Desde ladrillos hasta bolsas y arte ecológico: seis usos innovadores de los residuos plásticos

Cuando llueve en Uganda, los residuos plásticos obstruyen las alcantarillas. Para Faith Aweko, que creció en un barrio marginal de Kampala, la capital, las fuertes lluvias significaban que el agua inundaba su casa junto a la calle.

“Durante la época de lluvias, la mayoría de las calles aquí en Kampala están llenas de botellas y bolsas de plástico porque las personas tiran el plástico en zanjas y alcantarillas. Esto dificulta las cosas para la gente como yo en los barrios marginales”, comenta Aweko. Junto con Shamim Naluyima y Rachel Mema, dos mujeres que conoció en un curso sobre innovación social, lanzó Reform Africa en 2018, convirtiendo los residuos plásticos en bolsas impermeables.

Un equipo de mujeres recolecta bolsas y botellas de plástico de las calles y los basureros. Lo lavan, lo secan y lo transforman en un material sustentable similar al cuero para fabricar mochilas, bolsas para las compras y artículos de tocador.

En promedio, fabrican alrededor de 20 bolsas al día, las cuales son vendidas en seis boutiques de Uganda y en la página web de Reform Africa, con precios que oscilan entre los 9 y los 25 dólares. La empresa ha sido un éxito. Aweko comenta que algunas de las mochilas son compradas por organizaciones humanitarias y por organizaciones de Uganda.

“En las zonas rurales, la gente no se puede permitir una mochila decente, por lo que los padres compran bolsas de plástico. Pero cuando los niños regresan a casa de la escuela están rotas o perdidas”, explica.

Las ventas cayeron inicialmente durante el confinamiento ocasionado por la pandemia en Uganda, sin embargo, ahora las bolsas son adquiridas en los Países Bajos, Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos.

“De hecho, pudimos duplicar nuestras ventas con respecto al año anterior”, comenta Aweko.

Aweko actualmente está creando una fábrica para reciclar plásticos rígidos y convertirlos en artículos como pinzas y macetas, y dirige programas de concienciación, algo fundamental en un país en el que solo se recicla el 1% de los residuos. Tom Collins en Uganda.

‘Una impactante llamada de atención’

Es la hora del recreo en la escuela de Mahim, en Mumbai, y un grupo de niños come sus bocadillos en bancas hechas con cajas de Tetra Pak reciclados.

“Esta banca me hace feliz, ya que está hecha con residuos”, dice Aayush Khurana, de 12 años, mientras engulle su comida.

Mumbai produce más de 6 mil 900 toneladas de residuos al día y, en 2009, Monisha Narke creó RUR Green life (¿Estás reduciendo, reutilizando y reciclando?) como respuesta al problema.

Esta empresa social fabrica varios productos, pero a través de su programa Cajas para las Escuelas, trabaja con Tetra Pak India para convertir las cajas de plástico y papel en bancas, escritorios y sillas, que se pueden adquirir en internet y donar a las escuelas públicas. La organización, que también educa a los niños para que reduzcan su consumo de plásticos, ha reciclado aproximadamente 8 millones de cajas desechadas y ha distribuido más de 350 pupitres y 250 bancas.

Narke se inspiró tras visitar el basurero de Deonar, el más grande de la India. “Subir por los montones de residuos con la nariz tapada, viendo los grandes camiones de basura verdes que salpicaban el basurero fue una impactante llamada de atención”, explica. Al descubrir que las cajas de Tetra Pak contenían papel, se preguntó si se podía hacer algo con ellas. “Supe que se podían reciclar las cajas para producir láminas de material compuesto. Estas láminas eran utilizadas para fabricar los asientos de los automóviles, y podían ser utilizadas de muchas otras maneras. Eso me hizo pensar en pupitres y bancas”.

Actualmente, las cajas son recolectadas en tres ciudades, en tiendas, escuelas y colegios, con planes de expansión.

Las cajas son trituradas en fábricas, calentadas, compactadas y fundidas en moldes. Se necesitan alrededor de 4 mil 500 cajas para hacer un escritorio o una silla, y aproximadamente 6 mil 500 para una banca.

“Tuvimos una gran respuesta a esta iniciativa y esperamos que participen más personas”, comenta Narke.

Mohan Boghade, director de la escuela de Mahim, dice que recibir el mobiliario supuso una gran alegría. “Tener la infraestructura adecuada ayuda a la productividad de los estudiantes y esta medida garantiza que todos los alumnos tengan acceso a los mismos niveles de infraestructura”. Kavitha Yarlagadda en India.

‘Esto es algo precioso para nosotras’

Ovy Sabrina y Novita Tan tardaron 18 meses en desarrollar la fórmula para convertir el plástico en ladrillos. Las amigas de la universidad querían hacer algo respecto a los 7.8 millones de toneladas de residuos plásticos que se generan anualmente en Indonesia.

“Si lo pensamos realmente, es horrible. Todavía no existen soluciones para muchos tipos de residuos plásticos”, explica Sabrina. “Mientras tanto, todo lo que usamos ahora está hecho de plástico”.

Las licenciadas en psicología investigaron y realizaron pruebas para hallar la mezcla de cemento y plástico que fuera segura para el medio ambiente, duradera y que cumpliera con los estándares. En noviembre de 2019, lanzaron Rebricks.

“Al principio, teníamos que visitar los puestos de comida para pedir los residuos plásticos porque no teníamos suficientes para la producción. A veces, los dueños de los puestos desconfiaban y no nos querían dar los residuos”, cuenta Sabrina.

La empresa recolecta bolsitas de plástico, bolsas, envases y plástico de burbujas en tres puntos de recolección en Yakarta y uno en Bandung, Java Occidental. Algunas personas incluso les envían el plástico por correo.

Nueve empleados reciclan alrededor de 100 kg de plástico al día. La empresa ha reciclado 17 mil 500 kg de residuos y ha fabricado aproximadamente 100 mil ladrillos. Se necesitan alrededor de 880 piezas de plástico para hacer un metro cuadrado de adoquines.

El dúo ha recibido mucho apoyo por parte de la población. “Me alegra mucho el corazón. Algunos nos enviaron albóndigas para comer. Nos sentimos muy apreciados”, dice Sabrina. “Desde la mañana hasta la noche, nuestro número de WhatsApp no dejaba de recibir mensajes de muchas personas, preguntando cómo podían enviarnos sus residuos”.

Las mujeres proyectan puntos de reciclaje en otras provincias, para no tener que enviar los residuos entre las islas. Quieren competir con los fabricantes de ladrillos convencionales.

“Por cada metro cuadrado pensamos que, efectivamente, hemos evitado que esta cantidad de residuos plásticos vaya a dar al basurero”, comenta Sabrina. “Esto es algo precioso para nosotras”. Gemma Holliani Cahya en Indonesia.

‘Se me ocurrió la idea de producir obras de arte’

Empezó con un rinoceronte, pero ahora aparecen elefantes, chitas y pangolines en las obras de plástico de Chisomo Lifa. Este hombre de 27 años de Blantyre, Malawi, comenzó a recolectar residuos plásticos hace dos años, desanimado por la cantidad que veía en las calles de la ciudad. “No tenía una idea exacta de lo que quería hacer, pero entonces se me ocurrió la idea de producir obras de arte”.

Lifa funde botellas y bolsas y les da forma de animales, que pinta y barniza. “La respuesta de las personas fue abrumadora y eso me animó a seguir con la idea”, comenta Lifa.

“Elegí los animales en mis esculturas porque también existe el problema de la caza ilegal de animales silvestres”, explica.

Sus esculturas han sido expuestas en el centro de jardinería Four Seasons, un importante espacio de arte en Lilongwe. También ha vendido algunas de sus obras.

Lifa espera que al convertir los residuos de papel y plástico en arte llamativo, pueda comenzar a influir en la perspectiva de las personas respecto al medio ambiente y la vida silvestre.

Los activistas calculan que en Malawi se producen 75 mil toneladas de plástico al año, el 80% de ellas no pueden ser recicladas. La mayor parte termina en los basureros.

Aunque el gobierno prohibió la fabricación, distribución y uso de plásticos finos, las órdenes judiciales obtenidas por los fabricantes y el insuficiente control hacen que los plásticos sigan inundando el mercado.

Lifa, que comenzó a dibujar cuando estuvo en cama a causa de la malaria en 2014, ahora da clases en escuelas y tiene la ambición de abrir una escuela de arte en la ciudad.

“Trabajar con plásticos es arriesgado, pero a la vez un reto, ya que trabajamos a altas temperaturas. Pero estoy muy motivado y ahora estoy trabajando en animales menos conocidos, como los pangolines, para que las personas puedan saber cómo se ven estos animales”. Charles Pensulo en Malawi.

‘La gente puede cultivar alimentos sanos para sí misma’

Al convertir las botellas en macetas, un extenso barrio residencial de la capital peruana aborda dos problemas: los residuos plásticos y la falta de espacio para cultivar vegetales.

Corta un agujero en un lado de una botella, cuélgala boca abajo y llénala de tierra, explica Chris Cortez, responsable de proyectos medioambientales en Santiago de Surco, un distrito de Lima que alberga a aproximadamente 350 mil habitantes.

Las botellas son lo suficientemente grandes como para cultivar lechugas, espinacas, acelgas o un betabel, rábano o zanahoria. Conectadas por tapas de botellas atornilladas a través de los agujeros de la base de otra botella, pueden ser colgadas una encima de la otra, en filas de hasta siete, y colgadas en una pared.

Cortez comenta que sus clases por internet para enseñar horticultura vertical despuntaron durante la pandemia de Covid-19.

“La idea era mostrarles a las personas que podían cultivar alimentos saludables en casa”, explica Cortez, de 25 años. Perú tenía la mayor tasa de mortalidad per cápita y uno de los confinamientos más estrictos del mundo. “Les dio algo que hacer cuando estaban encerrados, sobre todo a las personas mayores, muchas de ellas criadas en el campo”, añade.

Más de 220 mil botellas de plástico reutilizadas se encuentran ahora colgadas en un muro de 700 metros de longitud, situado al borde de la planta de reciclaje más grande y antigua de Lima, en el parque ecológico Voces por el Clima.

Con un abundante suministro de botellas de plástico, Cortez ha utilizado cada centímetro de la pared para esta técnica hortícola, que ahorra agua y espacio.

Cada pocas semanas se cosechan kilos de verduras que son donados a uno de los 24 comedores sociales que ofrecen comidas económicas en los barrios del distrito.

Gloria Pérez, de 59 años, quien dirige la asociación de comedores sociales, explica que recibe una entrega cada pocos meses. “Siempre que hay una cosecha recibimos algo”, dice. Dan Collyns en Perú.

‘Todos los bancos rechazaron mi idea’

En su página de Twitter, Nzambi Matee se describe como bailarina. Sin embargo, esta científica de 30 años está ganando elogios como emprendedora social responsable de un proyecto de reciclaje de residuos plásticos en Kenia.

Alrededor del 20% de las 2 mil 400 toneladas de basura que produce Nairobi diariamente es plástico de un solo uso. Alrededor del 80% llega a Dandora, el basurero más grande de la ciudad. Aquí, Matee vio la oportunidad de convertir algunas de las 500 toneladas de plástico en materiales de construcción.

En 2017 dejó su trabajo como analista de datos y creó un taller rudimentario en el recinto de su madre situado en las afueras de Nairobi para aprender a fabricar adoquines hechos de plástico. Tenía “una máquina ruidosa”. “Tan ruidosa que los vecinos me dieron un año para cerrar las operaciones o (llamarían) a las autoridades”. Tardó nueve meses –”todo un periodo de embarazo”– en fabricar el primer bloque de adoquines con una combinación de plástico y arena.

No obstante, aunque la fundadora de Gjenge Makers Ltd tenía pasión, no disponía del capital necesario para expandirse. Hizo varias propuestas a las entidades financieras, “pero todos los bancos a los que me dirigí rechazaron mi idea, diciendo que era demasiado arriesgada porque no tenía garantías. Fue doloroso”, explica.

En 2018, Matee se fue a Estados Unidos para recaudar fondos, y regresó un año después con el dinero suficiente para la producción. Ahora cuenta con un equipo de 113 personas, muchas de ellas jóvenes, que recorren el basurero de Dandora en busca de botellas de plástico y otros envases.

A finales de junio, la empresa de Matee habrá reciclado alrededor de 100 toneladas de plástico en 200 mil adoquines.

Matee se siente inspirada por la fallecida ecologista keniana y premio Nobel de la Paz, la profesora Wangari Maathai. “Quiero tener un impacto medioambiental como el de Wangari Maathai”, dice Matee, nombrada una de los Jóvenes Campeones de la Tierra 2020 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. “Su principal herramienta era el activismo, y yo me dedico a la ciencia. Quiero convertir los residuos plásticos en algo útil. Es una labor abrumadora”. Peter Muiruri en Kenia.