Un nuevo comienzo después de los 60: estaba agotado, así que renuncié como director general y encontré el trabajo de mis sueños como trailero
Greg Ross ... 'Al final del turno, giro la llave y es responsabilidad de otra persona'. Foto: Imagen proporcionada

Cuando Greg Ross voló de regreso a Australia después del funeral de su querido tío en Auckland, Nueva Zelanda, en 2008, observó las nubes por la ventana del avión y, cuando aterrizó en la ciudad de Perth, ya había tomado una decisión: “Pensé: voy a renunciar“.

En el vuelo se dio cuenta de que estaba agotado, tanto de su trabajo como director general en funciones de una compañía teatral, como de sus décadas como ejecutivo de mercadotecnia de prestigiosos automóviles. El reconocimiento tardío del agotamiento, piensa, “probablemente es muy específico de mi grupo de edad, típico de los baby boomers. Nunca se nos permite llorar, nunca se nos permite rendirnos, tenemos que ser duros. Luchas contra ti mismo. Piensas que hay algo malo contigo: ‘soy un fracaso'”.

La canción que le vino a la mente fue Watching the Wheels, de John Lennon… “Simplemente estoy sentado aquí viendo las ruedas girar”.

Renunció a su trabajo y cuando sus hijos adultos le preguntaron qué iba a hacer, respondió: “Creo que simplemente conduciré un maldito tráiler”. Solicitó trabajo como conductor de un tren de carretera: un enorme tráiler que lleva dos o más remolques. Ross quería conducir “los trenes de carretera más grandes del mundo. Cinco remolques, 57 metros de largo, 480 toneladas, dos motores”.

“La empresa me llamó. Tu currículum no dice nada sobre conducción de tráileres”, me dijeron”. Ross manejó vehículos mucho más pequeños en su juventud y le ofrecieron quince días de prueba. Eso ocurrió hace 12 años y desde entonces conduce trenes de carretera. A sus 72 años, tiene un contrato de tiempo completo. Ahora las ruedas giran de forma muy distinta.

A Ross siempre le han encantado los vehículos, una pasión que compartía con su tío. Disfruta “hacer que la máquina, sea lo que sea, haga lo que debería hacer, sacándole el máximo rendimiento”. Cuando consigues que el tren de carretera suba la cuesta con la velocidad adecuada, comenta, “tú eres la máquina”.

Trabaja 12 horas al día, 14 días seguidos, antes de tener una semana de descanso. Eso no parece una solución típica para el agotamiento, pero mientras que sus anteriores jefes le llamaban a todas horas, “con esto del tráiler, no son mis dueños. Al final del turno, giro la llave y es responsabilidad de otra persona”.

Ve a Greg Ross hablar sobre la conducción de un tren de carretera.

A Ross le encanta la soledad. En la cabina, pone música clásica, los Stones o Leonard Cohen. “Otras veces, solo quiero silencio. Si realizas un viaje de ida y vuelta de 300 km, la capacidad para pensar es maravillosa. Soy muy feliz con mi propia compañía. Me gusta quién soy y dónde me encuentro”.

Más o menos en la época en que Ross renunció a su trabajo como ejecutivo, Leonard Cohen llegó a Perth y Ross asistió a un concierto “sublime, que lo hizo llorar”. Lo publicó en un foro y una mujer alemana, Ann-Kristin, lo contactó.

Chatearon, se hicieron amigos y se casaron en 2014. “No dejas de decirme que has superado todo lo del mundo corporativo”, le dijo ella en una ocasión. “‘Pero sigues yendo a la peluquería una vez al mes para cortarte el cabello’. Pensé, sabes qué, eso sería dejar atrás al fin todo eso del mundo corporativo“.

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Ross en 2012, un año después de empezar su trabajo como chofer… y antes de dejarse crecer el cabello. Foto: Imagen proporcionada

Ross dejó crecer su cabello. “Y me encanta”. Cada mañana lo seca con secadora. “Me suelto el cabello, me libero, es la mejor manera de describirlo”.

En ocasiones se encuentra en Perth a personas de su época corporativa y le dicen, perplejas: “Conozco esa voz… ¡Pero no puede ser!”.

Ross tuvo cáncer de tiroides a principios de siglo y le dieron tres meses de vida. Por ello, su nueva dirección ocurrió en el contexto de lo que debió sentirse como una segunda oportunidad. Ross comenta que, cuando recuerda sus días en el mundo corporativo, “debí haber sido un dolor de cabeza. Demasiado confiado. ¡Qué cretino!”.

Practica ciclismo para mantenerse en forma y espera seguir conduciendo trenes de carretera durante otros tres o cinco años. “He visto a hombres envejecer de repente”, comenta. “No los ves durante varios meses y después los ves y tienen esos ojos llorosos. Están demacrados. De repente, ese macho alfa es una persona mayor. No sabes cuándo te tocará a ti“. Pero como dice Ross, “El vaso siempre está medio lleno para mí. Y ahí viene un mesero con otra botella”.

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