La devastación por el colapso de la presa de Kajovka, en Ucrania, podría tardar décadas en repararse
Los habitantes de Korabel se han visto obligados a huir en busca de seguridad. Muchos pueblos serán inhabitables hasta que se construya una nueva presa. Foto: Global Images Ucrania/Getty Images

Las personas que viven a lo largo de la parte baja del río Dniéper en Ucrania deben hacer frente a las consecuencias inmediatas del colapso de la presa de Nova Kajovka y huir en busca de seguridad con lo que puedan salvar, aunque el impacto general podría manifestarse durante generaciones.

Río abajo, el agua de la inundación disminuirá un poco a medida que la crecida llegue al Mar Negro, sin embargo, es posible que muchos de los pueblos y ciudades situados a lo largo del curso del Dniéper no vuelvan a ser habitables hasta que se construya una nueva presa. La inundación arrasó miles de hogares y medios de subsistencia, así como innumerables animales domésticos y salvajes.

El trauma ecológico de semejante inundación de agua y lodo cambió el paisaje en un instante, acabando con islas y humedales. La fauna y la flora podrían tardar años, si no es que décadas, en recuperarse. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, lo calificó como el “mayor desastre medioambiental provocado por el hombre en Europa en décadas“. El país tiene el infortunio de haber sido también escenario del desastre de Chornobyl en 1986, posiblemente la última calamidad de semejante magnitud.

Con una presa de 18 mil millones de metros cúbicos, Nova Kajovka era una de las presas de mayor capacidad del mundo, según explicó Mohammad Heidarzadeh, profesor senior del departamento de arquitectura e ingeniería civil de la Universidad de Bath, en Reino Unido. Era 90 veces mayor que la presa más grande de Gran Bretaña, la de Kielder, ubicada en el condado de Northumberland.

“Es obvio que el colapso de esta presa definitivamente tendrá amplias consecuencias negativas ecológicas y medioambientales a largo plazo, no solo para Ucrania, sino también para los países y regiones vecinos”, señaló Heidarzadeh.

Junto con todos los escombros que arrastran las rápidas aguas se hallan decenas de miles de minas. La inundación está atravesando uno de los frentes de la guerra. Las orillas del Dniéper han sido el frente de batalla al menos desde noviembre, cuando las fuerzas ucranianas obligaron a los rusos a cruzar el río hacia la orilla sur. Ambos bandos colocaron minas a lo largo de la ribera, que ahora han sido arrastradas por el agua y se distribuirán de forma aleatoria en ciudades, pueblos y tierras de labranza río abajo. Una inundación significa que los civiles pueden explotar a muchos kilómetros de una zona de conflicto, muchos años después de la guerra.

En la provincia de Mykolaiv, la organización benéfica Halo Trust estaba retirando minas colocadas a lo largo del río Inhulets, afluente del Dniéper, antes de que se viera afectado por la inundación.

“Los rusos colocaron las minas antitanque en los puntos más bajos del río Inhulets para impedir que las tropas ucranianas lo cruzaran con vehículos hasta que Mykolaiv fuera liberada en noviembre de 2022”, explicó Jasmine Dann, responsable de la sede de Halo en Mykolaiv. “Estas minas ahora representan un riesgo mortal para los civiles que regresan a sus hogares o utilizan las fértiles orillas para pastar sus animales, cultivar y pescar. Nuestros equipos de remoción de minas cruzan regularmente el río para acceder a los campos minados, pero si el nivel del río sube considerablemente como consecuencia del (colapso de la presa) de esta mañana, estas zonas quedarán aisladas y no podremos retirar las minas”.

La devastación río arriba de la presa es la otra cara de la moneda de la inundación río abajo: la escasez de agua. El nivel de la presa de Kajovka está bajando drásticamente. Dentro de unos días será demasiado bajo para que las bombas de agua instaladas en la planta nuclear de Zaporizhzhia, ubicada a unos 200 km río arriba, puedan ser utilizadas para refrigerar los núcleos de los reactores y las reservas de combustible gastado. Como los seis reactores están apagados y la planta dispone de una enorme piscina de refrigeración para este tipo de emergencias, debería ser capaz de mantener la seguridad al menos durante varios meses, siempre y cuando la piscina permanezca intacta. Sin embargo, esto dista mucho de suceder. La piscina, como la propia planta, está en manos rusas.

La pérdida de la presa también significará que habrá una cantidad mucho menor de agua potable disponible para las ciudades de la región y de riego para la zona agrícola que la rodea. Basta una disminución de un metro para que se sequen las presas. Esto repercutirá en la producción de alimentos y en las exportaciones de trigo, maíz, aceite de girasol y soja al resto del mundo.

La presa de Kajovka “era el núcleo de uno de los mayores sistemas de riego de Europa” y su agua “permitía cultivar hasta el 80% de todos los huertos de Ucrania y un porcentaje significativo de frutas y uvas”, según indica el centro de estudios agrícolas EastFruit.

Una de las zonas afectadas es Crimea, que Rusia ha ocupado desde 2014. El canal que suministra agua a la península tiene su toma justo arriba de la presa de Nova Kajovka. Las presas de Crimea se han llenado en los últimos meses, por lo que no se producirá una crisis inmediata, no obstante, a lo largo del próximo año, puede provocar que sea insostenible el mantenimiento de una población civil y un ejército en el lugar, e incluso podría forzar una retirada sin que se produzca un solo disparo. Es poco probable que los ucranianos pasen por alto la nefasta ironía de esta situación.

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