‘Me dijeron que no ofrecían cesáreas’, la peligrosa obsesión por los ‘partos naturales’
Sofia Shafaq con su hija de ocho meses, Amara, en su casa en Leeds, Inglaterra. Foto: Richard Saker/The Guardian

Sofia Shafaq, una contadora de 33 años de Leeds, Inglaterra, comenta que llevaba tres días de parto en julio de 2021, cuando llamó a su partera y le rogó que le practicara una cesárea. Ya había estado en el hospital tres veces, y cada vez la enviaron a casa. Dice que el parto no había progresado y que solo tenía 2 cm de dilatación. “Sentí que iba a morir. Como si alguien me hubiera clavado un cuchillo y lo estuviera retorciendo”. La partera la hizo sentir tonta por haber pedido una cesárea. “Me dijo: ‘Eso no es algo que ofrezcamos’“.

Shafaq cuenta que, cuando finalmente le permitieron entrar en la sala de partos, no había dormido ni comido y estaba demasiado agotada como para pujar al bebé. El personal tuvo que utilizar fórceps y ella se desgarró, y le tuvieron que hacer una episiotomía. Ahora tiene un prolapso, que cree se debe a los fórceps. “Estoy enojada”, comenta. “Se trata de un gran trauma. Siempre estoy llorando“. Cree que todo esto habría sido evitable si el personal del hospital la hubiera escuchado. “Hoy estoy sufriendo, porque no recibí lo que quería“, dice.

La semana pasada, la partera principal Donna Ockenden publicó su tan esperado informe sobre el escándalo de maternidad de Shrewsbury. Descubrió que nueve madres y 201 bebés podrían haber sobrevivido si el personal hubiera proporcionado una mejor atención. A las madres les negaron las cesáreas y las obligaron a sufrir partos traumáticos debido a la obsesión por alcanzar los objetivos de partos “normales”, lo que supuso que el centro tuviera uno de los índices de cesáreas más bajos del país. En algunos casos, los familiares fueron culpados cuando murieron sus bebés.

Shrewsbury se suma a otros escándalos de maternidad muy difundidos: Morecambe Bay, donde murieron una madre y 11 bebés; el este de Kent, donde la fundación del hospital recientemente se declaró culpable de cargos penales, y Nottingham, donde 46 bebés sufrieron daños cerebrales. En todos estos casos se repiten temas comunes: las madres que no fueron escuchadas cuando expresaron su preocupación respecto a cómo estaba evolucionando su parto; el personal empeñado en el parto vaginal a toda costa, incluso cuando las cesáreas eran médicamente necesarias; y las unidades hospitalarias con escaso personal que no supervisaban adecuadamente a las mujeres.

Después del informe, las mujeres están hablando sobre sus experiencias en el parto y, de forma preocupante, parece que algunas de las actitudes que subyacen al escándalo de Shrewsbury son comunes. “Esto va mucho más allá de este informe”, señala Maria Booker, de la organización benéfica Birthrights. “No están escuchando a las mujeres. Y el personal no se escucha entre sí”. En 2020, Birthrights y la página web sobre crianza de hijos Mumsnet realizaron una encuesta a mil 145 madres. Una de cada cuatro dijo que no se respetaron sus deseos sobre cómo dar a luz.

Esto ocurre a pesar de que, en 2015, la corte suprema de Reino Unido emitió una sentencia que consideraba que las mujeres debían recibir información sobre sus embarazos y que se les debía confiar la toma de decisiones sobre su cuidado. La sentencia Montgomery fue una respuesta a un caso presentado en Lanarkshire por Nadine Montgomery, que era de cuerpo pequeño y tenía diabetes de tipo 1, una afección que puede conducir a dar a luz a bebés más grandes que el promedio, poniéndolos en riesgo de distocia de hombros, es decir, cuando el bebé se queda atascado durante el parto. Pero Montgomery no recibió información de su doctora, Dina McLellan, sobre este riesgo. McLellan admitió que, de haber estado informada, Montgomery probablemente habría pedido una cesárea.

Como consecuencia de que el hijo de Montgomery quedara atascado durante el parto, quedó privado de oxígeno y posteriormente se le diagnosticó parálisis cerebral. La corte suprema fue mordaz en cuanto a la aparente actitud de McLellan respecto a las cesáreas. “Independientemente de lo que la Dra. McLellan pudiera tener en mente”, sentenciaron los jueces, “esto no parece ser un criterio puramente médico. Parece un juicio de que el parto vaginal es de alguna manera moralmente preferible a la cesárea“. Las directrices del Instituto Nacional para la Salud y el Cuidado de Excelencia (NICE), publicadas en 2011 y actualizadas en 2021, consagran el derecho de una mujer embarazada a elegir cómo dar a luz, estableciendo que las mujeres deben poder solicitar cesáreas sin necesidad de un motivo médico, tras considerar cuidadosamente la información.

Y, sin embargo, muchos médicos siguen sin tratar a las mujeres embarazadas como actores racionales. “Existía esta actitud general”, comenta Isobel Bradshaw, una trabajadora del sector de la comunicación de 38 años de Hampshire, “de ‘no hablamos de cesáreas‘. Era una pesadilla. Si hablabas de ella, ocurriría”. Bradshaw mide 1.54 metros y, en el último trimestre de su embarazo, su bebé dio un estirón que lo situó en el percentil 90 para su tamaño. Durante una visita al hospital para una exploración, Bradshaw comenta que le preguntó a su doctora si era necesaria una cesárea. “Se mostró despectiva“, cuenta Bradshaw. “Se sintió como: ‘Oh, vamos a intentarlo y a ver qué pasa. Probablemente saldrá bien'”.

Cuando Bradshaw dio a luz en junio de 2017, los médicos tuvieron que realizar una cesárea de emergencia. “Estaba un 80% segura de que iba a suceder”, comenta Bradshaw. “Solo por mi tamaño y por el tamaño de la pancita. Así que estaba mentalmente preparada para ello”. Pero fácilmente pudo no estarlo: Bradshaw dice que conoce a mujeres que quedaron traumatizadas por la experiencia. Le gustaría que su cesárea hubiera sido planeada, para que no hubiera tenido que pasar las últimas semanas de su embarazo preocupada. Si tiene otro hijo, señala: “Puedes estar muy segura de que me haré una cesárea. No quiero volver a pasar por esto“.

Booker explica que uno de los motivos más comunes por los que las mujeres contactan la línea de asesoría de Birthrights es la negación de una solicitud de cesárea. Entre otros motivos, está el no poder dar a luz en un centro especializado en partos dirigidos por parteras, o tener un parto en casa. En 2018, Birthrights publicó un informe que mostraba que algunos fideicomisos del Servicio Nacional de Salud (NHS) dificultaron de forma increíble la posibilidad de seguir adelante con las cesáreas solicitadas por las madres. “Cuando se ignoran los deseos de las mujeres”, dice Booker, “las traumatiza”. Los estudios han demostrado que esas mujeres son más propensas a desarrollar TEPT.

El año pasado, el comité de salud y atención social de la Cámara de los Comunes descubrió que “todavía existe una presión impulsada por los médicos para que las mujeres elijan el parto vaginal, incluso cuando esto podría no ser lo mejor para ellas”. Esto ocurre a pesar del hecho de que el Real Colegio de Parteras (RCM) dejó de lado su campaña de parto normal, que animaba a las madres a dar a luz sin intervenciones, en 2017. “¿Puedo asegurar al 100% que todas las mujeres se sienten escuchadas? No puedo“, afirma la doctora Jo Mountfield, vicepresidenta de personal y profesionalismo del Real Colegio de Obstetras y Ginecólogos. “La gente hace todo lo que puede. Pero existe mucha presión en el sistema en estos momentos. Para escuchar, hay que tener tiempo”.

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Parteras protestan por las prácticas y condiciones de trabajo inseguras, noviembre de 2021. Foto: Guy Smallman/Getty Images

En noviembre de 2021, el RCM alertó sobre una crisis de personal de maternidad. Más del 57% de las parteras encuestadas planeaban renunciar, alegando la preocupación por los niveles de personal y el temor por la seguridad de las pacientes. “Recibo mensajes diariamente de parteras”, comenta Leah Hazard, partera y autora de Hard Pushed: A Midwife’s Story, “que me dicen que llegan a su turno y se dan cuenta de que no hay suficiente personal para mantener la carga de trabajo”. Hazard se muestra mordaz respecto al aumento de 127 millones de libras para el financiamiento de los servicios de maternidad del NHS England, dado que el año pasado el comité de salud y atención social determinó que se necesitaba un aumento anual de alrededor de 350 millones de libras. “Es insultante“, indica.

El Covid-19 ha supuesto una carga adicional para los servicios, que ya se encontraban al límite de su capacidad. “Parecía que estaban muy estresados“, dice Marissa, una profesora de 43 años del este de Londres. “Solo querían que entraras y salieras”. Marissa quedó embarazada en diciembre de 2020 tras ocho años de intentos y dos abortos previos. Debido a que se había impuesto el confinamiento, algunas citas de obstetricia fueron por teléfono; en las citas en persona, comenta que el personal aparecía agobiado.

No había ninguna sensación de apoyo, preocupación o cuidado“, comenta Marissa. “Parecían irritados y apurados”. Durante una de las citas, cuenta Marissa, su partera estaba comprando artículos de Amazon en su teléfono. En otra, Marissa preguntó cómo debía detectar los movimientos fetales reducidos, pero comenta que la respuesta de su partera no tenía sentido. “Me dijo: ‘¿Tu bebé tiene un patrón de movimiento?’ Le respondí: ‘No, realmente no’. Me dijo: ‘Bueno, si el patrón cambia, ven'”.

El hijo de Marissa murió a las 39 semanas en agosto de 2021, tras un desprendimiento prematuro de la placenta. Asegura que el personal del hospital inicialmente la internó en una sala de maternidad común mientras esperaba el parto de su bebé muerto. “Fue horrible”, comenta. “Durante toda la noche escuché cómo nacían los bebés“. Justo después de haberle dado la noticia, cuenta que un médico le preguntó si tuvo reducción de movimientos. “Parecía que me estaba culpando”, dice. “Su tono era acusador. No era compasivo“. (Los doctores le dijeron posteriormente a Marissa que su nonato habría muerto rápidamente en el vientre materno, y que probablemente no se habría dado cuenta de la reducción de movimientos hasta que hubiera sido demasiado tarde).

La culpa no solo recae en los médicos. “La misoginia también está arraigada en la conducta de las mujeres“, señala Marissa. Esto es irónico, ya que la obstetricia es una profesión dominada por las mujeres, y también dada la conexión histórica del movimiento del parto natural con la segunda ola del feminismo. El movimiento fue “una respuesta comprensible al control patriarcal sobre el nacimiento”, explica Eliane Glaser, autora de Motherhood: A Manifesto. En la primera mitad del siglo XX, los médicos sacaron el parto de los hogares y lo llevaron a los hospitales. Las mujeres solían ser sedadas y obligadas a soportar intervenciones traumáticas e innecesarias.

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FOTO: La partera principal Donna Ockenden presentando su informe final en el hotel Mercure Shrewsbury Albrighton Hall en Shropshire. Foto: Jacob King/PA

Durante los años 60 y 70, los defensores del parto natural evangelizaron sobre las cualidades empoderadoras de un parto sin intervención, aunque fuera doloroso. “El dolor del parto normal tiene un significado“, escribe la activista y partera estadounidense de los años 70 Ina May Gaskin en Ina May’s Guide to Childbirth. En Reino Unido, el movimiento estuvo encabezado por el controvertido obstetra de la década de 1930 Grantly Dick-Read, quien argumentaba que “la ley natural nunca pretendió que el parto fuera doloroso“. Más bien, sugería que las mujeres con educación experimentan el dolor como resultado del miedo, y que debían ver a sus hermanas “primitivas” de los países en vías de desarrollo, que no están agobiadas por esta ansiedad. “Esta actitud era racista hacia las mujeres no blancas“, señala Glaser. “Y también es un ataque antifeminista contra las mujeres con estudios“.

La filosofía de Dick-Read inspiró a Prunella Briance para fundar The Natural Childbirth Association en 1956, que se convirtió en el National Childbirth Trust (NCT) en 1961. “Creo que el NCT ahora es básicamente una institución benigna”, comenta Glaser. Sin embargo, una reciente investigación realizada por el periódico i descubrió que el NCT había eliminado información en la que se indicaba a las mujeres que los partos naturales dejarían a las madres “más satisfechas”, cuatro días antes de la publicación del informe de Ockenden. Aunque la dirección del NCT insiste en que no favorece un método de parto en detrimento de otro, parece que este mensaje no ha llegado a algunos instructores.

“De hecho, me dijo las palabras ‘demasiado fresa para pujar'”, dice Emily, una cineasta de 34 años del norte de Londres, sobre su instructora del NCT. Emily está embarazada y eligió una cesárea programada. Afirma que hace poco la instructora dividió la clase en grupos y los hizo representar un parto vaginal y otro por cesárea. “Hizo que el parto vaginal pareciera fácil“, explica Emily. “No se habló de fórceps ni de desgarros ni de puntos de sutura”. Después llegó el momento de representar una cesárea. “Dijo: ‘Necesito un anestesiólogo, un cirujano, un asistente quirúrgico, un compañero de parto, un pediatra, una partera y un estudiante de medicina en la sala'”. De acuerdo con Emily, la instructora le preguntó, de forma muy directa, cómo se sentía tener a tanta gente “amontonada alrededor”. Emily está pensando en presentar una queja formal ante el NCT.

Un vocero del NCT señaló: “No estamos aquí para promover una forma sobre otra, sino para garantizar que los padres tengan acceso a la información basada en la evidencia y a una red de apoyo de pares y especialistas. Nos entristece enormemente escuchar que alguien no ha tenido la experiencia positiva que esperamos de nuestros servicios… El contenido de nuestros cursos prenatales está guiado por un marco, que ha evolucionado a lo largo de los años en respuesta a la evidencia y las directrices y a las opiniones de los padres. El marco espera que los cursos cubran todas las formas de dar a luz, reflejando las diversas opciones y resultados que pueden experimentar las personas”.

La ideología que Emily cree haber experimentado sigue prevaleciendo, y con frecuencia se ve reforzada sutilmente a través del lenguaje. “Todo el planteamiento de las intervenciones es negativo”, dice Glaser. “Si tienes un parto sin medicamentos, es: ‘¡Felicidades! Lo hiciste muy bien’. Y si tienes una cesárea, eres una cobarde“.

Como consecuencia de esta narrativa, las mujeres que requieren intervenciones pueden sentir que han fracasado, a pesar de que representan casi el 40% de los nacimientos. “Las mujeres me dicen: ‘Yo quería un parto vaginal. Todos me decían que debía tener un parto natural. Fracasé. ¿Qué clase de madre seré si ni siquiera puedo dar a luz a mi bebé?“, explica la doctora Anushka Aubeelack, anestesióloga obstétrica que trabaja en un hospital londinense. “¿De dónde sacan eso? Literalmente, te juegas la vida por tu bebé. ¿Cómo es que tener un aborto con desgarros es una mayor prueba de maternidad?

Aubeelack indica que estos mensajes contra la intervención proceden “de la familia y los amigos, y de las clases prenatales”. Esta actitud fue reflejada por los médicos que aportaron pruebas al comité de salud y atención social, quienes juzgaron que “las presiones de la comunidad en general, las redes sociales y las clases prenatales… (contribuyeron) a una gran expectativa de normalidad entre los futuros padres”. Este mensaje puede resultar activamente perjudicial.

“Conduce a una sensación de desconfianza entre la madre y el equipo médico”, explica Aubeelack. “He visto a mujeres posponer decisiones que pueden salvar su vida debido a esta desconfianza”. Un vocero del NCT expresó: “La intervención oportuna es un componente esencial de la atención segura; no se debe hacer que las mujeres se sientan culpables por alguna de sus decisiones, y en cambio necesitan un apoyo amable y respetuoso para tomar las decisiones que son adecuadas para ellas y su bebé”.

En el otro extremo de la escala, las mujeres que sí solicitan intervenciones pueden descubrir que sus peticiones caen en saco roto. “Hay muchas pruebas para demostrar que a las mujeres se les niega la cesárea y los analgésicos cuando los piden“, señala Glaser. “Estas negaciones pueden abarcar desde negaciones rotundas hasta negaciones sutiles, en las que el personal dice: ‘Vamos a ver cómo lo llevas'”. Shafaq cuenta que una partera le negó analgésicos en las primeras fases del parto. “Me miró como si estuviera fingiendo tener dolor”, comenta Shafaq. Hazard se pregunta si algunos miembros del personal sufren fatiga por compasión, aunque recalca que esto no excusa su conducta. “Cuando estás bajo estrés crónico, puede ser una respuesta emocional común”, señala.

El racismo también puede influir: los estudios han demostrado que las mujeres asiáticas y afroamericanas tienen más probabilidades de que se ignoren sus peticiones en las unidades de maternidad. Las mujeres afroamericanas tienen cuatro veces más probabilidades que las mujeres blancas de morir durante el embarazo y el parto. Bradshaw, de ascendencia mixta, era consciente de esto cuando estaba embarazada de su hija, y es parte de la razón por la que comenta que intentó argumentar a favor de una cesárea, aunque afirma que su médico ignoró estas peticiones. “No quería ser una de esas estadísticas”, dice.

Sin embargo, el panorama no es completamente negativo. Reino Unido tiene una de las tasas de mortalidad materna más bajas del mundo y, si hay algo positivo que se desprende de las desgarradoras revelaciones del informe de Ockenden, es que han provocado una reflexión más amplia en los servicios de maternidad del Servicio Nacional de Salud, lo cual se podría traducir en mejores prácticas. “Espero que este sea un momento de reflexión para que nosotros, como profesión, consideremos si realmente estamos escuchando a las mujeres”, comenta Hazard. Porque, en última instancia, el único buen parto es aquel en el que la madre y el bebé salen sanos y salvos“.

*Se cambiaron algunos nombres.

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