‘La traducción es un arte’: por qué los traductores luchan por el reconocimiento
'Las traducciones no se hacen solas', comenta Shaun Whiteside, expresidente del Consejo europeo de asociaciones de traductores literarios. Foto: Esther Calvo Sodric/Alamy

Con frecuencia han sido ignorados en el proceso artístico y literario, pero los traductores llevan mucho tiempo asegurando que tienen el poder de cambiar todo.

Existen historias sobre mitos que nacen, sociedades que se forjan y ciudades que se destruyen con un simple desliz de la pluma, como el supuesto error de traducción que presuntamente llevó a Estados Unidos a decidir lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima, o la suposición sobre la vida en Marte que surgió a raíz de la traducción errónea de un astrónomo italiano.

“(En el mundo literario) hay estudios enteros dedicados a analizar en detalle las numerosas traducciones que Constance Garnett hizo de Dostoievski, Chéjov, Tolstoi y Gagol, o las traducciones que Helen Lowe-Porter hizo de Thomas Mann”, comentó Richard Mansell, profesor titular de traducción en la universidad de Exeter.

“Pero también existen muchos ejemplos en los que salimos ganando con la traducción. ¿Tendríamos la misma riqueza histórica del soneto en inglés sin las primeras traducciones de Petrarca? ¿O qué decir de los cientos de expresiones en inglés que derivan de la Biblia versión del rey Jacobo?”.

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Yilin Wang señaló que no recibió ningún reconocimiento por sus traducciones de la obra de Qiu Jin en la exposición China’s Hidden Century del Museo Británico. Foto: Joy M Kaegi Maurer

La semana pasada, el trabajo de los traductores se convirtió en el centro de atención después de que la escritora Yilin Wang dijera que no recibió ningún reconocimiento o remuneración por sus traducciones de la obra de Qiu Jin para la exposición China’s Hidden Century del Museo Británico.

Desde entonces, el museo lo calificó como un “error humano involuntario”, retiró los segmentos de la exposición y ofreció pagarle a Wang 150 libras (unos 3 mil pesos) por el tiempo que estuvieron expuestos.

Sin embargo, para Wang, traductora, poeta y editora que vive en Vancouver, las disculpas del museo sonaron vacías. Hablando con The Guardian, Wang comentó que el retiro de sus traducciones le pareció una “represalia” y exigió al Museo Británico que explicara cuál era su protocolo para solicitar los permisos de derechos de autor y especificara qué había fallado.

“Es muy importante respetar el trabajo de los traductores, que con frecuencia son ignorados en el mundo editorial y académico”, señaló Wang. “Las editoriales olvidan poner el nombre de los traductores en las portadas, los críticos de libros olvidan nombrar a los traductores, y ahora, ocurre esto”.

Y añadió: “La traducción es un arte, y traducir un poema me lleva el mismo tiempo que escribir uno original en inglés. Tengo que trabajar duro para investigar al poeta, la época en la que vivió y los estilos literarios que utilizó, y después encontrar formas creativas de transmitir el espíritu de su obra al inglés. La poesía clásica china tiene muchos modismos culturales, una dicción arcaica y una gramática y estructuras sintácticas completamente diferentes a las del inglés”.

Esta batalla por el reconocimiento de los traductores se ha librado desde hace mucho tiempo, y la traductora Jennifer Croft, ganadora de un premio Booker, incluso llegó a decir que no traduciría más libros a menos que su nombre figurara en la portada. “No solo es una falta de respeto hacia mí, sino que también es un perjuicio para el lector, que debería saber quién eligió las palabras que va a leer”, señaló.

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La traductora Jennifer Croft, ganadora del premio Booker, dice que no traducirá más libros a menos que su nombre aparezca en la portada. Foto: Manny Carabel/Getty

El sentimiento se ha convertido en una campaña que llevó a la editorial Pan Macmillan a comprometerse a incluir el nombre de la traductora en las portadas de los libros.

“Pero aún queda un largo camino por recorrer”, comentó Mansell. “Por supuesto, los traductores comparten muchas características con otros escritores, pero también hay otras habilidades que los traductores aportan a la labor”.

Shaun Whiteside, expresidente del Consejo europeo de asociaciones de traductores literarios, comentó que el incidente con el Museo Británico era “un terrible ejemplo de cómo se pasa por alto al traductor, o de cómo se le trata como una especie de consideración de última hora”, lo cual se vio agravado por el retiro de la obra de Wang de la exposición.

“Como sabemos, aún en la actualidad los traductores con frecuencia pasan desapercibidos en las reseñas e incluso en los catálogos de las editoriales. Las traducciones no se hacen solas, y los traductores, como cualquier autor, merecen tener derechos de autor, regalías y un reconocimiento y remuneración adecuados”.

Rebecca DeWald, copresidenta de la Asociación de Traductores, señaló que abogan por la visibilidad del traductor porque “no se puede entender lo que no se ve”.

“Si no sabes que un libro fue traducido por un ser humano, ni siquiera empezarás a pensar en qué procesos de pensamiento y cuánto trabajo se invirtió en producir el texto traducido”, explicó.

Según DeWald, el debate sobre la inteligencia artificial en la traducción es representativo de este malentendido. “Las lenguas no se relacionan entre sí mediante equivalencias directas, de una a una, ni siquiera las más afines, por lo que no es posible representarlas simplemente en una tabla de x en esta lengua es igual a y en la otra”.

Lo que significa que el traductor siempre tiene que activar su habilidad para escribir textos que el lector quiera leer. “Es un tipo de creatividad diferente a la de idear la trama de una novela o un cuento, que implica usar la imaginación para inventar mundos que antes no existían. En ese sentido, la traducción se asemeja más a la creación poética, ya que se centra principalmente en el lenguaje”.

Sara Crofts, directora ejecutiva del Instituto de Traducción e Interpretación, recalcó que los traductores desempeñaban un papel vital en la construcción de puentes entre naciones y culturas.

“Sin embargo, con mucha frecuencia su trabajo es subestimado e invisible. La señal de una buena traducción es que el lector ni siquiera es consciente de que se trata de una traducción, lo que hace que el trabajo de los traductores, por definición, pase desapercibido”.

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