Estos adultos se mudaron de nuevo con sus padres durante la pandemia, ¿se arrepintieron?
En julio de 2020, una encuesta de Pew calculó que más de la mitad de los estadounidenses de entre 18 y 29 años vivían con uno o ambos padres. Foto: Maskot/Getty Images

Cuando David y Linda Ellis enviaron a su hija Juliette, la más joven de sus tres hijos, a la universidad en 2019, pensaron que se habían convertido en personas con el nido vacío para siempre. En poco tiempo, la pareja se mudó de su casa familiar en Raleigh, Carolina del Norte, a un departamento de tres habitaciones mucho más práctico en las cercanías. Los Ellis no sabían que, en menos de un año, dos de sus tres hijos adultos volverían a reunirse con ellos bajo el mismo techo.

Después de que su escuela y su trabajo pasaran a ser remotos en marzo de 2020, Juliette Ellis y su hermano mediano Gregory volaron desde sus respectivos puestos en Vancouver y Brooklyn para esperar a que pasara la incertidumbre del Covid-19 con mamá y papá. El hijo mayor de los Ellis, Justin, se quedó a una corta distancia en carro en la cercana Chapel Hill.

Fue una maravilla pasar este tiempo con nuestros hijos adultos“, dice David, que recuerda la experiencia como uno de los “rayos de esperanza” de una época que por otra parte fue difícil.

A lo largo de la pandemia, decenas de jóvenes adultos regresaron al hogar de sus padres. Esa tendencia resultó particularmente pronunciada en el primer semestre del año pasado, cuando los Ellis se encontraban entre los casi 3.5 millones de adultos jóvenes que se mudaron con sus padres. En julio de 2020, una encuesta de Pew calculó que el 52% de los estadounidenses de entre 18 y 29 años vivían con uno o ambos padres, el mayor grupo en hacerlo desde la Gran Depresión.

Algunos, como Gregory y Juliette, vieron su hogar familiar como un entorno más estable en el cual sortear la tormenta de lo desconocido. Otros aprovecharon la oportunidad de las órdenes de trabajar desde casa para dejar sus pequeños (y costosos) departamentos urbanos. Otros, en cambio, fueron víctimas de la pronta recesión económica de la pandemia, que se cobró el empleo de muchos trabajadores jóvenes.

En aquel momento, creció la especulación de que la tendencia podría tener un efecto dominó generacional: que, tal vez, los estadounidenses estaban redefiniendo las ideas de “familia” y “hogar” para aceptar una cronología más gentil y fluida sobre el momento en que los jóvenes adultos deberían emprender el camino por su cuenta. “Tal vez la pandemia es una ocasión, no deseada, sin duda, para reevaluar un acuerdo de vida que con frecuencia es difamado”, escribió Joe Pinsker en The Atlantic el pasado mes de julio.

Pero a medida que el mundo se reabría y los jóvenes adultos eran capaces, una vez más, de reunir algo parecido a una existencia social normal, muchos se mudaron de sus hogares de la infancia por segunda vez. Otros tienen planes inminentes de hacerlo, citando el deseo de regresar a la vida “normal” que se ha arraigado en tantos jóvenes estadounidenses.

Y a algunos les resultó molesto vivir y trabajar cerca de otros muchos adultos, incluso aunque esos adultos fueran sus padres.

Iva Balderacchi, de 24 años, se graduó de la universidad en 2019 y recién comenzaba su vida profesional como arquitecta en la ciudad de Nueva York cuando se desató la pandemia. En lugar de seguir gastando en su exorbitante departamento neoyorquino, Balderacchi decidió mudarse de nuevo a la casa de sus padres en la cercana Tenafly, Nueva Jersey, donde podía trabajar a distancia y vivir sin pagar renta. Aunque está agradecida de poder pasar ese tiempo a solas con sus padres, admite que no pasó mucho tiempo antes de que todo el mundo comenzara a irritarse mutuamente.

“Era frustrante cuando todo el mundo se encontraba en alguna reunión”, dice Balderacchi sobre el intento de hacer malabares con los horarios de sus padres, que también estaban trabajando desde casa. “Y nos volvíamos locos por cosas tontas, como quién dejó el café afuera todo el día“.

Como necesitaban pasar un tiempo afuera, Balderacchi y su novio decidieron rentar un Airbnb en Florida desde enero hasta marzo de este año antes de regresar a su casa en Tenafly. Este mes, ella volvió a mudarse a Manhattan. “Fue agradable estar con mi familia, pero vivir en casa no es algo que quiera volver a hacer“, dice riendo.

Al igual que Balderacchi, Shannon Slater, de 27 años, consideró la pandemia como una oportunidad para ahorrarse la renta de la ciudad de Nueva York. Slater, gerente de operaciones comerciales de una empresa de transmisión de medios de comunicación, había estado pensando en mudarse de Williamsburg, Brooklyn, a la Costa Oeste cuando el Covid-19 detuvo sus planes. Se dio cuenta de que si transfería el contrato de arrendamiento de su departamento a un amigo, tendría una cosa menos de la cual preocuparse mientras planeaba su mudanza al otro lado del país. Y así, el pasado mes de diciembre, regresó al hogar en el que creció en el condado de Westchester, Nueva York.

Pude comprar un coche con el dinero que ahorré al no pagar la renta de la ciudad de Nueva York”, dice Slater.

Aunque la transición de vivir en la habitación de su infancia fue un poco impactante al principio, Slater no tardó en adoptar una cómoda rutina con sus padres. El trío disfrutaba de una hora de cóctel por la tarde y veía RuPaul’s Drag Race todos los viernes. La experiencia generó un nuevo tipo de relación con sus padres, una relación más igualitaria en comparación con la dinámica padres-hija en la que fue educada. Mientras se prepara para mudarse a Los Ángeles a finales de este mes, se siente un poco nostálgica sobre lo que deja atrás.

Extrañaré reírme con ellos“, admite Slater. “Extrañaré caminar por el pasillo para pedirles consejo. Extrañaré las cosas que hicimos juntos”.

Constance Falk, de 29 años, tuvo un periodo de pandemia igualmente positivo al vivir con sus padres en Kinston, Carolina del Norte, a pesar de la vergüenza inicial por las circunstancias. En marzo de 2020, Falk perdió su trabajo como ejecutiva de mercadotecnia en Chicago, la única persona de su grupo de amigos que fue despedida a causa de la pandemia. “Me sentí avergonzada“, admite.

Pero mientras planeaba el camino de vuelta a su vida en Chicago, Falk aprendió a adoptar nuevas funciones en la casa: ayudar a su madre en el jardín, construir una nueva parrilla para las comidas familiares e incluso solucionar los problemas de plomería de la casa. Aunque regresó a Chicago a principios de 2021, Falk atesora estos momentos inesperados que compartió con su familia.

“Pude aprender aspectos de mis padres que me permitieron desarrollar aún más mi relación con mi mamá y mi papá”, cuenta Falk. “Conocer mejor a mi familia fue increíble“.

Todos los veinteañeros entrevistados para este artículo compartieron el sentimiento final de Falk. Todos parecían darse cuenta de que la evolución de la forma en que veían a sus padres probablemente no hubiera ocurrido si no se hubieran mudado de nuevo a casa durante la pandemia.

Con frecuencia, y sobre todo durante nuestra infancia y primeros años de vida adulta, muchos de nosotros vemos a nuestras madres y padres como una entidad: los padres. Pero aquellos que se mudaron a casa en el transcurso de los últimos 19 meses pudieron reevaluar la forma en que veían a sus padres y redefinir esas relaciones desde una perspectiva nueva y adulta, una que es más de persona a persona que de padres a hijo. Resulta sorprendente que, debido al Covid-19, una microgeneración de adultos estadounidenses alcanzó por casualidad este hito formativo al mismo tiempo.

Sin embargo, parece que la mayoría de ellos están regresando a la normalidad compartida de salir al mundo y experimentar la vida como jóvenes adultos en Estados Unidos.

Al final, incluso los hijos de Ellis volvieron a dejar el nido. Juliette regresó a Vancouver durante el invierno. Y, tras rentar un departamento diferente en el mismo edificio que sus padres durante varios meses, Gregory regresó a Brooklyn en agosto.

Mudarme a casa “me ofreció una experiencia hermosa y sana, a pesar de todas las cosas malas que están sucediendo en el mundo”, dice Gregory. Fue un capítulo significativo, “Y uno que no espero volver a tener.

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