‘No puedo renunciar a mi pierna’: Los manifestantes de Gaza que se resisten a la amputación
El médico Mohammed Qumboz con Mohammed al-Mughari en el hospital de Nasser en Gaza. Foto: Stefanie Glinski

Sentado en una cama de hospital, con fijadores externos atornillados en su pierna derecha, Mohammed al-Mughari siente dolor y toma medicamentos desde que le dispararon en la pierna hace más de tres años.

Vive con una infección ósea crónica causada por una bacteria que ahora es resistente a la mayoría de los antibióticos. Los médicos, incluso de Jordania y Egipto, donde buscó tratamientos anteriormente, le han recomendado que la amputación podría terminar con su prolongado sufrimiento, pero él se ha negado rotundamente.

“Estoy decido a salvar mi pierna”, dice, a pesar de saber que las infecciones recurrentes pueden resultar en una sepsis mortal. El cocinero, de 31 años, no ha podido trabajar desde que fue herido y apenas puede dormir debido a los dolores neurálgicos y óseos que ningún medicamento puede aliviar, aunado a los fijadores unidos a su pierna.

Los médicos del hospital Nasser, donde Mughari está recibiendo tratamiento, comentan que se han encontrado con docenas de casos en los que los pacientes se resisten a la amputación.

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El médico Mohammed Qumboz que trabaja en Nasser, una clínica al sur de la Franja de Gaza patrocinada por Médicos Sin Fronteras (MSF), comenta: “Para muchos, la amputación es el último recurso y es considerado como una forma de fracaso, aunque podría mejorar de forma considerable la calidad de vida de los hombres”.

Mughari fue alcanzado por una bala en abril de 2018 mientras participaba en las protestas fronterizas de Gaza, conocidas como la Gran Marcha del Retorno. Durante las protestas semanales, los manifestantes pidieron el fin del bloqueo impuesto en 2007 a Gaza y el regreso de más de 1 millón de personas desplazadas de lo que ahora es territorio israelí. Hamás, el grupo que gobierna Gaza, no estaba involucrado al principio, pero posteriormente respaldaron las protestas con la participación de algunos de sus integrantes.

Cuando los manifestantes se acercaron a la frontera, Israel utilizó gas lacrimógeno y munición real.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), más de 36 mil personas resultaron heridas durante los 18 meses de protestas, 22% de ellos por munición real. Se registraron más de 7 mil heridas en las extremidades, lo que resultó en 156 amputaciones.

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Con los limitados servicios de salud disponibles en Gaza, las heridas complejas se remitieron a hospitales en Cisjordania e Israel, pero no siempre se otorgaron permisos de salida. De 604 solicitudes, el 17% fueron aprobadas y el 28% rechazadas, mientras que el resto no recibió una respuesta a tiempo para sus citas médicas, documentó la ONU.

Según MSF, la necesidad de tratamientos especializados para atender las heridas de gravedad y complejidad de los protestantes excede enormemente la capacidad de las autoridades locales y de las pocas organizaciones que trabajan en Gaza.

Los médicos dicen que incluso ahora las amputaciones pueden ser de ayuda para los pacientes. “He trabajado con pacientes de Gran Marcha del Retorno desde el principio”, dice Qumboz, quien ha visto al menos 50 pacientes en una situación similar a la Mughari.

“Aquellos que todavía están recibiendo tratamiento hoy son los que más sufren: cuanto más largo sea su viaje de recuperación, más probabilidades habrá de que se infecten”, dice.

Un reporte de MSF encontró que las infecciones ahora son resistentes a muchos de los antibióticos comunes que se usan para tratarlas, lo que ocurre porque los antibióticos se han usado en exceso en las últimas décadas.

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Mientras muchos de los pacientes desarrollan infecciones resistentes a los antibióticos, otros se vuelven adictos a los calmantes que toman regularmente.

Mahmoud al-Haq, de 35 años y padre de seis hijos, dice que se ha acostumbrado a tomar medicamentos de forma regular para intentar calmar las sensaciones de fuertes punzadas y ardor causadas por lesiones nerviosas.

El mes pasado, después de más de tres años en el lugar, el fijador externo que estabilizaba su hueso fue removido de su pierna izquierda. Pero pronto se volvió a infectar. Descansa en su cama de hospital, esperando y rezando para que los fuertes antibióticos eviten una reacción de sepsis potencialmente mortal.

“Recuerdo haber visto la bala volar”, dice, rememorando la protesta en la que participó en 2018. “Me llevaron en una ambulancia junto con otros 17 heridos. Fui alcanzado por una bala de mariposa que se expandió con el impacto”.

Las heridas de Haq son permanentes. Después de más de 30 cirugías y cuatro diferentes tipos de fijadores, los médicos tuvieron que retirar partes de su hueso infectado, dejando su pierna izquierda 4 cm más corta. Le dijeron que no podría volver a utilizar su pierna. Durante los últimos años, esto le ha hecho imposible trabajar y pasa la mayor parte del tiempo en casa quejándose por el dolor.

Me han dicho dos veces que considere la amputación”, dice Haq. Pero no la considerará. No hasta que las infecciones regulares dejen de responder a los medicamentos. “Incluso si tengo dolor, no puedo renuncia a mi pierna”.

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