¿Y si tuviéramos una mano (robótica) extra?
Dos pulgares arriba: El pulgar impreso en 3D de Dani Clode. Foto: Tom Stewart

Tanto si se trata de cuidar a un niño como de operar a un paciente o cocinar la cena del domingo, hay muchas ocasiones en las que un par de brazos extra serían, bueno, útiles.

Ahora unos investigadores señalan que este tipo de aumento humano (human augmentation) podría llegar en un futuro próximo, sugiriendo que se podrían diseñar partes del cuerpo robóticas extras para potenciar nuestras capacidades.

Tamar Makin, profesora de neurociencia cognitiva en la unidad de cognición y cerebro del MRC de la Universidad de Cambridge, señaló que este método podría aumentar la productividad.

“Si quieres un brazo extra mientras preparas la comida en la cocina para poder mover la sopa mientras cortas las verduras, podrías disponer de la opción de usar y controlar de forma independiente un brazo robótico extra”, explicó.

Esta idea tiene precedentes: Dani Clode, diseñadora y colega de Makin en la Universidad de Cambridge, ya creó un pulgar impreso en 3D que se puede añadir a cualquier mano. Clode hablará sobre este dispositivo en el panel “Homo cyberneticus: motor augmentation for the future body” de la reunión anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS), que se llevará a cabo este viernes en Washington DC.

Makin señaló que el pulgar extra podría ser útil para los meseros que sujetan platos, o para los ingenieros eléctricos cuando están soldando, por ejemplo, y que se podrían diseñar otras partes del cuerpo robóticas para necesidades concretas del entorno laboral.

Por ejemplo, un brazo extra podría ayudar a un albañil a clavar un clavo mientras sujeta una viga en su lugar.

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Causar revuelo: el pulgar tiene muchos usos potenciales. Foto: Tom Stewart

“Hablamos con un cirujano (que) estaba muy interesado en sujetar su cámara mientras realizaba una operación de hombro, en lugar de que su asistente sujetara la cámara”, explicó Clode. “Él quería tener el control total de las herramientas que estaba utilizando con las dos manos y, al mismo tiempo, sujetar la cámara y ser capaz de manipularla también”.

El equipo indicó que las partes del cuerpo robóticas podrían permitir tener mucho más control que un simple dispositivo instalado, y que su funcionamiento estaba inspirado en nuestros mecanismos naturales de capacidad de acción.

“Queremos algo que pudiéramos controlar (con mucha) precisión sin tener que articular qué es exactamente lo que queremos”, comentó Makin. Explicó que la idea del equipo se basaba en que las extremidades adicionales podían ser utilizadas para aumentar las capacidades existentes del cuerpo de una persona.

“Si te falta un miembro, en lugar de intentar sustituirlo, ¿por qué no aumentamos tu mano intacta para que puedas hacer más cosas con ella?”, comentó. No obstante, el equipo también tiene previsto que personas que no viven con discapacidades utilicen estos dispositivos. Clode comentó que una característica importante de los dispositivos de aumento humano es que no merman las capacidades originales del usuario.

“(Son) una capa en el cuerpo que se puede utilizar con el menor impacto posible a fin de obtener el máximo beneficio”, explicó. Un aspecto clave de ello, añadió Clode, es que –a diferencia de una pala que se utiliza para aumentar nuestra capacidad para cavar un hoyo– dichas partes del cuerpo robóticas no deben ser manipuladas de forma manual.

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En una prueba, el 98% de las personas pudieron utilizar el pulgar en el primer minuto. Foto: Tom Stewart

El pulgar extra, por ejemplo, está conectado a dos motores situados en la muñeca que están conectados a una batería y un microcontrolador situados en la parte superior del brazo. Este sistema está conectado de forma inalámbrica a los microcontroladores que se instalan en los zapatos o los tobillos del usuario, los cuales están conectados a sensores de presión situados debajo de los dos dedos gordos del pie. “Presionas estos sensores de presión y eso es lo que controla el pulgar”, explicó Clode.

No obstante, Makin señaló que esta idea suscitó nuevas preguntas. “Estamos investigando mucho en estos momentos para saber qué le pasa a tu sistema nervioso si empiezas a readaptar los dedos de tus pies para convertirlos en un dedo más: ¿hasta qué punto afecta esto a tu capacidad de usar tus dedos como dedos de los pies?”, dijo.

Algunos laboratorios se han centrado en la posibilidad de utilizar electrodos en el cerebro o la médula espinal para controlar dispositivos externos, sin embargo Makin cree que no existe justificación ética alguna para un método tan invasivo en seres humanos que, por lo demás, están sanos.

Cuando Clode recientemente realizó una investigación en la exposición científica de verano de la Royal Society, en la que se ofreció al público la oportunidad de probar el pulgar extra, los resultados fueron sorprendentes. “(De unas) 600 personas de entre tres y 97 años, el 98% pudo utilizarlo en el primer minuto, lo que significa que… ya podían mover objetos siguiendo las instrucciones”, comentó Makin. “No puedo imaginar ningún chip cerebral que pueda hacer eso”.

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