Las guerras del kiwi: la fruta dorada que alimenta una disputa entre Nueva Zelanda y China
Los kiwis dorados de Zespri, desarrollados en Nueva Zelanda, han ilustrado la dificultad de hacer cumplir los derechos de propiedad intelectual en China. Foto: Michael Williams / Alamy

Esta es la historia de una superpotencia mundial, una operación de contrabando, la pestilencia y una pequeña fruta peluda.

Presente en los estantes de los supermercados y en las loncheras, el humilde kiwi es la exportación agrícola más valiosa de Nueva Zelanda. Sin embargo, las recientes batallas por el control de la fruta han arrojado luz sobre las tensiones en la relación de Nueva Zelanda con China.

A mediados de la década de 2010, un productor de kiwi tomó el lucrativo secreto de una cepa dorada de Nueva Zelanda y la llevó de contrabando a China. Desde entonces han surgido miles de hectáreas de huertos ilícitos, y Nueva Zelanda ha pasado años luchando para proteger su propiedad intelectual. Ahora, las duras opciones que enfrentan los productores del país también revelan desafíos más amplios para la relación del país con su mayor socio comercial.

El santo grial de los kiwis

Los kiwis son un gran negocio para Nueva Zelanda. Zespri, la cooperativa gigante de kiwis del país, tuvo ingresos operativos de más de 2.5 millones de dólares el año pasado. Quizás el más valioso de todos es la Sungold, una nueva variedad de kiwi dorado que ayudó a salvar a la industria local de una catástrofe. Para 2010, los huertos de kiwis del país habían sido destruidos por una enfermedad llamada PSA. Las enredaderas rezumaban un líquido rojo, las flores se pudrieron y el fruto se colapsó. Fue una pesadilla hortícola y económica que costó alrededor de 624 millones de dólares, y las variedades doradas recientemente populares resultaron entre las más afectadas.

Zespri se unió a otros financiadores e invirtió millones de dólares en la búsqueda de una alternativa. Redujo 50,000 variedades a una lista corta de 40, de las cuales cuatro llegaron a ensayos en huertos. De esas pruebas surgió Gold3, la cepa que ahora llega a los estantes de los supermercados como Sungold.

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Sus atributos representaron un santo grial de las propiedades del kiwi: robusto y atractivo en el estante, dulce con un sabor agradable, rico en vitamina C, barato y abundante en su cultivo. Y, fundamentalmente, es resistente al chancro de la vid que diezmó la industria en Nueva Zelanda e Italia. Sungold era la gallina de los huevos de oro de Zespri, y la empresa se movió rápidamente para registrar la propiedad exclusiva de la misma en países de todo el mundo. El oro de Sungold superó al verde en las exportaciones de kiwi, y la industria del kiwi de Nueva Zelanda se reconstruyó en parte sobre la espalda del Sungold.

Podría haber sido un final dorado para años de lucha de Zespri. Pero en 2016, un rumor desagradable llegó a la sede: se habían visto a Sungolds creciendo en China. La empresa contrató a investigadores privados y descubrió que los rumores eran ciertos.

Una investigación rastreó la fuente hasta Haoyu Gao, un hombre emprendedor que había comprado un huerto de kiwis en Opotiki, una pequeña ciudad en la Bahía de Plenty de Nueva Zelanda. Según documentos judiciales, pasó de contrabando un precioso cargamento de brotes a Sichuan, donde vendía brotes femeninos por un lote de 60,000 dólares neozelandeses (unos 42 mil dólares). Al final, sin embargo, su apuesta no valió la pena. Él negó haber actuado mal, pero el tribunal superior de Nueva Zelanda falló en su contra y le ordenó pagar 10 millones de dólares en daños.

Zespri ganó la batalla judicial, pero perdió la guerra para controlar la propagación de Gold3 a través de China. Sus intentos de emprender acciones legales posteriores han fracasado sin un fuerte apoyo del gobierno en Beijing, y mientras tanto, las vides Gold3 se han extendido. En un informe reciente a los productores, Zespri reportó que el área de cultivo ilícito se había duplicado entre 2019 y 2021 a más de 5,200 hectáreas.

“Por la trayectoria que vemos, está claro que el Gold3 no autorizado se está afianzando rápidamente en China”, dice el informe, y el país está en camino de producir entre 30 y 90 millones de bandejas de fruta Gold3 al año. En la parte baja de esas estimaciones, se produciría tanto como las exportaciones de Nueva Zelanda a China, que se situaron en 30 millones de bandejas la temporada pasada.

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Una propuesta audaz

Es una cierta ironía que Nueva Zelanda tenga cepas de kiwi cooptadas en China. Después de todo, la fruta era originalmente china y llegó a Nueva Zelanda en 1904. Prosperó en el clima local y el país comenzó a exportarla en la década de 1950. En un momento de genio del marketing, los exportadores acuñaron el término “kiwi” en honor al pájaro icónico de Nueva Zelanda, con quien comparte un parecido exterior marrón difuso. A ojos de Europa y Estados Unidos, la fruta se convirtió gradualmente en sinónimo de Nueva Zelanda.

En aquel entonces, China tenía pocos recursos contra la comercialización masiva de una fruta de origen local utilizada como motivo de otra nación. Hoy, sin embargo, es Nueva Zelanda la que se encuentra en una posición difícil y Zespri ha propuesto un trato audaz a los productores: si no puedes vencerlos, únete a ellos, o al menos cómpralos. En lugar de perseguir huertos ilegales, proponen una prueba de un año de compra y comercialización de kiwis falsificados cultivados en China con la marca Zespri.

La pregunta llegará a un punto crítico la semana que viene, cuando los productores voten sobre si seguir una estrategia de confrontación o cooperación con la nueva generación de productores chinos.

La propuesta de Zespri “sugeriría que tal vez cerraron el establo después de que el caballo se escapó”, dijo Jason Young, profesor asociado de la Universidad Victoria y director del Centro de Investigación de China Contemporánea de Nueva Zelanda. “La pregunta de Zespri es realmente ¿qué sucede si pierde el control de su propiedad intelectual en el mercado chino?“.

Pragmatismo o principio

El conflicto por la fruta también pone de relieve enfoques contrapuestos de pragmatismo y principios, en un momento en el que Nueva Zelanda ha sido acusada de actuar con ligereza para evitar ofender a Beijing. También muestra la dificultad que enfrenta un pequeño actor geopolítico al enfrentarse a un Goliat, y la falta de influencia de Nueva Zelanda con su mayor socio comercial.

La palabra ‘pequeños’ enfatiza demasiado lo grandes que somos”, dice Andrew Gillespie, profesor de derecho internacional. “Somos un punto”.

Empujar el asunto con fuerza podría enfurecer a Beijing, asegura: “Es como con todos los casos judiciales. Puedes ganar en teoría, pero a menudo, el precio de ganar es mayor de lo que puedes lograr... Podrían encontrarse en medio de una tormenta muy grande y las consecuencias finales serían mucho mayores que este único problema de propiedad intelectual”.

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Esa tormenta es un riesgo del que el gobierno y la industria de Nueva Zelanda son muy conscientes. La ministra de Relaciones Exteriores, Nanaia Mahuta, usó la misma palabra cuando advirtió a los exportadores de su vulnerabilidad si Nueva Zelanda provocara la ira de Beijing.

Esta es realmente una prueba para la relación“, asegura el Dr. Hongzhi Gao, profesor asociado de la escuela de negocios internacional de la Universidad de Victoria con experiencia en el gobierno provincial de China. “También hay una oportunidad aquí, para que el gobierno de Nueva Zelanda presente un caso muy claro al gobierno central chino“.

Para China, “es una cuestión de voluntad política más que cualquier otra cosa”, declara Young. El gobierno central tiene “un enorme énfasis político en el desarrollo, en particular el desarrollo rural, y en abordar los problemas de pobreza en China”. Eso puede significar que Beijing está menos inclinado a tomar medidas enérgicas contra los agricultores rurales que han adoptado una nueva cepa de kiwi, productiva y popular.

Zespri ha utilizado esta hipótesis para argumentar en contra de más medidas de confrontación, pero los expertos dicen que la misma dinámica podría funcionar en su contra si adoptara un enfoque más suave y luego tratara de hacer cumplir los acuerdos de licencia en el futuro.

La compañía declinó una entrevista, pero dijo en un comunicado que “buscar una solución comercial y posiblemente una alineación con la industria china, nos da la mejor oportunidad de un resultado exitoso“. Dicha solución “también debería funcionar para que ambas partes tengan éxito”, aseveró.

“Es muy ingenuo”, asevera Gao. “Está confiando en las autoridades locales para proteger sus intereses. Y si no lo hacen, ¿qué puede hacer uno?“.

Está claro que el cultivo de Sungold en China está sucediendo con el permiso tácito de los gobiernos locales, dice: “Un cultivo a gran escala… no es algo individual“.

Beijing puede sentir cierta presión para proteger su imagen global, pero es mucho menos probable que los funcionarios de los gobiernos estatales y locales se dejen llevar por las obligaciones internacionales o la reputación de China, afirma. “A los funcionarios del gobierno local no les importa”, dice. “No les importa un acuerdo de libre comercio entre Nueva Zelanda y China. Tiene muy poca influencia para que las autoridades locales estén de su lado, porque no están de su lado. Están del lado de los productores locales”.

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