Una mujer asesinada cada mes. Y Grecia aún no reconoce feminicidio
Los datos muestran que los índices de enjuiciamiento y condena por violencia doméstica son constantemente bajos, a pesar de que aumentan los casos denunciados. Foto compuesta: Guardian/EPA

Cuando una mujer denunció en julio un caso de violencia doméstica en su edificio en el suburbio ateniense de Dafni, la policía tardó 25 minutos en llegar. Todos los vecinos pudieron escuchar cómo el esposo de Anisa la violentaba, pero los policías no se molestaron en salir de la patrulla. “Simplemente bajaron las ventanas del carro y se fueron”, escribió enojada la vecina de Anisa en Facebook esa noche. “Sin estrés, chicos. A la televisión solo le importan los cadáveres. Así que cuando la mate, le diré a un canal de televisión que los llame“.

En menos de tres semanas, Anisa estaba muerta, asesinada por su esposo. No se puede dar el nombre completo de ninguno de los dos, ya que el caso aún no ha llegado a juicio. En una declaración a la policía, el agresor describió cómo lo dominaron los celos después de que Anisa supuestamente lo engañó. “Agarré el cuchillo con mi mano derecha y entré a su cuarto. Ella estaba durmiendo, me abalancé sobre ella y la apuñalé con el cuchillo en el cuello”, dijo. Más tarde se retractó de haber dicho que Anisa estaba dormida cuando la mató.

“Finalmente la mató. Eso es todo lo que tengo que decir”, escribió su vecino en Facebook tras el asesinato. En ese momento, el asesinato de Anisa era el sexto feminicidio en Grecia este año. Desde entonces, al menos otras seis mujeres fueron asesinadas en todo el país por sus parejas o exparejas.

Los grupos feministas calculan que al menos una mujer en Grecia muere a manos de un hombre cada mes, con frecuencia su pareja o expareja. De las 11 víctimas de feminicidio en lo que va de este año, dos intentaron denunciar a su agresor por violencia doméstica antes de que fueran asesinadas, pero ninguno de los hombres recibió cargos ni condenas. Una tercera mujer en la ciudad costera de Volos se encontraba en proceso de obtener una orden de restricción cuando fue apuñalada hasta la muerte por su exesposo.

La avalancha de feminicidios ocurridos este año ha sacado a la luz las deficiencias de la policía a la hora de combatir la violencia contra las mujeres, incluyendo las acusaciones de las familias de las víctimas de que las declaraciones de los oficiales sirvieron de guía para los posibles agresores sobre cómo matar con impunidad.

Abogados y activistas también señalan que hay cláusulas del código penal griego que, dicen, posibilitan una cultura de impunidad en torno a la violencia contra las mujeres. Estas cláusulas permiten reducir las penas de los acusados de homicidio si fueron “provocados” o si cometieron el delito en un momento de ira, lo que suele denominarse “crimen pasional”, o si el acusado demostró un buen comportamiento antes del incidente y se mostró culpable después del mismo. Señalan que añadir el feminicidio como móvil al código penal actuaría como un contrapeso fundamental, negando a los perpetradores la oportunidad de presentarse ante el tribunal como hombres inocentes repentinamente superados por la emoción que justifica el asesinato.

Ioanna Panagopoulou, una abogada que representa a las familias de varias víctimas de feminicidio, comenta: “En toda mi carrera nadie ha asumido plena responsabilidad, confesando que planearon el asesinato tal y como ocurrió. Intentan poner excusas y alegar que fue un crimen pasional o cualquier otra cosa para conseguir una sentencia menor”.

Panagopoulou tiene una presencia contundente. Hojea un diccionario jurídico, con una pared cubierta de imágenes religiosas a sus espaldas, mientras describe la amplitud con la que los tribunales pueden interpretar las cláusulas del código penal que permiten reducir las penas por feminicidio. “Si la persona coopera después con la policía, eso se considera como buen comportamiento”, explica, y añade que recibe llamadas sobre violencia doméstica todos los días. “La mayoría de los días recibo dos o tres”, dice, extendiendo las manos para mostrar el alcance del problema.

Las familias de las víctimas alegan que la falta de rigor en las penas por feminicidio constituye solo una de las muchas formas en que el Estado griego le falla a las mujeres, entre ellas la de ignorarlas cuando denuncian la violencia doméstica. Los activistas señalan que esto puede tener consecuencias fatales, ya que la falta de acción por parte de la policía envalentona a los agresores y puede desembocar en un feminicidio. Los datos de la policía helénica, la fuerza nacional, muestran un aumento progresivo de las denuncias de violencia doméstica en la última década.

“Existe una cultura de violencia hacia las mujeres”, comenta Anna Razou, médica forense en un hospital de Atenas que evalúa a las supervivientes de violencia doméstica. Razou señala que también ha observado un aumento en las denuncias, incluyendo un pico inusual este año durante el mes de vacaciones anual de Grecia, agosto, que normalmente es un período tranquilo. Considera que esto es una señal de que las mujeres griegas cada vez se sienten más obligadas a denunciar la violencia a raíz del movimiento #MeToo en Grecia, que comenzó a principios de este año.

“Todo el mundo habla de lo importante que es detener la violencia, pero no podemos hacerlo simplemente diciendo que es malo. Necesitamos leyes, y ser rigurosos”, dice Razou. Dice que pocas mujeres a las que conoce presentan cargos contra su agresor, y aquellas que lo hacen suelen retractarse, influenciadas por una cultura que les enseña a las mujeres que se puede excusar la violencia machista, así como por una ley recientemente aprobada que puede obligar a las mujeres a compartir la custodia de sus hijos con sus agresores.

Los datos del Ministerio de Justicia griego muestran índices constantemente bajos de procesamientos y condenas en virtud de una ley de 2006 que penaliza la violencia doméstica

Un promedio de solo 3 mil 566 hombres al año han sido procesados por violencia doméstica desde 2016. Los índices de condena también son bajos: en promedio, solo el 23% de los hombres procesados fueron condenados, y la gran mayoría recibió penas suspendidas.

También disminuyó el porcentaje de hombres que cumplen penas de prisión tras ser condenados por violencia doméstica, pasando de un máximo del 16.4% en 2016 a un mínimo del 6% en 2019, incluso cuando las condenas por violencia doméstica alcanzaron un máximo de cinco años. Este entorno, dicen los activistas, es el que desalienta a las mujeres a denunciar la violencia doméstica.

Los familiares de Anisa creen que esa noche a mediados de julio fue el punto de quiebre. Señalan que la falta de intervención policial permitió que el perpetrador creyera que podía matar con impunidad. Los dos policías que no salieron de su vehículo para investigar fueron suspendidos.

“El asesinato fue planeado. Sabía exactamente lo que estaba haciendo”, dice Christina, la prima de Anisa, quien quiso mantener su apellido confidencial. Christina, una elegante joven de 22 años, intenta contener su ira, cruzando sus manos delicadamente cuidadas mientras habla. “Después se lavó las manos y se limpió. Fue muy minucioso. Y luego fue a la policía. Hizo exactamente lo que dijo Balaskas”, comenta, refiriéndose a un alto cargo del sindicato policial griego.

Stavros Balaskas se convirtió en noticia tras el asesinato de la británica Caroline Crouch a manos de su esposo, Charalambos “Babis” Anagnostopoulos, en junio. Anagnostopoulos confesó tras un mes de persecución, después de culpar inicialmente a una banda de ladrones por el asesinato, y fue detenido en el funeral de Crouch. El incidente acaparó la atención de los medios de comunicación griegos, hasta el punto en que la mayoría de la gente se refiere a Crouch solo por su nombre de pila, un sinónimo de violencia contra las mujeres.

Durante más de cinco semanas, Anagnostopoulos, instructor de vuelo, sostuvo que el crimen fue el resultado de un robo, en el que él y Crouch fueron atados y amordazados, hasta que admitió que inventó la historia para ocultar el asesinato.

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Caroline Crouch, de 20 años, cuyo esposo confesó su asesinato. Fotografía: REX / Shutterstock

En una entrevista televisiva realizada ese mismo mes, Balaskas afirmó que si Anagnostopoulos hubiera confesado inmediatamente, podría haber recibido una sentencia reducida. “Fue un suceso desafortunado, cometido por la ira, y él perdió la cabeza y se volvió loco. Si solo hubiera llamado a la policía, le habrían dado cuatro años de cárcel”, dijo. “Si en el momento en que este hombre mató a Caroline, hubiera llamado [a la policía] y hubiera dicho: ‘Tuve una pelea con mi esposa y la maté’, habría recibido un castigo diferente”.

En varios feminicidios que ocurrieron después de la declaración de Balaskas, los perpetradores informaron inmediatamente a la policía lo que habían hecho. Las familias de las víctimas creen que sus declaraciones envalentonaron a los posibles perpetradores, propiciando la idea de que los acusados pueden persuadir a los tribunales mostrando un comportamiento que coincida con las cláusulas del código penal. “No aconsejen a los futuros asesinos ni les faciliten la vida”, dice Christina.

Balaskas afirmó que la cita estaba fuera de contexto, y se desentendió de cualquier sugerencia de que, involuntariamente o no, su declaración sirviera de guía para los hombres violentos.

“Tengo fama de ser un tipo duro”, dijo. “Tengo reputación por esto. Algunas personas quieren usar esto en mi contra, pero la gente que me conoce lo entiende”. Dijo que para combatir el aumento de la violencia doméstica en Grecia era necesario que las mujeres hablaran.

Otras familias de las víctimas señalan que las declaraciones de Balaskas personifican una cultura machista en la policía helénica que no suele tomar en serio la violencia doméstica, produciendo lagunas en la actuación policial que posibilitan los feminicidios. “No existe la opción de hablar, por esa razón las mujeres no hablan. Nuestra sociedad es patriarcal”, dice Sofia Karasachinidou, que, junto con su hermana, Maria, guarda luto por su madre, que falleció por un disparo perpetrado por su padre a principios de este año.

Ambas mujeres cuentan que su padre aterrorizaba a su familia desde que eran pequeñas, pero que sus brutales ataques contra su madre aumentaron después de su divorcio en 2017, e incluso, en ocasiones, ocurrían en público.

Las hermanas calculan que su madre denunció a su padre a la policía al menos ocho veces después del divorcio, incluyendo una vez en 2018 cuando su padre presentó una contrademanda que llevó a la pareja a pasar la noche en la misma celda. La policía, señalan, se limitó entonces a aconsejar a su madre que evitara a su padre, en su suburbio ateniense en Agia Varvara, pero no ofreció ninguna otra solución.

En junio, su padre le disparó a su madre en el hombro y la cabeza, hiriéndola fatalmente. Cuando Sofía llegó al cordón policial que rodeaba la escena del crimen, le costó convencer a los oficiales de que su padre era el responsable. “Le dije a la policía: ‘Mi madre llamó tantas veces. ¿Cómo pudieron dejar que esto ocurriera?'”, dice Sofía. “No hacen nada contra la violencia doméstica. No les importa”.

Su padre se entregó al día siguiente del asesinato y será juzgado por homicidio y posesión ilegal de un arma de fuego. Las hermanas temen que reciba una sentencia indulgente. “Las dos tememos por nuestras vidas”, dice María.

La policía helénica está procurando cambiar su forma de afrontar la violencia doméstica después de que Grecia firmó hace dos años el convenio de Estambul sobre la violencia contra las mujeres. Esto incluye un nuevo departamento para supervisar la forma en que la policía tramite las denuncias por violencia doméstica, así como la creación de una red de 72 estaciones de policía en todo el país en las que al menos uno o dos oficiales estén capacitados para atender a las supervivientes de la violencia.

Sin embargo, Sofia Kyriacou, oficial del nuevo departamento de policía, niega que la policía helénica haya tenido problemas históricamente en la asistencia a las supervivientes de la violencia doméstica. “En ocasiones, es útil criticar y enfocarse en los problemas, pero esto significa que no te enfocarás en las cosas que van bien”, dice. “Muchos policías hacen todo lo posible y más de lo que les corresponde para ayudar a estas víctimas”.

Las activistas feministas describen un panorama diferente, señalando que la violencia contra las mujeres ha alcanzado tales proporciones epidémicas en Grecia que no les queda otra opción que intervenir. Tradicionalmente en desacuerdo con una fuerza policial a la que Amnistía Internacional acusó de incumplir el derecho internacional de los derechos humanos en sus supuestos abusos contra manifestantes y minorías, las activistas explican que ahora están trabajando con la policía para cambiar la actitud hacia la violencia doméstica y facilitar que las mujeres denuncien estos delitos. El grupo feminista Diotima indica que ha capacitado a por lo menos 150 oficiales de policía sobre cómo identificar el abuso, cómo escuchar a las sobrevivientes y qué proscribe la ley.

“La violencia de género es un extremo de un continuo. El otro extremo es el feminicidio”, dice Anna Vouyioukas, de Diotima. “En Grecia se ha hecho evidente. La violencia doméstica puede conducir al feminicidio, y eso no se puede cambiar porque significa la muerte”.
Christina coincide. “El Estado no hace nada por las mujeres“, dice, sacudiendo la cabeza. “Hay tantos feminicidios y no hacen nada”.

En México, llama a la línea nacional de ayuda contra la violencia doméstica, al 911, o a la Red Nacional de Refugios: Lada nacional gratuita 800 822 4460.

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