Nenis | ¿Es mucho pedir que dejen de estigmatizar a quienes emprendemos?
Foto de Andrea Piacquadio en Pexels.

¿Nenis? ¿Ni Estudian Ni Trabajan Ni pagan impuestos? No todas las mujeres que venden productos por redes sociales son de clase baja ni están desbancarizadas o carecen de estudios. Están las ‘otras Nenis’ que pagan impuestos por sus ventas, subcontratan a otras personas generando empleos y hasta han creado pequeñas empresas.

Yo fui una de ellas. O más, bien, así fue como empecé mi actual negocio de educación.

Un par de años atrás abrí con mi pareja un pequeño negocio de encuadernación: vendía en una página web, me anunciaba en Facebook y entregaba vía FedEx. Mantenía un trabajo tradicional, de tiempo completo y nómina. Mi motivación no fueron los ingresos, sino el aprender a hacer otra cosa fuera de mi profesión.

Lo más complicado no fue quitarme la pena de vender, sino sortear toda clase de comentarios de ‘buena voluntad’. Recuerdo que alguna vez un amigo me ofreció prestarme dinero, “para que ya no anduviera pasando vergüenzas, vendiendo desde Facebook”… Alguien más me invitó a colaborar en su empresa, para que “ya no estuviera ofreciendo cosas como si no tuviera estudios”.

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Tampoco faltaron las bromas pasaditas de envida: “Lo bueno de vender es que no pagas impuestos”. O el típico: “Seguro eso lo aprendiste en tus escuelas de monjitas: a vender informal para vivir de lujo”.

Lo cierto es que nunca dejé de pagar impuestos. De hecho, pagué más, pues la gran mayoría de las plataformas digitales que hacen posible que los productos sean entregados y puedan ser cobrados, retienen el IVA y reportan al SAT lo que se genera con ellas. Además, que siempre entregué facturas. Y detrás de ello, ¡vaya que tuve que aprender a hacer muchas cosas que estaban fuera de mis habilidades de oficina! Y mucho de lo que aprendí, me lo enseñaron esas Nenis.

Aquí están algunas de sus historias, quienes, por cierto, prefirieron no ser mencionadas con su nombre completo: “No quiero tener que explicarle a mi hijo después, por qué me están insultando en mis redes sociales por vender cosas. Tampoco quiero que al rato el SAT me persiga, porque asuma que soy una fifí que vende por internet”.

Así empezó Amazon…

“Es el gran estigma de las ventas al menudeo: si vendes algo, seguro estás jodido. Jeff Bezos, el creador de Amazon, empezó como un vendedor de discos y libros por internet, y ahora todos le aplauden. Pero si eso lo hacemos mujeres desde casa, algo debe andar mal”.

Es lo que platica Sonia, quien desde hace 5 años tiene un ritual: todos los lunes en la mañana se conecta a internet para “meter” sus pedidos. Se surte en Amazon y con otras vendedoras como ella que ofrecen productos por catálogo, además de otros proveedores de diferentes partes del país, que desde que inició la pandemia, solo reciben encargos vía WhatsApp. Todo lo hace desde su celular: el tiempo apremia, pues no puede tardarse demasiado, ya que después tendrá que atender a sus hijos y ayudarles a conectarse a sus clases. Será hasta la tarde que contestará los mensajes de sus clientes y organizará los envíos.

Ni siquiera sabía que tenía un apodo y que pertenecía a un gremio de vendedoras por redes sociales, llamadas Nenis. Ella empezó a vender libros por catálogo cuando falleció su madre, para pagarse sus estudios. Hoy, aunque tiene un buen trabajo, sigue haciéndolo. “Amo vender y no me cae mal un ingreso extra cuando crío a mis hijos sola”.

De acuerdo cifras del 2017 del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), 28 de cada 100 mujeres ejercen su maternidad sin pareja, lo que significa, que requieren de una fuente adicional de ingresos.

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Con la llegada de la pandemia tuvo que mudar sus ventas, que eran sólo por WhatsApp, a Facebook e Instagram. “Me empezaron a comprar más y más”. Sin proponérselo, empezó a dar un servicio a otras madres de familia para que no salieran de casa. Por ello, decidió estudiar para ir más allá: primero tomó un curso de anuncios para redes sociales, y después, otro para empezar a vender directamente en Amazon.

Ella ofrece artículos escolares: desde lápices hasta libros de texto y material que piden en las escuelas. “Los libros los entrego hasta forrados. Y hago entregas con guías prepagadas de DHL, doy facturas y claro que pago impuestos“.

Se molesta cuando le muestro comentarios que circulan en internet, hablando de personas como ella. “¿De dónde sacan que quien vende en redes es vendedor informal y no conoce los bancos? Recibo pagos por PayPal y Stripe, una herramienta de cobro que no podría utilizar si no tuviera una cuenta de banco, y meto publicidad en redes sociales, que pago con mi tarjeta de crédito”.

Asegura que todo lo que vende es legal, e incluso, que los catálogos de productos pedagógicos le retienen impuestos.

“Entre nosotras nos consideramos emprendedoras o ‘solopreneurs’… Afuera, hay quienes prefieren tomarnos como desempleadas o ‘marchantas’, porque no tienen ni idea lo que es hacer ventas a distancia”.

Nuestros clientes no son “nenas”

Sonia no es la única. Está Pilar, que empezó a vender joyería, ropa y cosméticos desde su cuenta personal de Facebook hace unos 8 años. Y asegura que jamás ha llamado a sus clientas “nenas”, como ha visto que ridiculizan en muchos medios a quienes venden cosas por redes sociales.

“Dejé de trabajar cuando me hice mamá, pero no quise dejar de tener mi propio dinero y ayudar a mi esposo. Todo lo que gano lo tenemos ahorrado, por si la cosa se pone más difícil”. El INEGI calcula que 26.6% de las madres mexicanas trabajan por su cuenta, aun cuando tengan pareja.

Pilar asegura que vender, sea dentro o fuera de internet, es un trabajo como tantos, y que tiene también sus riesgos. “Pago a chicos que reparten en motos y a otros a que vayan al Centro de la ciudad a recoger mercancía. Si alguno me fallara o se fugara con los pedidos, yo tendría que darle la cara al cliente y asumir las pérdidas, como cualquier negocio”.

Ella fue uno de los cientos de víctimas de la plataforma Kickink, que permitía subir tu tienda a internet y que facilitaba la entrega de mercancía en todo el país. “Me robaron más de 50,000 pesos en ventas, pues la plataforma cobraba por ti y luego te depositaba tus ingresos, tras descontarte una comisión. Un día, simplemente dejaron de depositarnos y se desaparecieron con el dinero de muchos vendedores. Y por cierto, no todos los que vendíamos ahí éramos mujeres”.

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Recuerda que hace unos años tomó un Curso de impuestos para aprender a llevar mejor su negocio. Recibía muchos comentarios prejuiciosos de sus compañeros de clase: “¿No te da pena vender?”.

Pilar, como muchas otras vendedoras digitales, empezó en su cuenta personal de Facebook, y después de un tiempo, creó un perfil especial para sus ventas, para poder pagar anuncios en la plataforma. Ofrece informes por WhatsApp y entrega según se lo pidan: por FedEx, UberEats o servicios como iVoy. Y en ocasiones, ella misma va de casa en casa repartiendo. Entre sus planes está subir sus productos a Mercado Libre o Amazon y contratar a una asistente que le ayude con la logística.

“Quizás los que nos han criticado tengan un poco de envidia. En pandemia he vendido más del doble que antes. Y no es por ser mercancía pirata: es porque invierto tiempo encontrando cosas únicas, como hacen otros. ¿O nadie va a hablar de los ‘Nenos’, esos jóvenes y padres de familia que venden videojuegos, cómics y figuras de StarWars desde su Facebook?”.

“Yo podría contratarte en el futuro”

También están las que empezaron a vender por redes para hacer frente al desempleo. Así hizo Margarita, ofreciendo primero postres y ahora comidas completas a sus contactos de WhatsApp. Sus clientes son otras mujeres que, por home office, no tienen tiempo de cocinar. “En este esquema, hay mucha sororidad”.

De acuerdo con el INEGI, 1.3 millones de mujeres perdieron su empleo con la llegada del Covid-19.

Al principio sólo le compraban sus conocidas y amigas. Ahora tiene tantos pedidos que ya contrató a dos mujeres, que también estaban desempleadas, y que le ayudan a cocinar desde sus casas, además que tiene repartidores. “La comida no puede entregarse como si fuera un paquete de Amazon, tiene su chiste hacerlo”.

A Margarita no le molesta el sobrenombre de Neni pero sí aprovecha para hablar de algunas injusticias que detecta. “A los Ninis, a esos jóvenes que no estudian ni trabajan, el gobierno mexicano les da dinero. A nosotras, las mujeres sin trabajo, sólo nos mandan un Ya Chole“.

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Para ella, vender desde sus redes es la forma de seguir viviendo en pandemia, porque así como hay quien quiere vender, hay otros que quieren comprar sin pasar su tarjeta de crédito por una página web que quizás no es segura.

“¿Sería mucho pedir que dejen de estigmatizarnos? Porque en una de esas, nosotros vamos a ser las que les vamos a dar empleos a todos esos que ahora nos toman de Nenas“.

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