Uber violó leyes, engañó a la policía y presionó en secreto a gobiernos
Filtran más de 124 mil documentos confidenciales a The Guardian: Los Archivos de Uber.
-Los archivos revelan los intentos de ejercer presión sobre el presidente estadounidense Joe Biden, el canciller alemán Olaf Scholz y George Osborne.
-Emmanuel Macron ayudó en secreto a los grupos de presión de Uber en Francia, revelan mensajes.
-La empresa utilizó un ‘interruptor de emergencia’ durante las redadas para evitar que la policía viera los datos.
-El exdirector general de Uber dijo a los ejecutivos que ‘la violencia garantiza el éxito’.

Una filtración sin precedentes de archivos confidenciales reveló la historia interna de cómo el gigante tecnológico Uber violó las leyes, engañó a la policía, explotó la violencia contra los conductores y presionó en secreto a los gobiernos durante su agresiva expansión mundial.

La filtración sin precedentes de más de 124 mil documentos a The Guardian conocidos como Los Archivos de Uber- devela las prácticas éticamente cuestionables que impulsaron la transformación de la empresa en una de las exportaciones más famosas de Silicon Valley.

La filtración comprende un periodo de cinco años en el que Uber se encontraba bajo la dirección de su cofundador, Travis Kalanick, quien intentó forzar la entrada del servicio de taxis en ciudades de todo el mundo, aunque esto significara violar las leyes y las regulaciones de los taxis.

Durante la feroz respuesta negativa mundial, los datos muestran la forma en que Uber intentó obtener apoyo cortejando discretamente a primeros ministros, presidentes, multimillonarios, oligarcas y barones de los medios de comunicación.

Los mensajes filtrados sugieren que los ejecutivos de Uber en ese momento también eran completamente conscientes de la infracción de la ley por parte de la empresa, con un ejecutivo bromeando que se habían convertido en “piratas” y otro admitiendo: “Somos unos malditos ilegales”.

El caché de archivos, que abarcan desde el año 2013 hasta el 2017, incluye más de 83 mil correos electrónicos, iMessages y mensajes de WhatsApp, entre los cuales figuran conversaciones, frecuentemente francas y sin rodeos, entre Kalanick y su principal equipo de ejecutivos.

En uno de los intercambios, Kalanick descartó las preocupaciones de otros ejecutivos respecto al hecho de que enviar a los conductores de Uber a una protesta en Francia los ponía en riesgo de sufrir violencia por parte de opositores enojados de la industria de los taxis. “Creo que vale la pena”, respondió. “La violencia garantiza el éxito”.

En un comunicado, el vocero de Kalanick señaló que él “nunca sugirió que Uber debería aprovecharse de la violencia a expensas de la seguridad de los conductores” y que cualquier sugerencia de que él estuviera involucrado en dicha actividad sería completamente falsa.

La filtración también contiene mensajes de texto entre Kalanick y al presidente francés Emmanuel Macron, quien en secreto ayudó a la empresa en Francia cuando era ministro de Economía, permitiendo que Uber tuviera acceso frecuente y directo a él y a su personal.
Macron, el presidente francés, parece haber realizado todo lo posible para ayudar a Uber, incluso comunicando a la empresa que había negociado un “acuerdo” secreto con sus oponentes en el gabinete francés.

A nivel privado, los ejecutivos de Uber expresaron un desprecio nada disimulado hacia otros funcionarios electos que se mostraron menos receptivos con el modelo de negocio de la empresa.

Después de que el canciller alemán, Olaf Scholz, que en ese momento era alcalde de Hamburgo, se opusiera a los grupos de presión de Uber e insistiera en que los conductores recibieran un salario mínimo, un ejecutivo comentó a sus colegas que era “un auténtico comediante”.

Cuando el entonces vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, partidario de Uber en aquel momento, llegó tarde a una reunión con la empresa durante el Foro Económico Mundial de Davos, Kalanick le envió un mensaje de texto a un colega: “Hice que mi personal le hiciera saber que cada minuto que llegue tarde, es un minuto menos que tendrá conmigo”.

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Tras reunirse con Kalanick, parece que Biden modificó su discurso preparado para Davos para referirse a un CEO cuya empresa ofrecería a millones de trabajadores “libertad para trabajar tantas horas como deseen, gestionar sus propias vidas como quieran”.

The Guardian lideró una investigación a nivel mundial sobre los archivos filtrados de Uber, compartiendo los datos con organizaciones de medios de comunicación de todo el mundo a través del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ). Más de 180 periodistas pertenecientes a 40 medios de comunicación, como Le Monde, Washington Post y la BBC, publicarán en los próximos días una serie de artículos de investigación acerca del gigante tecnológico.

En un comunicado como respuesta a la filtración, Uber admitió haber cometido “errores y equivocaciones”, no obstante, indicó que desde 2017 se transformó bajo el liderazgo de su actual director ejecutivo, Dara Khosrowshahi.

“No hemos hecho ni haremos excusas por el comportamiento pasado que claramente no concuerda con nuestros valores actuales”, señaló. “En su lugar, pedimos al público que nos juzgue por lo que hemos realizado en los últimos cinco años y por lo que haremos en los años venideros”.

El vocero de Kalanick indicó que las iniciativas de expansión de Uber fueron “dirigidas por más de un centenar de líderes ubicados en decenas de países de todo el mundo y en todo momento bajo la supervisión directa y con la total aprobación de los sólidos grupos jurídicos, de políticas y de cumplimiento de Uber”.

‘Aceptar el caos’

Los documentos filtrados revelan los métodos que Uber utilizó para sentar las bases de su imperio. Uber, una de las más grandes plataformas de trabajo del mundo, ahora es una empresa valorada en 43 mil millones de dólares, que efectúa aproximadamente 19 millones de viajes al día.

Los archivos abarcan las operaciones de Uber en 40 países durante un período de tiempo en el que la empresa se convirtió en un gigante mundial, arrasando con su servicio de renta de taxis en muchas de las ciudades en las que todavía opera en la actualidad.

Desde Moscú hasta Johannesburgo, con un financiamiento de capital de riesgo sin precedentes, Uber subvencionó ampliamente los viajes, persuadiendo a conductores y pasajeros para que utilizaran la aplicación mediante incentivos y modelos de precios que no serían viables.

Uber debilitó los mercados de taxis establecidos y presionó a los gobiernos para que modificaran las leyes para ayudar a sentar las bases de un modelo de trabajo basado en aplicaciones y en la economía de los trabajos independientes, que desde entonces ha proliferado en todo el mundo.

En un intento para aplacar la feroz respuesta negativa contra la empresa y lograr cambios en las leyes relativas a los taxis y al trabajo, Uber planeó gastar una cantidad extraordinaria de 90 millones de dólares en 2016 en actividades de presión y relaciones públicas, sugiere uno de los documentos.

Su estrategia solía consistir en pasar por encima de los alcaldes y las autoridades de transporte y dirigirse directamente a las Casas de los Gobiernos.

Además de reunirse con Biden en Davos, los ejecutivos de Uber se reunieron personalmente con Macron, el primer ministro de Irlanda, Enda Kenny, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y George Osborne, el canciller del Reino Unido en aquel momento. Una nota sobre la reunión describió a Osborne como un “firme defensor”.

En un comunicado, Osborne indicó que la política explícita del gobierno en aquel entonces consistía en reunirse con empresas tecnológicas mundiales y “persuadirlas para que invirtieran en Gran Bretaña y crearan puestos de trabajo aquí”.

Si bien la reunión con Osborne en Davos fue un hecho declarado, los datos revelan que seis ministros del gabinete conservador del Reino Unido mantuvieron reuniones con Uber que no fueron reveladas. Se desconoce si se deberían haber revelado dichas reuniones, lo cual pone de manifiesto la confusión que existe en torno a cómo se aplican las normas de los grupos de presión en el Reino Unido.

Los documentos indican que Uber era experto en encontrar caminos no oficiales hacia el poder, ejerciendo su influencia a través de amigos o intermediarios, o buscando encuentros con políticos en los que los asistentes y funcionarios no estaban presentes.

La empresa reclutó el apoyo de poderosas figuras en países como Rusia, Italia y Alemania, a los que ofreció preciadas participaciones financieras en la empresa emergente y los convirtió en “inversionistas estratégicos”.

Asimismo, en un intento para influir en los debates políticos, le pagó a destacados académicos cientos de miles de dólares para que realizaran investigaciones que respaldaran las afirmaciones de la empresa acerca de los beneficios de su modelo económico.

A pesar de contar con una operación de presión bien financiada y perseverante, los esfuerzos de Uber dieron resultados desiguales. En algunos países, Uber logró convencer a los gobiernos de que modificaran sus leyes, con efectos duraderos. Sin embargo, en otros lugares, la empresa se encontró con obstáculos por parte de las industrias de taxis arraigadas, superadas por sus rivales locales de servicio de taxis o con la oposición de políticos de izquierda que simplemente se negaban a ceder.

Cuando se enfrentaba a la oposición, Uber intentaba convertirla en una ventaja, aprovechándola para impulsar la idea de que su tecnología estaba alterando los anticuados sistemas de transporte, e instando a los gobiernos a reformar sus leyes.

Con motivo del lanzamiento de Uber en la India, el principal ejecutivo de Kalanick en Asia exhortó a los directivos a concentrarse en impulsar el crecimiento, incluso cuando “los incendios comiencen a arder”. “Sepan que esto constituye una parte normal del negocio de Uber”, expresó. “Acepten el caos. Significa que están haciendo algo significativo”.

Kalanick pareció llevar a la práctica dicha ética en enero de 2016, cuando los intentos de Uber de trastocar los mercados en Europa condujeron a airadas protestas en Bélgica, España, Italia y Francia por parte de taxistas que temían la pérdida de su sustento.
Durante las huelgas del sector taxista y los disturbios ocurridos en París, Kalanick ordenó a los ejecutivos franceses que tomaran represalias y que alentaran a los conductores de Uber a organizar una contramanifestación que incluyera la desobediencia civil masiva.

Cuando se le advirtió que al hacerlo se corría el riesgo de que los conductores de Uber sufrieran ataques por parte de “matones de extrema derecha” que se habían infiltrado en las protestas de los taxistas y estaban “dispuestos a luchar”, Kalanick pareció instar a su equipo a seguir adelante de cualquier manera. “Creo que vale la pena”, comentó. “La violencia garantiza el éxito. Y hay que oponerse a estos tipos, ¿no? Estoy de acuerdo en que es necesario pensar en el lugar y el momento adecuados”.

La decisión de enviar a los conductores de Uber a protestas potencialmente conflictivas, a pesar de los riesgos, coincidía con lo que un exejecutivo de alto nivel comentó a The Guardian, que se trataba de una estrategia para “convertir en armas” a los conductores y explotar la violencia contra ellos para “mantener la controversia”.

Se trataba de una estrategia que, según sugieren los correos electrónicos filtrados, fue repetida en Italia, Bélgica, España, Suiza y los Países Bajos.

Cuando varios hombres enmascarados, que según los informes eran taxistas enojados, se enfrentaron a los conductores de Uber con manoplas y un martillo en Ámsterdam en marzo de 2015, los empleados de Uber intentaron sacar provecho de la situación para obtener concesiones por parte del gobierno holandés.

Se instó a las víctimas de los conductores a presentar denuncias a la policía, las cuales fueron compartidas con De Telegraaf, el principal periódico holandés. Mañana “serán publicadas sin nuestra huella en la portada”, escribió un directivo. “Seguimos con la narrativa de la violencia durante unos días, antes de ofrecer la solución”.

La vocera de Kalanick cuestionó la autenticidad de algunos documentos. Señaló que Kalanick “nunca sugirió que Uber debería aprovecharse de la violencia a expensas de la seguridad de los conductores” y que cualquier sugerencia de que él estuviera involucrado en tal actividad sería “completamente falsa”.

La vocera de Uber también reconoció que se cometieron errores en el pasado en el manejo de los conductores por parte de la empresa, sin embargo, indicó que nadie, incluyendo Kalanick, deseaba la violencia contra los conductores de Uber. “Hay muchas cosas que nuestro exCEO dijo hace casi una década que sin duda no aprobaríamos en la actualidad”, precisó. “Pero algo que sí sabemos y creemos firmemente es que nadie en Uber se ha alegrado de la violencia contra algún conductor”.

El ‘interruptor de emergencia’

Los conductores de Uber sin duda fueron objeto de violentas agresiones y en ocasiones de asesinatos por parte de furiosos taxistas. Y la aplicación de servicio de taxis, en algunos países, se encontró a si misma luchando contra flotas de taxis consolidadas y monopolizadas, que mantenían una relación muy estrecha con las autoridades de las ciudades. Uber solía describir a sus oponentes en los mercados de taxis regulados como operadores de un “cártel”.

No obstante, a nivel privado, los ejecutivos y el personal de Uber parecen haber tenido pocas dudas respecto a la naturaleza frecuentemente deshonesta de su propia actividad.

En correos electrónicos internos, el personal hizo referencia al “estatus no legal” de Uber, u otras formas del incumplimiento activo de las regulaciones, en países que incluyen Turquía, Sudáfrica, España, República Checa, Suecia, Francia, Alemania y Rusia.

Un alto ejecutivo escribió en un correo electrónico: “No somos legales en muchos países, deberíamos evitar realizar declaraciones antagónicas”. Al comentar sobre las tácticas que la empresa estaba dispuesta a desplegar para “evitar la aplicación de la ley”, otro ejecutivo escribió: “Oficialmente nos hemos convertido en piratas”.

Nairi Hourdajian, jefa de comunicación global de Uber, lo expresó de una manera aún más contundente en un mensaje enviado a un colega en 2014, entre los esfuerzos por cerrar la empresa en Tailandia e India: “A veces tenemos problemas porque, bueno, somos unos malditos ilegales”. Al ser contactada por The Guardian, Hourdajian rechazó realizar comentarios.

La vocera de Kalanick acusó a los periodistas de “insistir en su falsa agenda” que él había “dirigido una conducta ilegal o inapropiada”.

La vocera de Uber señaló que, cuando comenzó la empresa, “las regulaciones sobre viajes compartidos no existían en ninguna parte del mundo” y que las leyes de transporte resultaban obsoletas para la era de los teléfonos inteligentes.

En todo el mundo, la policía, los funcionarios de transporte y las agencias reguladoras intentaron tomar medidas drásticas contra Uber. En algunas ciudades, los funcionarios descargaron la aplicación y solicitaron viajes para poder tomar medidas contra los viajes en taxi sin licencia, imponiendo multas a los conductores de Uber y confiscando sus vehículos. Las autoridades allanaron en repetidas ocasiones las oficinas de Uber en decenas de países.

En este contexto, Uber desarrolló sofisticados métodos para impedir la aplicación de la ley. Uno de ellos era conocido a nivel interno en Uber como el “interruptor de emergencia”. Cuando una oficina de Uber era objeto de una redada, los ejecutivos de la empresa enviaban de forma frenética instrucciones al personal informático para que cortara el acceso a los principales sistemas de datos de la empresa, impidiendo así que las autoridades pudieran recabar pruebas.

Los archivos filtrados sugieren que la técnica, aprobada por los abogados de Uber, fue utilizada al menos 12 veces durante redadas efectuadas en Francia, Países Bajos, Bélgica, India, Hungría y Rumania.

La vocera de Kalanick señaló que estos protocolos de “interruptor de emergencia” eran una práctica comercial común y que no estaban diseñados para obstruir a la justicia. Explicó que los protocolos, que no eliminaban datos, fueron revisados y aprobados por el departamento jurídico de Uber, y que el exCEO de Uber nunca fue acusado en relación con la obstrucción de la justicia o algún delito relacionado.

La vocera de Uber indicó que su software de interruptor de emergencia “nunca debería haber sido utilizado para frustrar una acción regulatoria legítima” y que la empresa dejó de emplear el sistema en 2017, cuando Khosrowshahi reemplazó a Kalanick como CEO.
Otro ejecutivo que los archivos filtrados sugieren que estuvo implicado en los protocolos de interrupción de emergencia fue Pierre-Dimitri Gore-Coty, quien dirigió las operaciones de Uber en Europa occidental. Actualmente dirige Uber Eats y forma parte del equipo ejecutivo de la empresa, compuesto por 11 personas.

Gore-Coty expresó en un comunicado que lamentaba “algunas de las tácticas utilizadas para lograr una reforma regulatoria en materia de transporte compartido en sus inicios”. Mirando hacia atrás, comentó: “Era joven e inexperto y con demasiada frecuencia seguí las indicaciones de superiores de ética cuestionable”.

Los políticos ahora también se enfrentan a preguntas sobre si recibieron instrucciones de los ejecutivos de Uber.
Cuando en 2015 un funcionario policial francés pareció prohibir uno de los servicios de Uber en Marsella, Mark MacGann, jefe de grupos de presión de Uber en Europa, Medio Oriente y África, recurrió al aliado de Uber que formaba parte del gabinete francés.

“Lo revisaré personalmente”, respondió Macron en un mensaje de texto. “En este momento, mantengamos la calma”.

Redactores de Los Archivos de Uber: Harry Davies, Simon Goodley, Felicity Lawrence, Paul Lewis, Lisa O’Carroll, John Collingridge, Johana Bhuiyan, Sam Cutler, Rob Davies, Stephanie Kirchgaessner, Jennifer Rankin, Jon Henley, Rowena Mason, Andrew Roth, Pamela Duncan, Dan Milmo, Mike Safi, David Pegg y Ben Butler.

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