Abortar en silencio: cómo viven su proceso las mujeres y personas gestantes en México
La estigmatización del aborto provoca que muchas mujeres enfrenten este proceso solas y en silencio. Ilustración: María José Vázquez / La-Lista.

Cuando Cecilia tenía 19 años de edad se enteró que estaba embarazada. Había dejado los estudios de bachillerato por problemas familiares, estaba desempleada y tenía claro que no era el momento de ser madre. 

Era el año 2012 y vivía en el Estado de México, donde poco se hablaba sobre el aborto, pese a que a unos kilómetros de distancia, en la Ciudad de México, la interrupción legal del embarazo llegó en 2007. Así que recurrió al procedimiento por medicamentos, los cuales le proporcionó un conocido por un costo de 2 mil pesos. 

No hubo acompañamiento especial. Cecilia llegó a su casa, donde vivía con su papá, su mamá y su hermana mayor. Se encerró en su habitación y tomó los medicamentos como le fue indicado, pero desconocía el procedimiento en sí mismo, así que cuando llegaron los dolores, el sangrado y la expulsión del embrión de seis semanas le dio un ataque de pánico.

Todo el proceso lo vivió en soledad. No informó a su pareja del embarazo y no quería que nadie en su familia supiera lo que pasaba por temor a que la juzgaran, pese a que se consideran ateos. “Sentí que iba a morir y que nadie se daría cuenta”, dice. 

A más de 10 años de esa decisión, Cecilia está convencida de que hizo lo correcto, solo lamenta que no tuviera más información ni una red de acompañamiento que la sostuviera emocional y psicológicamente. “Estoy en paz con mi decisión, hasta la fecha tomo terapia, pero no por lo que hice, sino por cómo lo hice, era lo que tenía al alcance”, enfatiza. 

Hoy, 28 de septiembre, se conmemora el Día de Acción Global por un Aborto Legal y Seguro. La aprobación de leyes en materia de derechos reproductivos y acceso a la interrupción del embarazo ha avanzado más rápido en México desde 2019, cuando Oaxaca se convirtió en el segundo estado en legalizar este procedimiento.

Hasta ahora, en 12 de los 32 estados del país hay despenalización del aborto voluntario: Ciudad de México, Oaxaca, Colima, Baja California, Baja California Sur, Hidalgo, Veracruz, Coahuila, Sinaloa, Guerrero, Quintana Roo y Aguascalientes.  

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En el resto de México hay un acceso parcial al aborto: en la mayoría de los estados se permite hasta las 12 semanas de gestación y en otros el límite es más amplio cuando hay una causal de violación. También hay entidades que brindan acceso si fue un acto imprudencial, si la vida y salud de la persona gestante está en riesgo o si el producto presenta malformaciones graves. 

La “marea verde” creció aún más el 6 de septiembre de 2023, cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ordenó al Congreso de la Unión la despenalización a nivel federal, con lo que las instituciones de salud y judiciales federales ahora estarán obligadas a garantizar el acceso al aborto y las personas usuarias no podrán ser castigadas por ello. 

Sin embargo, especialistas consultadas por La-Lista coinciden en que, pese a la despenalización en las leyes, persiste la estigmatización contra las mujeres y personas gestantes que, en la mayoría de los casos, optan por nunca hablar de su experiencia de aborto o lo hacen desde el anonimato. 

Daniela Téllez, del colectivo Di Ramona, es acompañante de aborto en México desde 2015 y, en su experiencia, las historias de interrupción del embarazo están rodeadas de miedo más por el estigma social y los valores mal infundados, que por la propia decisión, proyectos y salud de las mujeres y personas gestantes. 

“Juega un papel súper importante el hecho que una mujer no lleve sola su proceso de aborto. A veces puedes tener el apoyo de la pareja, pero no de la familia o las amistades, y pues sientes que el mundo se te viene encima, o al revés, puedes tener el apoyo de las amigas y la familia, pero no el de la pareja, y al final es por estigmas sociales y religiosos, y tú eres quien tiene que cargar con eso”, indica la activista.

La plataforma Focos brinda un acercamiento sobre la cantidad de mujeres y personas usuarias de aborto en México que comparten su testimonio, pública o anónimamente. 

Según sus datos, más de 6 mil 800 personas reportaron en la plataforma que se realizaron un aborto, pero solo el 10% compartió su testimonio (casi 700). En Focos se encuentran historias de aborto que datan desde la década de 1980, pero es hasta ahora que se animan a hablar de sus experiencias.

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La plataforma Focos no tiene información del total de mujeres que han accedido al aborto en todo el país, un dato que tampoco han hecho público las autoridades. La Secretaría de Salud de la Ciudad de México, que sí tiene disponibles las cifras, indica que solo en la capital ha habido 96 mil 385 interrupciones legales del embarazo entre 2016 y junio de 2022.

Daniela Téllez describe el acompañamiento como el acto de “estar ahí para una persona que busca acceso libre, seguro y amoroso del aborto”. Se trata, dice, de resignificar un proceso que inicia en un “lugar de oscuridad”, pero que en realidad “es más cotidiano de lo que de lo que la sociedad está dispuesta a reconocer”.

“Hay personas que afrontan el aborto desde mucho estigma, mucho miedo, y todo es por valores mal infundados. Se ve al aborto como algo impensable, como lo peor que puede pasarte en la vida y que es más peligroso que una cirugía a corazón abierto, y no hay nada más alejado de la realidad”, expresa. 

De acuerdo con la última Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS 2022), 74.4% de la población de mujeres mayores de 18 años consideró que la libre decisión sobre su cuerpo es mal vista por la sociedad, mientras que 46.8% señaló que lo más importante para una mujer es ser madre.

“Todas las mujeres son diferentes, pero mientras el aborto se haga en las condiciones de seguridad (aun desde la clandestinidad) y sin estigma, las mujeres lo toman con bastante tranquilidad. Por lo regular cuando el procedimiento resulta bien, las mujeres se quieren olvidar del acontecimiento y ya no sabemos más de ellas”, dice Adriana Patlán, acompañante de aborto desde hace más de 10 años y miembro de la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos

“Los tiempos han ido cambiando (…) Hay testimonios de mujeres de distintas generaciones que han abortado y que de alguna manera, con el paso de los años, ya tuvieron un proceso personal acompañadas, ya sea por la familia, por compañeras o porque lo hablaron en terapia y ya no cargan con ese estigma”, agrega Patlán.

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Pinta en favor del aborto en México hecha en un refugio de mujeres en CDMX. Foto: Melissa Galván/La-Lista

“¿Es voluntario, pero le duele el corazón?”

El 21 de mayo de 2022, Majito llegó de manera voluntaria a una clínica privada de la organización no gubernamental Marie Stopes en la Ciudad de México. 

Cinco días antes, Majito se enteró que tenía tres semanas de gestación. Llevaba poco tiempo con su pareja, así que las preguntas, incertidumbre y miedos cayeron como un balde de agua. Al final tuvo que decidir entre responder al “llamado de maternidad” o aterrizar en la realidad: ¿estaba lista para ser mamá? ¿Qué pasaría con su futuro, su trabajo, sus planes y metas? Y si su relación de pareja terminaba, ¿qué haría ella sola con un bebé?

“Tienes que poner los pies en la tierra (…) pensar en ti, aunque suene egoísta. No me sentía preparada para ser mamá, no era mi momento. Tenía el apoyo de mi pareja y decidí abortar”, cuenta. 

Su pareja la acompañó en todo momento. Por parte de su familia, solo su hermana y cuñado estuvieron al tanto. Majito ocultó la decisión al resto de sus familiares por temor a que intentaran persuadirla de continuar con su embarazo, pues aunque no son radicales, sí son creyentes católicos. 

Llegó a la clínica casi en estado de shock, pero su cuerpo reaccionó “sonriendo a todo mundo”. Mientras estaba en una sala esperando a ser atendida, vio a otras pacientes, algunas en recuperación o durmiendo. Pero hubo una mujer en particular que llamó su atención: estaba llorando, y Majito se preguntó si acaso no estaba segura de abortar, si la habrían obligado o tal vez si “es voluntario, pero le duele el corazón”. 

El procedimiento se llevó a cabo y Majito despertó aún con los síntomas de la anestesia, pero no quería estar más tiempo en la clínica pese a que “todo salió bien” físicamente.

 “El dolor más fuerte es el mental (…) Seguí con mi vida, pero meses después mi mente reaccionó: abortaste, ¿estás consciente? ¡No tienes un bebé! Sentía miedo de que las cosas no hubieran salido bien y que hubiera quedado infértil, mi mente voló”, recuerda. 

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Los primeros cuatro meses no tuvo ayuda psicológica ni emocional. Su pareja tampoco quiso hablar al respecto. Cuando Majito empezó a tomar terapia fue que entró en una especie de duelo y dejó ir el “qué hubiera pasado si”. Además, su ginecólogo disipó sus dudas sobre si el aborto podía dejarla infertil. 

Para calmar su ansiedad y poder dormir mejor tuvo que tomar medicamentos controlados, anapsique y clonazepam. Una vez después del tratamiento psicológico y de hablarlo con su pareja las cosas mejoraron, aunque reconoce que hasta la fecha le llegan “flashazos” de lo que vivió. 

“Pero me tranquiliza recordar que fue una decisión propia, que no debo sentirme culpable, que fue lo mejor. Espero que muchas mujeres piensen primero en ellas, cualquier decisión que tomen es la correcta”, expresa. 

“Nunca le conté a mi familia sobre el aborto por miedo a ser juzgada”

La experiencia de Karla inició en abril de 2021. Tenía 25 años y un trabajo estable. Comenzó a experimentar síntomas como náuseas y somnolencia. Ya sospechaba lo que ocurría con su cuerpo, pero de todos modos se hizo una prueba de embarazo que salió positiva. 

En ese entonces vivía con su pareja, con quien llevaba una relación de ocho años. Al ver juntos la prueba, Karla tembló y lloró. Sabía que no quería ser madre, así que una de sus amigas la contactó con un ginecólogo particular enfocado en planificación familiar y que brindaba atención en la Ciudad de México.

El procedimiento de interrupción del embarazo de Karla fue por medicamentos. El médico le dio dos recetas, una para el misoprostol y otra para una medicina que sería usada en caso de sangrado excesivo.

A la media hora de tomar la primera dosis llegaron los escalofríos, los cólicos insoportables, diarrea y vómitos. Los síntomas se repitieron con las siguientes dosis hasta que en la tercera toma vio al embrión de siete semanas salir de su cuerpo. 

“Agradecí mucho el tener una pareja que estuviera tan al pendiente de mí, y que yo no tuviera que preocuparme por escribirle al doctor lo que me estaba pasando. La mañana siguiente fue rarísima, me sentía muy enérgica, de buen humor y todo lo contrario a como la había pasado la noche antes”, cuenta. 

A pesar de que tuvo el acompañamiento de su pareja, Karla también ocultó la decisión a su familia por temor a ser juzgada. No es una familia religiosa, pero sí tienen un ambiente espiritual, y aunque nunca la han presionado para tener hijos ella cree que, como cualquier padre, hay un deseo por tener nietos. 

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Protesta en favor del aborto en México. Foto: Francisco Guasco/EFE

“Mis emociones nunca me han hecho sentir culpable por lo que decidí, siempre estuve tranquila y segura de cómo pasaron las cosas, pero es algo que nunca le conté a mi familia por miedo a sentirme juzgada”, resalta.

Cecilia, que llevó su aborto sin decirle a nadie y sin una pareja a su lado, reconoce que hay muchas heridas qué sanar. Majito y Karla, aunque tuvieron experiencias distintas, fueron acompañadas por sus parejas, pero tampoco hablaron más del tema. 

“Una vez que fui a terapia y pasé por mi duelo, ya no me pegó (lo que viví), lo platiqué con mi pareja, lo solté y fue más fácil”, concluye Majito.

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