‘Tenía todo, menos libertad’: Diana vivió 11 años de violencia familiar
11 de julio, 2021. Alrededor de 80 mujeres marcharon en las calles del Centro Histórico de CDMX. Foto: Alexa Herrera/La-Lista

Relatar 11 años de violencia familiar no es fácil, pero Diana se siente más segura para contar su historia gracias al apoyo de otras mujeres que la han acompañado desde que denunció al padre de su hija. Hoy estudia para ser perito en psicología y ayudar a otras mujeres a superar la violencia de género.

Comenzó a trabajar en 2006 en una casa hogar como psicóloga en el área de educación. Allí conoció a José*, quien a la fecha labora en administración.

“Él tiene y tenía un poder adquisitivo muy alto y yo estaba sobreviviendo y venía de una relación en donde estábamos muy mal económicamente y por eso terminamos”, recuerda Diana. 

“Él prácticamente me dice: ‘Yo te salvo’, como depredador, yo lo veo así ahora. Me dijo que me saliera de trabajar de la institución para quedarme en casa”. 

Era el blanco perfecto para él. Su situación económica vulnerable fue la clave para que la controlara y manipulara. “Me di cuenta después de muchos años. Ahora me doy cuenta que estaba bien trabajada esa estrategia de manipulación, de buscar una presa vulnerable. Por 11 años me hizo menos”.

“Tenía todo, menos libertad”

Su relación comenzó en 2008 y al año surgió la violencia, pero Diana no la logró identificar, hasta ahora. “En una feria de pueblo tomó mi celular y lo aventó pero de inmediato me dijo que me compraba otro… yo no sabía si eso era normal entre las parejas”. 

Para José, el lugar de ella estaba en su casa. Debía supervisar la limpieza, la comida y todo lo relacionado con el quehacer doméstico, incluyendo las labores de la trabajadora doméstica. Constantemente le decía: “Ese es tu rol. Yo proveo, tienes que atender la casa”. 

Temía cocinar. “La crema tenía que ser servida con una manga pastelera, los chilaquiles me los aventaba si no estaban como él quería. La casa debía estar impecable y todo el tiempo me estresaba si algo estaba fuera de su lugar. Yo escuchaba su carro y mi corazón empezaba a palpitar”. 

Ella tenía joyas, ropa de marca y una vida acomodada pero le faltaba lo más importante: libertad. Solo podía salir a bailar una vez al año con el permiso de su esposo. “Yo me sentía un mueble más y además yo tenía la culpa de todo siempre. Tenía todo, menos libertad”. 

Los golpes comenzaron en 2011. La primera vez la tomó del cabello y la sometió contra el piso y le provocó una lesión. La segunda fue a bordo del automóvil camino a un concierto. “Como me equivoqué en la ruta, llegamos tarde y ese día me dio una bofetada, me abrió el labio y me sacó sangre de la nariz”. 

Tres años después decidió separarse pero se enteró que estaba embarazada. Las agresiones físicas pararon, pero la violencia verbal no. “Todos los días mi nombre de pila era ‘hija de tu puta madre’, todos los días era una violencia sistemática”.

La decisión de denunciar

La pandemia fue un signo de libertad para Diana. A su hija de cuatro años le diagnosticaron una enfermedad autoinmune y José se quedó en la Ciudad de México y ellas se fueron a pasar la cuarentena en Cuernavaca.

“Empiezo a sentirme bien de que nadie me esté ofendiendo y maltratando todos los días de mi vida, pero llegaba el viernes y me empezaba a angustiar porque ya sabía que él iba. Pero con los contagios dejó de ir y es cuando yo decido separarme”. José aceptó y le pidió tiempo para organizarse pero ella veía lejano el día en el que él se mudara.

Ya no dormían en el mismo cuarto porque ya no eran pareja pero ella dormía con un taser (paralizador eléctrico) por miedo a ser agredida. “Había noches que abría la puerta de mi cuarto y me ponía la luz del celular en la cara y yo no podía cerrar porque las puertas no tenían seguro”. 

Y sucedió: un día José destruyó sus fotografías y le impidió salir de la habitación. “Marqué al 911, entonces él me dejó salir. Llegué a una LUNA (centro de atención contra la violencia de género en la CDMX) y me asesoraron, pero una amiga me dijo que me fuera al Centro de Justicia para Mujeres y ahí me enteré que el romper mis fotografías era violencia patrimonial”. 

La psicóloga del centro confirmó que Diana se encontraba inmersa en violencia feminicida. “Yo nada más iba a decirles que me había roto mis fotos”. Denunció a su expareja en noviembre y se abrió una carpeta de investigación por violencia familiar, pero al no ver avances en la investigación, en junio de 2021, cerró la Fiscalía General de Justicia (FGJ) junto a otras mujeres víctimas de violencia y lograron reunirse con la fiscal, Ernestina Godoy. Esa protesta agilizó su caso, que está a la espera de la judicialización. 

Ese mismo grupo de mujeres la acompañó a recuperar su ropa y los juguetes de su hija de la casa de su expareja. Ahora, Diana afirma que pasó de “vivir en una jaula de oro” a ser activista y cerrar fiscalías.

*El nombre fue modificado por protección de datos.

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