‘Aquí hay niños que no quieren ser negros’: el intento de una mujer por salvar el único museo afromexicano de México
El museo afromexicano en Cuajinicuilapa, México, abrió sus puertas en 1999. Foto: Pedro Pardo/AFP/Getty Images

Angélica Sorrosa Alvarado es la curadora, gerente, guía turística, administradora, cuidadora y limpiadora del Museo de las Culturas Afromestizas en Cuajinicuilapa. “Estoy sola”, dice, señalando los vastos pasillos del único museo de afromexicanos de México, que describe como “uno de mis logros más destacados”.

En la región de la Costa Chica, hogar de la mayor población de afromexicanos de México, el museo es único en el país. Cuando abrió hace 25 años, fue anunciado como un reconocimiento a los más de 2.5 millones de afromexicanos en un país que durante mucho tiempo los había ignorado.

Sin embargo, ahora el museo se enfrenta al cierre. Sin cobrar durante 15 años y abandonada por el comité fundador que la ayudó a crear el espacio en 1999, Alvarado, de 62 años, teme que pronto tendrá que jubilarse. “Todos se fueron y ahora estoy vieja y sola aquí“, dice.

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Angélica Sorrosa Alvarado ayudó a fundar el museo en 1999 cuando empleaba a 10 personas. Foto: Museo de las Culturas Afromestizas

En su interior, dioramas detalladamente elaborados representan a hombres blancos azotando figuras negras desnudas, personas esclavizadas que fueron traídas a México desde África por los conquistadores españoles en el siglo XVI. Los grabados muestran a cientos de personas negras trabajando en minas de plata y plantaciones, y los dibujos muestran cuerpos colgando de horcas de madera.

A medida que las exhibiciones avanzan a través de los años hacia la actualidad, surge una identidad poderosa y resistente. Murales de colores brillantes muestran a vaqueros afromexicanos a caballo junto a máscaras llamativas de bailarines del diablo, que simbolizan la resistencia de los esclavos. Hay pinturas de Vicente Guerrero, el segundo presidente de México. Guerrero, de ascendencia africana, abolió la esclavitud en 1829, 36 años antes que Estados Unidos.

“Las puertas del museo deben permanecer abiertas porque hay niños creciendo aquí que no quieren ser negros”, dice Alvarado. “Este espacio nos muestra de dónde venimos, quiénes somos y por qué debemos estar orgullosos de nuestra identidad”.

Alvarado, fisioterapeuta de profesión, realiza suficientes sesiones para mantenerse económicamente mientras dedica el resto de su tiempo a que el museo siga funcionando. Pero se siente derrotada. Con una mano en el pecho, dice que regularmente le cuesta respirar después de barrer el piso y limpiar las exhibiciones del polvo que entra desde la calle. El trabajo físico le provoca “dolor en los huesos y músculos durante toda la noche”.

No tengo personas que me apoyen en esta lucha“, dice Alvarado. “Cuando abrimos aquí, teníamos a 10 personas trabajando en puestos remunerados y ni siquiera podía imaginar el cierre del museo. Hoy, no creo que pueda permanecer abierto“.

Cuando Andrés Manzano Añorve, entonces presidente municipal, inauguró oficialmente el museo, lo comparó con una “piedra que dice que existimos, que será recordada por los visitantes durante 2,000 años”. A principios de la década de 2000, Alvarado recuerda sentirse “vista y escuchada” mientras daba la bienvenida a visitantes de África, Estados Unidos, Reino Unido y Alemania.

Después de la Revolución Mexicana en 1910, mientras el país se unía detrás de una identidad nacional compartida, su variada composición étnica se diluyó. “La participación de la población afrodescendiente queda fuera” de la historia nacional, dijo la antropóloga mexicana Gabriela Iturralde Nieto en 2019.

Para los afromexicanos, que hoy representan aproximadamente el 2% de la población, su identidad casi fue completamente omitida de los registros históricos nacionales de México, los libros de texto y las guías de viaje.

Era como si no existiéramos como pueblos“, dice la activista y política afromexicana, Rosa María Castro. “Esta falta de reconocimiento es lo que nos motiva a intentar no ser borrados de la historia. Queremos que los niños lean sobre nosotros en la escuela”.

La omisión ha tenido un efecto sistémico profundo, dice Castro. Los afromexicanos afirman ser víctimas de racismo institucional y estructural, a menudo detenidos en retenes policiales. La discriminación en los tribunales mexicanos se experimenta regularmente y el acceso a empleos mejor remunerados y oportunidades de vivienda a menudo está restringido debido al color de su piel.

“México es un país que se enorgullece de la diversidad de sus pueblos”, dice Castro. “Estamos hablando de 68 pueblos culturalmente diferenciados, cada uno con su riqueza, idioma y tradición. Pero nadie hablaba de la gente negra”.

No fue hasta 2015 que los mexicanos tuvieron la oportunidad de identificarse como afromexicanos en un censo nacional preliminar. En 2019, los afromexicanos fueron formalmente agregados a la Constitución de México dentro de una enmienda histórica que tenía como objetivo aumentar la financiación pública y mejorar el acceso a la atención médica en las comunidades afromexicanas.

Pero hoy, muchos residentes de Cuajinicuilapa, como Alvarado, sienten la misma sensación de frustración y decepción que vivieron durante años antes de la enmienda constitucional.

Perderemos este museo porque pronto ya no podré evitar que caiga en el abandono“, dice. “Entonces, aún menos personas conocerán la historia de nuestro pueblo. Todavía estamos en el fondo de la escalera”.

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