De un campo de refugiados a supermodelo, el ascenso de Adut Akech De un campo de refugiados a supermodelo, el ascenso de Adut Akech
‘Quiero ver un cambio real’: Adut Akech con un vestido de loewe.com y plataformas de erdem.com. Toda la joyería de Vintage Mercedes-Benz. Foto: Campbell Addy/The Observer

Todas las mejores supermodelos tienen orígenes de cuentos de hadas. A todas las molestaban en la escuela: muy altas, muy planas, muy raras. Los chicos prefieren a sus compañeras más atractivas. Crecen con la idea de que son imposibles de amar y de que son marginadas sociales. Luego un extraño aparece tal vez en un aeropuerto (Kate Moss), en una tienda Primark (Jourdan Dunn), o en un McDonald’s (Gisele Bündchen). El cazatalentos las toma de la oscuridad y las pone en una vida de viajes internacionales, dinero y fama. Su inseguridad se cae como piel muerta. Se castiga a los acosadores. La supermodelo triunfa. 

Las historias de Moss y compañía no se comparan a la de Adut Akech. Sus infancias son las versiones de Pixar del cuento de hadas de los hermanos Grimm de Akech. Ella nació cuando su madre huía de la guerra civil en Sudán del Sur y creció en un campo de refugiados en Kenia. A los siete, se mudó con su familia a Australia. Cuando llegó, ella no hablaba nada de inglés, “Era esta niña alta, súper tímida y rara”, ella dice. “Tenía un nombre extraño y un espacio entre mis dientes”. 

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Empezó a modelar en 2016, mientras seguía en la escuela. Ahora a los 20, ella ya apareió en 16 portadas de Vogue internacionales, incluidas seis ediciones de septiembre. Estuvo en campañas de publicidad para Marc Jacobs y Moschino. El British Fashion Council la nombró Modelo del Año y cerró desfiles para Saint Laurent y Valentino (en un glorioso vestido morado que parecía un enorme envoltorio de dulces). La suya es la clásica historia de origen de supermodelo, en esteroides: una historia de guerra, desplazamiento, migración y triunfo contra todo pronóstico. Pero la misma Akech minimiza su sorprndente viaje. “Estoy muy orgullosa de mí”, ella dice, con modestia. “Y mi mamá está feliz, que es lo principal”. 

Akech está envuelta en una cobija gruesa que la protege del frío de un estudio sin calefacción. Estamos aquí para discutir, entre otras cosas, un corto de comedia que hizo para Mercedes Benz, un spot para redes sociales con el mensaje de “encender reflexión positiva al final de un año difícil”. En este, Adut es un faro de esperanza. Cuando habla es agraciada y positiva. También, como una mujer que creció en tres países diferentes, que empezó a viajar por el mundo en su adolescencia, su acento pasa por diferentes continentes. “Soy una ciudadana del mundo”, dice, con un ligero acento australiano, “pero mi identidad es sursudanesa antes que nada”. 

En sus primeros años en el campo de refugiados en Kakuma, Kenia, Akech recuerda una niñez ordinaria con algunos momentos de terror. “Recuerdo ser solo una niña”, ella dice, “trataba de hacer lo más que podía. No teníamos mucho. Pero yo sabía que algo estaba mal. Que aunque estuviéramos en casa, no estábamos en casa. Hubo noches en las que venían personas para separarnos de nuestros padres o para matarnos a todos. Todo el campo temía. Todos empacaban sus cosas, y esperaban el momento para irse”. 

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Ella no recuerda la vida antes del campo. Nació el día de navidad en 1999, mientras que su madre hacía el viaje peligroso para salir de Sudán del Sur. “Nací en el camino a Kenia”, ella dice, “y no he regresado a Sudán desde entonces”. (Ella espera regresar algún día, para poner una organización social y reconectar con su familia extendida.) Cuando todo lo que conoces es un campo de refugiados, la vida en refugios de hierro corrugado parece normal. “No sabía que estaba en un campo de refugiados”, ella dice. “Solo era una comunidad de sursudaneses, una familia grande”. Eventualmente, la madre de Akech consiguió asilo en Australia, donde tenía familiares. Se mudaron a Adelaide cuando Akech tenía siete. 

Los primeros años en Australia no fueron siempre fáciles. Ansiosa por encajar, ella dejó que sus compañeros la llamaran por su nombre cristiano, Mary, en lugar de Adut, su nombre legal, como la llamaba su familia. “Por alguna razón”, ella dice, seca, “era muy difícil decir mi nombre, o lo decían de maneras raras, y solo me hacía sentir insegura supongo, o mal”. Ella decidió regresar a su propio nombre cuando su carrera de modelaje despegó. “Decidí que si iba a modelar lo haría con mi propio nombre”, ella dice. “Adut. Ya no me sentía insegura. Desde entonces, siempre he sido Adut. Nadie me llama Mary”. Después de una pausa, añade: “También, ¡mi nombre es muy, muy increíble! No he conocido a otra Adut en esta industria. Es único. Es un nombre hermoso, y es el nombre que mi familia me dio, y la gente aprenderá a decirlo correctamente”. 

Cuando Akech se mudó a Australia, le hizo una promesa a su madre. Terminaría la escuela y le compraría un auto y una casa. Encajar la escuela con las demandas del modelaje era agotador. “Hacía mi tarea en los vuelos y no dormía”, ella dice. En su debut en la semana de la moda, en Melbourne en 2016, ella caminó en 16 desfiles. Un mes después fue a París por Saint Laurent. Fue un ascenso estratosférico, y aún así Akech le prometió a su madre que se mantendría al corriente con la escuela. 

“Dejar la escuela para modelar no era opción”, ella dice, negando con la cabeza. El siguiente año fue una mancha de agotamiento. “En las sesiones de fotos hacía mi tarea durante los descansos. Me desvelaba para asegurarme de sacar buenas calificaciones aunque tuviera jet lag”. Ella terminó la escuela en 2017 y voló a París casi de inmediato para cerrar el desfile de primavera/verano 2018 de Saint Laurent. 

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Akech le da crédito de su ética de trabajo infatigable a su madre. Después de llegar a Australia como refugiada, la madre de Akech trabajó en una lavandería, como supervisora. “Se despertaba a las 4AM y regresaba a casa a las 10PM”. El último noviembre, después de años de intentarlo, Akech finalmente convenció a su madre de tomar un descanso. “Es raro para ella”, dice “porque siempre ha trabajado. Pero dije, ‘¡No, mamá! Tienes que descansar’”. Ella habla seguido de su madre. Su cara se ilumina cuando lo hace. “Soy como una versión miniatura de mi mamá”, ella explica. “Todo lo que soy es exactamente lo que ella es”. 

La carrera de modelaje de Akech casi termina en su adolescencia, después de la presión en su madre de su familia extendida en 2016. “Ellos decían, ‘Ella va a fracasar como todas las otras niñas, y si deja la escuela es tu culpa’. Mis tíos y tías y primos y todos me decían que no lo hiciera”. Su percepción era, dice Akech, que “todo lo que hacen las modelos es caminar desnudas en frente de la gente, y que eso no era una carrera de verdad”. Eventualmente, para rescatar a su madre del criticismo, Akech ofreció retirarse. “Podía ver cómo la afectaba”, explica, “y yo quería que se callaran y la dejaran en paz”. Pero su mamá dijo que no. “Ella me dijo, ‘Yo sé que te arrepentirás después’”, recuerda Akech, “‘¿y qué tipo de madre sería si permito que dejes algo que sé que puedes hacer, y que amas hacer?’”

2020 fue un año lento para ella. El Covid-19 puso un alto a la industria de la moda, y solo hace poco regresó a trabajar de tiempo completo. Después de tres años imparables, la calma forzada de la pandemia fue una oportunidad de pasar cuatro meses en Australia. Como Akech es cercana a su gran familia, tiene cinco hermanos y su padre murió, fue un rayo de esperanza. “Fue muy lindo”, exclama Akech. “Extrañaba tanto la comida de mi mamá. Sentí que recuperé mucho tiempo perdido en estos cuatro meses”. 

El año pasado, Akech completó el trío de promesas que le hizo a su madre cuando era niña, le compró una casa nueva en un suburbio de Adelaide. (Akech le compró a su madre el auto de sus sueños, un Nissan, en 2018.) “Es uno de mis logros de más orgullo”, ella dice. “Por mucho tiempo, mi mamá trabajó sin parar para nosotros, comprarle su casa de ensueño significa todo para mí”. Durante el confinamiento, Akech usó sus habilidades para manualidades. “Mis otros hermanos iban a la escuela en el día”, ella dice, “así que mi mamá, mi hermana y yo íbamos a la casa nueva y pasábamos casi todo el día ahí, renovándola, antes de recoger a mis otros hermanos y hermanas de la escuela. Mis hermanos crecerán en esa casa, quiero que sea increíble”. 

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Durante el verano, Akech viajó al Reino Unido y pasó dos meses en la casa de su amigo, mentor, y “papá de la moda”, el editor de British Vogue, Edward Enninful. “No conozco a mucha gente en Londres”, ella explica. “pero él es mi familia aquí”. Akech paseaba al Boston terrier de Enninful, Ru, cerca de su casa en Londres. “¡Ru!” exclama Akech. “Pasé tanto tiempo con Ru. Siempre estaba en la casa. Salía de paseo con él a veces, cuando el día estaba lindo”. 

Si Enninful es su padre de la moda, Naomi Campbell es su madre de la moda. “Ella es como una segunda mamá para mí”, dice Akech. Las dos mujeres se conocieron en el set del calendario Pirelli en abril 2017. Después, Campbell se dedicó a cuidar a Akech, seguido la busca tras bambalinas. Ella habla, con un poco de incredulidad en su voz. “Yo idolizaba a estas personas. Después conocí a Edward y a Naomi, y no solo fueron agradables, también se convirtieron en mi familia”. Campbell no le da a Akech consejos de modelaje, hablan de cosas normales. “Ni siquiera hablamos mucho de moda”, ella dice. “Solo hablamos de la vida”. 

Cuando Akech está en la pasarela, bloquea a todos, menos a Enninful. “Me da pánico escénico cuando veo a la gente”, ella explica. “Al único que veo en la pasarela es a Edward. Si miro a todos lados y me pongo nerviosa se va a notar. Así que solo pienso en lo que voy a comer después, cuándo me iré a dormir, para distraer mi mente de pensar que me voy a caer”. Ella referencia la caída de Campbell en 1993 en el desfile de Vivienne Westwood. “Aunque, por supuesto, si me caigo, quiero ser tan icónica como Naomi”. 

En 2019, Akech salió en la portada de la edición de “Forces for Change” de British Vogue, con la Duquesa de Sussex como editora invitada. Meghan llamó a Akech a su casa en Australia. “Fue tan dulce”, dice Akech. “Recuerdo que dijo que yo era inspiradora… me quedé como, ‘Wow, OK, voy bien. Si las personas como ella me encuentran inspiradora, algo hago bien”. 

Akech lleva tiempo como defensora de la diversidad. Ella habló de su experiencia como refugiada para las Naciones Unidas y aplaudió la representación de modelos con pieles más oscuras en la industria. Su discurso apasionado en los Premios de la Moda 2019, mientras Enninful y el director creativo de Valentino Pierpaolo Picciolo la veían desde los bastidores, arrasó con el público. “Nunca duden de ustedes ni dejen que el mundo los convenza de que las cosas no son posibles” le dijo a la audiencia de profesionales de la industria, con su voz que se quebraba, resplandeciente con vestido verde botella de Valentino. “Si una pequeña refugiada sursudanesa de piel oscura que viene de la nada puede lograrlo, también tú”. 

Cuando la revista Who usó una imagen de otra modelo para ilustrar una entrevista con Akech en 2019, ella criticó a la revista en Instagram. “No solo me siento personalmente insultada y ofendida, siento que también toda mi raza fue ofendida”, escribió para su 1.1 millón de seguidores. Cuando le preguntan de eso, ella le da el crédito a las redes sociales por darle a la gente la plataforma para castigar a marcas y publicaciones por errores racialmente insensibles. “La gente tiene miedo de que los regañes”, me dice, “y agradezco a  las redes sociales por eso”. 

Ella le da el crédito por su confianza en ella misma a la experiencia de crecer con gente que se ve como ella. “De donde soy”, dice, de sus primeros años en Kenia, “nadie decía, ‘Eres demasiado negra’. Todos éramos negros ahí”. Pero tengo la impresión de que puede ser cansado luchar por la representación en la industria. Akech habla repetidamente de lo desalentador que es cuando los estilistas no saben trabajar con cabello afro, los maquillistas no tienen los tonos para su piel, y los responsables de la ropa tras bambalinas la confunden con otras modelos de piel oscura. “Ya no me gusta hablar de diversidad”, dice, de sus esperanzas para la industria de la moda. “Siento que lo he dicho muchas veces. Solo quiero ver un cambio real”. 

Mercedes-Benz trabajó con Adut Akech para una parodia de un programa de juegos en diciembre 2020. Mírala en Instagram

Maquillaje por Bernicia Boateng con Tom Ford, Sable, Nars y MAC. Cabello por Charlotte Mensah en Premier con la línea de cuidado Charlotte Mensah Manketti Oil Haircare Range. Uñas por Robbie Tomkins en Premier con la colección de manicure de Dior y Miss Dior Handcream. Asistente de moda Peter Bevan. Sesión en Big Sky Studio.

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