Foo Fighters: <i>But Here We Are</i>, un acto de duelo crudo y sin remordimientos
Una institución del rock... Foo Fighters. Foto: Danny Clinch

En 1995, Foo Fighters publicó su álbum debut homónimo, grabado por Dave Grohl en solitario el año anterior, durante los meses posteriores al suicidio de Kurt Cobain. La prensa contemporánea fue reveladora: el álbum no fue recibido con la calidez universal que cabría esperar. Los entrevistadores y los críticos parecían recelosos y combativos. Existía el consenso de que el álbum tenía buenas ventas debido al afecto residual que suscitaba Nirvana, o como una especie de voto de simpatía masivo; en cualquier caso, era poco probable que se tratara de un proyecto con futuro.

Una de las líneas de cuestionamiento más frecuentes consistía en buscar en las letras referencias a su antigua banda y a su difunto líder, a pesar de la reiterada insistencia de Grohl de que casi todas las canciones eran anteriores a la muerte de Cobain y de que el álbum no era un acto de reflexión póstuma ni de duelo; el duelo que hubiera necesitado vivir lo había hecho en privado.

Cómo cambian los tiempos. Veintiocho años después, Foo Fighters están consagrados como una confiable institución del rock. El encanto y la afabilidad de Dave Grohl hacen que su nombre rara vez aparezca en la prensa sin estar acompañado de la frase “el hombre más simpático del rock”, desde hace mucho tiempo su imagen se desligó de la oscuridad y la angustia que consumieron a Nirvana. Y la muerte en 2022 del baterista de Foo Fighters, Taylor Hawkins, estuvo caracterizada por un duelo muy público: conciertos tributo en Los Ángeles y Londres que Grohl promocionó como ‘malditas noches gigantescas para una maldita persona gigantesca’, con presentaciones que incluían desde Rush hasta Liam Gallagher y Miley Cyrus, y actuaciones emocionalmente cargadas de los propios Foo Fighters, con Grohl luchando por contener las lágrimas mientras cantaba.

Entretanto, en el primer álbum de Foo Fighters desde la muerte de Hawkins –con Grohl ocupando el puesto de baterista– se anunció que Joshua Freese sería el sustituto de Hawkins en los conciertos en vivo. El álbum no tiene reparos en ser un acto musical de duelo, comenzando con Grohl conmocionado por la noticia de la muerte de su mejor amigo –”Ocurrió en un instante / Surgió de la nada / Ocurrió muy rápido”– y termina con él cantando: “Descansa, ahora estarás a salvo”.

Todas las canciones intermedias tratan sobre la muerte, alternativamente asoladas por el dolor, temporalmente abrumadas por los recuerdos o decididas a seguir adelante: Nothing at All, que comienza con las palabras “I’ve been meaning to tell you” (“He querido decírtelo”), suena como la rugiente justificación de Grohl para que Foo Fighters siga existiendo.

La portada incluye una dedicatoria tanto para Hawkins como para la difunta madre de Grohl, Virginia, cuyas muertes parecen fusionarse en ocasiones en las letras: “Todo lo que amamos debe envejecer”, canta Grohl en Beyond Me, antes de que el pensamiento de su compañero de banda y mejor amigo lo detenga y añada “o eso me dicen”.

The Teacher, por su parte, es una canción larga y episódica que toma el nombre de la profesión de su madre, y que se centra en la forma en que el fallecimiento de una madre y un padre puede hacerte considerar tu propia proximidad a la mortalidad –”Un paso más cerca del otro lado / Puedo sentir lo que otros hacen / No puedo parar esto aunque quisiera”– antes de terminar con un grito de angustia y repetido de “adiós” que al final lo consume el ruido que lacera los audífonos.

Si las letras son en gran parte reflexivas, se pierden en la contemplación o van a la deriva en los recuerdos, la música casi nunca sigue el mismo camino. Rest posee un aire de canción de cuna, pero en su mayor parte, el álbum se ciñe al modelo de guitarras de Foo Fighters, como casi todos los álbumes publicados hasta la fecha, aunque con algunos pequeños retoques: un eco claramente gótico se cuela en el comienzo de Hearing Voices, mientras que la vaga melodía de Show Me How podría parecer la de My Bloody Valentine.

Hay momentos que no suenan desgarrados, sino triunfantes y extrañamente eufóricos, en contradicción con el tono de la letra, como cuando Rescued se lanza hacia su conclusión o Beyond Me se adentra en el territorio de los himnos.

El hecho de que esto funcione en lugar de parecer extraño o discordante quizá se deba a que But Here We Are hace lo que Foo Fighters hace notablemente mejor que sus predecesores inmediatos. Sus últimos álbumes se han caracterizado por una insidiosa sensación de obligación, de una banda que hace discos que llenarían de manera tolerable los huecos entre los viejos éxitos, permitiéndoles seguir de gira sin adoptar por completo la etiqueta de rock heredado.

En esta ocasión, sin embargo, las melodías están notablemente más pulidas, los cambios dinámicos son más contundentes: es como si el deseo de expresar algo sobre Hawkins, o de crear un álbum que sea un digno monumento conmemorativo, les hubiera dado un nuevo sentido del propósito y del impulso.

En la cargada Under You o The Glass, que une el aullido de injusticia del afligido: “Tenía una persona a la que quería / Y así de repente me dejaron vivir sin ella”, a un predominio casi inverosímil de ganchos, pueden incluso disponer de canciones que se unen a I’ll Stick Around y Best of You en el panteón de los grandes éxitos.

Es material para complacer al público, pero eso de alguna manera parece un monumento más adecuado que una desafiante noche oscura para el alma. Después de todo, cuando Taylor Hawkins salía de detrás de su kit para cantar Stay With Me de The Faces o Somebody to Love de Queen, se convertía él mismo en alguien que complacía al público.

Esta semana Alexis escuchó: Miss Tiny, The Beggar.

El último sencillo del proyecto musical del productor de Black Midi y Wet Leg, Dan Carey, es extraño e insistente: guitarras de rock’n’roll fracturadas, crecientes sintetizadores vagos y un ritmo ligeramente dub con influencias reggae.

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