‘Es doloroso que tu hijo sea rechazado’: el grupo de padres que lucha contra las nuevas leyes antitransgénero en EU
José y Lizette Trujillo con su hijo en Tucson, Arizona. Foto: Cassidy Araiza/The Guardian

Los rostros de dos adultos claramente agotados aparecen en una pantalla en la parte delantera de la sala. Desean ser identificados únicamente como padres de Texas.

“No sé qué aspecto tengo desde tu lado”, dice la madre, “pero sé que me veo como la muerte desde mi lado, así que no puede ser bueno en la pantalla de Zoom”.

La descripción de su aspecto coincide con el estado de ánimo en la sala de la sede de Human Rights Campaign en Washington DC, donde alrededor de dos docenas de padres de niños trans se encuentran sentados en un gran semicírculo. Están aquí para un fin de semana anual de reuniones organizadas por el HRC Parents for Trans Equality Council (PTEC), un grupo organizado para dar voz a los padres de las infancias trans en su defensa ante los medios de comunicación y los representantes electos. La reunión de esta noche no podía ser más oportuna.

Estuve ahí el 11 de marzo para escuchar una mesa redonda. Esto ocurrió justo cuando la legislatura de Florida estaba aprobando el proyecto de ley “no digas gay” y el gobernador de Texas, Greg Abbott, se disponía a clasificar la atención a la afirmación del género de los menores trans como abuso infantil. En todo el país, se han presentado más de 300 proyectos de ley anti-LGBTQ+ este año legislativo, según indica HRC. La mayoría de ellos apuntan contra los niños transgénero, un grupo demográfico que ni siquiera tiene la edad suficiente para votar contra los políticos que establecen la política.

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Personas protestan frente a la oficina de la senadora del estado de Florida Ileana García por el proyecto de ley ‘no digas gay’ en Miami el 9 de marzo. Foto: Joe Raedle/Getty Images.

Unas semanas después de la reunión del PTEC, Alabama aprobó una serie de proyectos de ley que básicamente ilegalizan el hecho de ser un menor trans en el estado. Dudo que sea el último estado que lo haga, ya que esto se ha convertido en el gran tema de facto para el movimiento conservador estadounidense, y los demócratas parecen renuentes a contraatacar con demasiada fuerza.

La mujer que aparece en la pantalla continúa explicando que su abogado le aconsejó que no se defendiera públicamente ni a sí misma ni a su hijo trans, y que su familia retiró todas las muestras externas de apoyo a las personas LGBTQ+, como la bandera del Orgullo que tenían fuera de su casa. “Se siente muy feo escuchar de gente de todo el país que tenemos que irnos de Texas porque nuestra experiencia aquí no es la que experimentamos en la legislatura”, comenta. “Tenemos una comunidad de afirmación, [y] no experimentamos discriminación de la manera en que tantas personas la experimentan en otros estados y en otras áreas de Texas”.

Equilibrar la crianza de sus familias y al mismo tiempo abogar por la vida de sus hijos representa un gran peso para todos estos padres. José Trujillo, padre de un niño trans en Arizona, habla sobre cómo se sacrificó para convertirse en ciudadano naturalizado para que sus hijos pudieran tener las libertades que él no tuvo antes de convertirse en ciudadano.

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El hijo de José y Lizette Trujillo en Tucson, Arizona, en abril. Foto: Cassidy Araiza/The Guardian.

Pero ahora vive en un estado que introdujo más proyectos de ley antitrans que cualquier otro del país. “Sentí lo que se siente no ser una especie de marginado”, dice en la mesa redonda. “Pienso que cuando tenga a mis hijos y nazcan en esta tierra, tendrán una experiencia completamente diferente. Y entonces veo que esto ocurre y simplemente me enoja”.

Hablando por teléfono días después, Lizette, la esposa de José, me contó que su hijo de 14 años tuvo lo que ella llamó una infancia transgénero “típica”. Desde el principio, ella insistió mucho en el género de su hijo, con el rosa y las princesas, pero su hijo lo rechazaba al instante. Recuerda que un amigo de su hijo, que en ese momento tenía ocho años, se acercó corriendo y le preguntó: “Oiga, ¿podemos ir él y yo a jugar en el campo de futbol?”

“La madre del amigo corrigió a su hijo. Y el amigo nos miró y dijo: ‘No, él es él, ¿podemos ir a jugar?” recordó Lizette. Esa interacción la llevó a tratar el tema con su hijo, quien le dijo que en su corazón es un chico. “A partir de ese momento, lo apoyamos”, comentó.

Al principio se encontraron con la oposición de algunos familiares y amigos. Un amigo cercano le advirtió que no le contara a nadie sobre la identidad de género de su hijo, por temor a que alguien llamara a los Servicios de Protección al Menor. Lizette tardó ocho meses en encontrar un grupo de apoyo que le ayudara a empezar a superar la situación.

Afortunadamente, la escuela de su hijo era solidaria y tenía experiencia con otros niños trans, lo que borró una gran preocupación de la mente de Lizette.

Apartó a algunos familiares de su vida para proteger a su hijo, aunque muchos de ellos terminaron regresando. “Fue muy doloroso que tu hijo, esa persona por la que darías la vida, fuera rechazado por la gente que supuestamente debería quererlo”, comentó. “Me lo tomé muy a pecho, muy personalmente. ¿Por qué no iban a quererlo?”

Otro de los padres, Stephen Chukumba, de Nueva Jersey, es uno de los miembros del grupo que más se manifiesta. “Tengo un hijo trans y me molesta mucho que en 2022, tres meses después, ya hayan sido asesinadas seis personas transgénero, y que los estados se estén movilizando activamente para marginar aún más a las personas transgénero como si fuéramos una gran amenaza”, dijo, con la voz cargada de emoción. “No parece que haya suficientes personas que tomen con seriedad lo que nos está pasando, y eso me molesta, me enoja, me disgusta y me asusta”.

Una semana más tarde, a través de Zoom, Chukumba, viudo y padre soltero, me dijo que el género no era algo importante en su casa. Sus cuatro hijos -hombres de 20, 18, 15 y 12 años- tienen largas rastas y siempre se han vestido de forma bastante indiferente al género. Su hijo de 15 años, que Chukumba no quiso nombrar por razones de privacidad, se declaró trans hace cinco años.

Chukumba comentó que con frecuencia era más fácil llevar a los niños a Osh Kosh B’Gosh y comprarles a todos playeras y pantalones, incluyendo a su hijo trans antes de que hiciera la transición. En consecuencia, Chukumba se encontraba corrigiendo a los extraños que solían percibir que todos sus hijos eran hombres. Su hijo trans le dijo posteriormente que no le importaba que le llamaran “uno de los chicos”.

“Pensando en ello, él nunca, nunca corregía a la gente”, dijo Chukumba. “Simplemente le seguía la corriente”.

Recordó una ocasión, hace aproximadamente un año, en la que la identidad de su hijo finalmente cobró sentido para él. Su hijo tocó la puerta del cuarto de Chukumba y pidió entrar. “Le dije: ‘¿Qué quieres?'”, recordó. “Él simplemente se me quedó viendo y se le dibujó una pequeña sonrisa en la cara y, literalmente, en ese momento fue la primera vez que vi a mi hijo. Como si solo viera al chico. No vi la asignación que se le dio al nacer”.

Fue un momento crítico para Chukumba. Se dio cuenta entonces de que tenía que empezar a preparar al adolescente para la vida como hombre afroamericano. Contó que siempre les había dicho a sus hijos cisgénero que hicieran lagartijas en casa, así que empezó a incluir a su hijo trans. También se dio cuenta de que nunca le había enseñado al adolescente trans el dap up, es decir, a saludarse con un choque de puños.

“Ningún hijo mío no sabrá cómo saludar a otro hermano”, dijo. “He sido descuidado en mi responsabilidad de criar a un hijo afroamericano al no enseñarle cómo ser propio en situaciones con otros afroamericanos”.

En la reunión del PTEC, Chukumba constituye la columna vertebral emocional del debate de la noche. “Se está volviendo rápidamente evidente que no existe un espacio seguro para nosotros, ¿y cómo es eso sostenible?”, pregunta al final de la discusión, con la voz entrecortada mientras comienza a llorar. “Ya estoy lidiando con la interseccionalidad con un niño afroamericano trans y ahora tengo que pensar sobre en qué estados se puede vivir. Tendré que aceptar que alguien podría decidir que representas algo que ellos odian y eso es todo“.

Mientras recojo mis cosas al terminar la mesa redonda, un grupo de padres me pide que me una a ellos para cenar. Nos reímos y hablamos mientras comemos comida italiana en el centro de Washington, DC, lo cual parece ser un respiro del hostil mundo exterior. Poco después de los aperitivos, uno de los padres se pone en pie, con el teléfono en la mano. “¡El juez suspendió la acción de Texas!”, grita, refiriéndose a la decisión de un juez local de Texas de dejar pendiente la orden de abuso infantil de Abbott.

Los aplausos se extienden en nuestra sección, y aparecen las lágrimas. Después de una noche de testimonios largos, difíciles y emotivos de un grupo de padres cariñosos que se sienten vencidos pero no derrotados, fue una victoria muy necesaria.

Chukumba fue quien quizás mejor articuló al principio de la noche la lucha que tienen por delante tanto las personas trans como los padres que nos quieren. “Con la última fuerza de nuestro cuerpo, con el último aliento, lucharemos para asegurarnos de que nuestros hijos tengan un lugar en la sociedad en el que puedan estar con la cabeza erguida, sin miedo, sabiendo que son merecedores de los mismos derechos y libertades que todos los demás tienen en este mundo”, expresó. “Simplemente me niego a permitir que esta basura desaparezca sin luchar”.

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