alta en los distintos estratos y clases sociales, siendo también altos los índices de impunidad.

Efectivamente, la vergüenza tiene que cambiar de bando y lo que ha hecho Gisèle por el mundo quedará escrito como una página que debe hacer reflexionar a las sociedades y, desde luego, como un hito en la visibilización de una serie de conductas (como las relacionadas con la violencia sexual o con la trata de personas) de las que seguramente conocemos poco pero que son quizá las que atentan de manera más clara en contra de la dignidad humana.

Como es claro, la invisibilización de este tipo de violencia en pleno siglo XXI es una realidad que expone a altos riesgos sobre todo a mujeres y a niñas, por lo que toca a toda la sociedad tomar estas lecciones y hacer mayores esfuerzos por acabar con ella.

La vergüenza debe cambiar de bando.

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