La representación importa
PODER PRIETO

Actriz, productora mexicana, ganadora de un premio Ariel y presidenta de Poder Prieto. Empezó su carrera en cine a los tres años. En 2012 debuta como productora de teatro. Actualmente, además de seguir en la actuación, ha escrito diversos cuentos. Como presidenta de Poder Prieto busca mejorar la representación de personas racializadas y cuerpos no hegemónicos en los medios de comunicación y la industria del entretenimiento. Twitter: @lamzapata

La representación importa
'¿Cuál creemos que es el impacto en la salud mental de los mexicanos —que somos 80% prietos— si compramos ropa, comida y entretenimiento representados principalmente por personas blancas?' Foto: Licencia de Pixabay

La representación importa. Es un derecho humano, una herramienta necesaria para el libre desarrollo de las personas y un elemento fundamental para la salud mental.

Vernos reflejados en las historias que nos contamos nos hace saber que existimos. Que tenemos un lugar y un valor. Nos permite desarrollar una imagen saludable de nosotros mismos y de los nuestros. Mirarnos en historias dignas y diversas nos permite sentirnos amados, bellos y valiosos, nos permite imaginar futuros mejores. Sobre todo cuando venimos de historias dolorosas, de contextos donde la norma fue la precarización, la falta de oportunidades y por lo tanto: la violencia.

México nos educó con las telenovelas. Historias contadas principalmente por personas blancas, cuyas protagonistas, que aunque pobres o indígenas, eran representadas por actrices de pieles blancas y rasgos caucásicos, pero maquilladas de color café para “parecerse” a quienes representaban. Todavía hay gente que piensa que eso de pintar pieles para hacerlas más oscuras: es normal. Que es sólo caracterización, o que, contratar actores blanco/mestizos para interpretar campesinos o indígenas, no representa ningún problema. Pero es profundamente problemático. Doloroso. Invisibiliza lo grave de la exclusión.

Según estas historias hay que excluir a los prietos. Esos seres, que según la narrativa racista tan normalizada en nuestro país, no son dignos de mostrarse, ni de mirarse, no por lo menos ocupando lugares protagónicos de mucha visibilidad. Los prietos son esos a los que nadie se quiere parecer. Nos dijeron que ser prieto, y parecer o ser indígena, estaba mal. Muy mal. Y ni hablar de los Afromexicanos que no existen en el imaginario nacional. El mandato es ser blanco. O aspirar a serlo por lo menos. ¿O les parece casualidad eso de que: hay que casarse con alguien “mejor que tú”, o sea blanco, para mejorar la raza?

Según las historias que nos contamos de los prietos —y que vemos repetidas en todos lados—, los prietos somos los feos, los sucios, los ignorantes, los maleducados, los nacos, los violentos, los delincuentes o los que nacimos para servir y obedecer sin quejarse. Los blancos, en cambio, son los bonitos, los educados, los de buenos modos, los decentes, los que tienen gente trabajando para ellos, los que nacieron para mandar y ser felices. ¿O creen que es casualidad que se les reserven los mejores lugares del Rosetta y el Sonora Grill o que pasen la cadena del antro sin humillaciones? Los blancos son el modelo aspiracional, ese que todos deberíamos aceptar sin cuestionar.

¿Cuál creemos que es el impacto en la salud mental de los mexicanos —que somos 80% prietos— si compramos ropa, comida y entretenimiento representados principalmente por personas blancas? ¿Cuál creemos que es la imagen que los mexicanos prietos tenemos de nosotros mismos, si la única representación aceptable es la blanca? ¿Cómo influye esta mirada de menosprecio en el trato que nos damos entre nosotros?

Según la Dra Evalinda Barrón Velázquez, Directora General de la Comisión Nacional contra las Adicciones, existen 293 estudios informados en 333 artículos publicados entre 1983 y 2013 que dicen que el racismo se asoció con una peor salud mental, una peor salud general y peor salud física.

Además, según su reporte, las personas que se reconocen afectadas por la discriminación racial pueden internalizar los atributos negativos que les han sido imputados por el entorno, llevándolos a sentir: inferioridad, vergüenza, culpa, aislamiento, tristeza, depresión, ansiedad, inseguridad, hipervigilancia, baja autoestima, estrés, pensamientos suicidas, ira, apatía, racismo internalizado, infravaloración personal y consumo nocivo de sustancias psicoactivas.

Y no. Las personas que sufren uno o varios de estos estados emocionales a causa del racismo NO SON CULPABLES de sentirse así. Podemos hacernos responsables de nuestras emociones, si es que tenemos los medios para hacerlo, pero no somos culpables de encarnar esa percepción de nosotros mismos. Es prácticamente imposible que esta información de inferiorización constante que recibimos por todos lados, no afecte nuestra salud mental. Además de afectar nuestras economías y el acceso equitativo a oportunidades.

México es un pueblo al que se le ha contado la misma historia desde hace 500 años. Y durante los últimos 100 años, los medios masivos de comunicación, las artes y toda industria que cuente historias han perpetuado este sistema de exclusión y dominación.

La representación importa porque lo que se ve, existe. Lo que existe tiene valor. Y lo que tiene valor, tiene derechos. Es hora de inspirarnos con otras historias. Dignas y diversas. Y donde exista el espacio para representar a todas las personas.

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