Mi vida es el boxeo: Saúl ‘Canelo’ Álvarez
El boxeador mexicano habla en exclusiva sobre su pelea contra Billy Joe Saunders, los abusadores de su infancia y el abismo de la fama.
El boxeador mexicano habla en exclusiva sobre su pelea contra Billy Joe Saunders, los abusadores de su infancia y el abismo de la fama.
“Amo esto”, dice Saúl ‘Canelo’ Álvarez mientras voltea a ver el caos de su gimnasio en San Diego. Su intensa mirada pasa por encima de los costales y las peras, las vendas y las botellas de agua, los guantes y las caretas, con un ring vacío en el centro de todo. Apenas pasaron las 10 de la mañana y el familiar bullicio de su jornada de entrenamiento ya marcó el inicio del día. Álvarez, el mejor boxeador del mundo, regresa la vista a mi pantalla de Zoom y después, inclinándose hacia delante, habla en español con un fervor sorprendente para un peleador de 30 años que ha boxeado profesionalmente durante más de la mitad de su vida: “Lo amo. Siempre estoy motivado porque amo el boxeo”.
Es extrañamente conmovedor mientras nos acercamos al corazón de una inusual entrevista individual con Álvarez, quien regresa al inglés para enunciar dos simples pero convincentes oraciones. “Esta es la realidad de mi vida. Sin boxeo no hay vida”.
Tras 58 peleas, y una sola derrota contra Floyd Mayweather cuando Álvarez tenía 23 años de edad, el mexicano persigue una nueva forma de dominación. Ha ganado campeonatos mundiales en cuatro divisiones de peso (desde Superwelter hasta Semipesado) y el sábado por la noche, frente a una multitud de 70,000 personas, buscará quitarle el cinturón de los supermedianos de la WBO al campeón invicto del Reino Unido Billy Joe Saunders, en Arlington, Texas. Álvarez es el campeón de la WBA y la WBC y, después de Saunders, su siguiente objetivo es convertirse en uno de los pocos campeones unificados del boxeo al ganar el cinturón de la IBF contra Caleb Plant en septiembre.
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Antes de que Álvarez se enfrente al desafío impredecible de Saunders, echamos un vistazo a su pasado en las calles de Juanacatlán, a unos 32 kilómetros de Guadalajara, cuando Álvarez era un niño pequeño y tímido que sufría abusos por su cabello rojizo, sus pecas y su piel pálida. Parecía más irlandés que mexicano y lo molestaban sin piedad cuando, a la edad de seis años, acompañaba a su padre, Santos, a vender helado en una central de autobuses en el centro de Guadalajara.
“Mi papá quería que vendiera helado en los camiones”, dice Álvarez en español. “Era callado pero no necesariamente por sentir timidez cuando me subía a los camiones. Más bien era vergüenza. Podía ver cómo me miraban y lo que decían porque era diferente a ellos. Era pelirrojo. También me pellizcaban cuando pasaba junto a ellos. Siempre tuve la sensación de que había algo malo en mi vida”.
Tenía que vender paletas, pero a veces lo molestaban tanto que sus productos terminaban derretidos en un charco de agua de colores. Cuando tenía 10 años, su hermano mayor, Rigoberto, le dijo que usara sus puños para defenderse pero le tomó mucho tiempo encontrar el valor para hacerlo. No obstante, casi 20 años después, Álvarez dice que no ha olvidado cómo cambió su vida cuando, finalmente, no pudo tolerarlo más. Los chistes y pellizcos fueron demasiado para él, y a la edad de 11 años, se defendió.
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Fuera de la casa de su familia en Juanacatlán, también lo molestaban por sus pecas y el color de su pelo. Sorprendió a todos cuando dejó volar los puños e hizo sangrar por la nariz a uno de los bullies más grandes. “Lo disfruté demasiado”, dice Álvarez ahora. “Supe que todo iba a cambiar”.
Álvarez era el más joven de ocho hermanos, siete de los cuales son hombres, y nunca tuvo miedo de pelear desde aquella ocasión. Eventualmente siguió los pasos de sus hermanos en el boxeo en un gimnasio de Guadalajara dirigido por “Chepo” Reynoso, y su hijo Eddy, quien todavía es el entrenador de Álvarez.
Nadie pudo detener su talento prodigioso mientras dominaba las competitivas divisiones menores de México. Los Reynoso sabían que tenían que dejarlo libre y, el 29 de octubre de 2005, tan solo tres meses después de cumplir 15 años, Álvarez se subió a un ring profesional por primera ocasión. Se enfrentó a un peleador mexicano de 18 años, llamado Abraham González, quien sólo tenía una pelea. “Lo recuerdo muy bien”, dice Álvarez. “Fue una gran pelea para los aficionados. Me fue bien y la detuvieron en el cuarto round porque mi oponente tenía una herida en la ceja. Para mí fue una gran pelea porque ahí inició todo”.
Pronto todo México lo reconoció como el ‘Canelo’, en referencia al color de su pelo. ‘Chepo’ Reynoso dijo: “Yo quería que (su apodo) fuera algo más suave, más amable, porque le decían cosas muy desagradables”.
Sus padres se separaron justo antes de su debut profesional, pero ‘Canelo’ se quedó con su madre, Ana María, en una pequeña casa de concreto. Y ahora es el peleador más laureado en América, y en todo el mundo del boxeo, y Álvarez es impresionantemente severo cuando me habla de lo corrosiva que puede ser la fama si permite que desgaste la concentración que lo ha impulsado durante tanto tiempo.
La familia Reynoso lo ha protegido desde que era un adolescente y su lealtad con ellos es evidente: “Comencé cuando tenía 13 años y entré a su gimnasio. Mi casa seguía siendo con mi madre, pero cuando sentí la energía del lugar, supe que era el tipo de atmósfera donde tenía que estar. Sabía que les importaba como persona y como boxeador, y todo eso sigue igual.
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“Siempre ven más allá de la fama, ven más allá del dinero y me ven como su amigo y no sólo como peleador. Ellos también vienen de la pobreza y por eso tenemos la sabiduría para tomar las decisiones correctas. Me han cuidado desde que era un niño”.
La fama también significa que la familia de Álvarez ha sido objetivo crímenes y, en diciembre de 2018, antes de su pelea contra el boxeador de Liverpool Rocky Fielding, su hermano fue secuestrado. Durante la semana del encuentro con Fielding, Álvarez tuvo que negociar la liberación de su hermano sin involucrar a la policía. No es sorprendente que, cuando reveló este estremecedor incidente la semana pasada, Álvarez dijo: “Nada es fácil en la vida. Todo es difícil”.
Dentro de su dieciseisavo año como profesional, la dedicación de Álvarez al boxeo parece inquebrantable. Él insiste que, a pesar de la adulación, no se descarrilará por su estatus de celebridad o por arrogancia. “La fama es mucho más peligrosa que todo lo demás”, dice. “Puede hacer mucho daño. En primer lugar, las personas salen de la nada ofreciéndote cosas como drogas o dinero e intentado alinearse contigo. Los puedes controlar pero, cuando tienes fama, hay una sensación de que eres intocable. Eso es todavía más peligroso porque una vez que comienzas a pensar así, dejas de trabajar tan fuerte como tuviste que hacerlo para llegar hasta donde estás. También comienzas a pensar que todos tus rivales son fáciles pero esa no es la realidad. Yo nunca creo lo que me dice la fama. Sólo creo en el trabajo duro”.
¿Espera que Saunders sea la prueba más complicada desde sus dos batallas con Gennadiy Golovkin? En 2017, la primera pelea entre Álvarez y “Triple G” terminó en empate, mientras que Álvarez ganó la revancha por decisión mayoritaria un año después. “Billy Joe Saunders será muy complicado en los primeros rounds porque tiene un estilo diferente. Pero estoy en un nivel donde puedo adaptarme a otros estilos de boxeo, entonces después de algunos rounds espero poder descifrarlo”.
El plan de Álvarez significa que, a parte de arrasar con su división en caso de derrotar a Saunders y a Plant en septiembre, habrá participado en cuatro peleas de campeonato en tan solo diez meses, pues esta serie de combates postconfinamiento inició en diciembre cuando superó a Callum Smith, otro británico invicto, y siguió con un implacable nocaut en el tercer round contra Avni Yildirim en febrero. Sólo el desconocido turco, Yildirim, puede descalificarse porque tanto Smith, como Saunders y Plant, ganaron versiones legítimas de campeonatos mundiales.
La pelea de este fin de semana es la más interesante. Saunders es un excelente boxeador, tan habilidoso como elusivo, pero el verdadero jugo de esta pelea se encuentra en las personalidades contratantes. Álvarez es tan serio como Saunders es rebelde, tan centrado como el británico es provocador. También ocupan diferentes posiciones en el bullying. Los recuerdos de Álvarez de todo lo que vivió como niño todavía impulsan su incesante fuego en el ring. Pero Saunders se muestra en las redes sociales como un bully repugnante, como cuando se burló de una mujer drogadicta ofreciéndole sexo a cambio de “crack”, con los videos supuestamente cómicos donde aconsejaba a hombres para que golpearan a sus parejas.
Este es el nivel en el que opera Saunders. A pesar de sus subsecuentes disculpas a las mujeres y sus exhortaciones a “mantenerse bendecidas”, pensó que abogar por la violencia doméstica era una broma si “tu vieja no para de molestar” y “se acerca escupiendo veneno en tu cara”.
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¿Álvarez ve esta pelea como una oportunidad de derribar a otro bully? Niega con la cabeza y dice que no necesita provocar a Saunders. “Realmente no sé qué sucede en las redes sociales”, dice tranquilo. “Incluso ahora no me entero de lo que ha sucedido con él en el pasado. Saldré a hacer bien las cosas y darte una gran pelea”.
Durante las últimas décadas, muchos campeones mundiales del boxeo han optado por una vida fácil. Aceptan una o dos peleas al año y pasan el resto de su tiempo en el gimnasio o esquivando peleas de unificación. Álvarez mantiene una sed de trabajar como en la vieja escuela desde que logró salirse del titánico contrato de 11 peleas por 365 millones de dólares que sus antiguos promotores, Golden Boy de Oscar De La Hoya, negociaron con el servicio de streaming DAZN en 2018. Hubo tensiones entre Álvarez, De La Hoya y DAZN, y el rompimiento, que de cualquier modo le permitió al peleador obtener un gran porcentaje del acuerdo original, parece haberlo liberado.
Álvarez es incomparable en el boxeo actual. Es la mayor fuerza en el deporte, y es agente libre. Pero se le acaban los oponentes. Álvarez sugiere que boxeará durante otros siete años, y que su dedicación y temple permanecerán intactos sin importar cuánta fama y fortuna (los gemelos enemigos de todo boxeador) se pongan en su camino. Pero, como ha quedado claro en nuestra entrevista, Álvarez es un hombre ordinario, con un pasado doloroso, y no algún tipo de máquina peleadora indestructible.
¿Le preocupa que el boxeo, el deporte más dañino de todos, acabe con todos los peleadores al final? Álvarez mira hacia arriba y, después de una pausa seria, asiente. “Sí me preocupa. Sé lo que el boxeo le hace a los peleadores. Pero esa es otra razón para entrenar fuerte y trabajar en mi peso y asegurarse de estar pendiente para no encontrarme con un momento en el que no piense en el boxeo. Esta es mi vida. Y así es el boxeo. Los dos son una sola cosa para mí”.