‘En un alboroto’: mujeres africanas luchan para poner fin a la mutilación genital femenina
La activista somalí de MGF Ifrah Ahmed en Dublín. Después de huir de la guerra en su tierra natal, se convirtió en pieza clave para que la mutilación genital femenina fuera prohibida en Irlanda. Foto: Niall Carson / PA

Cuando el teléfono empezó a sonar con llamadas de madres preocupadas en Somalia, Ifrah Ahmed supo que lo que hacía tenía impacto. Las mujeres le decían que sus hijas llevaban horas sangrando después de que les practicaron la mutilación genital femenina (MGF)y preguntaban qué hacer. Ahmed le dijo que buscaran atención médica y probablemente salvó muchas vidas al hacer eso.

Las madres llamaban porque escucharon la historia de una niña de 10 años que murió desangrada después de que la cortaron en el estado de Galmudug en julio de 2018. Se trataba de la primera muerte confirmada en años en un país en el que las complicaciones que surgen de la MGF generalmente se niegan y esta vez llamó la atención del mundo entero. Dio a conocer esta muerte una activista local que entrenó la fundación Ahmed para usar los medios para hacer publicidad a su labor.

A Ahmed la cortaron cuando era pequeña y a tres años de la muerte de la niña, ella, y otras activistas, creen que este acercamiento a las bases es vital para ayudar a dar fin a una práctica que provoca un inmenso daño emocional y físico, y que con frecuencia mata a las víctimas.

Los activistas de las bases juegan un gran papel para realizar labores de cabildeo con el gobierno, hablando por los niños y creando conciencia de los riesgos de la MGF dentro de la comunidad”, dijo Ahmed, quein aconseja al primer ministro somalí sobre los asuntos de género. Si no fuera por la activista local que entrenamos y que estaba ubicada en esa zona, no nos habríamos enterado de la realidad de la muerte de la niña… No quiero que otras niñas mueran desangradas”.

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El Coronavirus ha puesto a millones de niñas en riesgo de la MGF ya que las familias retomaron la práctica durante el confinamiento. También ha resurgido en países como Camerún, en donde ya se había abandonado la práctica. El procedimiento se realiza por una serie de razones. En algunas comunidades es un prerrequisito de matrimonio. También lo justifican la cultura y la religión.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableció la fecha de 2030 para acabar con esta práctica. Mireille Tushiminina, directora del programa del la ONU dedicado a eliminar la MGF tiene frente a ella una gran labor y reconoce el papel que desempeñan las activistas de base. “Para enfrentar la MGF necesitamos un enfoque holístico e intervenciones a diferentes niveles: globales, nacionales y regionales”, señaló. “La MGF es una norma social y cualquier intervención necesita de un contexto específico”. Citó como ejemplo la capacidad de los activistas de hablar el idioma local.

Ahmed empezó la Fundación Ifrah, dirigida a terminar con la MGF en el cuerno de África, cuando dejó Somalia para establecerse en Irlanda. Ella ha visto el impacto de la pandemia en la MGF en Somalia, en donde 98% de las mujeres han padecido esta práctica, el nivel más alto de cualquier otra parte del mundo.

Cuando las escuelas cerraron durante el Covid, los cortadores iban a las casas a convencer a las madres de que cortaran a sus hijas. Para responder a esto, la fundación Ahmed entrenó a 80 mujeres en campamentos de personas desplazadas y distribuyó radios para que recibieran las emisiones de mensajes en contra de la MGF. Durante los últimos cinco años, su fundación ha capacitado a más de 5 mil estudiantes universitarias, miembros del parlamento, grupos comunitarios y líderes religiosos para hablar en contra de la práctica, para derribar mitos en torno a la idea de que la MGF es un requisito de las leyes islámicas.

Muchos activistas usan sus historias personales de MGF para su labor y comparten testimonios que les permiten un trabajo más poderoso y de mayor impacto.

En Sierra Leona, Lucy-Ann Ganda, directora de recursos humanos y administración de la Sierra Leone Broadcasting Corporation, entrena periodistas sobre cómo hacer reportajes de la MGF y financia su trabajo por medio de la Global Media Campaign to End FMG, que surgió de una campaña en contra de la MGF que inició The Guardian. Tiene una red de cerca de 60 periodistas en todo el país.

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Cuando Ganda trabajaba como reportera en 2006, la MGF era un tema tabú del que no se hablaba públicamente en Sierra Leona. Ahora el panorama de los medios está cambiando. “Hemos debilitado el silencio”, confesó. “Ahora la gente habla. Los medios son poderosos uno quiere escuchar y uno empieza a entender y a ver que la MGF no es buena”.

Su equipo de periodistas crea programas con médicos que utilizan diagramas y ayuda visual para demostrar a la gente el daño que se causa con el corte. Las sobrevivientes de la práctica también hablan en televisión de sus experiencias y de sus problemas de salud producto de la MGF.

“Hemos tenido éxito para hacer saber a Sierra Leona que esta práctica no es buena porque tiene implicaciones de salud, tiene implicaciones sociales, y tiene implicaciones económicas. Estamos sacando la realidad a la luz”, recalcó Ganda.

Entre 2007 y 2019, la prevalencia de la MGF en Sierra Leona, el porcentaje de las mujeres y niñas que han sufrido esta práctica cayó de 98% a 86%, dijo. Agregó que la siguiente generación, más informada, está empezando a rebelarse en contra de los padres que dicen que deben cortarse. “Se trata de un asunto muy serio y es por eso que armamos todo el alboroto para que la gente se entere, para que no caigan en la misma trampa que sus mayores”.

Hay mucho camino por recorrer. “Nos levantamos en contra de un enorme y amplio mandato con los objetivos de desarrollo sostenible totalmente fuera de lugar y no tenemos fondos”, argumentó Tushiminina. “Por el momento, tenemos más de 200 millones de niñas, y mujeres, que han sufrido la MGF. Estamos tratando de evitar que otros 68 millones no la sufran.

El Covid le ha dado la oportunidad a algunos perpetradores de regresar y retomar la práctica”, advirtió. “Desafortunadamente, la realidad es que la violencia de género está aumentando en muchos países”.

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