¿Hay ya demasiada gente en el mundo? Se cierran las apuestas
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En 2011, cuando la población mundial llegó a 7,000 millones, el economista David Lam y el demógrafo Stan Becker hicieron una apuesta. Lam predijo que los alimentos se volverían más baratos durante la próxima década, a pesar del continuo crecimiento de la población. Becker calculó que los precios de los alimentos subirían debido al daño que los humanos estaban haciendo al planeta, lo que significaba que el crecimiento de la población superaría el suministro de alimentos. Becker ganó y, siguiendo sus deseos, Lam acaba de extender un cheque por 194 dólares para el Population Media Center, una organización sin fines de lucro con sede en Vermont, que promueve la estabilización de la población a nivel internacional.

Los 194 dólares equivalen a la cantidad por la cual una canasta que contiene cinco tipos de alimentos (aceites y grasas, cereales, lácteos, carne y azúcar) y con un valor promedio de 1,000 dólares, aumentó de precio durante la siguiente década, según el Índice de Precios de los Alimentos (FFPI) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y teniendo en cuenta la inflación.

La apuesta se asemeja a otra realizada en 1980, entre el biólogo conservacionista Paul Ehrlich y el economista Julian Simon. Una vez más, la pregunta era si la expansión de la población humana era sostenible. Ehrlich, autor con su esposa, Anne, de The Population Bomb (1968), en el que predijeron una inminente hambruna masiva debido a la superpoblación, adoptó el punto de vista pesimista y Simon el optimista. El criterio de la escasez de recursos naturales que eligieron fue el cambio en el precio de cinco metales entre 1980 y 1990. Simon ganó.

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Se reconoce ampliamente que tales apuestas simplifican preguntas complejas, lo que significa que sus resultados pueden y han sido debatidos acaloradamente, pero las personas que piensan en cuestiones de población aún las consideran útiles. “Apuestas como estas son importantes para poner luz sobre problemas globales de gran alcance”, dijo el demógrafo John Bongaarts, del Population Council, una organización basada en Nueva York, en el seminario web del 9 de abril donde se anunció el resultado de la apuesta Lam-Becker.

La nueva apuesta surge de un discurso optimista que Lam, quien trabaja en la Universidad de Michigan, dio a la Population Association of America como su presidente en 2011. Las espantosas predicciones de los Ehrlich no se habían cumplido. La producción de alimentos per cápita había aumentado en un 46% durante el medio siglo anterior, mientras que el número de personas que vivían con menos de 1.90 dólares al día (la definición del Banco Mundial de pobreza extrema en países de ingresos bajos y medianos) se había reducido en más de 30% desde 1981.

Incluso si se agregaran otros 4,000 millones de personas al planeta, como se predijo en ese momento, Lam confiaba en que se podría alimentar a todos ellos. En el seminario web del mes pasado señaló que el crecimiento de la población se había desacelerado desde 2011, con la incorporación de alrededor de 850 millones de personas desde entonces, mientras que la pobreza disminuyó y la producción de alimentos per cápita aumentó. Esto fue cierto incluso en el África subsahariana, donde la producción de alimentos estuvo a la zaga del crecimiento de la población hasta la última década.

Becker, de la Universidad Johns Hopkins, objetó tanto en 2011 como una década después, no que fuera imposible alimentar a 11 mil millones de personas, sino que esta perspectiva ignoraba el daño colateral a otras especies y al planeta que los humanos eventualmente tendrían que pagar. Él señaló las estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) que muestran que casi el 70% de los recursos pesqueros ya explotaron totalmente o se sobreexplotan. Otros mencionaron la disminución de las existencias de agua dulce y la erosión de la biodiversidad. “Toda la biosfera está en problemas”, dijo Becker.

Los debates sobre la sostenibilidad de la humanidad han continuado al menos desde que Thomas Malthus argumentó, hace más de 200 años, que el crecimiento de la población tiende a superar y sofocar el crecimiento económico. El pesimismo de las tres décadas a partir de la década de 1950, encarnado por Ehrlich, dio paso a un período de optimismo alrededor de 1980, cuando la fertilidad comenzó a declinar, la revolución verde impulsó la producción de alimentos y los precios del petróleo colapsaron. Pero alrededor del año 2000 el pesimismo regresó, principalmente debido a la creciente conciencia sobre la crisis climática y la predicción de la División de Población de la ONU de que los habitantes del mundo sumarían casi 11 mil millones en 2100, con la mayor parte del crecimiento futuro en África.

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Los precios de los alimentos, como los de los metales, son volátiles. La demanda, la cantidad de bocas que se deben alimentar, es el factor principal que las impulsa, pero el FFPI es un índice basado en el comercio, lo que significa que también es sensible a factores del lado de la oferta, como las prohibiciones de exportación. El FFPI aumentó considerablemente durante una década hasta 2010, en parte debido a la alta demanda de cereales para producir biocombustibles, combinada con bajas reservas. Se redujo durante la década siguiente, pero no lo suficiente para compensar el aumento anterior. Becker ganó de manera justa, de acuerdo con los términos de la apuesta, pero Lam dice que tenía razón en que habría una corrección. “En cierto sentido”, dice, “los dos ganamos”.

Se plantearon objeciones similares a la apuesta Ehrlich-Simon, y algunos argumentaron que otro período de tiempo o índice habría favorecido a Ehrlich. Claramente, los hechos que uno elija para respaldar su apuesta son importantes, pero para Bongaarts hay más que eso: “Debemos prestar atención a cómo valorar los diferentes resultados”. Los optimistas tienden a pensar que está bien convertir el capital natural en capital humano, dijo en su seminario web, mientras que los pesimistas ven la disminución del capital natural como un problema debido a razones socioeconómicas, de salud y éticas. “Es justo decir que muchos optimistas no valoran la naturaleza tanto como muchos pesimistas”, señaló Bongaarts.

Parte de la razón por la que la sostenibilidad humana sigue siendo un tema tan candente es que los expertos no están de acuerdo sobre cómo crecerá la población mundial. La ONU cree que el crecimiento alcanzará su punto máximo a finales de este siglo, pero otros piensan que será antes. Investigadores de la Universidad de Washington predijeron el año pasado que alcanzaría un máximo de cerca de 10,000 millones alrededor de 2064, y luego disminuiría ligeramente a alrededor de 9,000 millones para 2100. La razón principal que dieron fue un mejor acceso a los anticonceptivos y la educación femenina en África, que conduciría a que las tasas de fertilidad disminuyeran ahí antes de lo que predijo la ONU. La discrepancia entre las dos predicciones, de unos 2,000 millones de personas a finales de siglo, obviamente afecta a los cálculos sobre el impacto de la humanidad en el planeta.

Otro problema es el de la equidad: tal vez podamos alimentar a todos, pero algunos estarán mucho mejor alimentados que otros. Si hay mucha gente viva pero hambrienta, ¿podemos decir que el crecimiento de la población es sostenible? Bongaarts dijo que esta brecha de equidad ya es visible y se está ampliando.

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La FAO informa que el hambre ha ido en aumento desde 2014 y el 9% de la población mundial ahora tiene hambre. Si el hambre se define como desnutrición, lo que significa que la ingesta de alimentos de una persona no alcanza sus necesidades energéticas, Asia representa la mayor parte, pero los aumentos más rápidos se han registrado en África. “La situación no se ve tan bien como predijo David (Lam)”, indicó Bongaarts.

La relación entre el crecimiento de la población humana y la crisis climática es complicada, y ni los modelos de la Universidad de Washington ni los de la ONU tienen en cuenta este dato. Pero el impacto de la crisis climática tampoco es equitativo. Raya Muttarak, del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados en Laxenburg, Austria, dio un ejemplo nítido de eso cuando describió cómo, en India, la escasez de alimentos causada por las inundaciones llevó a muchas familias a dar prioridad a los niños a la hora de comer, lo que significa que la proporción de niñas experimentando un crecimiento deteriorado creció con respecto a sus hermanos varones en esos períodos.

La mayoría de los expertos está de acuerdo en que el Covid-19 no tendrá un impacto significativo en las proyecciones del crecimiento de la población humana, aunque podría exacerbar la inseguridad alimentaria. Bongaarts dijo, sin embargo, que la disposición a reconocer la amenaza de futuros “cisnes negros” (eventos que ocurren raramente pero que tienen un enorme impacto en la humanidad) fue otra cosa que dividió a optimistas y pesimistas. Los optimistas tienden a minimizar esa amenaza, afirmó, mientras que los pesimistas instan a los gobiernos a contratar pólizas de seguro.

Pero a pesar de que él mismo se inclina hacia el pesimismo, Bongaarts no prevé que el futuro cercano de la humanidad esté marcado por catástrofes demográficas. En cambio, dijo, será un caso de deterioro gradual de la calidad de vida. “Cada 1,000 millones de personas que agregamos al planeta hace la vida más difícil para todos los demás”, destacó. Los ricos podrán protegerse de lo peor, por un tiempo, pero gran parte de la humanidad lo pasará “terrible” en las próximas décadas.

Como era de esperar, Ehrlich piensa que Becker merecía ganar la apuesta y, aunque algunas de sus predicciones estaban equivocadas, en la década de 1960, su aflicción se justifica en lo esencial. “Todos los que lo han analizado de cerca saben que no se puede, a largo plazo, con ninguna de las tecnologías conocidas, brindar soporte a 8,000 millones de personas sin agotar continuamente la capacidad para brindarles soporte”, declaró Ehrlich, de 88 años.

Becker citó varios estudios ecológicos que indican que el número máximo de personas que la Tierra puede sostener de manera sostenible está entre 2,000 y 3,000 millones, aproximadamente, lo que había a mediados del siglo XX. Una parte esencial de la solución a la situación actual, dijo, es el “decrecimiento”, del cual el elemento más importante es la “ética de una familia pequeña”.

El problema es que la desaceleración del crecimiento de la población puede no resolver el problema ambiental, al menos no a tiempo. En 2014, los ecologistas australianos Corey Bradshaw y Barry Brook modelaron varios escenarios de crecimiento de la población y sugirieron, aterradoramente, que incluso una catástrofe hipotética que exterminara a 2,000 millones de personas a mediados del siglo XXI no lograría llevar la población mundial por debajo de 8.5 mil millones para 2100. En otro escenario, suponiendo que las tasas de mortalidad sigan cayendo, escribieron, “incluso una transición rápida a una política mundial de un solo hijo llevaría a una población similar a la actual”. En igualdad de condiciones, la humanidad continuaría agotando los recursos naturales y cualquier impacto sería demasiado lento para mitigar la crisis climática.

Los modelos se basan en suposiciones y, por lo tanto, son falibles. Pero Bradshaw y Brook concluyeron que, si bien limitar el crecimiento de la población debería ser parte de la solución, también se necesitan cambios de política e innovación tecnológica. En 1981, el incorregible optimista Simon argumentó que más humanos significaban más ingenio y más soluciones, incluyendo tecnologías que aún no se conocen. Lam ofrece la tendencia a largo plazo hacia una mayor producción de alimentos per cápita como prueba de que tenía razón en parte. “Si nos preocupa el consumo masivo en lugar de la hambruna masiva, eso es una especie de progreso”, dice. Pero también critica a Simon, quien murió en 1998, por no distinguir entre los problemas que el capitalismo podía resolver y los que no podía, al menos por sí solo. La crisis climática es uno de esos problemas, aseguró.

Bongaarts no deja que los economistas se liberen de esto fácilmente. Si la respuesta política a estos problemas ha sido débil hasta la fecha, dice, es porque “los políticos tienden a escuchar a los economistas y los economistas tienden a ser optimistas”. Él cree que deberían estar escuchando a demógrafos, ecologistas y expertos en salud pública.

Becker está de acuerdo y agregó que las personas también deben cambiar su comportamiento, particularmente en los países ricos donde el consumo per cápita es más alto (aunque algunos de esos países estén en la cúspide de la contracción de la población). Además de tener menos hijos, las acciones que se considera que ofrecen los mayores beneficios son renunciar a la carne y los automóviles. Becker y Lam también son genio y figura en este aspecto: Lam tiene un automóvil y come carne; Becker comparte un automóvil con su esposa y es vegetariano; y ninguno ha agregado más de un niño al planeta.

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