La filtración de Credit Suisse desenmascara a delincuentes, estafadores y políticos corruptos
Foto compuesta: Doug Chayka

Una filtración masiva de uno de los mayores bancos privados del mundo, Credit Suisse, reveló la riqueza oculta de algunos de sus clientes implicados en la tortura, el tráfico de drogas, el lavado de dinero, la corrupción y otros delitos graves.

Los detalles de las cuentas vinculadas a 30 mil clientes de Credit Suisse en todo el mundo aparecen en la filtración, que desenmascara a los beneficiarios de más de 100 mil millones de francos suizos (2 mil millones de pesos) depositados en una de las instituciones financieras más conocidas de Suiza.

La filtración señala la existencia de un amplio fallo en la aplicación de la diligencia debida por parte de Credit Suisse, a pesar de sus reiteradas promesas durante décadas de eliminar a los clientes sospechosos y los fondos ilícitos. The Guardian forma parte de un consorcio de medios de comunicación que tiene acceso exclusivo a los datos.

Podemos revelar cómo Credit Suisse abrió o mantuvo de forma reiterada cuentas bancarias para un amplio abanico de clientes de alto riesgo en todo el mundo.

Entre ellos figuran un traficante de personas en Filipinas, un jefe de la Bolsa de Hong Kong encarcelado por sobornos, un multimillonario que ordenó el asesinato de su novia, una estrella del pop libanesa y ejecutivos que saquearon la compañía petrolera estatal de Venezuela, así como políticos corruptos desde Egipto hasta Ucrania.

Una de las cuentas pertenecientes al Vaticano que aparece en los datos fue utilizada para gastar 350 millones de euros en una inversión supuestamente fraudulenta en inmuebles de Londres que se encuentra en el centro de un juicio penal en curso contra varios acusados, entre ellos un cardenal.

Un informante anónimo filtró el enorme volumen de datos bancarios al periódico alemán Süddeutsche Zeitung. “Creo que las leyes sobre el secreto bancario suizo son inmorales”, dijo la fuente denunciante en un comunicado. “El pretexto de proteger la privacidad financiera no es más que un manto que cubre el vergonzoso papel de los bancos suizos como colaboradores de los evasores fiscales”.

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Es posible que las revelaciones aviven las preguntas sobre si las dificultades de Credit Suisse en los últimos años son indicativas de un profundo deterioro en el banco. Foto compuesta: Guardian/David Levene

Credit Suisse indicó que las estrictas leyes suizas sobre el secreto bancario le impedían realizar comentarios sobre las afirmaciones relativas a clientes individuales.

Credit Suisse rechaza enérgicamente las acusaciones e inferencias sobre las supuestas prácticas comerciales del banco“, señaló el banco en un comunicado, argumentando que los asuntos descubiertos por los reporteros estaban basados en “información selectiva sacada de contexto, dando lugar a interpretaciones tendenciosas de la conducta comercial del banco”.

El banco también indicó que las acusaciones eran en gran parte de carácter histórico, y que en algunos casos se remontaban a una época en la que “las leyes, las prácticas y las expectativas de las instituciones financieras eran muy diferentes a las actuales”.

Mientras que algunas cuentas incluidas en los datos fueron abiertas en la década de 1940, más de dos tercios de ellas fueron abiertas a partir del año 2000. Muchas de ellas seguían abiertas a finales de la década pasada, y una parte de las mismas siguen abiertas en la actualidad.

El momento en que ocurrió la filtración no podría ser peor para Credit Suisse, que recientemente se ha visto asolado por grandes escándalos. El mes pasado, perdió a su presidente, António Horta-Osório, después de que incumplió en dos ocasiones las normas relacionadas con el Covid-19.

Esto coronó un año sin precedentes de controversias en el que el banco se vio envuelto en el colapso de la empresa de financiamiento de la cadena de suministro Greensill Capital y el fondo de cobertura estadounidense Archegos Capital, y fue multado con 350 millones de libras por su papel en un escándalo de préstamos en Mozambique.

Este mes, Credit Suisse se convirtió en el primer gran banco suizo de la historia del país en enfrentarse a cargos penales –los cuales niega– relacionados con la acusación de que ayudó a lavar dinero procedente del tráfico de cocaína en nombre de la mafia búlgara.

Sin embargo, las repercusiones de la filtración podrían abarcar mucho más que un solo banco, amenazando con provocar una crisis en Suiza, país que mantiene una de las leyes bancarias más secretas del mundo. Las instituciones financieras suizas gestionan alrededor de 7.9 billones de francos suizos en activos, de los cuales casi la mitad pertenecen a clientes extranjeros.

El proyecto Suisse secrets ofrece una visión poco común de uno de los mayores centros financieros del mundo, que se ha acostumbrado a trabajar en la sombra. Identifica a los convictos y a los autores del lavado de dinero que pudieron abrir cuentas bancarias, o mantenerlas abiertas durante años después de que salieran a la luz sus delitos. Y revela cómo las famosas leyes de secreto bancario de Suiza contribuyeron a facilitar el saqueo de países en desarrollo.

Ejecutivos deshonrados, estafadores, traficantes, clientes

Cuando Ronald Li Fook-shiu se acercó a un banquero para abrir una cuenta en el año 2000, es poco probable que se le considerara un cliente común y corriente. El expresidente de la Bolsa de Hong Kong era una de las personas más ricas de la ciudad, donde se le conocía como el “padrino de la Bolsa”. Pero tal vez era más conocido por el tiempo que pasó en una prisión de máxima seguridad.

La carrera de Li terminó en desgracia en 1990, cuando fue condenado por aceptar sobornos a cambio de cotizar empresas en la Bolsa. Sin embargo, una década después, a pesar de todo, Li pudo abrir una cuenta que posteriormente albergó 59 millones de francos suizos, según la filtración.

Ya falleció, pero su caso es uno de los numerosos descubiertos por los periodistas que parecen demostrar que Credit Suisse abrió o mantuvo cuentas de clientes que tenían graves condenas cuya aparición cabría esperar en los controles de diligencia debida. Existen otros casos en los que Credit Suisse podría haber tomado medidas rápidas tras la aparición de indicadores de alerta, sin embargo, el caso demuestra que el banco ha atraído a clientes sospechosos.

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Ronald Li Fook-shiu era conocido como el ‘padrino de la Bolsa’. Foto compuesta: Guardian/Alamy

Al igual que todos los bancos del mundo, Credit Suisse afirma contar con estrictos mecanismos de control para aplicar una exhaustiva diligencia debida a sus clientes con el fin de “garantizar que se mantengan los más altos estándares de conducta”. En la jerga bancaria, estos controles reciben el nombre de know-your-client o verificaciones KYC.

Un informe filtrado en 2017, encargado por el regulador financiero suizo, aportó cierta información sobre los procedimientos internos del banco en aquel momento. Según el informe, los clientes se enfrentaban a un mayor escrutinio cuando eran señalados como personas políticamente expuestas de un país de alto riesgo, o como personas involucradas en una actividad de alto riesgo como las apuestas, el comercio de armas, los servicios financieros o la minería.

Los gestores de relaciones debían utilizar fuentes externas para verificar a los clientes y sus niveles de riesgo, según indicó la filtración, incluyendo artículos de prensa o bases de datos como la plataforma Thomson Reuters World-Check, ampliamente utilizada en el sector de los servicios financieros para indicar cuándo las personas están detenidas, acusadas, investigadas o condenadas por un delito grave.

Cabría suponer que dichos controles impedirían que un banco abriera cuentas a clientes como Rodoljub Radulović, un estafador de valores serbio acusado en 2001 por la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC). No obstante, los datos filtrados lo identifican como cosignatario de dos cuentas empresariales de Credit Suisse. La primera fue abierta en 2005, un año después de que la SEC obtuviera una sentencia en rebeldía contra Radulović por llevar a cabo un plan de estafas masivas.

Una de las cuentas empresariales de Radulović contaba con 3.4 millones de francos suizos antes de que la cerraran en 2010. Recientemente un tribunal en Belgrado lo condenó a 10 años de prisión por su papel en el tráfico de cocaína desde Sudamérica para el jefe del crimen organizado Darko Šarić. El abogado de Radulović no respondió a las múltiples peticiones de comentarios.

La diligencia debida no se limita únicamente a los nuevos clientes. Los bancos están obligados a reevaluar de forma continua a sus clientes actuales. El informe de 2017 señaló que Credit Suisse examinaba a sus clientes al menos cada tres años y con una frecuencia de hasta un año para los clientes de mayor riesgo. Los abogados de Credit Suisse comentaron a The Guardian que comenzaron a realizar estas revisiones periódicas “hace más de 15 años”, lo que significa que desde 2007 realizaba constantemente la debida diligencia sobre sus clientes existentes.

Por lo tanto, cabría esperar que el banco hubiera descubierto que su cliente alemán Eduard Seidel fue condenado por soborno en 2008. Seidel era empleado de Siemens. Como líder de la multinacional en Nigeria, supervisó una campaña de sobornos a escala industrial para asegurar contratos lucrativos para su empleador, enviando dinero en efectivo a políticos nigerianos corruptos.

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Eduard Seidel, condenado por sobornos en 2008. Foto compuesta: Handout

Después de que las autoridades alemanas registraron la sede de Siemens en Múnich en 2006, Seidel inmediatamente confesó su participación en el esquema de sobornos, aunque dijo que nunca le robó a la empresa ni se apropió de sus fondos ilícitos. Su participación en los hechos de corrupción condujo a que en 2007 se incluyera su nombre en la base de datos Thomson Reuters World-Check.

Sin embargo, los datos filtrados de Credit Suisse indican que sus cuentas permanecieron abiertas al menos hasta casi finales de la década pasada. En un momento determinado, después de que dejó Siemens, una cuenta llegó a tener un valor de 54 millones de francos suizos. El abogado de Seidel se negó a decir si las cuentas pertenecían a Seidel. El abogado señaló que su cliente había resuelto todos los asuntos pendientes relacionados con sus delitos de soborno y que deseaba seguir adelante con su vida.

El abogado no respondió a las repetidas solicitudes para que explicara el origen de los 54 millones de francos suizos. Siemens indicó que no tenía conocimiento del dinero y que la revisión de sus propios movimientos de efectivo no aportó información sobre la cuenta.

Aunque Credit Suisse dijo en su comunicado que no podía realizar comentarios sobre ningún cliente específico, el banco expresó que “se tomaron medidas en concordancia con las políticas aplicables y los requisitos regulatorios en los momentos pertinentes, y que las cuestiones relacionadas ya fueron atendidas”.

En algunos casos, se considera que Credit Suisse congeló cuentas pertenecientes a clientes problemáticos. Sin embargo, aún quedan dudas sobre la rapidez con la que el banco actuó para cerrarlas.

Un cliente, Stefan Sederholm, un técnico informático sueco que abrió una cuenta en Credit Suisse en 2008, pudo mantenerla abierta durante dos años y medio después de su condena, ampliamente divulgada, por tráfico de personas en Filipinas, por la que fue condenado a cadena perpetua.

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Stefan Sederholm. Foto compuesta: AFP

El delito de Sederholm salió a la luz por primera vez en 2009, cuando la policía de Manila realizó una redada en un local que pretendía ser la sucursal local del Mindanao Peoples’ Peace Movement, y descubrió a alrededor de 17 mujeres en cubículos con cámaras web realizando espectáculos sexuales para clientes extranjeros. Fue condenado en 2011.

Un representante de Sederholm señaló que Credit Suisse nunca congeló sus cuentas y no las cerró hasta 2013, cuando no pudo aportar documentación de diligencia debida. Cuando se le preguntó el motivo por el que Sederholm necesitaba una cuenta en Suiza, respondió que vivía en Tailandia cuando la abrió y añadió: “¿Podría decirme si prefiere poner su dinero en un banco tailandés o suizo?”

Ferdinand e Imelda saquean Filipinas

Los bancos suizos han cultivado su reputación de confianza desde 1713, cuando el Gran Consejo de Ginebra prohibió que los banqueros revelaran detalles sobre las fortunas que depositaban los aristócratas europeos. Rápidamente, Suiza se convirtió en un paraíso fiscal para muchas de las élites del mundo y sus banqueros cultivaron un “deber de silencio absoluto” sobre los asuntos relacionados con sus clientes.

En 1934 se consagró esta costumbre con la introducción de la ley del secreto bancario suizo, la cual penalizaba la revelación de información bancaria de sus clientes a las autoridades extranjeras. En pocas décadas, clientes ricos de todo el mundo comenzaron a acudir a los bancos suizos. En ocasiones, eso significaba clientes que tenían algo que ocultar.

Uno de los casos más infames de la historia de Credit Suisse involucró al corrupto dictador filipino Ferdinand Marcos y a su esposa, Imelda. Se calcula que la pareja desvió hasta 10 mil millones de dólares de Filipinas durante los tres mandatos presidenciales de Ferdinand, que terminaron en 1986.

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Credit Suisse ayudó a Fernando e Imelda Marcos a abrir cuentas en Suiza utilizando nombres falsos. Foto compuesta: Guardian

Desde hace tiempo se tiene conocimiento de que Credit Suisse fue uno de los primeros bancos que ayudó a los Marcos a saquear su propio país y, en un infame incidente, incluso les ayudó a abrir cuentas en Suiza con los nombres falsos de “William Saunders” y “Jane Ryan”. En 1995, un tribunal de Zúrich ordenó a Credit Suisse y a otro banco que le regresaran a Filipinas 500 millones de dólares de fondos robados.

Los datos filtrados incluyen una cuenta que perteneció a Helen Rivilla, una abogada condenada en 1992 por ayudar a lavar dinero en nombre de Ferdinand Marcos. A pesar de esto, pudo abrir una cuenta en Suiza en el año 2000, al igual que su esposo, Antonio, que se enfrentó a cargos similares que posteriormente fueron retirados.

Resulta difícil entender cómo Credit Suisse pudo obviar el caso de lavado de dinero que vinculaba a la pareja con el corrupto líder filipino, sobre el que informó Associated Press. La pareja, a la que no se pudo contactar para que realizara comentarios, llegó a poseer alrededor de 8 millones de francos suizos en el banco antes de que sus cuentas quedaran cerradas en 2006.

Un exempleado de Credit Suisse de aquella época alega que existía una cultura muy arraigada en el sector bancario suizo de hacer la vista gorda cuando se trataba de clientes problemáticos. “Los departamentos de control de cumplimiento del banco (eran) maestros de la negación verosímil”, dijo a un reportero del Organized Crime and Corruption Reporting Project, uno de los coordinadores del proyecto Suisse secrets. “Nunca escriben nada que pueda exponer una cuenta que no cumple con las normas y nunca formulan una pregunta de la que no quieren saber la respuesta”.

Los años 2000 también fueron una década en la que los reguladores extranjeros y las autoridades fiscales se sintieron cada vez más frustrados por su incapacidad de penetrar en el sistema financiero suizo. Esta situación cambió en 2007, cuando el banquero del UBS Bradley Birkenfeld se acercó voluntariamente a las autoridades estadounidenses con información sobre la forma en que el banco estaba ayudando a miles de estadounidenses ricos a evadir impuestos con cuentas secretas.

Birkenfeld fue considerado un traidor en Suiza, país en el que los denunciantes del sector bancario suelen ser objeto de desprecio. No obstante, una amplia investigación realizada por el Senado de Estados Unidos reveló posteriormente las agresivas tácticas empleadas por UBS y Credit Suisse, de este último se descubrió que envió a banqueros a eventos de alto nivel para conseguir clientes, cortejó a un cliente potencial con oro gratis y, en un caso, incluso entregó extractos bancarios confidenciales escondidos en las páginas de una revista de Sports Illustrated.

Las revelaciones provocaron una gran conmoción en el sector financiero suizo e indignaron a Estados Unidos, que presionó a Suiza para que revelara de forma unilateral quiénes de sus contribuyentes tenían cuentas suizas secretas desde 2014. Ese mismo año, Suiza firmó a su pesar la convención internacional sobre el intercambio automático de información bancaria.

Al adoptar el denominado estándar común de reporte (ECR) para compartir datos fiscales, Suiza acordó efectivamente que en el futuro sus bancos intercambiarían información sobre sus clientes con las autoridades fiscales de países extranjeros. Comenzaron a hacerlo en 2018.

Con frecuencia, el sector bancario suizo cita la incorporación al sistema de intercambio global como un punto de quiebre. “Ya no existe la confidencialidad de los clientes de los bancos suizos para los clientes en el extranjero”, comentó la Asociación Suiza de Banqueros a The Guardian. “Somos transparentes, no hay nada que esconder en Suiza“.

Sin embargo, la ley de secreto bancario de Suiza, de casi 90 años de antigüedad, sigue en vigor, y recientemente fue ampliada. La Red de Justicia Fiscal calcula que los países de todo el mundo pierden colectivamente 21 mil millones de dólares al año en ingresos fiscales debido a Suiza. Muchos de esos países serán naciones más pobres que no se han inscrito en el intercambio de datos del ECR.

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Los bancos que permiten que los cleptócratas laven su dinero son cómplices de un delito de particular alcance. Foto compuesta: Guardian Design

Más de 90 países, la mayoría de ellos en vías de desarrollo, permanecen ignorantes cuando sus contribuyentes ricos esconden su dinero en cuentas suizas.

Esta desigualdad en el sistema fue citada por el denunciante responsable de los datos filtrados, quien dijo que el sistema ECR “impone una carga financiera e infraestructural desproporcionada a los países en vías de desarrollo, perpetuando su exclusión del sistema en la actualidad”.

Esta situación posibilita la corrupción y priva a los países en vías de desarrollo de ingresos fiscales muy necesarios. Por lo tanto, estos países son los que más sufren con la estrategia estilo Robin Hood inversa de Suiza”, señaló.

El denunciante reconoció que la filtración contendría cuentas que eran legítimas y declaradas por el cliente a su autoridad fiscal.

“Soy consciente de que tener una cuenta en un banco suizo offshore no necesariamente implica evasión de impuestos o cualquier otro delito financiero”, explicó. “Sin embargo, es probable que un importante número de estas cuentas hayan sido abiertas con el único propósito de ocultar el patrimonio de su titular de las instituciones fiscales y/o evitar el pago de impuestos sobre las plusvalías”.

Los periodistas del proyecto Suisse secrets no lograron determinar cuántas de las más de 18 mil cuentas que aparecen en la filtración fueron declaradas a las autoridades fiscales pertinentes.

Los medios de comunicación que forman parte del consorcio escribieron a más de 100 clientes de Credit Suisse que figuran en los datos, preguntándoles si les informaron a sus autoridades fiscales sobre sus cuentas en Suiza.

Cinco confirmaron que lo hicieron. Seis indicaron que no estaban obligados a declarar sus cuentas en Suiza. Los demás no respondieron.

Vínculos con otro dictador … y otro

Es posible que Ferdinand Marcos haya sido el cliente más infame de Credit Suisse. Se podría decir que solo rivaliza con los familiares del brutal dictador nigeriano Sani Abacha, del que se cree que le robó hasta 5 mil millones de dólares a su pueblo en solo seis años. Desde hace tiempo se tiene conocimiento de que Credit Suisse prestó servicios a los hijos de Abacha, abriendo cuentas suizas en las que depositaron 214 millones de dólares.

Credit Suisse se arrepintió públicamente tras ser expulsado de un índice de inversión sostenible a raíz de este asunto. “Entendemos que el índice no estuvo muy contento de que estuviéramos involucrados con Abacha, nosotros mismos tampoco estábamos contentos”, dijo un vocero en 1999. “Pero hemos solucionado esos problemas y durante varios años hemos tomado medidas internas para asegurarnos de que no ocurra nada similar en el futuro”.

Los bancos que permiten que los cleptócratas laven su dinero son cómplices de un delito de particular alcance. Las consecuencias para las poblaciones ya empobrecidas pueden ser devastadoras, ya que desvían los fondos del Estado, se erosionan las normas básicas y se desploma la confianza en la democracia.

Los políticos y los funcionarios del Estado figuran entre los clientes de mayor riesgo para los bancos debido a su acceso a los fondos públicos, especialmente en los países en vías de desarrollo que cuentan con menos garantías legales contra la corrupción. Los bancos y otras instituciones financieras están obligados a aplicar a las personas políticamente expuestas, o PEP, los controles más estrictos, conocidos como “diligencia debida reforzada”.

Los datos filtrados de Credit Suisse contienen políticos y sus aliados que fueron vinculados a la corrupción antes, durante o después de abrir sus cuentas. Ninguno es tan conocido como los Marcos o los Abachas, sin embargo, varios de ellos ejercieron un gran poder en países desde Siria hasta Madagascar, donde acumularon fortunas personales.

Entre ellos se encuentra Pavlo Lazarenko, que ejerció un único año corrupto como primer ministro de Ucrania entre 1997 y 1998 antes de solicitar una cuenta en Credit Suisse. Un mes después de que la presión de sus rivales obligara a Lazarenko a anunciar su renuncia, abrió la primera de sus dos cuentas en Credit Suisse. Posteriormente, una de ellas estuvo valorada en casi 8 millones de francos suizos.

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Pavlo Lazarenko, exprimer ministro ucraniano. Foto compuesta: Guardian/Alamy

Más tarde, Transparencia Internacional calculó que Lazarenko saqueó 200 millones de dólares del gobierno ucraniano, supuestamente amenazando con perjudicar a las empresas a menos que le pagaran el 50% de sus ganancias. Se declaró culpable de lavado de dinero en Suiza en el año 2000, y posteriormente fue acusado en Estados Unidos de corrupción y condenado a nueve años de prisión en 2006 a raíz de los sobornos recibidos de un empresario ucraniano.

Su abogado indicó que esas condenas no estaban relacionadas con el robo de dinero al pueblo de Ucrania. Lazarenko, que al parecer vive en California, se ha negado a regresar al país, donde todavía se enfrenta a las acusaciones de haber robado 17 millones de dólares. Su abogado señaló que no pudo acceder a sus cuentas en Credit Suisse durante dos décadas y que fueron congeladas en el marco de un proceso judicial iniciado en su contra.

Todavía se desconoce el motivo por el que Credit Suisse permitió en primer lugar que Lazarenko abriera una cuenta y depositara sumas tan cuantiosas, considerando sus antecedentes; antes de entrar en la política, Lazarenko fue un funcionario a cargo de una granja colectiva.

Monika Roth, experta en lavado de dinero y profesora en la Universidad de Lucerna, comentó que los bancos suizos durante mucho tiempo tuvieron dificultades para cuestionar adecuadamente a los políticos y funcionarios públicos que, después de ocupar cargos públicos con sueldos relativamente modestos, se presentaban con enormes sumas de dinero para depositar. Dijo: “Nadie quiere formular la pregunta: ¿cómo es posible?

Alrededor de la época en la que hizo negocios con Lazarenko, parece que Credit Suisse también incursionó en la clase política egipcia bajo el dictador Hosni Mubarak, que fue presidente durante tres décadas hasta 2011. Entre los clientes del banco figuraban los hijos de Mubarak, Alaa y Gamal, que establecieron imperios empresariales en Egipto.

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Alaa y Gamal Mubarak. Foto compuesta: Guardian

La relación de los hermanos con el banco duró varias décadas, pues la primera cuenta conjunta que abrieron los hermanos fue en 1993. En 2010 –el año anterior a la rebelión popular que derrocó a su padre– una cuenta perteneciente a Alaa albergaba 232 millones de francos suizos.

Tras las rebeliones de la primavera árabe su suerte cambió, y en 2015 un tribunal egipcio condenó a los hermanos y a su padre a tres años de cárcel por malversación y corrupción. Ellos sostienen que el caso tuvo motivos políticos, sin embargo, tras una apelación que fracasó, Alaa y Gamal pagaron aproximadamente 17.6 millones de dólares al gobierno egipcio en un acuerdo de conciliación en el que no admitieron su culpabilidad.

Los abogados de los hermanos descartan cualquier sugerencia de que fueran corruptos, alegando que durante el caso egipcio vieron vulnerados sus derechos, y que 10 años de amplias e invasivas investigaciones sobre sus activos mundiales por parte de las autoridades extranjeras no revelaron ninguna infracción legal. Añadieron que sus cuentas en Suiza han estado congeladas durante más de una década, en espera de la conclusión de las investigaciones de las autoridades suizas.

Otros clientes de Credit Suisse vinculados a Hosni Mubarak fueron el difunto magnate Hussein Salem –que ejerció como consejero financiero del dictador durante casi tres décadas, acumuló una fortuna a través de acuerdos de licitaciones preferentes y murió en el exilio tras enfrentarse a cargos de lavado de dinero– y Hisham Talaat Moustafa, un político multimillonario del partido de Mubarak.

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Hisham Talaat Mustafa (izquierda) y Hussein Salem. Foto compuesta: AP/EPA

Moustafa, que no pudo ser localizado para solicitarle sus comentarios, fue condenado en 2009 por contratar a un sicario para asesinar a su exnovia, la estrella del pop libanesa Suzanne Tamim, aunque su cuenta permaneció abierta hasta 2014.

Otro secuaz de Mubarak vinculado a los servicios bancarios de Credit Suisse fue su exjefe de espionaje Omar Suleiman. Sus socios aparecen en los datos como beneficiarios efectivos de una cuenta que albergaba 63 millones de francos suizos en 2007. Suleiman fue una figura temida en Egipto, donde supervisó la tortura generalizada y los abusos contra los derechos humanos.

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Omar Suleiman. Foto compuesta: Alamy

Los datos revelan que las cuentas de Credit Suisse estaban a nombre de otras figuras de los servicios de inteligencia y militares y de sus familiares, incluyendo personas en Pakistán, Jordania, Yemen e Irak. Un cliente argelino fue Khaled Nezzar, que fue ministro de Defensa hasta 1993 y participó en un golpe de Estado que precipitó una brutal guerra civil en la que la junta militar de la que formaba parte fue acusada de desapariciones, detenciones masivas, tortura y ejecución de detenidos.

El presunto papel de Nezzar en los abusos cometidos contra los derechos humanos quedó ampliamente documentado en 2004, cuando abrió su cuenta. Contaba con un saldo máximo de 2 millones de francos suizos y permaneció abierta hasta 2013, dos años después de su detención en Suiza por presuntos crímenes de guerra. Él niega haber cometido algún delito y la investigación todavía está en curso.

Si los argelinos, egipcios y ucranianos comunes tienen razones para quejarse de que Credit Suisse pudo haber ayudado a viles líderes, sus quejas palidecen en comparación con las de los venezolanos.

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Khaled Nezzar. Foto compuesta: Guardian

Los reporteros que trabajan en el proyecto Suisse secrets identificaron cuentas de Credit Suisse vinculadas a casi dos docenas de empresarios, funcionarios y políticos implicados en esquemas de corrupción en Venezuela, en su mayoría en torno a la empresa petrolera estatal, Petróleos de Venezuela (PDVSA).

“La corrupción siempre ha estado presente en PDVSA, en diferentes grados y niveles”, dijo César Mata-García, académico en la Universidad de Dundee especialista en derecho internacional del petróleo. “Las palabras ‘Venezuela’, ‘PDVSA’ y ‘petróleo’ son una señal de alarma para los bancos”.

Si es así, esto no parece haber impedido que Credit Suisse adquiriera clientes de los que posteriormente se reveló que estaban implicados en numerosas investigaciones y juicios estadounidenses relacionados con PDVSA y el saqueo de la economía venezolana.

Uno de los casos corresponde a dos empresarios radicados en Estados Unidos con vínculos con Venezuela, Roberto Rincón Fernández y Abraham Shiera Bastidas, que en 2009 se dedicaron a sobornar a funcionarios a cambio de lucrativos contratos con PDVSA con la ayuda de un socio, Fernando Ardila Rueda. Entre aquellos que supuestamente recibieron sobornos se encontraban el viceministro de Energía, Nervis Villalobos Cárdenas, y un alto funcionario de PDVSA, Luis De Léon Pérez.

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De izquierda a derecha: Nervis Villalobos Cárdenas, Roberto Rincón Fernández, Abraham Shiera Bastidas y Luis De Léon Perez. Foto compuesta: Guardian

En 2015, los fiscales estadounidenses comenzaron a acusar a los participantes; los expedientes judiciales mencionan en repetidas ocasiones los pagos realizados a cuentas en un banco suizo no identificado. No obstante, los datos filtrados revelan que los cinco hombres tenían cuentas activas en Credit Suisse en el momento en que cometieron los delitos. De los cinco, cuatro se declararon culpables. La excepción, Villalobos, se rehúsa a ser extraditado a Estados Unidos desde España.

Algunas de las cuentas de Credit Suisse vinculadas a Venezuela contenían enormes sumas de dinero; Villalobos llegó a tener 9.5 millones de francos suizos en su cuenta y De Léon llegó a tener 22 millones. Rincón, el empresario que pagaba sus sobornos, tenía más de 68 millones de francos suizos en su cuenta hasta noviembre de 2015, el mes anterior a su detención.

‘¿Cuántos banqueros deshonestos se necesitan antes de convertirte en un banco deshonesto?’

Cuando se construyó la ornamentada sede de Credit Suisse en la década de 1870 en Zúrich, estaba diseñada para simbolizar “Suiza como centro financiero”. Más de 150 años después, Credit Suisse ocupa las mismas grandes instalaciones y Suiza sigue siendo un centro offshore mundial, tal como lo ha sido durante los últimos 300 años.

Solo en las últimas décadas Credit Suisse, uno de los bancos más antiguos y apreciados de Suiza, adquirió su reputación de infortunio. Como observó un comentarista a principios de esta semana: “El banco presume que su propósito es servir a sus clientes adinerados ‘con esmero y espíritu empresarial’, pero a estas alturas la mayoría de ellos probablemente estarían satisfechos con que simplemente pudiera evitar otro gran escándalo”.

Horta-Osório permaneció en su cargo menos de un año antes de dimitir el mes pasado. Poco después de que Credit Suisse nombrara a su nuevo presidente, Axel Lehmann, el banco registró una pérdida de 1 mil 600 millones de francos suizos en el cuarto trimestre, en parte debido a que reservó más de 400 millones de francos suizos para hacer frente a “asuntos de litigios pendientes” no especificados.

Y no son pocos. Los escándalos relacionados con Greensill, Archegos y los bonos de Mozambique han acechado al banco durante el último año.

A lo largo de las tres últimas décadas, Credit Suisse se enfrentó a al menos una docena de penalizaciones y sanciones por delitos relacionados con la evasión fiscal, el lavado de dinero, la violación deliberada de las sanciones estadounidenses y los fraudes cometidos contra sus propios clientes que abarcan varias décadas y jurisdicciones. En total, ha acumulado más de 4 mil 200 millones de dólares en multas o acuerdos.

Esto incluye los 2 mil 600 millones de dólares que el banco suizo acordó pagar a las autoridades estadounidenses tras declararse culpable de conspirar para contribuir a la evasión fiscal en 2014; la multa de 536 millones de dólares que le impuso Estados Unidos cinco años antes por eludir deliberadamente las sanciones estadounidenses contra países como Irán y Sudán en 2009, y otros pagos a Alemania e Italia por acusaciones de evasión fiscal.

En este contexto, las revelaciones del proyecto Suisse secrets pueden avivar las preguntas sobre si las dificultades de Credit Suisse son indicativas de un profundo problema en el banco.

Jeff Neiman, un abogado con sede en Florida que representa a varios denunciantes de Credit Suisse, considera que el gran número de escándalos relacionados con el banco indica un problema más grave.

“Al banco le gusta decir que solo se trata de banqueros deshonestos. Pero, ¿cuántos banqueros deshonestos necesitas tener antes de que empieces a tener un banco deshonesto?”, señaló. Neiman alega que en el banco ha existido una cultura “que anima a sus banqueros, probablemente desde los niveles más altos, a no escuchar, no ver, no decir, a esconder la cabeza en la tierra en un buen día y, en muchos días, a ayudar activamente a la gente a eludir cualquier ley con el fin de proteger mejor los activos gestionados”.

Credit Suisse rechaza enérgicamente estas acusaciones. “En consonancia con las reformas financieras en todo el sector y en Suiza, Credit Suisse ha adoptado una serie de medidas adicionales significativas en la última década, incluyendo considerables inversiones adicionales para combatir la delincuencia financiera”, dijo el banco en su comunicado, añadiendo que mantenía “los más altos estándares de conducta”.

Sus abogados señalaron que el banco cooperó plenamente con muchas de las investigaciones citadas por The Guardian y que cualquier error individual del banco en el pasado no reflejaba sus actuales políticas, prácticas o cultura empresarial. En noviembre, anunció que situaría “la gestión del riesgo en el núcleo del banco”.

El banco indicó que su “revisión preliminar” de las cuentas señaladas por el proyecto de información Suisse secrets determinó que más del 90% de las cuentas revisadas ya estaban cerradas o “estaban en proceso de cierre antes de recibir las solicitudes de la prensa”. Respecto a las cuentas restantes, que permanecen activas, el banco señaló que “se sentía seguro de que se habían tomado las debidas diligencias, revisiones y otras medidas relacionadas con el control, incluidos los cierres de cuentas pendientes”.

En el comunicado de Credit Suisse se añadió: “Estas acusaciones de los medios de comunicación parecen ser un intento coordinado para desacreditar al banco y al mercado financiero suizo, que ha experimentado cambios significativos durante los últimos años”.

Es probable que se reanude el debate sobre si el sector bancario suizo ha sido objeto de suficientes reformas a raíz de la filtración. El denunciante que compartió los datos sugirió que no se debe culpar únicamente a los bancos por la situación actual, ya que “simplemente están siendo buenos capitalistas al maximizar las ganancias dentro del marco legal en el que operan”.

“En pocas palabras, los legisladores suizos son responsables de permitir los delitos financieros y -en virtud de su democracia directa- el pueblo suizo tiene el poder de actuar al respecto. Aunque soy consciente de que las leyes sobre el secreto bancario en parte son responsables de la historia de éxito económico de Suiza, tengo la firme opinión de que un país tan rico debería poder permitirse tener conciencia”.

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