‘Una gran alegría’: bebés nacidos del primer banco de esperma VIH positivo del mundo ‘Una gran alegría’: bebés nacidos del primer banco de esperma VIH positivo del mundo
Dos años después de su inauguración, nacieron los primeros bebés como resultado del trabajo de Sperm Positive, el primer banco de esperma de personas seropositivas del mundo. Foto: UK Stock Images Ltd/Alamy

Olivia y Amy están sentadas en la sombra, tratando de escapar de la humedad de principios de verano en Nueva Zelanda. Amy, de 10 meses, eructa felizmente en el fondo mientras su madre habla. Está sana, feliz e ignorante de su condición de primicia mundial: uno de los pocos bebés nacidos del primer banco de esperma para donantes seropositivos.

El banco, Sperm Positive, comenzó a funcionar en Nueva Zelanda en 2019, en un esfuerzo para reducir el estigma al que se enfrentan las personas seropositivas y crear conciencia de que, con tratamiento, el virus era indetectable e intrasmisible. Acaparó los titulares internacionales cuando lo presentaron, pero ha sido algo más que un truco publicitario. Dos años después, el banco está dando sus frutos.

“Para mí, no se trataba de eso”, comenta Olivia, refiriéndose a las implicaciones más polémicas del lanzamiento del banco de esperma. “Para mí, solo quería tener un bebé… (y) ella simplemente es la niñita más atrevida, más feliz y más divertida”.

Víctor, uno de los donadores del banco, pensaba que para él resultaría imposible tener un hijo. “Cuando me diagnosticaron en 2013, sentí que nunca podría suceder algo así, que nunca iba a ser capaz de tener hijos“, dice.

Cuando se enteró de la existencia del banco, “vi esta oportunidad, darle la oportunidad a la pareja… de tener un hijo y hacer sus sueños realidad. Y segundo, demostrarme a mí mismo con evidencia que realmente es posible, independientemente de tu condición”. Tras facilitar dos embarazos con éxito como donador, él y su pareja ahora están buscando un vientre de alquiler, para intentar tener su propio hijo.

El banco de esperma en línea empareja a los futuros padres con los donadores, y fue creado como una colaboración entre New Zealand Aids Foundation, Positive Woman Inc y Body Positive. Jane Bruning, de Positive Women Inc, comenta que desde su lanzamiento hace dos años la organización se ha visto “desbordada por el número de consultas que hemos recibido de personas deseosas de recibir más información“.

Desarrollado parcialmente como un proyecto de concienciación, su objetivo es intentar transmitir en la población el mensaje “indetectable = intransmisible”: que como los tratamientos contra el VIH reducen los niveles virales en la sangre hasta hacerlos indetectables, las personas seropositivas ya no corren el riesgo de transmitirlo a sus parejas sanas.

Este hallazgo “ha sido demostrado una y otra vez desde hace más de 10 años”, explica el Dr. Mark Thomas, profesor asociado en la Universidad de Auckland y médico especializado en enfermedades infecciosas en la junta de salud del distrito de Auckland. Tres grandes estudios multinacionales de larga duración realizaron durante años un seguimiento de aproximadamente 3 mil parejas mixtas con VIH sexualmente activas que no utilizaron preservativos, y no encontraron ni un solo caso de transmisión cuando el hombre estaba tomando medicamentos de supresión.

A pesar de ello, algunos países siguen siendo cautelosos con los consejos reproductivos para hombres con VIH: el consejo de los CDC a partir de 2017 era considerar el uso de la PrEP y el “lavado de esperma”, además de los medicamentos supresores. Thomas comenta que ello refleja una abundancia de precaución, en lugar de un riesgo real de que un padre pueda contagiar a su hijo. Nunca se ha registrado un caso confirmado de un niño seropositivo contagiado vía el esperma del padre y nacido de una madre seronegativa, señala.

Thomas comenta que si bien el banco de esperma ha acaparado los titulares, la historia más profunda y actual es que las personas seropositivas todavía experimentan con frecuencia el estigma y la discriminación en materia de vivienda, empleo, tratamiento médico y por parte de sus familias o comunidades.

Al principio de la epidemia, cuando afectaba principalmente a los hombres homosexuales, “era un estigma sobre otro”, explica Thomas, que empezó a tratar a pacientes con VIH y SIDA en el hospital de Auckland en la década de 1980. “En los años 80 y en la primera mitad de los 90, era un diagnóstico casi universalmente mortal. Entonces, el sexo y la muerte y la homosexualidad se mezclaban (para crear) un estigma realmente horrible”. Aunque ha mejorado desde esa época, la actitud social todavía no refleja los enormes avances en el tratamiento del VIH: en la actualidad, “con tal vez una pastilla en la noche o un par de pastillas diarias… el VIH no vuelve a tener impacto en su vida, desde el punto de vista médico”.

Para algunos de los donadores del banco, como Víctor, el miedo a ese estigma sigue siendo fuerte. “En lo que respecta a mi estado, todavía me mantengo en el armario, no es algo que grites a los cuatro vientos”, comenta. Solo se lo ha contado a su pareja y a unos pocos amigos íntimos. “A veces tengo mis días en los que solo pienso que realmente, realmente lo arruiné. No es algo de lo que (pueda) estar orgulloso, pero he aprendido a vivir con ello y a guardármelo para mí”.

El Índice de Estigma de las personas que viven con VIH de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, realizó entrevistas a 188 neozelandeses seropositivos el año pasado. A pesar de que todos los participantes estaban en tratamiento antirretroviral, un tercio de ellos declaró haber sufrido estigmatización social relacionada con su estado, incluyendo chismes, comentarios crueles y acoso verbal. Más de la mitad señaló el estigma en los centros de salud.

Algunos informaron que perdieron su empleo, y más de la mitad experimentaron depresión, ansiedad e insomnio en el último año.

“Cuando mis padres descubrieron que tenía VIH, insistían en que usara platos separados, que utilizara ‘pinzas’ cuando manejara la comida en la cocina. Me hizo sentir muy sucia, y muy deprimida”, contó al estudio una joven de 27 años. Después de revelar al propietario de su vivienda que ella y su pareja eran seropositivos, “nos notificaron que debíamos abandonar el departamento”, dijo una mujer.

“Cuando les revelé mi condición de seropositivo a los chicos con los que salí, no volvía a saber de ellos o me bloqueaban en las aplicaciones de las redes sociales”, contó otro hombre.

“Tengo miedo de ser rechazado”, dice Víctor, sin embargo, los niños que ha ayudado a crear han sido algo positivo. Al recibir la noticia de que el bebé de otra pareja nació sano y salvo, dice, sintió una gran alegría. “Fue una gran felicidad, poder ver algo que nunca pensaste que fuera a ser posible. Y simplemente ver, escuchar cuánta alegría ha aportado este nuevo pequeño ser a la familia a la pareja a la que ayudo. Es hermoso, de verdad”.

Se cambiaron los nombres de los donadores de esperma, de los niños y de las madres para proteger la identidad de los donadores que no han revelado públicamente su condición de seropositivos.

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