Andrés López, el ilustrador mexicano que quería vender galletas, pero triunfó en Italia
El ilustrador mexicano Andrés López ganó el 12° Premio Internacional de Ilustración de la Feria del Libro Infantil de Bolonia. Foto: Diego Delgado / La-Lista

El ilustrador mexicano Andrés López quería dedicarse a vender galletas cuando era niño. Ese sueño no lo pudo cumplir por su desconocimiento en la cocina, pero los libros, las historias y su pasión por crear mundos lo llevaron a triunfar en el extranjero.

Sus imágenes que evocan los universos de creadores como Shaun Tan, Joy Laville e incluso Banksy fueron premiadas por la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil en Bolonia, Italia, uno de los reconocimientos más importantes del mundo editorial.

Este galardón representa para el artista capitalino un impulso a su carrera, pero también un motivo con el que quiere inspirar a sus compañeros y compañeras para que no desistan de sus objetivos, como el cocodrilo de su próximo libro, Croco.

Con sus pinceles crea narraciones para personas que tienen una gran sensibilidad y quieren conocer historias más allá de las palabras y la lengua. Andrés López tendrá dudas sobre el rumbo que tome su vida, pero sabe que en ella siempre estarán los libros a su lado.

La-Lista (L-L): ¿Qué significó para ti ganar este premio de ilustrador en la feria del libro de Bolonia, Italia?

Andrés López (AL): Fue un logro muy grande para mi carrera profesional, pero personalmente un orgullo y un booster para seguir dibujando y generando historias todos los días, así como para motivar a otros creadores y creadoras.

L-L: ¿Qué significó para ti haber creado en 2016 Malhecho, tu propio estudio de diseño?

AL: Esto fue como un error porque me permitió caminar por trayectos que no esperaba caminar como la publicidad o el diseño gráfico, que eventualmente me llevaron a conocer y aceptar lo que quería hacer con mi carrera, que era contar historias y llevarlas al mundo editorial.

L-L: Estudiaste primero ingeniería y después diseño gráfico. ¿Desde niño querías ser diseñador gráfico y dedicarte a las ilustraciones?

AL: No, para nada. De niño quería vender galletas, pero no sabía cómo hacerlas, no sabía cocinar y nunca supe, pero siempre supe dibujar.

Siempre armaba libros pequeñitos en papel para mí; a mis hermanos y mi mamá les regalaba constantemente en sus cumpleaños como imágenes muy cortitas y poemas que escribía, pero no sabía hacerlo profesionalmente. La cosa es que nunca dejé de hacerlo, incluso cuando estudié ingeniería seguía leyendo, escribiendo, dibujando y aprendiendo de forma autodidacta a hacer estas tres cosas.

La ingeniería nunca fue lo que quise, pero fue lo que la vida me llevó a hacer. Aprendí, pero nunca supe qué es lo que quería hacer. Incluso ahora sigo pensando que tal vez el camino cambie, pero los libros son un acompañante que va a estar constantemente conmigo.

L-L: ¿Cuáles autores te inspiraron a dar este paso y alimentaron tu formación?

AL: Principalmente ilustradores e ilustradoras mexicanas, porque estuvieron presentes en mi vida a través de los libros de texto. Érika Martínez y Valeria Gallo son ilustradoras que admiro mucho.

Con Valeria tuve la oportunidad de tomar un taller al principio de mi trayectoria. Gracias a ella fue que comencé a reconocer que había algo qué hacer en mí, que había historias que podía contar y que valía la pena atreverme a sacarlas al mundo y no quedármelas guardadas para mí.

Uno de mis maestros y que admiro mucho es Jesús Cisneros, un ilustrador español que me motivó muchísimo. También Santiago Solís y otros ilustradores con una trayectoria más antigua como Maurice Sendak y Shaun Tan me motivaron mucho.

L-L: ¿Por qué la ilustración de literatura infantil? ¿Te gustaría hacer más para otro tipo de público?

AL: Tengo algunos libros que son para lectoras y lectores de otras edades. Me gusta catalogar mi trabajo que no es solo para niñas y niños, sino para personas con sensibilidades distintas.

Creo que hay niños y niñas que tienen cierta perspectiva del mundo similar a la de los adultos, así como hay adultos que tienen formas de ver las cosas muy similares a los niños.

Los libros ilustrados permiten a personas que tienen la sensibilidad abierta, un poco más a flor de piel, encontrar historias que no necesariamente están escritas, sino están puestas en imágenes que tal vez son un poquito más difíciles de leer. No es como que veas una “A” y sepas que es una “A”, sino implica más una apertura poética y te vacías en el libro para poder absorber lo que te está contando una imagen.

Creo que la literatura ilustrada permite que cualquier lector, sepa leer o no, sepa español o no, pueda entender la historia que estás contando.

L-L: En 2017 ganaste el Premio nacional del cartel con una obra que se llamaba “Descubrir”. ¿Hoy qué significa para ti la palabra descubrir?

AL: Creo que es un reconocimiento de uno mismo, como verse al espejo. Generalmente pienso que esa palabra se atribuye a una exploración del ambiente en que te desarrollas y del mundo que te rodea, pero es también descubrir en uno mismo en nuestro interior las capacidades que tenemos.

Reconocer nuestros miedos y la forma en que nuestras capacidades pueden combatir esos temores, es un descubrimiento, como si hicieras magia o química. Generar explosiones y que sean dentro de uno mismo para poderlo compartir, eso para mí es descubrir.

L-L: ¿Cómo está el campo de la ilustración en México?

AL: Pienso que está en un momento efervescente porque hay muchos creadores en todo el país, desafortunadamente está un poco centralizado en la CDMX, que es donde están la mayoría de las editoriales y se dan casi todos los eventos y exposiciones. Aunque suceden en otras ciudades del país creo que no reciben la atención necesaria.

También pienso que falta mucho apoyo de parte de las autoridades y lugares que permitan la profesionalización de personas que quieran dedicarse a esto. Aunque hay escuelas de diseño y de arte, no hay tal cual academias que permitan colocar a la ilustración al mismo punto de fortaleza que están el diseño y el arte.

L-L: ¿Has notado cambios en tu experiencia al trabajar en editoriales mexicanas, como el FCE, y las extranjeras?

AL: Sí porque me ha permitido llegar a manos y ojos que nunca pensé que llegarían las cosas que tengo que contar. El FCE le ha dado una difusión gigantesca al trabajo que he hecho. El que los libros que hago estén traducidos a otros idiomas que ni siquiera entiendo, es algo grandioso porque la forma como absorbo el mundo que me rodea aquí en la CDMX, tal vez sea una forma que una persona en Italia o Corea nunca ha visto y creo que puede generar puentes muy bonitos.

L-L: ¿En este punto cuál es uno de tus libros favoritos que has hecho y que llegó a otros países y lenguas?

AL: Mi libro favorito siempre digo que es el que acabo de hacer porque es como que me quité un peso de encima que ya había cargado por mucho tiempo.

Creo que actualmente podría ser Un libro, que fue publicado en Argentina por una editorial que se llama Lecturita y ahorita no puedo decir el nombre ni siquiera porque está en coreano, va a publicarse en ese idioma. Creo que ese es al que más aprecio le tengo ahorita.

Aunque es el más reciente, siento que en ese libro hablo de la relación que se establece entre un lector y el libro que está leyendo. No solo en torno a la lectura y cómo esta puede permear en su vida, sino cómo lo puede llevar a otros lugares, compartirlo y le permite descubrir cosas de sí mismo.

Muestra cómo un libro puede caer encima de la vida de un lector como si fuera un piano completo y destruirlo… pero también rearmarlo y convertirlo en otra persona.

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“Un libro”, de Andrés López, en su versión en coreano. Foto: Cortesía

L-L: ¿Cuáles son tus próximos proyectos?

AL: Está por salir con Alboroto Ediciones Gigante en la orilla, que es un libro escrito por Alfonso Ochoa, un gran amigo y autor que me dio la historia que permitió que las imágenes del premio surgieran.

En Amanuta, en Chile, está a punto de salir Toco madera, que es un manual para la buena suerte, y también está por salir otro que se llama Croco, que es la historia de un cocodrilo que está en un pantano y cae en un agujero, pero al ser lo que es no puede colgarse ni volar y no sabe cómo salir del hoyo, pero en el desarrollo del libro se muestra cómo puede salir de ahí.

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