¿Por qué comer carne de laboratorio cuando simplemente podemos comer más verduras?
Foto: Canva

Jenny Kleeman/The Guardian

Un ingrediente de la ciencia ficción se materializa en nuestros platos. La carne cultivada en laboratorio, en lugar del cuerpo de un animal, se aprobó para la venta por primera vez.

La Agencia de Alimentos de Singapur autorizó los “nuggets de pollo” de Eat Just, que se cultivan a partir de las células de un pollo que todavía está batiendo las alas. La startup estadounidense tomó una biopsia de células de un pollo vivo, las bañó en un medio nutritivo y las cultivó en un biorreactor, donde crecieron exponencialmente hasta que se cosechó la carne, se envolvió en masa y se convirtió en nuggets.

El fallo significa que, por primera vez, la carne cultivada se puede vender al público.

Eat Just, Inc y docenas de empresas emergentes que compiten entre sí para incluir carne cultivada en laboratorio en el menú de todo el mundo, venden la promesa de que los carnívoros podrán comer carne con la conciencia limpia. Carne sin sangre, carne sin matar, y el comienzo del fin del daño ambiental causado por la ganadería intensiva. La noticia fue recibida con un suspiro de alivio por parte de los carnívoros de todo el mundo, y con buena razón: nos permitirá seguir como antes, comiendo lo que nos gusta mientras la tecnología inteligente evita los problemas causados ​​por nuestro apetito.

Pero debajo de la corteza crujiente y frita de los nuggets de pollo de Eat Just, la realidad podría ser un poco más complicada. Fui una de las primeras personas en probar el pollo de Eat Just en noviembre de 2018, mientras investigaba mi libro.

En su oficina sin espacios privados en el distrito Mission de San Francisco, bajo la atenta mirada del equipo de relaciones públicas, me sirvieron un pequeño rectángulo beige envuelto en papel encerado que contenía lo que me dijeron que no sólo era pollo cultivado, sino el final de la agricultura animal tal como la conocemos.

Sí, sabía a pollo: tenía el inconfundible aroma del pollo en mi lengua y en mi nariz. Tenía algo de la jugosidad de la carne animal que esperas cuando comes pollo: esa sensación pegajosa en los dientes cuando muerdes un trozo de carne.

Pero tenía la consistencia de la carne procesada de menor grado imaginable. Esto no era un trozo de pollo, un corte de carne, sino una masa de células de pollo, abultadas y presionadas en forma de nugget. Me habían dicho que este era el futuro de la comida, pero me costaba tragarla.

Es muy probable que la formulación de esos bocadillos de pollo Eat Just haya mejorado considerablemente desde que los probé hace dos años. Pero incluso si han logrado crear algo indistinguible de un nugget de pollo que proviene de un ave muerta, las circunstancias en las que el pollo fue aprobado por los reguladores deberían hacernos pensar.

¿Por qué una empresa estadounidense buscaría la aprobación regulatoria en una ciudad-estado en Asia?

En 2018, el director general de Eat Just, Josh Tetrick, dijo que la compañía tenía como objetivo que su carne cultivada fuera aprobada en varios países fuera de EU porque la Administración de Alimentos y Medicamentos mostraba rezagos.

El factor ‘fuchi’

“El sistema regulador no está listo en EU”, me dijo. En lugar de esperar a que esté listo, la empresa encontró un país con estándares más dóciles para darle luz verde para poner su producto a la venta. Eso es un problema para toda la industria de la carne cultivada: los consumidores se preocupan por la procedencia de los alimentos ahora más que nunca, y cualquier productor de un nuevo alimento debe tomar en serio las normas. Este producto tiene mucho por recorrer a fin de ganar la aceptación del consumidor: el “factor fuchi” es un problema serio cuando se trata de carne cultivada en un laboratorio.

Y en la prisa por obtener la luz verde de los reguladores, es posible que se haya perdido parte de la misión detrás de la carne cultivada. Los nuggets de pollo Eat Just aprobados en Singapur se cultivaron en un medio de suero fetal bovino (SFB), que, como su nombre indica, proviene de la sangre de terneros por nacer. Es difícil imaginar una sustancia menos vegana que el SFB, que se eliminó en gran parte antes del consumo de las picaduras de pollo, y Just Eat dijo que ahora tenía un medio a base de plantas para usar en las líneas de producción posteriores. Parece una pena que no estuviera dispuesto a esperar a que se aprobara un producto sin SFB.

La carne cultivada es una tecnología llamativa. Pero también es una solución de ingeniería excesiva para un problema que podemos resolver cambiando nuestras dietas. Si simplemente dejáramos de comer carne, o la comiéramos con mucha menos frecuencia, entonces no habría necesidad de una agricultura animal intensiva dañina o de carne cultivada en un laboratorio. La industria de la carne cultivada se basa en una visión de los seres humanos como codiciosos e incapaces de cambiar. Pero la pandemia de coronavirus ha demostrado que, a nivel mundial, podemos hacer cambios enormes en nuestro comportamiento ante una crisis existencial.

Las startups que cultivan carne en laboratorios pueden estar motivadas por nobles intenciones: salvar animales y salvar el planeta. Pero los enormes productores de carne como Cargill y Tyson ya están invirtiendo fuertemente en proteínas cultivadas. Quién sabe qué empresas dirigirán la industria en las próximas décadas. Si nos movemos hacia un mundo donde comer carne sigue siendo normal, pero matar animales es un tabú, seremos cada vez más dependientes de corporaciones remotas con tecnología altamente especializada para satisfacer nuestras necesidades básicas.

Pero no tenemos que hacerlo. Podemos optar por comer menos carne. Ahí es donde reside el verdadero poder, no en aprovechar esta nueva tecnología, sino en estar preparados para cambiar nuestro comportamiento.

Jenny Kleeman es la autora de Sex Robots & Vegan Meat: Adventures at the Frontier of Birth, Food, Sex & Death.

Traducida por Andrés González.

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