Pruebas de ADN caninas para saber origen, enfermedades… y reencuentros
'Su forma de jugar es exactamente la misma', comenta el dueño de un perro sobre la hermana perdida de su mascota. Foto: K_Thalhofer/Getty Images/iStockphoto

Vardis, un perro negro de cabeza cuadrada y carácter amigable, llegó a One Tail at a Time, un refugio ubicado en Chicago, Estados Unidos, en septiembre de 2021. Casi de inmediato se enfermó de neumonía. Mientras convalecía, se fue a vivir con una familia adoptiva, que sintió curiosidad por sus orígenes y decidió hacerle una prueba de ADN a través de un servicio llamado Embark. Al igual que 23andMe o Ancestry para los humanos, el servicio analiza muestras genéticas para identificar la raza de un perro, posibles problemas de salud y posibles miembros familiares.

La prueba reveló que Vardis era mitad golden retriever, mitad american bully, y que tenía una hermana en Chicago llamada Brunch que fue adoptada a través de otro refugio. Cuando Vardis fue trasladado a un nuevo hogar adoptivo, su nueva madre adoptiva, Jessica Jones, se puso en contacto con los dueños de Brunch, y organizaron un reencuentro el pasado mes de noviembre en casa de Jones, en los suburbios de la ciudad de Berwyn.

En cuanto vio a Brunch salir del auto, Vardis empezó a tirar de la correa, arrastrando a Jones por el césped para que pudiera llegar hasta su hermana. “No sé si él la conocía”, comenta Jones, “pero la saludó como a uno de sus amigos caninos que vemos por el vecindario. Su forma de jugar es exactamente la misma”. Los reencuentros familiares caninos han cobrado auge. El aumento del número de cachorros comprados durante la pandemia combinado con el aburrimiento de los confinamientos ha inspirado a los humanos a localizar a los parientes de sus perros y organizar encuentros. Lo hacen tanto por su propio bien como por el de los perros.

“Los humanos quieren hablar con otros humanos”, señala Abby Smith, directora del grupo de rescate Felines & Canines de Chicago. Justo antes de la pandemia, Smith creó un grupo en Facebook para que los humanos compartieran fotos de los perros adoptados y recursos sobre su cuidado. El grupo rápidamente se convirtió en un medio para organizar reencuentros de compañeros de camada. Embark y Wisdom Panel, otro servicio de pruebas de ADN canino, han facilitado otros reencuentros.

Las pruebas tienen un costo de entre 80 y 200 dólares, dependiendo de la cantidad de información que se desee obtener, y la publicidad hace hincapié en que se trata de un esfuerzo científico serio: las pruebas pueden identificar posibles problemas de salud. El elemento de la ascendencia se promociona como un extra divertido.

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El perro de la autora, Joe. Foto: Aimee Levitt

La tecnología para cotejar el ADN de los perros existe desde hace aproximadamente 20 años, comenta Becca Foran, directora de investigación y desarrollo de Wisdom Panel, no obstante, las técnicas han mejorado notablemente en los últimos cinco años.

Embark y Wisdom Panel cuentan con socios científicos –la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Cornell y Neogen, una empresa de seguridad animal y alimentaria con sede en Michigan, respectivamente– y aseguran haber analizado conjuntamente medio millón de perros con una precisión del 99.9%.

Debo confesar que solicité la prueba de Embark para mi propio perro, Joe, un perro de orejas caídas que llegó al refugio procedente del norte de Alabama sin ningún hermano. La prueba fue bastante sencilla. Le pasé un hisopo por el interior de su mejilla y por debajo de su lengua (según las instrucciones, le enseñé antes un premio para que empezara a babear), puse el hisopo dentro del tubo lleno de un líquido proporcionado por Embark, enrosqué bien la tapa, lo agité y lo envié por correo.

El proceso duró tres minutos y probablemente habría durado menos si el perro no hubiera sacudido tanto la cabeza mientras le pasaba el hisopo. Aparentemente, mi intención era ser responsable y realizarle la prueba para detectar anomalías genéticas, pero en secreto, sentía curiosidad por la familia canina de Joe y sus primeros años de cachorro, y esperaba que encontrara parientes. Esto no es inusual, comenta Foran, de Wisdom Panel. “Solemos pensar que los perros son huérfanos, especialmente si son adoptados de un refugio”, explica. “Las pruebas de ADN son una ventana a su pasado”.

Las pruebas también proporcionan información sobre el comportamiento de un perro, e incluso sobre su psicología. Saber que un perro es en parte pastor alemán, por ejemplo, puede explicar algunas tendencias sobreprotectoras. Los resultados de la prueba de Joe indicaron que no tenía problemas genéticos, pero también que no era en parte labrador retriever, como yo había pensado, sino una mezcla de gran danés y sabueso con un toque de cocker spaniel. Había ocho perros cuyos dueños también utilizaron el servicio de Embark y que estaban emparentados tan estrechamente como medio hermanos, tíos o primos.

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‘Me gustaría creer que se dieron cuenta de que había algún tipo de conexión’. Foto: Brian Lawless/PA

Sin embargo, esto no significa que sean parientes cercanos reales de Joe, señala Ryan Boyko, cofundador (junto con su hermano Adam) y CEO de Embark. La interpretación genética es mucho más complicada en los perros que en los humanos, debido a la tendencia a la endogamia. “Si el parentesco es tan cercano como el de los primos hermanos en el caso de los humanos, significa que son primos hermanos”, explica. “En el caso de los perros, es muy posible que sean primos terceros en grado noveno. Si investigamos a fondo a un perro, en ocasiones hay un macho del vecindario sin castrar que anda por ahí. Eso no pasa con frecuencia con las personas”. Por este motivo Embark es muy prudente al decir que un perro está “tan emparentado como” un primo, no como el de verdad, y por eso Joe sigue esperando encontrar a su familia canina.

No obstante, cuando Embark y Wisdom Panel encuentran un pariente directo, como un hermano, un padre o un hijo, esas relaciones suelen ser exactas. No hay garantía, sin embargo, de que los perros se reconozcan mutuamente de forma automática solo por el vínculo genético.

Alexandra Horowitz, directora del Laboratorio de Cognición Canina del Barnard College y autora de varios libros sobre comportamiento canino, comenta que se han realizado estudios que sugieren que los cachorros prefieren las mantas que tienen el olor de sus hermanos de camada o de su madre al de un extraño. “Pero en su comportamiento en cuanto a la interacción, no muestran el deleite de un gran reencuentro con un hermano perdido hace mucho tiempo, a menos que realmente hayan vivido con ellos durante mucho tiempo”, explica.

Los estudios preliminares sugieren que el periodo mínimo es de cuatro meses, pero aún no se han realizado muchos estudios científicos al respecto. Sin embargo, existen innumerables pruebas anecdóticas de conexiones entre parientes caninos reunificados. Los perros, por supuesto, son animales sociales y les encanta jugar juntos, pero sus dueños reportan similitudes asombrosas.

Tomemos como ejemplo a Odie y Odin, una pareja de hermanos (pero no de camada) de los suburbios de Filadelfia cuyos dueños se encontraron a través de Embark y comenzaron a conversar a través del servicio DM de la página. Sus dueños descubrieron que a ambos perros les encanta sentarse en los pies de las personas y que los rasquen, y que no pueden comer pollo. Empezaron a hacer planes tentativos para un reencuentro, que quedó postergado después de que Odin saltara la valla para visitar a su vecino, que resultó ser el paseador de perros de Odie. Los dos perros se parecen mucho y actúan de forma muy similar, por lo que ella lo reconoció de inmediato.

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Odie (izquierda) y Odin después de conocerse por primera vez. Foto: Julie Woldin

Los dos perros se conocieron por fin en octubre, en un encuentro alborotado. “Me gustaría creer que se dieron cuenta de que había algún tipo de conexión”, comenta Julie Woldin, la dueña de Odie, “pero reaccionaron como si fueran amigos y jugaron”. Como muchas cosas relacionadas con las mascotas, muchos de los reencuentros familiares caninos parecen ser tanto para beneficio de los humanos como de los perros.

Ozzy, una mezcla de pastor alemán y pit bull de dos años que vive en los suburbios de Chicago, es propenso a tener problemas de piel y estómago, y su dueña, Debbie Beler, ha encontrado consuelo y consejos hablando con los padres de sus compañeros de camada, a los que conoció a través de Hoof Woof and Meow, un grupo de rescate con sede en Elgin, Illinois. Los cinco hermanos de Ozzy tienen los mismos problemas de piel y estómago, controlados con medicamentos y alimentos especiales; varios también han sido sometidos a intervenciones quirúrgicas importantes, debido a su tendencia común a comer cosas del piso.

“El hecho de estar en contacto con otros dueños te hace sentir que no estás solo”, comenta Beler. “Todos los demás están pasando por lo mismo. Te da amistad y una red de contactos. Cuando uno de nosotros está decaído, es bueno escuchar cómo los demás superaron lo peor”.

Los perros se reunieron por fin en su primer cumpleaños con un gran encuentro de juegos en el patio trasero de Beler. “No puedo afirmar que se reconocieron como hermanos”, comenta, “pero sí que aceptaron la presencia del otro”.

Aquella tarde de verano, mientras los perros se embarraban las patas de lodo y destrozaban juguetes juntos, los dueños por fin tuvieron la oportunidad de conversar en persona. “Creo que nosotros estábamos más emocionados que ellos”, señala Beler. “Fue estupendo compararlos físicamente y ver cómo estaban. Me reconfortó saber que los cuidaban. Presionaré para que hagamos una reunión cada año”.

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