Cómo las estadounidenses perdieron su derecho al aborto: una victoria para los conservadores, 50 años después Cómo las estadounidenses perdieron su derecho al aborto: una victoria para los conservadores, 50 años después
Un manifestante antiaborto sostiene un cartel donde se lee 'Roe debe desaparecer' cerca de una manifestación a favor del aborto en Washington, el lunes. Foto: Eric Lee/EPA

La versión corta de cómo las estadounidenses perdieron su derecho a la interrupción del embarazo se podría resumir en un nombre: Trump.

El magnate inmobiliario y estrella de la reality-TV primero sorprendió al mundo al ganar la presidencia de Estados Unidos, y después recompensó a su base mediante la ratificación de tres jueces de la Corte Suprema para un tribunal compuesto por nueve miembros, reequilibrando de este modo la Corte para que se decantara a favor de los conservadores durante toda una generación.

Ese corto camino condujo al caso Dobbs vs. Jackson Women’s Health Organization, un dictamen publicado esta semana en el que los jueces de la Corte Suprema votaron a favor de anular el histórico caso Roe vs. Wade, que en 1973 otorgó el derecho constitucional al aborto.

Se espera que la eliminación de la protección federal del aborto desemboque en que 26 estados prohíban el procedimiento de forma inmediata o tan pronto como sea posible, lo cual afectará a decenas de millones de mujeres y personas estadounidenses que pueden concebir.

La decisión se produce a pesar de que alrededor del 85% de los estadounidenses están a favor del aborto legal en al menos algunas circunstancias. El porqué y el cómo se tomó una decisión a la que se opone la mayoría de los estadounidenses están estrechamente relacionados con el poder político, señalaron los académicos.

El movimiento antiaborto es “la facción mejor organizada de la política estadounidense”, comentó Fred Clarkson, experto en la derecha cristiana y socio de Political Research Associates.

“Comprenden que son una minoría de la población, del electorado, y sin duda un conjunto minoritario de opiniones sobre cuestiones relacionadas con los derechos reproductivos”, explicó. “Pero como son conscientes de ello, han encontrado formas eficaces de maximizar su influencia política al estar mejor organizados que las facciones numéricamente más grandes que están menos organizadas”.

Dicho en otras palabras, comentó, el movimiento antiaborto “dominó las herramientas de la democracia para lograr resultados antidemocráticos”.

Las corrientes que condujeron a la decisión sobre el caso Dobbs figuran entre las más poderosas de la política estadounidense actual. Durante décadas, se impuso un movimiento religioso que aprovechó las fuerzas de la división, la erosión de las normas constitucionales y la manipulación de la democracia estadounidense, indicaron los académicos.

“No es que hayamos tenido una lenta degradación del derecho al aborto”, señaló Niel Siegel, experto en derecho constitucional y profesor de Duke University que fue secretario de la exjueza liberal Ruth Bader Ginsburg. En cambio, los jueces emitieron un dictamen que “desprecia por completo lo que ha sido el derecho constitucional durante, literalmente, cinco décadas”, y que fue “ratificado repetidamente por jueces designados por ambos partidos”.

La Corte, de tendencia conservadora, destrozará una norma constitucional más, emitiendo una revocación única en la vida, después de otro acontecimiento sin precedentes modernos: la filtración del borrador de un dictamen de la Corte Suprema. Incluso antes de que se publicara el dictamen sobre el caso Dobbs, la filtración auguraba el fin del caso Roe vs. Wade.

“La Corte no es la institución a la que serví”, señaló Siegel.

En la actualidad, el aborto es uno de los temas más partidistas en Estados Unidos, ya que los republicanos y el movimiento antiaborto están tan estrechamente alineados que existe poca diferencia entre ellos. No obstante, en la década de los 70, el aborto era considerado como una “cuestión católica”, con republicanos proaborto y demócratas antiaborto en el Congreso. La Corte Suprema votó a favor del caso Roe vs. Wade con una diferencia de 7 a 2.

Una parte de esta transformación refleja “cambios intencionales del movimiento antiaborto, una parte son cambios estructurales de la democracia estadounidense, y otra parte es simple suerte”, comentó Mary Ziegler, profesora invitada en Harvard y docente de derecho constitucional en la Universidad de California Davis.

Contrariamente a la creencia popular, no se produjo una reacción negativa inmediata de carácter político tras el caso Roe vs. Wade. En los años siguientes, importantes proyectos de ley prohibieron que el gobierno federal pagara los abortos, sin embargo, fracasó una enmienda constitucional orientada a prohibir por completo el procedimiento.

No fue hasta finales de la década de 1970 que los estrategas republicanos, como Paul Weyrich, consideraron que el aborto era un tema que podría atraer los votos de millones de cristianos evangélicos blancos, junto con la oposición a los derechos de la mujer y a las sentencias judiciales de abolición de la segregación. El plan funcionó: los católicos y los protestantes evangélicos blancos formaron una incómoda alianza con los republicanos.

“En los años 70 y 80, cuando el movimiento antiaborto empezaba a madurar, recuerdo eventos en los que se veía a un obispo católico sentado incómodo en el escenario junto a evangélicos”, explicó Clarkson.

Pasaron décadas antes de que los cristianos evangélicos y los católicos se fusionaran por completo en sus programas modernos, considerando el aborto, el matrimonio homosexual y la libertad religiosa como temas principales. Sin embargo, la nueva alianza pronto produjo una “mayoría moral” que alentó la campaña de Ronald Reagan. Al igual que Trump, Reagan apoyó en un principio la “liberalización” de la ley del aborto, antes de prometer posteriormente que se opondría al aborto como presidente.

Este reajuste político se vio favorecido por la Ley de derecho al voto de 1965, que, según argumentaron los académicos expertos en derecho constitucional, obligó a los demócratas sureños partidarios de la segregación a rivalizar realmente con los republicanos por primera vez.

“Uno no comprende la política reproductiva en este país si no entiende la política racial en este país”, señaló Loretta Ross, fundadora del colectivo SisterSong Women of Color Reproductive Health Collective, organizadora por los derechos reproductivos en Georgia.

“Creo que las actuales restricciones al aborto, al control de la natalidad y a la educación sexual están diseñadas para obligar a las mujeres blancas a tener más bebés”, comentó Ross. “No estoy convencida de que quieran más bebés latinos o afroamericanos”, a pesar de que las mujeres latinas y afroamericanas se verían desproporcionadamente afectadas por la prohibición del aborto, añadió.

Este reajuste político también proporcionó a los republicanos claras ventajas estructurales basadas en la arquitectura de la constitución estadounidense, un factor que Siegel describe como “favoritismo rural”.

El Congreso de dos cámaras está compuesto por la Cámara de Representantes, cuyos escaños corresponden a la población, y el Senado, que le otorga a cada estado dos votos independientemente de la población. “La Constitución siempre ha favorecido de forma desproporcionada a los electores rurales, pero no siempre favoreció a un partido”, indicó Siegel.

No obstante, a medida que los senadores republicanos comenzaron a representar a más electores blancos, cristianos y rurales, también se beneficiaron de una característica incorporada a la Constitución estadounidense. Actualmente, los republicanos representan colectivamente a 41.5 millones de estadounidenses menos en comparación con los demócratas, aunque el Senado esté dividido en partes iguales. Como resultado, la nueva Corte de tendencia conservadora fue confirmada por un órgano que representa a una minoría de electores.

“Eso es un reflejo del gobierno de las minorías”, comentó Siegel.

El atractivo de los estrategas republicanos para los electores socialmente conservadores también comenzó a redefinir sustancialmente lo que significaba ser republicano.

“Los profesionales del partido y los republicanos de la clase dirigente pensaron que podían controlarlos”, señaló Clarkson. “Se equivocaron: ellos se convirtieron en el partido”.
Los nuevos miembros antiaborto presionaron para obtener más poder, trabajando “para ejercer una mayor influencia sobre la composición del GOP (partido republicano) para asegurar que los nominados fueran lo suficientemente puros ideológicamente”, explicó Clarkson.

La demografía añadió premura a la causa antiaborto, dijo Siegel. El partido republicano es abrumadoramente blanco y cristiano, sin embargo, el tamaño de su base se ve amenazado por la rápida evolución de la demografía estadounidense conforme Estados Unidos se vuelve más diverso racialmente y menos religioso. Se prevé que los estadounidenses blancos sean una minoría para el año 2045.

Esta situación ha llevado a los republicanos a practicar una “política existencial”, ha provocado que cada ciclo electoral parezca más crítico que el anterior y ha obligado a los partidos a distanciarse aún más, señaló Siegel. Al mismo tiempo, la redistribución partidista, conocida como gerrymandering, ha permitido que los candidatos más extremos ganen en distritos poco competitivos, agravando la polarización.

En el caso de Dobbs, el poder y la suerte coincidieron cuando la base votó por Trump, un hombre que en su momento se declaró a favor del aborto, que ganó las elecciones incluso cuando perdió el voto popular y al que se le ofreció entonces la excepcional oportunidad de ratificar a tres nuevos jueces para la Corte.

Los poderes que respaldan a Dobbs también evidencian cómo los valores especialmente estadounidenses –la autonomía, la libertad y la autodeterminación– se redefinirán en una nueva era de la Corte Suprema.

“Existe una animosidad mutua entre los miembros de los dos partidos, pero existe más bien una asimetría en lo que respecta hasta qué punto se ha inclinado el partido republicano a la derecha, y la disposición a quebrantar las normas para obtener ventajas partidistas a corto plazo”, señaló Siegel. “O, en el caso de la Corte Suprema, para obtener ventajas partidistas a largo plazo”.

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