El gasto millonario en el rescate del Titan indigna a familias de víctimas del naufragio en Grecia
La disparidad entre las respuestas de rescate provocó un debate en Pakistán sobre la doble moral.
La disparidad entre las respuestas de rescate provocó un debate en Pakistán sobre la doble moral.
Anees Majeed, que perdió a cinco familiares en la embarcación que naufragó frente a las costas de Grecia el 14 de junio, observó con incredulidad y creciente enojo cómo se desarrollaban las frenéticas y multimillonarias labores de rescate de otros cinco hombres perdidos en el mar la semana pasada.
Al igual que miles de personas en todo Pakistán, Majeed, estudiante de Derecho procedente de la zona de Cachemira administrada por Pakistán, lloró en los rezos del funeral sin tener un cuerpo que enterrar. Al menos 350 ciudadanos de Pakistán viajaban en la embarcación abarrotada, confirmó el ministro del Interior, Rana Sanaullah, el viernes.
Hay pocas esperanzas de que los primos de Majeed sean encontrados o devueltos a casa. La familia se siente atormentada por la creciente evidencia de que las autoridades europeas sabían que el barco estaba en problemas, pero que no intervinieron.
No obstante, mientras iniciaban su duelo, se desarrollaba una inmensa operación en la que participaban embarcaciones de varios países. Su objetivo eran cinco hombres, también perdidos en las profundidades del océano, aunque en un viaje que ellos habían elegido como una aventura, no como una travesía a la que se habían visto empujados por la desesperación. Dos de ellos también eran ciudadanos de Pakistán, pero del extremo opuesto de la escala social al de los primos de Majeed, el empresario Shahzada Dawood y su hijo Suleman, de 19 años.
El contraste entre las dos tragedias en el mar, la magnitud de los esfuerzos para rescatar a las personas en peligro y la respuesta de los medios de comunicación de todo el mundo a ambas historias suscitaron en Pakistán un debate sobre la desigualdad nacional e internacional y los distintos valores que se otorgan a las vidas humanas.
“Nos sorprendió saber que se gastarían millones en esta misión de rescate”, comentó Majeed. “Utilizaron todos los recursos, y salieron muchas noticias sobre esta búsqueda. Pero no se molestaron en buscar a cientos de paquistaníes y otras personas que iban en el barco griego”.
“Se trata de una doble moral… podrían haber salvado a muchas de las personas si hubieran querido, o al menos podrían haber recuperado los cadáveres”.
“No es culpa de cinco hombres que cientos de personas murieran frente a las costas de Grecia. Pero sí es culpa de un sistema en el que las disparidades de clase son muy grandes”, indicó una periodista de alto nivel de un importante medio de comunicación de Pakistán, que pidió que no se revelara su nombre. “Cuando la gente señala eso, se malinterpreta como odio”. La periodista explicó que la cobertura mediática local de las muertes de migrantes también podría haberse visto limitada por el cansancio de informar sobre años de muertes y traumas provocados por la violencia y las catástrofes naturales en su país.
Sin embargo, la magnitud de la tragedia en el Mediterráneo era difícil de comprender. Con más de 300 muertos, el número de víctimas superó el de cualquier atentado terrorista en la historia del país, señaló Sanaullah.
Las autoridades de Pakistán, que suelen actuar con lentitud, indicaron que habían detenido a 14 sospechosos en relación con el presunto tráfico de personas, y el país guardó un día de luto nacional.
Eso no ayudó mucho a consolar a los afligidos familiares. Abdul Karim, de 36 años, comerciante de un pueblo cercano a la frontera de facto con India en Cachemira, perdió a un primo y a un tío en el barco.
“Es triste que a un submarino que transportaba cinco personas ricas se le diera mucha más consideración, cobertura e importancia que a los migrantes del barco griego”, comentó. “Se habrán gastado millones de dólares para rescatar a los ricos, pero para los pobres no hay tal oportunidad. Ni siquiera el gobierno de Pakistán prestó atención alguna al asunto”.
Arsalan Khan, profesor auxiliar de antropología en el Union College en Nueva York, señaló que la intensa cobertura mediática en Pakistán y fuera del país sobre la familia Dawood les confirió una humanidad en la pérdida que no se concedió a las personas que murieron en el Mediterráneo. “La respuesta al submarino Titanic ha sido mucho más empática y llena de dolor”, indicó.
“Tales diferencias crean la impresión de que son estos últimos los que merecen más empatía y compasión”. Destacan los valores desiguales que la sociedad y los gobiernos asignan, de forma consciente o inconsciente, a las distintas vidas humanas, añadió.
Las mejoras en cuanto a seguridad pueden evitar otra tragedia como la implosión del Titan, sin embargo, es poco probable que el flujo de personas que viajan hacia Europa en embarcaciones no aptas para la navegación se detenga si no se realizan cambios profundos en el sistema económico que llevó a cientos de personas a jugarse –y perder– la vida en un viaje que sabían que era extremadamente peligroso.
“Sé una cosa: los pobres volverían a emprender este viaje mortal porque están viviendo en la miseria en Pakistán y las condiciones económicas son insoportables”, comentó Majeed. “Sería mejor que los gobiernos pusieran fin a esto, en lugar de ahogarlos en mar abierto”.