Exxon en las aulas: cómo influyen las grandes petroleras en universidades de EU
Foto compuesta: The Guardian/Getty Images/Divest Princeton

El orador parecía y sonaba como alguien de su clase. Luciendo una camisa azul pálido y una tarjeta de identificación de la Universidad de Princeton, tenía su propia oficina en el campus, a un corto trayecto desde la sala donde se habían reunido varias docenas de estudiantes para escucharlo hablar con confianza sobre los retos que implica dejar de utilizar los combustibles fósiles.

Sin embargo, Tim Barckholtz no es profesor de Princeton. Es un alto asesor científico de ExxonMobil, el gigante petrolero que tanto ha contribuido a perpetuar la crisis climática y a minimizarla. Barckholtz, una figura cordial que ha protagonizado anuncios de Exxon en los que promocionaba su investigación sobre la reducción de emisiones, pasó aproximadamente seis meses asistiendo y colaborando en clases y grupos de investigación, en su propia oficina en la universidad de élite.

En septiembre, cuando la universidad estaba a punto de cortar sus extensos lazos con determinadas empresas de combustibles fósiles, entre ellas Exxon, Barckholtz incluso impartió una clase a estudiantes de ingeniería sobre “tecnologías de emisiones negativas”, durante la cual, entre pizzas y refrescos, criticó la decisión de la desinversión, advirtió que la transición para prescindir del petróleo y el gas será “muy difícil” y que la emergencia climática que se está desencadenando “no es culpa nuestra”.

“Me resulta difícil determinar quién gana (con la desinversión)”, comentó Barckholtz a la clase, según muestra una grabación de la misma. “Hay como 10 personas que salen ganando. Duermen mejor en la noche, pero la tecnología es la perdedora”, añadió.

Barckholtz señaló entonces que Exxon fabrica el tipo de caucho que se utiliza en la mayoría de los neumáticos de los automóviles. “¿Volverán todos los vehículos de seguridad de Princeton a los Picapiedra y no tendrán neumáticos?”, preguntó. “Hay algunas partes de este asunto en las que ellos no pensaron del todo”, agregó.

Cuando un estudiante le preguntó sobre el acuerdo climático de París, Barckholtz expresó sus dudas de que fuera posible cumplirlo, ya que era demasiado difícil prescindir de los combustibles fósiles. “No soy optimista, voy a llamarlo de la manera en que lo veo”, dijo. “El sistema es demasiado grande para cambiarlo”.

“Algunos alumnos pensaron que era raro que estuviera en la clase y que después la impartiera”, comentó Claire Kaufman, estudiante de segundo año de maestría en asuntos públicos, quien contó que empezó a hablar con Barckholtz durante una de las primeras clases de tecnología de emisiones negativas y que se sintió “bastante sorprendida” cuando descubrió que era empleado de Exxon.

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Miembros de Divest Princeton. En el sentido de las agujas del reloj, desde la izquierda, Aaron Serianni, Alexander Norbrook, Nate Howard, Eleanor Clemens-Cope y Claire Kaufman. Foto: Lauren Lancaster/The Guardian

No obstante, docenas de universidades estadounidenses mantienen vínculos con la industria de los combustibles fósiles de distintas formas, a pesar de la creciente presión para que los corten. Varias de estas universidades acogen a representantes de Exxon en el campus e incluso les proporcionan oficinas, similar al acuerdo anterior de Princeton, según reveló una investigación de The Guardian.

De acuerdo con Kaufman, Barckholtz le dijo que Exxon no tenía ningún interés en las energías renovables –aparte, quizás, de la eólica marina– más allá de utilizarlas como un ejercicio de relaciones públicas, y que buscaba financiar el trabajo del profesor a cuya clase asistió. Le enseñó su oficina en Princeton, donde había un pizarrón con una lista de una docena de proyectos de investigación financiados por Exxon.

Posteriormente le dijo a la clase que estaba allí para “investigar” temas útiles para el cercano centro de investigación de Exxon ubicado en Nueva Jersey, y que la empresa tenía a alguien, como él, supervisando las clases de Princeton desde hacía cinco años. (En 2015, Princeton anunció que estaba “encantada” de forjar una nueva asociación “e-filliates” con Exxon). Barckholtz no respondió las preguntas de The Guardian sobre su función en Princeton.

“El hecho de que había un empleado de Exxon en esta clase de licenciatura me dejó alucinada”, comentó Kaufman, que también es organizadora del grupo Divest Princeton. “Es extraño y problemático que después impartiera la clase, pero la cuestión más importante es que la opinión pública está en contra de Exxon, por lo que están buscando establecerse como organismos de apariencia imparcial en las aulas”, también dijo.

“No se trata de una industria neutral. Tiene un objetivo, quiere moldear la conversación en torno al cambio climático y la energía. No están metiendo a gente en los salones de clase por diversión”, remató.

Desde entonces, Barckholtz dejó su cargo, tras el anuncio de la Universidad de Princeton, el 29 de septiembre, de que 90 empresas, entre ellas Exxon, no solo dejarían de formar parte de su dotación financiera, sino que también perderían sus vínculos con el financiamiento de investigaciones, tras años de presión ejercida por los estudiantes para que la Universidad de Princeton siguiera el ejemplo de otras grandes universidades y cesara sus inversiones relacionadas con los combustibles fósiles.

No obstante, Exxon, que forma parte de un grupo de empresas petroleras y de gas que han destinado más de 700 millones de dólares a asociaciones de investigación con las principales universidades estadounidenses desde 2010, aún mantiene estrechos vínculos con docenas de universidades, y tiene una presencia regular en el campus de varias universidades de prestigio.

En el MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts), se proporciona a Exxon oficinas a través de su financiamiento de la colaboración en investigación de la Iniciativa Energética del MIT, y los representantes de la empresa “acuden al campus de vez en cuando para reunirse con los investigadores principales que realizan investigaciones patrocinadas y con los estudiantes que becan”, indicó un vocero de la universidad.

Ellie Rabenold, estudiante de ingeniería y miembro del grupo MIT Divest, comentó que no sabía que Exxon tenía oficinas en su universidad, y que el tema de la desinversión es “delicado” para los miembros de la facultad que recibieron fondos de varias iniciativas financiadas por empresas de combustibles fósiles.

En 2019, un auditorio del MIT iba a llevar el nombre de Shell, otra empresa petrolera, hasta que la reacción negativa de estudiantes y profesores forzó la reconsideración del nombre.

Los investigadores de Exxon no tienen sus propias oficinas en Stanford, una universidad a la que Exxon donó 120 millones de dólares en las últimas dos décadas para la investigación climática y energética, aunque con frecuencia se ve a los investigadores de la empresa en el campus. En otras universidades, los empleados de Exxon están presentes en las ferias de empleo, como oradores invitados o para invitar a los estudiantes a comidas.

“Veo algo con el nombre de Exxon una vez a la semana, por lo menos. Tienen una presencia muy evidente en el campus”, señaló Evan Montoya, estudiante de tercer año de Georgia Tech (Instituto de Tecnología de Georgia). “Definitivamente tienen una influencia importante aquí”.

Aunque universidades estadounidenses de élite como Harvard cedieron a la presión de retirar sus multimillonarias dotaciones de las empresas de combustibles fósiles, y los activistas estudiantiles llevaron a los tribunales a los que se mostraban renuentes, las empresas petroleras y de gas siguen ejerciendo su influencia en la vida universitaria, a través de investigaciones financiadas y la presencia física de empleados de la industria petrolera y de gas en clases y reuniones con los profesores.

Las empresas de combustibles fósiles han intentado “colonizar” deliberadamente el mundo académico con una ciencia favorable para la industria, en lugar de fomentar el negacionismo climático, según explicó Ben Franta, investigador senior de la Universidad de Oxford que ha analizado la influencia de la industria sobre las universidades.

El dinero que invierten en investigación, señaló Franta, disuade efectivamente los esfuerzos académicos que cuestionan el modelo de negocio básico de la quema de petróleo y gas, y en su lugar desvía la atención hacia temas preferidos como la captura de emisiones de carbono procedentes de instalaciones contaminantes, una tecnología de nicho que permitiría que la industria continuara con su actividad empresarial habitual.

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Tim Barckholtz en Princeton, en una oficina y en una clase universitaria. Foto: Divest Princeton

“Cuando tienes a estas empresas en las clases y en el campus, es como una audición para que los académicos consigan becas de investigación”, señaló Franta. “En ocasiones, un investigador financiado por la industria adopta una postura contraria a ella, y entonces simplemente le cortan los fondos. Hay profesores que dicen discretamente: ‘Creo que la desinversión es una gran idea, pero no puedo apoyarla porque perdería el financiamiento de mis investigaciones por parte de las empresas petroleras’.

“Una estrategia habitual de las industrias que se encuentran bajo amenaza consiste en influir en lo que se investiga y en lo que no, y en cómo se plantea el problema. La industria tabacalera hizo lo mismo. Que Exxon tenga a una persona con una oficina en Princeton, y que esa persona imparta una clase, constituye un ejemplo impactante de ello”.

El alcance de las empresas de combustibles fósiles en el mundo académico “nunca deja de sorprenderme”, comentó Robert Brulle, sociólogo medioambiental de la Universidad de Brown. “Difícilmente se puede investigar el cambio climático en las universidades de élite y no estar financiado por las empresas de combustibles fósiles”, añadió.

“Impulsan toda esta investigación sobre la captura de carbono, para que influya en la política y se convierta en un tema de la agenda del gobierno de Biden. La influencia es profunda, y los estudiantes tienen razón al cuestionar qué tipo de educación están recibiendo aquí”.

Los investigadores han hecho hincapié en que los controles académicos adecuados garantizan que ningún financiador imponga los resultados que desea y que se han realizado estudios importantes y científicamente sólidos a partir de trabajos respaldados por intereses ajenos a los combustibles fósiles.

Exxon financió estudios y grupos de investigación en ámbitos como la captura de carbono y la exposición a sustancias químicas peligrosas, muchas veces junto con otros investigadores independientes.

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El Centro Andlinger para la Energía y el Medio Ambiente de Princeton recibió financiamiento de la industria de combustibles fósiles y elaboró informes anuales en los que Exxon expresa su gratitud por ‘el acceso a un talento y unas instalaciones extraordinarios’. Foto: Lauren Lancaster/The Guardian

Princeton niega que Exxon tenga una influencia indebida sobre el Centro Andlinger para la Energía y el Medio Ambiente de la universidad, el cual ha recibido financiamiento de la industria de combustibles fósiles y ha elaborado informes anuales en los que Exxon expresa su gratitud por “el acceso a talentos e instalaciones extraordinarios”. Barckholtz asistió a algunas reuniones de clase, pero “no desempeñó ningún papel en el desarrollo de la asignatura ni en sus objetivos de aprendizaje”, indicó un vocero de Princeton.

Barckholtz fue un “colaborador divertido y productivo” en un proyecto de quema de biomasa, como la forestal, para obtener energía y capturar y enterrar las emisiones resultantes, señaló Eric Larson, investigador principal del Centro Andlinger.

Más de una docena de los proyectos de investigación financiados por Exxon en Princeton, incluidos los trabajos sobre tecnologías para compensar o capturar las emisiones de carbono, tendrán que ser financiados a su vez por otros medios tras el término de la relación, una medida que Larson considera innecesaria y potencialmente contraproducente.

“Elegimos el proyecto y Exxon se mostró lo suficientemente interesado como para apoyarlo. Mi programa de investigación no se ve afectado en absoluto por quién lo financia”, explicó Larson. “Me parece bien que se retiren las acciones de Exxon de la dotación de Princeton –es una forma de hacer una declaración–, pero esto estaba restando dinero de investigación a un trabajo diseñado para descarbonizar nuestra sociedad lo más rápido posible. Necesitamos a todos los implicados para resolver este problema, incluida la industria de los combustibles fósiles”.

Un vocero de Exxon indicó que la empresa “disfrutaba de una larga y fructífera relación con Princeton, pero quedó claro que hay individuos asociados con la universidad que están eligiendo anteponer sus puntos de vista individuales a la oportunidad de acelerar la transición energética que todos buscamos”.

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Claire Kaufman en el Centro Andlinger para la Energía y el Medio Ambiente. ‘El hecho de que había un empleado de Exxon en esta clase de licenciatura me dejó alucinada’. Foto: Lauren Lancaster/The Guardian

Exxon, que aportó a Princeton más de 10.7 millones de dólares en fondos de investigación en los últimos 10 años, colaboraba con la universidad en más de 25 proyectos de investigación, añadió el vocero de la empresa.

Pero ni siquiera Princeton se ha separado de sus socios del sector de los combustibles fósiles. Su iniciativa Carbon Mitigation Initiative seguirá siendo financiada por la empresa petrolera BP, que ha aportado 26.4 millones de dólares a la universidad en la última década y no está incluida en los términos precisos de la desinversión, que solo afectaba a las empresas que poseían activos de carbón o arenas bituminosas, en lugar de a todas las empresas petroleras.

Otras empresas petroleras y de gas, como Shell, podrían incluso incorporarse como socios bajo estos términos en un nuevo “fondo de investigación energética”.

Los vínculos de Princeton con la industria son estrechos e históricos, y las cartas enterradas en el archivo de la biblioteca de la universidad muestran que sus directivos cortejaron activamente a Exxon en la década de 1970, quejándose en una ocasión de que “no había recibido su parte justa de Exxon”.

Una estudiante de doctorado comentó a The Guardian que estaba casi segura de que su trabajo estaba financiado por las empresas de combustibles fósiles, pero que no recibió una respuesta clara de la universidad al respecto.

Michael Oppenheimer, científico de Princeton especializado en el clima, comentó que le decepcionaba que los administradores de la universidad no hubieran promulgado una desinversión lo suficientemente generalizada como para expulsar también a empresas como BP, pero que resulta difícil criticar a los investigadores por obtener financiamiento de donde pueden.

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Estudiantes miembros de Divest Princeton. Foto: Lauren Lancaster/The Guardian

“Tienen que vivir con las decisiones que toman. Intento no juzgar a los demás”, señaló. “Personalmente, nunca aceptaría un centavo de Exxon debido a su desinformación sobre el cambio climático. A veces puedes hablar con el diablo, pero no tienes por qué aceptar el dinero del diablo, y el diablo es Exxon”.

Tampoco se ha disipado la presencia de las industrias intensivas en carbono en las aulas de Princeton. Hace dos semanas, en una asignatura llamada Petróleo, Energía y Medio Oriente, participó como invitado el jeque Nawaf Saud Al Sabah, director ejecutivo de la empresa Kuwait Petroleum Corporation, quien comentó a los estudiantes reunidos que “nunca nos libraremos de los combustibles fósiles: los necesitamos para los plásticos y la medicina… dependemos demasiado de ellos”, según explicó Frida Ruiz, estudiante de segundo año de ingeniería mecánica que tomó dicha asignatura.

Justo antes de la clase, Ruiz estaba revisando los materiales de clase compartidos en una aplicación de teléfono de Princeton, cuando vio que un profesor publicó una caricatura burlándose de los partidarios de la desinversión de los combustibles fósiles, mostrándolos casi desnudos y aturdidos sin ninguno de los aparatos modernos que utilizan combustibles fósiles.

“Pensé: ‘Eh, supongo que ahora tengo una idea de cómo va a ser esta clase'”, comentó Ruiz, añadiendo que posteriormente se enteró de que se trataba de un ejemplo de la propaganda de la industria.

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