‘Perpetúa el miedo’: el tiroteo de Monterey Park agrava el trauma en las comunidades asiático-estadounidenses
Una persona visita un monumento improvisado frente al Star Dance Studio en Monterey Park, California. Foto: Caroline Brehman/EPA

En la noche del año nuevo lunar, Ny Nourn se reunió con sus seres queridos para comer langosta en un restaurante en Monterey Park, la ciudad del sur de California conocida como el primer barrio chino suburbano de Estados Unidos.

La abuela de su pareja había fallecido esa misma semana, y la familia fue el sábado al restaurante Taste of MP para lamentar su muerte y rendirle homenaje: “Ella hubiera querido que estuviéramos juntos, y nosotros queríamos honrar su legado y su memoria”.

Nourn se sintió reconfortada al ver las mesas a su alrededor repletas de hasta seis generaciones de familias: “De eso se trata el año nuevo lunar, de la familia y la celebración”.

Treinta minutos después, la alegría de la festividad se hizo añicos cuando, a una cuadra de distancia, en la avenida Garvey, un hombre entró a un salón de baile y abrió fuego, matando al menos a 11 víctimas, todas ellas de entre 50, 60 y 70 años. La masacre, la más letal de la historia reciente en California, ha causado una familiar conmoción en todo el país, que ya ha sufrido más de 30 tiroteos masivos en el primer mes de 2023.

Sin embargo, para Monterey Park y las comunidades asiático-estadounidenses de California y de todo Estados Unidos, la tragedia fue particularmente dolorosa de asimilar, reviviendo el miedo, la ansiedad y el trauma de los últimos tres años de la pandemia, en los que se registró un aumento de los incidentes de odio contra los asiáticos y otros dos tiroteos masivos que afectaron principalmente a víctimas asiáticas. En marzo de 2021, un hombre mató a ocho personas en una serie de tiroteos perpetrados en un balneario de la zona de Atlanta, de las cuales seis eran mujeres de ascendencia asiática. Después, en junio de 2022, un hombre abrió fuego en una iglesia taiwanesa ubicada en el sur de California, matando a una persona e hiriendo a cinco. Y la semana pasada, un estudiante de 18 años de la Universidad de Indiana fue apuñalado en un ataque cometido por motivos raciales.

Las circunstancias de los tres tiroteos masivos y los 11 mil incidentes de odio perpetrados contra estadounidenses de origen asiático e isleños del Pacífico durante la pandemia fueron distintas, y los motivos de los ataques no siempre fueron claros. En Monterey Park, ciudad de mayoría asiático-estadounidense situada al este de Los Ángeles, el autor del tiroteo fue identificado como un hombre asiático de 72 años que, según dicen las autoridades, murió a causa de un disparo autoinfligido, y que podría haber atacado de forma intencional a algunas de las víctimas del estudio de danza, mientras que mató a otras de forma aleatoria.

Independientemente de los motivos, el impacto acumulativo de esta violencia, según señalaron los organizadores comunitarios, fue de intensa angustia y estrés para las personas asiático-estadounidenses. La masacre del sábado y sus consecuencias también fueron un recordatorio de cuán vulnerables son las personas mayores, de lo difícil que puede ser guardar luto cuando estos casos se politizan, de cuán limitados son los recursos de salud mental para las poblaciones de inmigrantes y refugiados, y de cómo el trastorno de estrés postraumático y el trauma vicario pueden quedar desatendidos en estas comunidades.

“Con la gran cantidad de odio antiasiático, ha existido esta sensación de falta de seguridad y de estar bajo amenaza”, comentó Manjusha Kulkarni, cofundadora del grupo Stop AAPI Hate, que ha realizado un seguimiento del hostigamiento y la discriminación contra la población asiático-estadounidense desde el comienzo de la pandemia. “El año nuevo lunar es una época de rejuvenecimiento y renovación, y también fue el comienzo de dejar atrás una parte de lo que ocurrió con el Covid-19 y el odio antiasiático. Así que sufrir otro ataque en el primer mes es especialmente devastador”. Señaló que había sido difícil asimilar que las víctimas eran personas mayores, y destacó una encuesta reciente que indicaba que la gran mayoría de los residentes mayores asiático-estadounidenses afirmaban sentir que Estados Unidos se estaba volviendo más peligroso para ellos.

“Un incidente como este exacerba estos sentimientos de estrés, ansiedad y depresión, y me preocupa el trauma y el trastorno de estrés postraumático que se produce cuando ocurre algo tan horrible, especialmente en tu patio trasero”.

Hasta la noche del lunes, las autoridades habían identificado a cuatro de las víctimas mortales, My Nhan, de 65 años, y Lilan Li, de 63, Xiujuan Yu, de 57, y Valentino Alvero, de 68, y unos amigos identificaron también a una quinta víctima, Ming Wei Ma, un querido gerente de un estudio de danza conocido como “Mr Ma”.

‘Necesitamos más recursos’

Eddy Zheng, organizador comunitario y fundador de la fundación New Breath Foundation en Oakland, comentó que estaba reflexionando sobre la forma en que las comunidades AAPI han luchado históricamente para debatir y abordar las repercusiones en la salud mental derivados de los continuos traumas que han soportado.

“Para muchas comunidades AAPI, no solo se trata de lamentar el incidente en sí mismo, sino también de prepararse para la violencia de la respuesta”. Sarah Lee

“Para muchas comunidades de color, especialmente las personas que viven en la pobreza, en ocasiones la violencia es algo normalizado, porque vemos este tipo de tiroteos una y otra vez”, señaló Zheng. “Para la comunidad AAPI, se siente como si realmente no hubiera manera de encontrar las palabras adecuadas y las formas correctas de buscar ayuda e intentar dar sentido a lo que ha sucedido. Y para los refugiados y la población inmigrante asiático-estadounidense que llegó a este país como consecuencia de la guerra y la política exterior, han sufrido traumas intergeneracionales sin contar con apoyos terapéuticos y de salud mental culturalmente competentes”.

Después de tres años de incidentes de odio contra los asiáticos, continuó, “realmente perpetúa este miedo de que no están seguros. Necesitamos un mayor reconocimiento de cuán importante es abordar esta falta de apoyo a las poblaciones de inmigrantes, refugiados y monolingües, y necesitamos más recursos”.

A raíz del último ataque, algunos funcionarios han hecho llamados familiares para que se amplíe la presencia policial en los barrios asiático-estadounidenses.

Sin embargo, Sarah Lee, organizadora comunitaria senior del centro Immigrant Legal Resource Center, que ha trabajado con personas AAPI que son penalizadas e impactadas negativamente por la aplicación de la ley, dijo que esos llamados solo han agravado el estrés de la tragedia de Monterey Park.

“Durante el fin de semana, fue una montaña rusa tan difícil celebrar el año nuevo lunar y después enterarse de este incidente”, comentó. “Para muchas comunidades AAPI, no solo se trata de lamentar el incidente en sí mismo, sino también de prepararnos para la violencia de la respuesta que llega con la policía o los políticos que intentan convertir a nuestras comunidades en chivos expiatorios o enfrentarnos con otras comunidades”.

En medio del creciente temor a la violencia contra los asiáticos en el Área de la Bahía, algunos grupos de la comunidad asiático-estadounidense y afroamericana se unieron para oponerse a las respuestas que promovían el racismo contra los afroamericanos y la ampliación de la policía, lo cual, según señalaron los activistas, podría poner aún más en peligro a las comunidades de color sin prevenir la violencia.

“Da la impresión de que tenemos poco espacio para el duelo colectivo, debido a la rapidez con que la gente politiza momentos como este”, explicó Lee.

Para los organizadores de AAPI, también fue agotador pensar en cómo responder, añadió Zheng: “Nos sentimos bombardeados, pero tenemos que presentarnos ante este tipo de tragedia y violencia. El personal no da abasto, y esto aumenta el estrés y el trauma, incluso para las personas que prestan servicios directos para intentar apoyar a la comunidad y afrontar este tipo de violencia”.

Joon Bang, CEO de Iona Senior Services, que lleva mucho tiempo trabajando con personas mayores asiático-estadounidenses, señaló que resultaba abrumador tratar de asimilar la tragedia. Bang señaló que, tras el tiroteo de Atlanta, llamó a su madre para procesar lo que había ocurrido y que terminó mudándose de ciudad para poder estar más cerca de su abuela y de su madre.

“Me hizo reflexionar sobre lo corta y frágil que es la vida, y reconocer la necesidad de apoyar a las personas mayores en mi vida”, explicó. “La gente tiene que mostrarse como seres humanos y vecinos de los adultos mayores de nuestras comunidades dondequiera que estemos… Y tenemos que crear espacios donde puedan recibir apoyo y también informar a las comunidades de adultos mayores que hay acceso a recursos”.

Nourn, que cenaba en Monterey Park justo antes del tiroteo, comentó que le encanta visitar la ciudad por su animada cultura: “Este tiroteo me afectó mucho… Es una comunidad de inmigrantes y refugiados chinos y vietnamitas que realmente no lo han asimilado, pero es su propia comunidad que han construido para sí mismos”.

La veterana organizadora y superviviente de violencia doméstica dijo que esperaba que las comunidades asiático-estadounidenses encontraran la manera de guardar luto y no permitir que los políticos o la policía se apoderaran del discurso. También comentó que esperaba que la gente no evitara mantener conversaciones difíciles sobre la misoginia, la violencia interpersonal, la salud mental y las estrategias que pueden prevenir la violencia: “Tenemos que entender las raíces del problema y debemos centrarnos en soluciones basadas en la comunidad y mantener diálogos de recuperación dentro de nuestras propias comunidades”.

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