Escribir pensamientos y destruirlos alivia la ira, según investigadores
El estudio se basa en investigaciones que muestran cómo las interacciones con objetos físicos pueden controlar el estado de ánimo de una persona. Foto: stock_colors/Getty Images

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha intentado idear técnicas para controlar la ira, y escribir tus reacciones negativas en papel y destruirlo o arrugarlo podría ayudar.

En la antigua Roma, el filósofo estoico Séneca creía que “es probable que mi ira me haga más daño que tu agravio” y ofrecía consejos para evitarla en su obra De la Ira, del año 45 d.C.

Entre los métodos más modernos se encuentran el saco de boxeo o la bicicleta estática. Pero la humilde acción de destruir el papel puede ser una forma más eficaz, y accesible, de descargar, según una investigación.

Un estudio realizado en Japón ha descubierto que escribir la reacción a un incidente negativo en un trozo de papel y luego romperlo, o hacerlo bola y tirarlo al bote de basura, nos libera de la ira.

“Esperábamos que nuestro método suprimiera la ira hasta cierto punto”, afirma Nobuyuki Kawai, investigador principal del estudio en la Universidad de Nagoya. “Sin embargo, nos sorprendió que la ira se eliminara casi por completo”.

El estudio, publicado en Scientific Reports on Nature, se basa en investigaciones sobre la asociación entre la palabra escrita y la reducción de la ira, así como en estudios que muestran cómo las interacciones con objetos físicos pueden controlar el estado de ánimo de una persona. Por ejemplo, quienes desean vengarse de una expareja pueden quemar cartas o destruir regalos.

Los investigadores creen que los resultados de destruir el papel pueden estar relacionados con el fenómeno del “contagio mágico hacia atrás”, que consiste en la creencia de que las acciones realizadas sobre un objeto asociado a una persona pueden afectar a los propios individuos. En este caso, deshacerse de la entidad física negativa, el trozo de papel, hace que la emoción original también desaparezca.

Se trata de una inversión del “contagio mágico” o “contagio de celebridades”, la creencia de que la “esencia” de un individuo puede transferirse a través de sus posesiones físicas.

Se pidió a cincuenta estudiantes que escribieran breves opiniones sobre un problema social importante, como si debiera prohibirse fumar en público. A continuación, los evaluadores calificaron deliberadamente los trabajos en función de su inteligencia, interés, simpatía, lógica y racionalidad. Por si fuera poco, los evaluadores añadieron comentarios insultantes como: “No puedo creer que una persona culta piense así. Espero que esta persona aprenda algo en la universidad”.

A continuación, los participantes escribían en un papel sus furiosos pensamientos sobre los comentarios negativos. A un grupo se le dijo que enrollara el papel y lo tirara al bote de basura o lo guardara en un archivo en su escritorio. A un segundo grupo se le dijo que destruyera el papel o lo metiera en una caja de plástico.

Los niveles de ira de los individuos que tiraron el papel al bote de basura o lo destruyeron volvieron a su estado inicial, mientras que los que conservaron una copia impresa del papel experimentaron sólo una pequeña disminución de su ira general.

Los investigadores concluyeron que “el significado (la interpretación) de la eliminación desempeña un papel fundamental” en la reducción de la ira.

“Esta técnica podría aplicarse en el momento escribiendo la fuente de la ira como si se tomara un memorándum y luego se tirara”, dijo Kawai.

Además de sus beneficios prácticos, este descubrimiento puede arrojar luz sobre los orígenes de la tradición cultural japonesa conocida como hakidashisara (hakidashi sara se refiere a un plato o fuente) en el santuario Hiyoshi de Kiyosu, a las afueras de Nagoya. El hakidashisara es un festival anual en el que la gente rompe pequeños discos que representan cosas que les enfadan. Los resultados del estudio pueden explicar la sensación de alivio que los participantes manifiestan tras abandonar el festival, concluye el artículo.

Traducción: Ligia M. Oliver

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