Sin rastro de 15 sobrevivientes de violencia machista en Afganistán
Niñas en una escuela secreta en Afganistán. Cientos de miles de niñas y mujeres jóvenes viven bajo el miedo y la represión desde que los talibanes tomaron el poder. Foto: Daniel Leal/AFP/Getty Images

Desde hace más de un año, Mariam*, psicóloga afgana, intenta localizar a Farzana* y a otras 14 mujeres supervivientes de violencia doméstica, a las que asesoraba antes de que los talibanes tomaran el control de Afganistán.

Después de la toma de poder en agosto de 2021, la organización para la que trabajaba Mariam se vio obligada a cerrar sus oficinas, y muchos de sus colegas huyeron del país. Sin embargo, Mariam, que se ocultó y ahora vive en el exilio, siguió dirigiendo una pequeña operación de forma discreta, proporcionando apoyo psicológico a mujeres vulnerables, jóvenes y pacientes de salud mental. “Pero hay 15 mujeres que son imposibles de localizar. No tengo ni idea de dónde están”, señala.

Una de ellas es Farzana, de 28 años, superviviente de violencia doméstica y en recuperación de una adicción a las drogas, a la que su esposo abusivo durante 12 años obligó a caer en la drogadicción. Cuando Mariam conoció a Farzana a principios de 2019, esta se encontraba en trámites de divorcio, un arduo proceso durante el cual fue maltratada, chantajeada, humillada y perdió la custodia de sus tres hijos.

“Me siento culpable por haber dejado a los niños con él, pero era la única forma que tenía de escapar de sus abusos”, comentó Farzana a The Guardian en una entrevista en 2019. “Él es un hombre horrible. Me violaba y si intentaba resistirme me golpeaba. Después empezó a drogarme para que no pudiera defenderme”, contó Farzana, con las manos temblorosas a causa de los síntomas de abstinencia que experimentaba.

Incluso después del divorcio, su esposo irrumpió en su casa, la violó y la golpeó hasta dejarla inconsciente, explicó. Mariam comenta: “La violencia no cesó hasta que lo detuvieron y lo condenaron por asesinato. Por fin pudo liberarse de él, recuperar a sus hijos y rehacer su vida. Se ganaba la vida enseñando el Corán a los niños del vecindario, y durante nuestra última sesión me dijo que ya no necesitaba mi apoyo”.

Sin embargo, pocas semanas después de su última sesión, en julio de 2021, la provincia de Herat cayó en manos de los talibanes, que liberaron a todos los presos de las cárceles afganas. “Me llamó para decirme que su esposo la estaba amenazando. Él le dijo que se había unido a los talibanes y que la encontraría y la castigaría. Estaba aterrorizada y estaba escondida con sus hijos”, explica Mariam.

En las semanas posteriores a la caída del gobierno afgano, Mariam también se vio obligada a apagar su teléfono debido a las amenazas de los delincuentes que habían quedado en libertad, muchos de ellos asociados a los talibanes. La culpaban de proteger y apoyar a las víctimas de su violencia, lo que había dado lugar a su encarcelamiento.

“(Cuando volví a prender mi teléfono e intenté contactar a) los pacientes que me llamaron en ese período en busca de ayuda, no pude comunicarme con ellos porque sus teléfonos estaban desconectados”, añade.

Actualmente, Mariam no sabe dónde se encuentran Farzana y las otras 14 mujeres. Ellla y sus colegas no están solas. Según un informe de Amnistía Internacional, los talibanes obligaron a varias organizaciones afganas que prestaban apoyo psicosocial y refugio a mujeres supervivientes de la violencia de género a cerrar sus puertas.

“Existían grandes dudas sociales y culturales sobre este tipo de iniciativas, por supuesto, ya que la mayoría de estos proyectos estaban impulsados por los donadores, y se realizaban pocos esfuerzos para conseguir la participación de la sociedad afgana en general”, explica Kevin Schumacher, director ejecutivo adjunto de Women For Afghan Women (WAW), una organización estadounidense sin fines de lucro que proporcionaba orientación familiar así como apoyo en materia de refugio a mujeres que escapaban de la violencia de género.

“Una vez que la comunidad internacional se marchó, la mayor parte del trabajo que se estaba llevando a cabo se derrumbó y lo que quedó, como el nuestro, lo cerraron los talibanes, que no entendían la dinámica de la violencia de género (VG) en Afganistán ni la importancia de estos esfuerzos para combatir la violencia de género”, añade.

Desde que tomaron el poder, los talibanes obligaron a WAW a cerrar 16 refugios y 12 centros de orientación familiar, confiscaron sus propiedades y forzaron a casi mil mujeres a regresar con sus familias o con sus parejas abusivas. WAW intentó negociar con los talibanes en repetidas ocasiones. “Nos hemos reunido con algunos de sus líderes y les explicamos la importancia de estos esfuerzos, y que no son occidentales, sino que los practican muchos países islámicos de todo el mundo. Sin embargo, hasta la fecha, la administración talibán –concretamente el Ministerio de la Virtud y Prevención del Vicio que sustituyó al Ministerio de Asuntos de la mujer– ha ignorado nuestras súplicas”, explicó, en referencia al ministerio talibán encargado de la propagación de la virtud y prevención del vicio que promueve las interpretaciones extremistas del Islam.

La oposición a los derechos de la mujer no está relacionada con el conservadurismo religioso, señala Schumacher. “El Islam, de hecho, confiere y garantiza muchos derechos básicos a las mujeres, que no difieren mucho de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo, quienes no ven a las mujeres como seres humanos completos no se alegran de ver que las mujeres tienen derechos, ni siquiera religiosos”, añade.

Mariam confirma que la situación está empeorando y añade que los afganos, en particular las mujeres, se enfrentan a una enorme crisis de salud mental. “A las mujeres se les prohíbe estudiar, trabajar, ir a parques o a restaurantes o incluso hacer ejercicio. Las están obligando a contraer matrimonios precoces, incluso en familias educadas y progresistas. No tienen acceso a protección legal ni apoyo, ni siquiera cuando la situación en todo el país se deteriora”, explica.

Aunque actualmente se encuentra en el exilio, Mariam ha intentado ampliar sus operaciones discretas y voluntarias, reclutando a colegas e incluso a estudiantes universitarios para que ayuden a proporcionar apoyo en salud mental a los afganos, principalmente mujeres, a través de llamadas por internet.

“Proporcionamos orientación de intervención en crisis, especialmente a mujeres que cada vez sufren más pensamientos suicidas”. “Hay muchas dificultades debido a la escasez de electricidad y de conexión a internet en el país, pero estamos intentando hacer todo lo posible para ayudar al mayor número que se pueda, incluidas nuestras clientas anteriores”, explica.

Mariam también ha intentado por todos los medios localizar a las mujeres a las que ayudaba, incluida Farzana. “No puedo localizarla ni a ella ni a su familia. Me enteré por conocidos comunes de que quizás escapó del país con sus hijos, pero no tengo forma de saber cuál ha sido su destino”, comenta.

*Se cambiaron los nombres para proteger las identidades.

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